El arte de conocerte- Parte 1
No supo cómo y tampoco le interesaba, la corriente de adrenalina en su cuerpo era tan intensa que le permitió cargar a la princesa y llevarla a caballo hasta el castillo.
Sus brazos cansados mantenían firmemente el cuerpo de Milo sobre su pecho. Su rostro estaba sudado y rojo por el tremendo esfuerzo que estaba haciendo.
No iba a soltarla ni aunque lo mataran.
Apenas llegaron, Shura exigió a los gritos un médico. La joven estaba herida e inconsciente.
Los guardias, que custodiaban la entrada del castillo, fueron los primeros en acercarse a ellos. Con cuidado bajaron a la princesa de los brazos del príncipe para que él pudiera desmontar tranquilamente, sin embargo, apenas bajo del caballo Shura tomó a Milo nuevamente en sus brazos de forma posesiva. Como si alejarse de ella provocara la muerte de la princesa o el simple hecho de separarse provocara una desgracia.
Sin esperar a que los médicos llegaran, el heredero al trono de Algedi camino a pasos apresurados hacia la sala del médico.
El alboroto en el castillo fue tal, que el suceso tardo un suspiro en llegar a oídos de los gobernantes de Sargas.
- ¡Médico! ¡Necesito al médico! - grito Shura pateando la puerta y entrando bruscamente a la sala del médico cargando a Milo aún desmayada.
Coloca delicadamente a la joven princesa sobre una cama por orden de un aprendiz de medicina mientras esperaraban al médico.
Segundos después, Kardia e Isaac entraron al lugar. Ambos hombres quedaron horrorizados por el estado de Milo, desmayada, ensangrentada y semi desnuda.
Kardia miro furioso a Shura.
-¿Exijo saber que sucedió? - vocifero.
El guardia también lo miró.
Shura trago saliva, a pesar que, desde pequeño, su madre le inculcó que las mentiras no eran buenas ni correctas, justamente mentir fue lo primero que se le pasó por la mente. No sabía si era por miedo hacia el rey o tratar de ocultar la desgracia que habia pasado, la mentira había picado su lengua por unos segundos, sin embargo, al ver el rostro asustado de Kardia, Shura se dió cuenta que no valía la pena.
Había estado luchando por su vida y la de Milo, aún no sabía si habían llegado a abusarla, ni tampoco estaba seguro de la gravedad de las heridas de la joven. Al mírarla allí desmayada y bañada en sangre se dió cuenta que estuvo a punto de perderla.
La verdad, era indispensable hasta para la seguridad del reino y él tendría que asumir sus culpas.
- Corríamos carrera a caballo- respondió seguro, no tenía sentido mentir- Milo fue emboscada por mercenarios - la miró - ambos peleamos contra ellos.
Kardia se acercó a su hija, escuchando a medias el relato de Shura, la voz del hombre era como susurros de lamentos a sus oídos, su preocupación estaba en su hermosa niña.
- ¡¿Dónde está el médico?! - grito - ¡Traiganlo de inmediato!
- Está atendiendo a algunas sirvientas enfermas, su majestad - respondió un aprendiz agachando la cabeza asustado.
- ¡La princesa esta herida! Que deje todo de inmediato y que venga aquí - miro al joven que no se movía - ¡Ahora! - le gritó
- Lo traeré enseguida, su majestad- hablo Isaac corriendo en busca del anciano.
Kardia, preocupado por la sangre, que manchaba gran parte de la vestimenta de Milo, comenzó a revisarla minuciosa y desesperadamente en busca de heridas.
- Mi niña - susurró - ¿Estás herida, mi niña?
- Pa- papi - tartamudeo la princesa despertando claramente dolorida y un poco aturdida - estoy bien - le sonrió para dejar tranquilo a su padre.
Shura al escuchar la voz de Milo quiso acercarse, pero detuvo sus pasos al comprender que debía dejar el espacio y la habitación también.
Más tarde hablaría con el rey.
Sin hacer ruido, salió de la habitación dejandolos solos.
Apenas traspaso la puerta, el médico llegaba junto con Isaac. Agitado por la preocupación y por todo lo sucedido en general, decidió quedarse a esperar allí afuera hasta que el rey de Sargas saliera con noticias.
Casi una hora más tarde, Kardia salió al pasillo, Shura estaba sentado en el suelo casi dormido y apenas sintió la presencia del rey, se levantó de un salto.
El hombre lo observo desde la puerta, con esos ojos azules intensos que podrían a cualquier soldado nervioso, incluso a un príncipe como él.
- Estás herido - hablo luego de lo que fueron minutos en silencio bajo el escrutinio de esa mirada ardiente.
Shura supo que no era un pregunta, era una clara afirmación salida de los labios del mayor con tintes de preocupación y un poco de reproche.
