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La princesa y la mujer del bosque

El viaje había sido demasiado largo para su gusto, 3 semanas recorridas había sido casi una tortura espantosa a la que se había sometido voluntariamente.

Su padre no había hecho nada para hacer este interminable viaje algo más llevadero. Con sus agotadores discursos sobre el deber, la prosperidad y el supuesto amor que algún día Shura sentiría por la princesa de Sargas.
Su padre era un romántico, de eso no había duda, pero a qué él siente amor por esa niña, era una completa estupidez.

Cumpliría con su deber, de eso estaba seguro, si los reyes aceptaban tal unión pues se casaría, le haría todos los hijos que pudiera, pero hablar de amor había un abismo.

Definitivamente la palabra amor le quedaba muy grande a esta situación.

A mitad de camino, Shura, con la excusa de vigilar el terreno, logró salir del carruaje y tomar aire. Montado en su caballo, viajaban junto a su amigo Ángelo. Verdaderamente se sentía mucho más cómodo montando que sentado como una princesa frágil dentro del carruaje real. Comprendía el por qué su Cid le había pedido compañía.

Hicieron una parada de dos días en un pueblito pequeño a más de la mitad de recorrido. El rey estaba muy cansado y su médico recomendó reposo de al menos un día entero en una cama tradicional, Shura decidió que dos eran mejores.

Mientras los guardias del rey velaban su seguridad, el príncipe libro a su amigo y un puñado de sus propios guardias, decidieron que cazar era una buena manera de pasar el rato antes de internarse en una taberna a beber y quizás Ángelo añada una mujer a la ecuación.

- ¿Crees que tú padre mejore? - pregunto Ángelo mientras ambos jóvenes caminaban por el espeso bosque.

- No lo sé, el tratamiento no lo está ayudando - suspiró - no veo ninguna mejora y los médicos ni siquiera saben que es - dice con el ceño fruncido - no se que habrá sucedido en mi ausencia, mi padre enfermo y nadie hizo nada.

Ángelo, distraído por la charla, tropezó con una raíz de un árbol cayendo al suelo haciendo un ruido que ahuyenta a cualquier animal con orejas.

- Ángelo, estamos cazando o acaso lo olvidaste - ríe Shura poniendo los ojos en blanco. Aún con su sonrisa le da la mano para ayudarlo a levantarse - vamos amigo, sigamos y cierra la boca.

- Entendido, mi príncipe - ríe aceptó la mano.

3 meses antes:

Milo, para desgracia de su madre, era inquieta por naturaleza. Ese era un rasgo heredado particularmente de su padre. Esa mirada fiera, espíritu inquieto y alma valiente, provenían únicamente de Kardia.

¿Lo único que tenía de su madre?

El cabello.

Era normal que la adolescente buscará cualquier escusa para salir a explorar el bosque con tal de escapar de sus clases de baile.

Solo basto ojos tristes y batir sus pestañas para convencer al rey de dejar salirse con la suya.

Aquí estaba cazando conejos en el bosque junto a su guardia personal de un solo ojo, Issac.

Era muy buena cazando a decir verdad, su padre le había enseñado bien, sin embargo, ha aprendido buenos trucos con Isaac.

Acompañados con su nuevo escudero, un niño recién llegado llamado Ikki y era tan malhumorado como Isaac o la propia princesa.

Definitivamente se llevaría bien.

Aunque Milo es una excelente espadachín, todo el mundo la ha elogiado por su ridícula y excelente puntería.

Nadie a logrado sus hazañas y pronto demostraría la mejor.

Si bien no le gustaba ser vigilada durante todo el día, tenía que reconocerlo que Issac era la mejor compañía. Su guardia hablaba lo justo y necesario, el hombre tenía el don de ser casi inexistente cuando estaba a su cuidado, le daba su espacio y solo la llamaba cuando pensaba que Milo se alejaba demasiado o podría correr algún peligro.

Cómo ahora.

- Princesa, deténgase- susurró.

Milo paró su andar inmediatamente, su guardia había detectado algo que ella no. Miró hacia atrás en dirección a Isaac. El hombre de un solo ojo extendió su dedo índice hacía adelante.

- Hay gente allí - volvió a susurrar - mercenarios, ocúltese su alteza.

