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Capítulo 17 [maratón]

—No voy a cambiar a ninguna de mis bailarinas —sentenció Ekaterina. Mentón en alto, brazos cruzados y el cuerpo pintado de autoridad. Difícilmente, si es que no jamás, la harían cambiar de opinión.

Vera y Anya escuchaban a una distancia prudente, un poco atemorizadas por la situación que se desarrollaba ante ellas. Ekaterina se había plantado a una de las autoridades más viejas de Novka, el sumo sacerdote.

—Danika ha dejado de ser digna para los rituales —dijo el sumo sacerdote masticando cada hebra de rabia y frustración que Kitty sacó de él.

Una chiquilla, a la que triplicaba su edad, se resistía a acatar la orden. ¡Había más! Sus ojos fieros hervían. De poder cambiar de color, se tornarían de metal al rojo vivo. Ekaterina, la dulce Kitty, reaccionaba como nunca. Parecía una madre protegiendo a sus cachorros de un depredador.

—¿Por qué? ¿Por ser humana y acostarse con la persona de quien está enamorada? —Se atrevió a cuestionar Ekaterina—. Sí, cometió un error, pero no debemos marginarla. Y si de religión hablamos, un error no te condena, sólo te convierte en pecador y, arrepentido, cualquiera puede expiar sus pecados.

Las palabras supieron bien en su boca, palabras de Nikolai, presente aún ausente. Kitty se regocijó. El hombre tenía toda la razón, en su momento no creyó del todo ciertas sus palabras, sino las tomó como un tranquilizante temporal, un pequeño engaño o mentirita piadosa para no sentirse mal de haber engañado a Ígor, para sentirse digna. Y lo era, nunca dejaría de serlo.

«No es algo físico que puedan arrancar de ti», pensó.

—Danika se queda, Su Excelencia.

—¿Me estás ordenando?

—Le estoy informando. —Respondió manteniendo la voz serena, se esforzó por mostrar una sonrisa cortés.

El sumo sacerdote se retorció en su interior, un poco salió a la superficie. ¿De dónde había sacado Kitty el valor para hablarle con tanta vehemencia? Por instantes, la vergüenza y la inseguridad lucharon por abrirse cancha, justo a tiempo Kitty las mandaba al fondo. No saldrían pronto, le estaba gustando tener voz y voto.

—Como yo, va a pasar el ritual de purificación —agregó Kitty sin romper contacto visual con el sacerdote—, y será bajo mi supervisión.

El sumo sacerdote le dio una larga mirada a Kitty, haciéndola sentir un poco incómoda. Cambió el peso de una pierna a otra y dejó caer un brazo a su costado, mientras el otro permanecía sosteniéndolo. Se mostró cansada pero incapaz de rendirse y el sumo sacerdote se dio cuenta, movió la cabeza en ambas direcciones.

—Estás jugando con fuego, Ekaterina —advirtió el sacerdote entrelazando sus manos debajo de las anchas mangas blancas de su vestimenta.

Con una corta inclinación de cabeza, el sumo sacerdote puso punto final a la discusión y se encaminó a la inmensa puerta de madera. Las chicas se quedaron quitas, en perfecto silencio, hasta que el hombre se alejó por una calle llena de puestos de chucherías.

—¡OH DIOS! —Exclamó Vera dejándose caer al suelo tan dramática como de costumbre—. Pensé que se iban a arrancar la cabeza.

Anya afirmó moviendo la cabeza, pensativa.

—¿Por qué lo hiciste? —inquirió.

Kitty sintió la necesidad de acomodarse el pantalón abombado que utilizaba para los ensayos, se amarraba en la cintura con un par de cintas. Debajo tenía unas mallas negras que se alcanzaban a transparentar, pues el pantalón era de una tela fina similar a la de sus trajes ceremoniales, así que podían darse una idea de cómo lucirían en el escenario.

Anya arqueó una ceja al reconocer los nervios en Kitty.

—¿Kitty?

La jovencita se sonrojó hasta la punta de las orejas, las mejillas le ardieron y sus manos fueron incapaces de enfriarlas. Antes de poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a rodar, gruesas y tormentosas. Se limpiaba una y salían el triple, pronto su rostro se convirtió en un mar salado.

—Oh, Kitty... —murmuró Vera rodeando a su amiga con sus brazos. La sintió temblar por el llanto y el miedo de lo que pudo ser, porque no sólo había defendido a Danika, sino a su persona.

—Pude ser yo, niñas —confesó con un hilo de voz, el nudo en la garganta era cruel.

Anya se acercó y pasó la mano por la espalda de Kitty intentando calmarla, sonrió comprensiva.

—Y-y-yo... me enamoré de Nikolai.

***

¡Hola, hola! Creo que hemos cerrado un círculo de la historia, ¿un arco? No sé cómo se le dice, pero vamos avanzando. Ya tenemos las cartas sobre la mesa: Iván grave, Nikolai desaparecido, la Duquesa loca... ¿qué sucederá? ¿TEORÍAS? :D

¡Corto, pero espero les haya gustado! Para mí significa un gran paso para Ekaterina, tan fuerte y reponiéndose a esa conversación de Nikolai en la cocina hace unos capítulos... ¡me erizo! La chica va creciendo. 

¡Hablamos en los comentarios!

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