En su interior, Shura sentía que merecía el más mínimo enojo que un padre podría tener hacia el hombre que tenia que cuidar a su hija y no lo hizo.
Por más que no fue su culpa, no estaba exento de esto, él lo sentía así, era el mayor, debía proteger a la princesa y aún así se puso a jugar carreras con ella en un bosque que sabía muy bien que había mercenarios.
¿Tenía un poco de culpa? Si, y a los ojos de Kardia, se veía que también la tenía.
- Estoy bien - respondió con el poco orgullo que le quedaba - no es grave - miro a Kardia - lo importante es la salud de la princesa - mantuvo la mirada dudosa hacia el rey, no estaba seguro si preguntar o no, y Dios esa mirada fría de Kardia lo desarmaba en pedazos reduciendolo a cenizas - ¿La señorita Milo está bien?.
El mayor bajo la mirada hacia su pierna herida y suavizó la mirada.
- Lo está - afirmo mirando las manos aún manchadas de sangre de Shura - tiene pocas heridas y no son de gravedad - lo miró a los ojos nuevamente pero no tan severo como antes - la sangre no era de ella, el doctor le dió un calmante para dormir hasta la noche.
- Su majestad, yo lo siento...-
- Haz que el médico revise tus heridas y te veo en mi despacho.
Sin agregar palabra ni esperar respuesta, Kardia se alejo por el pasillo dejando al príncipe sólo.
Era una clara orden y Shura no iba a desobedecer.
Luego se enfrentaría a su propio padre.
Dos horas más tarde aparecieron Angelo y Shaina en las puertas del castillo junto con la yegua de Milo.
Isaac la estába esperando en la gran puerta.
No hicieron falta palabras, con tan solo la mirada de desaprobación bastaba para saber que estaba en problemas.
- Su majestad, la reina Camille la espera en los aposentos de la princesa - Shaina agachó la cabeza y asintió - lleva la yegua de Milo hacia los establos primero y tú - levanto su mentón hacia Angelo - el principe Shura lo espera en la alcoba de su majestad Cid.
Angelo, levanto una ceja por el tono que Isaac está usando con el, Shaina era una subordinada de ellos, pero él no y este caballero no tenía derecho a darle órdenes. Sin embargo evito discusiones ya que estaba al tanto de lo sucedido y sabía que le esperaba su propia reprimenda de parte de sus soberanos.
No habia terminado de hablar que Shaina había desaparecido con la yegua y Isaac siguió mirandolo con cara de perro rabioso.
Siguió su camino, empujando el hombro del hombre de un ojo.
Evito la entrada principal del castillo e ingreso por una entrada lateral que conectaba con el ala donde él y sus soberanos se hospedaban.
Camino por los pasillos despejados de gente y llegó a la puerta de la habitación de su rey, se detuvo frente a ella y escucho la discusión que se daba dentro de esta.
Cid le gritaba a su hijo, por supuesto.
Intentado tener una mejor audición de lo que sucedía dentro, Angelo poso su oído sobre la puerta.
Definitivamente era Cid reprimiendo a su hijo y afortunadamente, para alivio de él, su nombre no había sido mencionado.
Se escucharon pasos apresurados hacia la puerta e inmediatamente se alejó para disimular. Shura abrió de golpe la puerta con cara cansada y enojada. Aún lucía sucio y manchado de sangre pero con vendas en la mano y piernas con claras señales de que sus heridas habían sido atendidas.
El principe lo miro serio ya adivinando que estaba escuchando la "conversación" entre su padre y él.
Angelo intentó darle una sonrisa aliviadora y cómplice, pero fue todo lo contrario y enojó más a Shura.
- Vámonos - ordenó simplemente mientras caminaba hacia su habitación.
Lo siguió en total silencio, no deseaba empeorar el humor de su amigo.
Apenas atravesaron las puertas de la habitación, shura se desplomó en el sillón más cercano.
- Amigo - rompió el silencio - ¿Estás bien?.
Sabía que era una pregunta tonta, fue el impulso de saber lo obvio y que Shura los transmitiera en palabras, quería una confirmación verbal de su amigo.
- Supongo - contento simplemente tapándose su rostro con ambas manos y refregandolo un poco. Su principe lucia cansado - aún me queda hablar con otro rey.
- ¿Y la princesa?
El pelinegro descubrió su rostro para mirar a su amigo.
Angelo se jactava de ser el mejor amigo del gran príncipe de Algedi, afirmaba poder leerlo como un libro abierto y saber cómo se sentía en cada momento, así de cercanos eran y sin embargo, en ese momento no puedo leer ninguna de las expresiones que se encontraban en sus ojos ni en la curvatura de su boca.