Milo hizo una mueca, estaba loco si creía que iría a matarlos él sólo. Era consiente que Isaac era intrépido y demasiado hábil, pera rayos, el hombre estaba solo.
Milo iba a contestar cuando el grito de una mujer llamo la atención de ambos.

Sin pensarlo dos veces, Isaac se abalanzó hacia los cuatro hombres que tenía capturada a una mujer de cabellos verdes.

La mujer forcejeaba ferozmente intentado soltarse del agarré de uno de ellos, tenía las manos encadenadas, ropa sucia y rasgada al igual que su cabello.

Para ventaja del guardia real, poseía armadura, una espada de calidad y una agilidad que solo se adquiría por años de entrenamiento refinado cortesía del reino.

Gritando para distraer a los hombres de la mujer, golpeó con su cuerpo a uno y derribo a otro con una patada brutal en el pecho. Otro de los hombres intentó golpear a Isaac pero fue esquivado con facilidad mientras el guardia lo atravesaba con su espada.
Mientras uno de ellos seguía forcejeando con la mujer, Isaac terminaba de luchar y matar a los otros dos hombres que había derribado al principio.

- Quieto ahí o la mato - el mercenario sostenía pegada a su pecho a la mujer amenazándola con una daga en su cuello.

Isaac lo observó detenidamente evaluando la situación, buscando la manera de rescatar a la mujer sin ser lastimada.

Era casi imposible.

Casi.

- Suéltala y no te haré daño. Deja a esa mujer.

- Oh no, ella es mi premio y no regalo lo que es mío - presionó a la mujer más a su cuerpo provocando que está gritara - shh tranquila dulzura.

- Suéltala maldito o juro que te cortaré la lengua.

- ¡Inténta...! - no terminó de decir la frase cuando una flecha entro por su boca incrustados en ella con una ridícula puntería y una velocidad brutal.

Isaac se giro hacia atrás perplejo para encontrarse con Milo parada empuñando su arco con una postura perfecta y una mirada fiera y determinante.

Era conocedor de las extraordinarias habilidades de la princesa con el arco pero verla así fue más que impresionante, sobre todo por su ridícula puntería.

- Estaba cansada de escucharlo - Milo levantó sus hombros despreocupada.

Se escucha el cuerpo del mercenario caer al suelo y el llanto femenino. Isaac vuelve su atención a ella, se quedó sorprendido al ver a la mujer patear violentamente el cuerpo del mercenario.

- Señorita ¿Se encuentra bien? - pregunta el guardia agachándose para atender a la mujer.

- Si, solo me duelen los pies y las manos - Isaac miró los pies descalzos y sangrando de la joven y sus muñecas lastimadas por los grilletes aún puestos - gracias, gracias por salvarme - Milo se acercó a ambos sosteniendo aún su arco. La mujer de cabello verde la miro - gracias señorita por salvarme, es usted muy hábil con el arco.

- Si bueno, estaba cansado de escucharlo hablar - ella ríe.

- Gracias señorita.

- Es su alteza - corrige Isaac con voz severa. La mujer se sorprende.

- Su ... Su alteza - susurra - ¡Oh su alteza! - inclina su cabeza mostrando respeto - mi nombre es Shaina y estoy enteramente a su servicio.

Milo la observa un poco incómoda por la situación, debía su mirada hacia Isaac que observa a la mujer con el seño fruncido.

Milo le sonríe amable a la mujer.

- Isaac, volvamos al castillo, Shaina necesita curaciones y - la observa - ropa nueva.

Sin pensarlo, el hombre de un sólo ojo levanta y carga en sus brazos a la mujer de cabello verde porque claramente no podría caminar hasta el caballo con sus pies lastimados.

La vuelta al castillo fue rápida, al menos para Shaina que se desmayo la gran parte del camino. No podían culparla, no comía ni bebida agua hace dos días.

Haciendo uso de su carácter, heredado de su madre, Milo movió a medio castillo para que atendieran a la recién llegada.

Isaac la llevó directo a la sala del médico para que la revisara.