Estaba entre enojado, preocupado y quizás asustado. Ninguna de esas sensaciones le daba seguridad a Angelo para afirmar tal cosa. Podria ser una... Podrían ser todas.
- Ella está bien ¿Por qué tardaste tanto en volver?
- No nos dimos cuenta hasta que fue demasiado tarde - se excusó - ustedes se fueron lejos y nos dimos cuenta cuando el silencio y su ausencia fue demasiado evidente y luego unos soldados nos buscaron en el bosque.
- Que vergüenza que Kardia tuvo que mandar soldados para buscar a mi mano derecha que estaba perdido en el bosque con una de sus sirvientas en lugar de cuidarnos.
- Sabes que así no fueron las cosas - le reprochó - se fueron sin avisarnos, se suponía que estábamos todos juntos, sabes que no es mi culpa.
- Eres un idiota, mi padre me reta por mi, por ti, por todo. Él no sabe que estabas con su sirvienta ¿Que debía decirle? Soy responsable de ti también.
- El idiota eres tú.
- Déjame en paz - Shura se levantó del sillón - debo bañarme, mírame - se señaló completo - estoy sucio, lleno de sangré y debo ver al rey de Sargas - bufo - y tú presencia me molesta.
- Si, bueno tu también me molestas y aún así soy tu fiel sirviente - sonrió.
- ¿Sabes lo que le harán a Sabina?
- Shaina.
- Como sea, la castigarán porque ella no tiene la suerte que tú tienes. Escuché que la reina será muy severa - comenzó a desnudarse frente a su amigo - lo que pasó es grave Angelo, la princesa casi muere y alguien deberá pagar.
- Pero ella... -
- No tiene la culpa si, pero eso a la reina no le importa y yo no me meteré en asuntos de otro reino.
- ¿No puedes hablar con Milo? - Shura lo miro sorprendido - no es que me importe la mujer pero no creo que se merezca la ira de la reina.
- Mañana, depende como estén las cosas hablare con Milo, si es que me permitan siquiera verla. Dios santo vete, necesito bañarme.
Una vez bañado, arreglado y sin rastros de sangre, Shura se dispuso a caminar hacia el despacho del rey, deseaba ver a Milo y saber cómo seguia, no quería retrasar su charla con Kardia y no estaba seguro si el médico lo dejaría pasar de todos modos.
Tampoco sabía nada de la sirvienta de la princesa y siendo sinceros, eso, en este momento, estaba en segundo plano para él.
Había dos guardias parados frente a la puerta custodiando.
Apenas lo vieron, uno de ellos golpeó la puerta avisando que Shura había llegado.
- Pude pasar - comunico el hombre.
Con algo parecido al miedo, que no quería admitir, el pelinegro entro al despacho.
Kardia estaba sentado tras el escritorio leyendo unos papeles, ni siquiera se molestó en levantar la cabeza para recibirlo.
- Sientate - ordenó aún con la mirada clavada en los papeles que sostenía con una mano.
Shura totalmente mudo obedeció y se sentó frente a él.
- Majestad ... -
- ¿Cómo estás de tus heridas? - Kardia levantó la mirada interrumpiendo - ¿El médico te atendió bien?
- Estoy bien, majestad - por más que Shura fuese un príncipe heredero, no debía olvidar que Kardia era un rey al igual que su padre y uno de un reino extenso y poderoso como lo es Sargas - tiene un excelente doctor.
Asintió tanto con la cabeza como con un sonido de afirmación.
- Estamos esperando que venga la escolta de mi hija y el capitán para seguir a los mercenarios que había en mis bosques ¿Tienes algún dato útil?
Shura se removió incómodo en su silla. Su padre suele regañarlo a menudo y últimamente más seguido, Cid tiene un semblante serio y estoico admirable, sin embargo, cuando se trata de él, de su único hijo, rara vez dura mucho tiempo y siempre se le escapa una sonrisa amigable, lo cual lo hace muy tierno a los ojos de su Shura. Admira mucho a su padre, sobre todo esa cualidad de ser severo y piadoso con él, pero frente a él no estaba su padre y dudaba que a Kardia se le escapara una sonrisa adorable luego de poner en peligro la vida de su preciada hija.
- Matamos a todos los que nos atacaron en la cueva - se sentó derecho - Cuando estábamos de camino hacia la capital, mis hombres y yo nos habíamos encargado de un grupo de mercenarios que vivían en el bosque, no pensamos que fuera tan grave, supongo que tiene razón, su bosque está infectado de ellos.
- Son exiliados de Sargas y desertores de la guerra en Nashira - Shura trago grueso, no le agradaba esa mención - personas que se habían quedado sin hogar gracias a ... - lo miro a los ojos - tu última conquista.
- Majestad yo... -
- Mira, no me agradaba la idea de tu visita, el rey de Alnasel es amigo mío desde la infancia al igual que nuestros padres y nuestros hijos - el principe volvió a sentirse incómodo - hijos lo cual uno de ellos murió en batalla - Shura quiso hablar pero Kardia lo callo con un gesto de mano - acepte esto por la buena voluntad que su padre expreso en la carta de petición, y el deseo de conocerlo, príncipe Shura. Soy un hombre comprensible que busca la paz y por eso acepte, para que haya paz tanto en Sargas como en Alnasel.
- Entiendo, majestad.
- Aún no se que pensar de ti y en la atractiva propuesta de casamiento de su parte, Milo estaba comprometida con él principe Aioros que lamentable ha caído en batalla. Sin embargo, Sisifo tiene otro hijo, Aioria - Shura recordó que escucho a Milo hablar sobre él con Shaina - aún no tengo ninguna propuesta de parte de Alnasel por escrito pero el acuerdo es tácito - Kardia dejo los papeles sobre el escritorio - Como rey, debo evaluar la situación y decidir lo mejor para el reino, como padre debo velar por el bienestar de mi hija - junto sus manos sobre el escritorio - sabes, mi padre eligió a mi esposa y no se equivoco con su elección, Camille es perfecta para mí y para el reino, cada año que pasamos juntos me he enamorado profundamente de ella y me ha dado dos hermosos hijos. Cuando Milo tenía diez años decidí su futuro sin consultarle, mi pequeña obedeció como la princesa que es y aún así, con el paso de los años ,dude de mi elección, ahora tiene quince y desearía que ella pudiera elegir a su pajera, confío en su criterio y que elegirá lo mejor para ella.
-Entiendo - era lo único que Shura podría pronunciar. Escuchaba atentamente las palabras de Kardia y los engranajes de su cerebro trabajaban notas extras.
- Se que tú padre y tu vinieron con la intención de pedir su mano en matrimonio y la verdad es muy tentador, una alianza así sería beneficiosa, sin embargo estoy seguro que ella ama a alguien y esa es su decisión. Lo siento, pero no es algo que pueda aceptar. Es su decisión.
Shura se quedó callado, un poco sorprendido y otro pensativo. Tenía la mirada clavada en la pared detrás de Kardia.
Las palabras del rey de Sargas eran claras, Milo amaba a otro hombre y el rey había aceptado tal unión. También dijo que la elección era de Milo, lo cual eso llevaba a la conclusión de que la princesa podría elegir con quién unir su vida.
Y si, Shura distorsionaba esas palabras, su cerebro solo pensó en una sola cosa.
COMPETENCIA
De alguna forma él tenía oportunidad de conquistar a la revoltosa princesa. No sé había casado aún, lo cual le daba un ventana por dónde meterse en la vida de ella.
Si lograba conquistarla, si la hacía dudar de su amor, lo podía elegir a él.
Y así es como Shura se encontraba en una competencia imaginaria con un hombre que ni siquiera conocía y que tampoco sabía de tal cosa.
Sonrió pícaramente perdido en sus pensamientos.
El sonido de la puerta interrumpió el flujo de su imaginación y torpemente se dió cuenta que Isaac y el capitán habían llegado.
- Bien, ahora que estamos todos podemos comenzar.
Luego de dos días de expedición por el bosque, Shura, Angelo, Kardia y algunos de sus guerreros regresaron al castillo.
Había pasado todo ese tiempo cazando y matando mercenario, algunos habían logrado escapar.
Durante ese tiempo que compartió con Kardia logro conocer más al hombre y acercarse a él. Compartieron interminables charlas sobre la vida y el reinado. Shura se dió cuenta que era un gran soberano que amaba a su pueblo con todo su ser, era un gran guerrero y que aún a su edad podía blandir la espada como un joven soldado.
Milo tenía mucho de él, ese espíritu valiente e indomable que tanto le gustaba provenía del hombre que cabalgaba a su lado todo ese tiempo.
Había logrado trazar lazos con el rey y agradarle con sus ideas, valentía en batalla e inteligencia para hacer estrategias, sin embargo eso no era suficiente para conquistar a Milo.
Mientras tallaba su piel en la bañera pensaba las cosas que le podían gustar a la princesa, ciertamente lo único que ha hecho hasta ahora fue sacarla de quicio.
- ¿Le gusta leer, verdad? - la voz de su amigo interrumpió su tranquilidad - escríbele un poema o algo así. Eres bueno para eso.
- No lo sé - contesto mientras seguía limpiando su cuerpo - no la conozco tan bien para algo así.
- Llévala a tomar unas cervezas a los bares durante la noche.