Luego de una minuciosa revisión supervisada por la misma Milo, el médico del castillo dictaminó que la joven gozaba buena salud, solo necesitaba hidratarse, alimentarse y descansar.
No poseía ningún signo de lesiones ni abusos, tan solo sus muñecas y pies lastimadas.

Dejándola en la enfermería, Milo necesitaba discutir sobre lo sucedido y la invasión se mercenarios en sus busques.

Pero Kardia tenía otros asuntos que discutir con ella.

- ¡¿Qué?! - Mili exclamó golpeando la mesa con su puño. Su madre frunció el seño disgustada por el comportamiento salvaje de su hija - ¿Acaso te volviste loco?

- Solo lo conocerás, vendrán aquí para presentar formalmente la petición y conocerte. Aún no he dicho que he aceptado el compromiso.

Alejándose del escritorio de su padre y caminado por toda la oficina, Milo vuelve a decirle el seño a su padre aún no creyendo en lo que está escuchando.

- Papá, no con él - suspira - pensé que seguíamos con el acuerdo con el rey de Alnasel, Aioria será el sucesor y ...-

- Sisifo aún no se ha manifestado y está haciendo su duelo, no voy a molestarlo con esto ahora, sin embargo yo tomaré ninguna decisión sin antes hablar con él y el príncipe, recuerda que ese chico aún tiene prometida, Milo - la princesa ante la mansión de Alison hizo un gesto desagradable con la cara - solo acepte esto por respeto y porque realmente deseó conocer al rey de Algiedi y a su único hijo.

- No hay que tomar decisiones precipitadas - tomo la palabra la reina - conocemos al príncipe, discutiremos los términos del compromiso y tomaremos la mejor decisión para el reino - Milo volteó violentamente para observar a su madre - no hay que olvidar la victoria de Algiedi sobre Alnasel y la reputación de ese muchacho.

- No, no aceptare eso.

- Tu no tomas las decisiones, Milo - regaño su madre - tu tendrás que aceptar lo que tu padre decida - Kardia observó a su esposa con mirada sería y un poco disgustada. La reina detrás de esa belleza y delicadeza extrema, poseía un carácter igual de severo - si decidimos que el príncipe de Algiedi es mejor para él reino - la observó casi matándola con la mirada - así será.

- Padre...- Milo suplicó.

- Hablaremos luego, Milo - expreso con vos cortante - la mujer que trajiste se puede quedar, cuando despierte la interrogaremos, ahora vete - le hizo un gesto con la mano.

Milo ofuscado, resopló y se retiró de lugar, pisando fuerte. Al pasar junto a su madre la observó con ojos fieros y desafiantes.

Estaban equivocados si pensaban que la podrían casar con ese bárbaro, había aceptado a Aioros porque era una niña, ahora ya sabía lo que quería.

Sería la princesa más desagradable que podría ser para que el príncipe huyera de ella.

Esa misma tarde, cuando Shaina despertó Milo, Isaac y el médico la interrogaron.

Contó que vivía en un asentamiento de familias pobres en las afueras del reino, el grupo de mercenarios la había secuestrado luego de atacar y masacrar al asentamiento y su familia, también aseguraba que varias mujeres de allí tuvieron el mismo destino que ella.

Horrorizada y casi descompuesto debido al relato de Shaina, Milo se levantó de su silla y deambuló por la habitación tratando de contener las lágrimas.
Era situaciones que jamás había vivido encerrado en su castillo bajo el cuidado de sus guardias, sin embargo era la vida cotidiana de muchas mujeres.

- No tengo a dónde ir - sollozó - mi hogar fue reducido a cenizas - Shaina se arrodilló - Por favor su alteza, déjeme servirle - Shaina se acercó sobre sus rodillas. Isaac apretó su espada - soy una excelente guerrera, le puedo enseñar a luchar con espadas como una verdadera diosa guerrera.

La princesa la miró sorprendida no sólo por ver a la mujer implorar si no también por lo dicho.

¿Una guerrera?

Ciertamente era interesante.

Milo la sostuvo de sus manos y la levantó, mirándolos a los ojos y regalándole una sonrisa cálida, la hubiera aceptado aunque fuese una simple sirvienta

Shaina le devolvió la sonrisa.

- Puedes quedarte - apretó un poco sus manos - estarás a mi lado, me servirás únicamente a mi.