Shura levanto la cabeza y miro a Angelo que estaba sentado semi desnudo en la otra esquina del baño.
- Ella es una princesa, no es como las sirvientas que seduces - contestó irritado por la estupidez de su amigo.
- Apostaría a qué eso le encantaría - sonrió con malicia - quizás con una cena en el jardín o en la terraza del gran comedor, es muy hermosa y tiene buena vista.
- Esa no es mala idea - concordó Shura - no la he visto desde ese día.
- Podrías llevarle una flores e invitarla a pasear o algo así.
Shura suspiró.
- No estoy seguro que desee verme - susurró.
- Si no vas a hablar con ella nunca lo sabrás.
- Dejan en paz, Angelo.
- Déjame en paz, déjame en paz - se burlo lanzando una esponja - eres un idiota la mayor parte del tiempo pero últimamente lo eres a cada hora. Idiota enamorado diría yo.
- No estoy enamorado - contesto devolviéndole la esponja violentamente - solo necesito está unión por el bien del reino.
- Si, lo que tú digas alteza - Angelo se levantó de su lugar y camino hacia Shura - ¿Quieres que te talle la espalda, mi señor? - pregunto en tono agudo imitando la voz de una mujer.
- Alejate de mí, ya no me puedo bañar tranquilo contigo.
- Lo siento, es el único baño del ala aparte del que está en la habitación de tu padre.
- Déjame sólo - Shura le un gesto con la mano para que se marchara.
Angelo sabía que cuando su príncipe estaba cansado hacia ese gesto tan autoritario y muy de la realeza, ese gesto que mayormente le hacia a los sirvientes que siquiera había mirando a la cara alguna vez pero jamás a él, ese movimiento de mano despectivo. Pero a él no le molestaba, sabía que se lo merecía por molestar tanto a su amigo.
Porque eso eran, amigos.
- Cómo ordene, mi alteza - hizo una reverencia y se marcho.
El suspiro de Shura se convirtió en un bufido, estaba cansado de su amigo y de su situación.
Arrojo su esponja al piso y se sumergió entero dentro de la bañera, quizás el agua aclare sus ideas.
La imagen de Milo bañada en sangre se había colado en sus sueños provocando que despertara durante la noche.
Se sentía sudado y alterado por la pesadilla que habia tenido.
Estaba seguro que no había pasado mucho tiempo dormido gracias a los ruidos de los sirvientes que aún se sentía en los pasillos.
Dio vuelta unos minutos en la cama y finalmente decidio visitar la cocina.
Tardo en llegar allí, simplemente porque no conocía su ubicación ni el castillo en si.
Al llegar, encontró a Shaina preparando una bandeja con té y dulces.
- Señorita Shaina - la llamo.
La mujer casi salta del susto, estaba concentrada preparando un aperitivo nocturno para su princesa. La reina la había castigado mandandola a trabajar a la cocina por un tiempo y lo más gracioso de esta situación era que ella es pésima en la cocina.
- Alteza - hizo una reverencia - ¿Qué se le ofrece?
- Un té de lavanda estaría bien, no puedo dormir.
- Enseguida se lo preparo.
Shura observo a la mujer moverse torpemente por la cocina, parecía que ni siquiera sabía dónde se encontraban las cosas allí.
Su mirada se puso en la bandeja que descansaba en la isla.
- ¿Eso es para la princesa? - señaló la bandeja con el dedo índice.
Shaina se dió vuelta hacia la bandeja - Si, Milo suele comer dulces y leer antes de dormir.
El principe se quedó pensativo por un momento.
- Espérame aquí, ya vuelvo.
Salió apurado sin decirle nada a Shaina, la mujer se quedó sorprendida por el comportamiento del príncipe. Sin más que hacer, siguió preparando el té.
Un momento después, volvió Shura con un papel perfectamente enrollado y lo coloco en la bandeja.
- Llevarselo a Milo - le guiño un ojo - y dile a algún sirviente que lleve el té a mi alcoba.
El heredero de Algedi regreso renovado a su habitación, se sentó en el escritorio y comenzó a escribir.
Al día siguiente, Shura de dispuso a ver a Milo, la joven había desayunado en su alcoba y sabía que por la trae solia leer en el jardín o entrenar con su sirvienta. Esto último sería imposible ya que Shaina estaba condenada en la cocina.
Opto por interceptarla en el jardín.
Y tenía razón, allí estaba ella sentada en una manta junto a los rosales, su cabello estaba trenzado y vestía pantalón, botas y camisa y a la vista de Shura le agradaba más que los vestidos.
La observó durante unos segundos antes de ir a sentarse con ella.
- No hay vestidos hoy - la interrumpió, Milo le sonrió y se hizo a un lado dejándole lugar junto a ella.
- Nada de vestidos - le contesto sonriendo.
Shura la observó durante unos segundos, en su rostro aún se podían notar marcas moradas de los golpes recibidos ese día y un nudo se instalo en su estómago.
Aún así, ella se veía hermosa
- ¿Cómo te encuentras? - pregunto mirando su cuello y la piel allí descubierta.
- Estoy bien - contesto doblando y guardando un papel entre las hojas del libro. Shura noto que era una carta - debo admitir que he estado muy nerviosa pero las medicinas del doctor ayudan - Milo volteo su cuerpo hacia Shura - Gracias por rescatarme, estoy en deuda contigo - Milo inconsciente poso su mano sobre las de Shura.
Otro tipo de nudo se instalo en el vientre del mayor obligadolo a tragar saliva.
- ¿Quieres caminar? - pregunto forzando las palabras para no tartamudear.
- Claro, deseo ir a los establos, hace mucho que no monto a mi yegua.
Caminaron en silencio hacia los establos, un silencio bastante cómodo que Shura deseaba romper.
- Algún día, si lo deseas, podemos entrenar juntos.
Milo frunció en seño, no había entrenado con otro hombre salvo su maestro y Aioria. Solía entrenar mucho con él, era lo que más le gustaba y confiaba que jamás le haría daño.
No conocía Shura como para confiar en él.
Aún así...
- Suena bien.
- ¡Su alteza! - llamo entusiasmado Hyoga al ver a la princesa allí - traere a su yegua de inmediato - el principe miró al joven rubio - y el suyo también alteza - dijo temblando.
- Yo puedo traer el mio - ofreció Shura
Ese gesto sorprendió gratamente a Milo, por primera vez veía al hombre no ser autoritario y desagradable.
Ella sonrió.
El joven de caballos rubio trajo a la hermosa yegua de color negro.
- Ella es aurora - menciono la princesa mientras se acercaba para acariciar la cabeza del caballo - fue un regalo - comento distraída mientras recordaba el día que Aioros se la había regalo.
Sonrió al recordar los celos de Aoria ese día, en ese tiempo ella era muy niña para comprender.
Había perdido a su caballo gracias a una picadura de serpiente en un día de campo junto a los príncipes. Milo estaba muy triste por la perdida y dos meses después Aioros había traído una yegua de sus tierras, un hermoso ejemplar de color negro.
"No es tan linda" Le había dicho Aioria con un tono aniñado y enojado "Yo puedo conseguirte un caballo ma lindo"
Unos años más tarde, Milo se enteró, entre risas, que la idea de regalarle un nuevo caballo había sido de Aoria y su hermano se le había adelantado porque él era su prometido.
- Es muy linda, princesa - contestó Shura acercándose él también hacia la yegua - es digna de usted.
El principe acaricio la cabeza de Aurora rozando los dedos de Milo, ambos se quedaron mirándose por un momento hasta que el ruido de Hyoga tropezando con un balde.
Shura carraspeó.
- Lo siento sus altezas - se disculpo.
Milo escondió su rostro sonrojado detrás de la cabeza de su yegua.
- Iré a buscar mi caballo - declaro Shura evitando la mirada del joven.
Milo monto su yegua y espero afuera de los establos a Shura.
El paseo fue agradable, no habían ido muy lejos está vez, evitaron el bosque y se limitaron a caminar por el campo lindero al castillo.
Isaac, aunque siempre invisible, los siguió de cerca.
La tarde había servido para conocerse mejor, Shura se había prometido no molestaría tanto y en cambio quería descubrir la verdadera esencia de Milo y que ella pudiera conocerlo como era realmente.
El principe y heredero al trono de Algedi estaba tratando de conquistar a la princesa de Sargas siete años menor que él.
- Milo - la llamo, ella se sorprendió al ser llamada por su nombre - sería un placer que me acompañara mañana en el desayuno - ofreció pensando en la idea de su tonto amigo.
Milo lo miro por unos segundos confundida por el cambio repentino de actitud de Shura hacia ella.
- Me encantaría - contesto cautelosa - haré que preparen la terraza.
Era una mañana hermosa y él se sentía más radiante que el Sol. No había podido dormir bien la noche anterior por los nervios del día que tenía planeado junto a la princesa. Había pensado todo meticulosamente cada actividad y solo esperaraba que Milo acepte.
Se vistió con un atuendo más relajado pero elegante a la vez, se mojo un poco el cabello y se lo peino. Quería lucir atractiva y prolijo.
Aún faltaba para el desayuno junto a la princesa, sin embargo Shura se dirigió a la terraza para asegurarse que todo estubiera perfecto.
Apenas salió allí realmente se sorprendió de lo bello que era ese lugar.