- Si, mi señora.

Los días siguientes, Shaina poco a poco fue ganando la confianza de la princesa, siendo leal y permaneciendo a su lado y ayudando en lo que Milo deseara como entrenar duramente sin miramientos haciéndola morder el polvo.

Cómo ahora.

Milo había caído al suelo derrotada una vez más.

No se consideraba experta con la espada pero si que era muy buena y si embargo Shaina le había ganado por cuarta vez está tarde.

Ella peleaba diferente, no había reglas ni poses precisas, ella leía cada movimiento en el acto.

Vestidas ambas con ropa de entrenamiento y una amistad forjada, Shaina se sentía mucho más en confianza.

- Vamos princesa, levántense y siga luchando - ánimo.

- No puedo ganarte - resopló sentada en el suelo llena de tierra - eres muy hábil.

- Quizás es hora que le enseñe mi estilo su alteza - sonrió de lado. Le ofreció una mano amiga para que la princesa la tomara y se levantara. Milo la tomó con una sonrisa.

- Estoy lista - declaró entusiasmada dando saltitos.

- Bien, lo primero que debe saber es que aquí no hay reglas, en las batallas no hay reglas. Sabes empuñar una espada, bien. Sabes moverte y ahora sabrás cómo luchar como una verdadera guerrera salvaje.

Isaac más observaba de lejos, despejado de su armadura pero conservaba su mirada sería habitual, parado imperturbable como siempre, cuidaba de su princesa como un lobo con su manada.

Aunque no lo demostraba, estaba aliviado que Milo encontrará alguien, una mujer, que estuviera junto a ella y compartieran cosas que claramente no podría con él, si bien una vena protectora latía en el constantemente cuando se trataba de su señora, debía dejarla vivir todos los aspectos de su vida.

Salvo explorar ciertas partes que guardaría para su futuro esposo.

Cuando ambas mujeres finalizaron su entrenamiento, pasaron sudadas juntos él y Shaina le guiño un ojo coqueta.

Isaac la miro serio y resopló.

Esa mujer quizás no era tan buena influencia para su princesa.

Siguiendo lo pasos de ambas, observando la espalda de Shaina, su cabello largo trenzado que caía por su lado espalda y eventualmente su trasero firme y redondo.

Desvío su mirada repitiendo como un mantra que su deber era solo proteger con su vida a la princesa, había jurado hacerlo ante Dios y su majestad.

La noche había caído en Sargas, en la alcoba de Milo, ambas mujeres conversaban animadamente.

Shaina cepillaba el cabello rojo de la princesa, tarea que antiguamente pertenecía a las sirvientas personales de su alteza y ahora Shaina había tomado por pedido de la misma Milo. La cercanía y la amistad de la princesa con la mujer se había vuelto muy estrecha con el pasar del tiempo.

La conversación era escuchada por la nana que las observaba sentada en un rincón mientras tomaba té y bordaba una capa hecha por ella misma para la princesa. Escuchaba atentamente lo que ambas hablaban.

La reina le había encomendado personalmente cuidar de su hija, tanto ella como la anciana no confiaban del todo de la extranjera recién llegada, no por que resulte ser una amenaza para la adolescente, sino por su falta absoluta de modales.

Se notaba que la mujer poseía experiencia en ciertas áreas de la vida que no quería que Milo tuviera conocimiento o experimentara aún.

Eso debía descubrirlo en su noche de bodas con su futuro esposo.

Con sus ojos sobre las flores doradas bordadas en la capa azul petróleo, escuchaba atentamente la conversación, sonriendo animada y aliviada de que solo se tratara del entrenamiento sucedido esa misma tarde.

Un calor cálido recorrió y se acento en su pecho, lo único que le agradaba de esa mujer era que le estaba enseñando a Milo a luchar como una verdadera fiera, a diferencia de la reina, a la anciana no le desgradaba la idea de que Milo tuviera esa parte guerra.

La niña era igual a su padre, había nacido con el espíritu valiente y aventurero del rey y hay cosas que no se le pueden robar a la herencia, padre e hija compartían la misma esencia salvaje y ella lo sabía muy bien porque tuvo el placer y deber de ser la nana del mismo Kardia desde que este era un bebé y luego le encomendaron la tarea de velar por Milo.

Agradecida con Dios por permanecer cuidando a Milo y no haber si trasladada con el pequeño príncipe Escarlate, aliviada de que a él le tocara una nana mucho más joven.

Cansada ya debido a su día ajetreado decidió que ya era hora poner a descansar. Dejando la tela a un lado y levantándose de la mecedora con un quejido leve anuncio su retirada a Milo.

- Su alteza, ya es hora que me retire a dormir y usted debería también descansar - reprendió - mañana llegará la familia real de Algiedi y necesita estar lista.

- Claro señora Catalina - le sonrió cálidamente - pronto me iré a dormir.

- Como diga, su alteza. Buenas noches - con una reverencia se despidió ignorando deliberadamente a Shaina.

Ambas mujeres observaron en silencio a la anciana caminar lentamente hacia la puerta.
Una vez que se fue, Shaina soltó el cabello de Milo y camino a zancadas había la puerta y la cerró. Volvió hacia Milo y nuevamente retomo su tarea de cepillarlo.

- Por fin se fue esa vieja - rompió el silencio y Milo soltó una carcajada.

- No seas así, no es tan mala.

- Me odia, eso es un hecho.

- No te odia, solo le incomoda que seas diferente a lo que ella está acostumbrada.

Shaina tiró del cabello levanté ganándose un quejido y las risas de Milo.

- Hum diferente, querrás decir más "salvaje" - Milo volvió a reír - perdóname por no usar vestidos elegantes ni ser una refinada insípida y estirada. Por usar pantalones e incomodar a todos con mi belleza salvaje y malos modales.

- A mi no me molesta - le sonrió cálido y Shaina casi llora - me agradas tal y como eres.

- Gracias, su alteza - dijo en tono burlón - alguien tiene que aportarle algo de vida a este lugar, está lleno de mujeres delicadas en el reino - carraspeó - usted posee mi mismo espíritu y gracias a Dios por eso, estoy segura que lograrás grandes cosas durante su reinado.

Shaina acaricio cariñosamente el cuello rojo de Milo.

Unos leves golpecitos en la ventana de la alcoba de Milo interrumpieron a las mujeres.

Alerta, Shaina cogió su espada y se acercó a ella, abriéndola de golpe halló a un niño de cabellos negros ,de unos trece años.

Tomándolo de hombro y arrojándolo bruscamente dentro de la habitación, Shaina le gritó:

- ¿Qué haces tu aquí? - lo cuestionó mientras lo amenazaba con el filo de la espada.

Levantado las palmas asustado y temblando, para luego hurgar en su bolso y extender una carta, el niño contestó:

- So-solo vengo a entregarle una carta a su alteza.

- Déjalo Shaina, es el mensajero personal del príncipe Aioria.

Alzando una ceja curiosa por lo escuchado, tomó la carta que él niño tendía.

- Vete - gruño y el niño casi se arroja por la ventana.

- ¿Del príncipe Aioria dices? - abrió la carta curiosa - ¿Por qué te la envía de manera tan extra oficialmente?

- Mi madre revisa todo mi correo - se levantó de la silla cuando vio que Shaina abría la carta - siempre envía dos cartas, una oficial para mí contándome cosas triviales que mi mamá puede leer tranquilamente y una con este niño sin ser detectado. Ahora dámela - exclamó intentando quitarle la carta a Shaina.

La mujer extendió el brazo que tenía la carta lejos del alcance de Milo. Con la mano libre sostuvo el brazo de la princesa.

- Veamos que dice - comenzó a leer el voz alta -"Querida princesa de mis pensamientos..." ¡Oh por Dios que clase de cartas te escribe este príncipe!

- ¡Dámela! - pegándole en el pecho, Milo le arrebató la carta - deja de molestarme - Shaina soltó una fuerte carcajada - cuéntame sobre este tal Aioria - le sonrió de lado - dime ¿Te acostaste con él?

Abriendo los ojos horrorizada, Milo negó con la cabeza.

- ¿Estás loca? - exclamó - claro que no, no siquiera nos hemos besado.

- Pero te gusta - la señaló - lo puedo ver en tus ojos.

- Si, si me gusta - suspiró derrotada - solo espero que mi padre me comprometa con él.