El lugar estaba construido con un delicado mármol blanco y piedra, el lugar estaba repleto de flores y plantas de todos los colores y tipos, junto a la baranda había una gran mesa y sillas de hierro forjado.
Shura camino por la gran terraza y cuando se asomo hacia el jardín trasero no podía creer lo que había, el jardín contaba con plantas de lavanda y rosales acomodados de tal manera que el lugar era un paraíso, en el medio había una gran fuente de mármol y hasta pudo ver algunos pavos reales.
Oh a su madre le hubiese encantado este lugar.
- Extravagante ¿Verdad? - la voz de Shaina lo hizo saltar en el lugar.
- Es maravillosa - contesto aún observando el lugar - ciertamente no es el estilo del rey y eso es sorprendente.
- Según sé, este jardín fue un regalo de un rey de tierras lejanas con una religión y costumbres muy diferentes a las nuestras - poso una mano en la baranda - ves este material, se llama mármol y fué traído especialmente de allí al igual que esas aves tan extrañas como hermosas.
Shura solo podía pensar en lo hermoso y exquisito que era el lugar, en lo mucho que su madre pasaría el tiempo aquí y la belleza de Milo que se acoplaba perfecto.
Deseaba poder caminar por allí junto a la princesa, ver las aves y sentarse en la fuente y ver a Milo mojar sus pies en ella.
Algedi estaba años luz de ser tan magnífico como lo era Sargas.
- Alteza - llamo Shaina sacandolo de sus pensamientos- ¿Desea que coloque flores en la mesa?
- Claro, si.
- La princesa no tarda en llegar.
Shura espero a Milo parado en las grandes puertas que separaban el salón principal de la terraza, a los lejos ve a Isaac entrando al salón vestido con su armadura típica y su rostro serio habitual.
Dioses, pensó que podía compartir un momento con Milo a solas sin que ese hombre estubiera escuchando o mirandolo como si esperara el momento de poder clavarle su espada.
Isaac siempre estaba allí aunque no lo viera. Podía sentir la presencia del hombre gravitando alrededor de la princesa siempre, incluso cuando no estaba a la vista.
Milo llegó unos minutos después, vestida con un vestido sencillo y fresco color celeste y banco. Su cabello trenzado descuidamente pero aún así de forma prolija y eso tenía sentido para Shura.
Lucia aún más hermosas que el jardín y la mañana juntos.
Shura sonrió apenas los ojos azules de Milo se posaron en él.
"Los mismos ojos que Kardia" pensó Shura.
Milo le devolvió la sonrisa.
- Princesa - saludo Shura tomando su mano y besando el dorso con una reverencia y elegancia digna de un heredero al trono - sígame por favor, el desayuno está listo.
El principe no soltó su mano, si no que, aun tomándola, la guió hacia la silla.
Se la corrió como un caballero para que ella pudiera sentarse, rodeó la mesa y se ubicó frente a ella.
- Espero que haya descansado, su alteza - le hablo apenas la servidumbre trajo una gran variedad de comida salada y dulce - si usted desea acompañarme tengo un gran día planeado.
Milo tomó una uva y se la metió lentamente en la boca.
Shura observo sus labios y trago grueso.
- Todo depende de cuales sean las actividades - le contesto riendo.
- Nada extravagante - alzó los hombres - estaba pensando quizás almorzar en el campo, cabalgar, ir al río...- Milo asentia con la cabeza - si lo deseas podemos entrenar juntos - Shura le sonrió de lado - podrías enseñarme si eres tan buena con el arco como tanto alardea su majestad.
Milo lució interesada.
- Veo que quieres humillarte con el arco - tomo un tomate Cherry - te haré callar esa boca.
Shaina llegó junto a ellos con una bandeja en sus manos, traía dos tipos de té a gusto de los príncipes.
- Shaina - llamo Milo con añoranza - hablaré con mi madre para que vuelvas a mi lado, todo esto es absurdo.
La mujer casi llora por eso, extrañaba mucho a la joven, sus eternas charlas, servirla y su compañía en general.
- Eso seria muy amable de su parte, alteza - Shaina hizo una reverencia y Shura miro extrañado la situación y luego comprendió que estaban siendo observados por otros sirvientes.
Cuando se alejaron, Shura habló:
- Son bastantes cercanas - Milo asintió bebiendo su té - entiendo eso, con Angelo somos así también, aunque a veces se comporte como un patán no podría estár lejos de él mucho tiempo.
- No nos conocemos hace muchos años como tú y tu guardia pero si nos unimos mucho, ella es para mí una brisa de verano en este palacio. Ella es diferente, es mi bálsamo en este castillo que espera cierto comportamiento de mi.
- No pensé que el rey fuera tan exigente, al menos no me dió esa impresión contigo - Shura tomó unas uvas.