- ¿Y que tal con ese príncipe que llega mañana?

- Ag, seguramente es un idiota engreído que piensa que puede venir y ser mi dueño. Solo espero que no le guste y me asegurare de eso.

- Bueno, si necesitas ayuda pues cuenta conmigo - alzó los hombros - ¿Vas a leerla ahora? - se acercó interesada.

Milo escondió la carta en su espalda alejándola de la vista de Shaina y la empujó fuera de la habitación cerrando la puerta en su casa.

Ya sola en su alcoba, se acostó en la cama y leyó tranquila la carta.

Leer las dulces palabras de Aioria hacia que crezca un sentimiento de anhelo por él, extrañaba su voz y esa deslumbrante sonrisa.

Solo esperaba verlo pronto.

El Sol había tocado suelo sarguense levantando a todos los sirvientes del castillo apenas su luz se hizo presente. Cientos de sirvientes moviéndose a oasis ligeros por los pasillos del castillo preparando hasta el más mínimo detallé del recibimiento de la familia real, el lugar casi se convierte en un caos.

Aún durmiendo plácidamente en la cama, Milo fue despertada por el estruendoso ruido que hizo la puerta al abriste dejando pasar a un sequito sirvientas, su nana y la mismísima reina.

Shaina intento entrar pero la puerta fue cerrada en su cara -no muy gentilmente- por su majestad.

Genial, sus día había comenzado estrepitosamente.

Casi arrancándola de la cama con su cabello claramente sucio y revuelto, Milo se dirigió hacia donde las sirvientas le preparaban la tina.

Tallándola más profundo de lo normal, más mujeres trabajaban en su cuerpo y cabello con una dedicación abrumadora.

Su madre y su nana mantenían una discusión sobre el vestido y color que debía usar.

Su madre decía azul y su nana verde.

A Milo le daba lo mismo el color, ambos vestidos era igual de pomposos e incómodos.

Su madre optó por el verde ya que combinaba mejor con su piel y hacia resaltar su color de cabello.

También porque casualmente eran los colores del emblema real de Algiedi.

Espiando los ojos, Milo salió de la tina y se dejó sacar minuciosa y poco delicadamente por las sirvientas entras capas y capas de tela volaban a su alrededor.

Aún sin el vestido verde puesto, una de las mujeres peinada y recogía su cabello dejando poco peló suelto y enrulado. Decorando para finalizar el peinado un broche de cabello incrustado en diamantes y enormes esmeraldas habiendo juego con el vestido.

Mientras su nana ajustaba demasiado el corset, dos muertes le colgaban el vestido y los zapatos.

Una joyería delicada y poco llamativa adornaban su cuello.

Ya terminado todo ese martirio, reina y princesa se dirigieron a reunirse con príncipe y rey para esperar a la familia real de Algiedi.

- Compórtate por favor, Milo - advirtió Camille, su madre.

Caminó junto a su madre pero se paró la de Kardia, del otro lado del rey tomó su lugar la reina y junto a ella el pequeño príncipe Escarlate.

A lo lejos, pero siempre observando, se encontraban Isaac y Shaina vestidos con sus armaduras.

Los carruajes reales atravesaron las puertas de la entrada privada al castillo y Milo contuvo la respiración.

Con indiferencia observó como dos soldados ayudaban a bajar al Rey Cid que claramente se notaba agotado por el largo viaje.

Detrás del carruaje real, dos caballeros, montando hermosos y fornidos caballos, entraron galopando fuerte y haciendo notar su presencia.

Ambos hombres vestían atuendo formales, uno de cabello azul vestido con el típico atuendo de guardia real y el otro de cabellos negros vestido con aún atuendo claramente más elegante y refinado.

Ese es el príncipe.

Pensó Milo observado con una ceja levantada y un gesto de claro desagrado.

Los ojos de Shura se clavaron inmediatamente en los de Milo.

Shura la observó con un gesto ilegible.

Oh, esto va a ser interesante.

Hola mis bellos lectores, luego de que Wattpad me borrara medio capítulo y muchos problemas para escribir, al fin pude actualizar.

Espero que les guste y si es así dejen su voto y comentarios.

Gracias por leer.

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