- En cierta forma si lo es, me da mi libertad en pequeñas cosas como entrenar y vestirme como quiero, sin embargo en las cosas importantes si espera obediencia - Shura asintió entendido lo que Milo decía - mi madre es otro asunto - ambos rieron.
El desayuno transcurrió en una charla entretenida donde Shura pudo conocer más a la princesa, se dió cuenta que no era una niña caprichosa y frágil como había pensado desde un principio. Conoció mucho sobre ella y sus gustos.
Ese momento era perfecto ante los ojos de Shura.
El sol radiante iluminando el cabello rojo de Milo y haciéndolo lucir más brilloso y furioso de lo habitual, el viento que mecia algunos cabellos rebeldes de la trenza que descansaba en los pechos de Milo y su voz tan melodiosa y dulce que se mezclaba con el canto de las aves.
Shura estaba maravillado y enamorado.
Extendió su mano sobre la mesa y en un movimiento atrevido acarició la pálida mano de Milo haciéndola ruborizar, se miraron a los ojos atraídos por una fuerza magnética.
— Mi señor — llamo un soldado de Shura, ambos príncipes se sobresaltaron — llegó está carta del palacio de Algedi — el soldado le entrego la carta haciendo una reverencia.
Shura la tomo un poco preocupado ¿Que sucedía en su reino para mandar una carta tan urgente?
La leyó con el ceño fruncido y casi enojado.
— ¿Mi padre la vio? — le pregunto al hombre.
— Si alteza, me envió a entregársela y a comunicarle que lo espera en su habitación.
— ¿Ahora?
— Si, señor.
Shura suspiró un poco irritado y un poco enojado por la interrupción.
— ¿Está todo bien? — se atrevió a preguntar Milo.
— Eso espero — contesto levantándose de su lugar — de verdad que lo siento mucho princesa pero debo irme, es un asunto importante.
Milo asintió con la cabeza.
Shura le dió una mirada de disculpa y se retiró.
— ¡No podemos irnos — grito Shura golpeando la carta contra el escritorio de la habitación de Cid. Estaba enojado y desesperado.
Justo ahora que comenzaba a acercarse a Milo.
Cid miro sin entender. Su hijo hizo berrinches y vino en contra de su voluntad, se comporto desagradable con la princesa y ahora no quería irse.
— Lune nos mandó a llamar, necesitamos volver, hijo.
— ¿No puede resolverlo él? ¿De que sirve darle ese poder si no puede controlar al consejo? — espeto furioso, realmente no deseaba irse justo ahora.
— Ya sabes cómo son estas cosas Shura, son asuntos importantes y no se ponen de acuerdo, Lune teme una revuelta y aclaman a uno de nosotros — explico tranquilamente Cid sentado en la cama. El hombre habia estado muy débil últimamente y ya no se levantaba tan a menudo — De todos modos este asunto con Sargas puede esperar, nuestro reino y obligaciones no.
Shura se sentó ofuscado en el sillón junto a la ventana y se tapo el rostro con una mano.
— ¿Cuándo planeas que nos vayamos?
— Dos días.
— Maldita sea — bufo el principe de caballos negros.
— ¿Qué te sucede? De repente te enojas por la partida — lo miro extrañado — pensé que estarías feliz de irte.
Shura lo miró frunciendo el ceño y luego nego con la cabeza.
— Nada padre, no me pasa nada.
Se levantó empujandose con los apoya brazos de sillón y se retiró de la habitación. Allí afuera, justo en la puerta escuchando como siempre, estaba su amigo.
Angelo le hizo una mueca con la boca.
— Así que nos vamos — hablo mientras caminaba detrás de un enojado principe — eso no es bueno para ti ni para tu plan — chasqueo la lengua y se burlo de su amigo.
— No es gracioso y no estoy de humor, ahora no se que haré con Milo.
— Pues dejarla y que el otro príncipe se la lleve — comento Angelo molestando a su amigo,poniendo una mano en el hombro de Shura.
El principe le agarro la mano y se la torció junto con el brazo.
— Aw aw aw aw, está bien está bien, pase los límites — Shura lo soltó — por dios que humor — el otro hombre lo fulminó con la mirada, Angelo trago grueso — bueno, ire a preparar todo.
Shura suspiró, apoyo su espalda en la pared más cerca y se tapo la cara con ambas manos, estaba derrotado.
Hola mis bellos lectores. Aquí les dejo un nuevo capítulo y les pido perdón por desaparecer tanto tiempo. No estuve en mi mejor momento y no tenías ganas de escribir, se me había ido la inspiración también. Pero ya volvio y aquí estamos renaciendo como el fénix.
Pero que les guste y gracias por leer.
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