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32° Cuarenta y cinco días de aguante

Nada, no me ha dicho nada. Han pasado cuatro días y no lo ha vuelto a repetir o a hacer un cometario al respeto. Tal vez lo dijo sin querer, o para él, esa palabra no tiene la misma connotación que yo le doy. Al menos debo agradecer que no esperó ninguna respuesta, porque no habría sabido qué responderle. ¿Lo amo? Creo que es muy pronto para eso. En todo caso no sabría discernir ese sentimiento de otros. Solo tengo a un verdadero ex novio para comparar y lo que sentía hacia él no es ni remotamente similar a lo que siento por Matías. ¿Es eso es suficiente para declarar que realmente lo amo?

—Itu tiene razón. Arturo te quemó las papilas gustativas. —Matías deja en su bandeja una alita picante. No sé porque sé pidió la misma salsa que yo, no conozco a nadie con mi tolerancia hacia el picante. Le quita la tapa a su vaso de Coca-Cola y se toma todo el contenido de un trago.

—Eso va a empeorarlo. Para que se te pase lo picante debes tomar algún lácteo. El agua y la soda con lo picante tienen el mismo efecto que con el ácido —le explico.

—Gracias profesora, podías haberme advertido antes de que asesinara mi sentido del gusto —balbucea mientras se limpia la lengua con la toallita húmeda que te dan para quitarte la salsa de las manos. Toma una servilleta y empieza a limpiar sus últimas alitas.

Yo empapo mis papas fritas en kétchup, mirándolo fijamente, a ver si de pronto me hace despertar la respuesta que estoy buscando. Lo quiero tanto, que el solo estar en su presencia me hace sonreír.

—¿Oye ya pensaste qué vas a hacer para el trabajo final de artes? Te va a comer el tiempo —Me hace recuerdo—. Sería genial que hicieras algo original. A mí me coartaron bastante la creatividad y me dio un poco de miedo salirme de lo convencional. Ahora me arrepiento. Pude hacer algo asombroso, total, ya estaba graduándome y en el colegio ni locos me habrían hecho quedarme un año más, querían deshacerse de mí. No tenía nada que perder.

—Puedo poner un lienzo, aparecer en una bata y desnudarme frente a todos, luego tú me llenas de pintura y hago un action spectacle, pintando con mi cuerpo desnudo. Eso seguro le encantará a la regenta.

— O podemos llenarnos ambos de pintura y hacer el amor sobre el lienzo.

—Con eso seguro saco setenta —respondo con sarcasmo. Parece que él se está tomando la idea en serio.

—No es mala idea, podemos hacerlo en el sótano. —Oh demonios, sí se lo está tomando en serio. Ese es el peligro de bromear con él, nunca sabes cuándo le estás dando alguna idea descabellada.

—No voy a hacer el amor en público.

—¿Ni siquiera por amor al arte?

—Ni siquiera por amor a ti.

—Está bien, pero es una idea fabulosa, seguro a Julieta y a su novia les encantaría la idea.

— Y tú irías encantado a verlas ¿no?

—Por supuesto que sí, no me pierdo sus presentaciones artísticas.

—Claro, y menos si va a ser como ver porno de lesbianas. Ya olvídate de eso, porque no va a pasar —determino sacándolo de sus estúpidas fantasías—. Conoces muchas formas de arte. Seguro hay alguna que alguien sin talento, pero con muchas ganas como yo pueda realizar.

—Te gusta la ciencia, podemos mezclar arte y ciencia. —Ahora sí captó mi atención—. Puedes usar las matemáticas para crear "Op art"...

—Qué es eso, lo interrumpo.

—Arte óptico, es crear ilusiones ópticas a partir de líneas y formas.

—Muy complicado, siguiente.

—Puedes hacer un teselado como Escher. Él tenía todas estas figuras que se repetían encajando perfectamente la una con la otra. ¡O ya sé! —se interrumpe a sí mismo—. ¿Qué tal bioarte? Una nerd como tú podría hacerlo y en el colegio no hay ninguna norma que lo prohíba. Sí hay leyes, pero considerando que eres menor de edad, la culpa podría recaer en mi padre...—lo piensa.

—¿Qué se supone que es eso?

—Usar la biotecnología como herramienta. Hay un montón de artistas que han hecho cosas muy locas. Como el conejo alba. Es un conejo verde que brilla en la oscuridad. Muchos piensan que está pintado, pero el autor en realidad usó ingeniería genética para combinar ADN de conejo con el de medusas.

—¿Es en serio? ¿Un conejo alterado genéticamente se considera arte?

—Muchos no lo ven así porque atenta contra la naturaleza; tu sabes, juegas a ser Dios y todo eso, pero no necesitas experimentar en lindos conejitos. Puedes hacerlo con tu propio cuerpo. Hay un tipo llamado Sterlac que se injertó una oreja en su brazo —me cuenta mientras se come una papa frita.

—¿De verdad hizo eso? ¡Es un avance científico asombroso!

—Pero él no lo hizo por la ciencia, lo hizo por el arte; para confrontar a la naturaleza y sus designios o algo por el estilo.

—Es absurdo. No puedes llamar arte a eso. Es un desperdicio de recursos. Ese tipo podría estar salvando vidas.

—Nosotros también de alguna manera, pero aquí estamos, comiendo. Si él se considera un artista, pues es un artista. Su motivación es meramente subjetiva.

Podría discutir esto de tantas formas que solo pensarlo me da flojera, porque sé que no llegaríamos a nada.

—Mejor dame otra idea que no implique injertarme una tercera oreja.

—Si Ricardo te aceptara el arte encontrado como forma de arte, sería perfecto para ti.

—¿Y eso qué es? —Ya pregunto más por curiosidad que por sacer ideas válidas.

—Básicamente convertir en arte un objeto que normalmente no considerarías arte. Como un objeto cotidiano al que le atribuyes un concepto. Hay una artista llamada Tracey Emin que llevó su cama destendida rodeada de cosas como su ropa interior, condones y tampones a un museo, y la tituló "Mi cama".

—¿Es joda no?

—No, es enserio. Vendió la obra por diez mil dólares.

—¡Es estúpido! ¡Eso no puede ser arte! ¡Es como que ponga este vaso en la mesa, lo lleve a un museo y solo por eso sea llamado una obra de arte! —pongo con fuerza mi vaso para demostrar mi punto.

—Eso puede ser arte vanguardista. Si tú dices que es arte, pues es arte. No digo que sea buen arte, o que me gusta, pero el gusto es subjetivo. —Termina de comer su última papa y nos levantamos de la mesa.

—Tú no pagarías diez mil dólares por una cama llena de tampones ¿verdad? —pregunto.

—No soy tan estúpido. Pero si la autora quiso expresarse de esa manera ¿quién soy yo para dictar las formas válidas de expresión?

—Yo creo que simplemente está loca.

—Todos los artistas están un poco locos.

Es gracioso que diga están, en lugar de "estamos", como si él fuera la persona más cuerda del planeta. Aunque siendo sinceros ¿quién lo está? Yo a veces dudo de mi propia estabilidad mental. Al final la única idea usable que sacamos de la conversación fue lo de hacer el amor en el lienzo. A este paso, creo que terminaré bebiendo pintura y vomitándola en un papel. Va de acuerdo las normas del colegio sobre realizar una pintura y es lo suficientemente loco y estúpido para fascinar a Matías.

Mientras nos dirigimos hacia las escaleras eléctricas del centro comercial nos topamos casi cara a cara con mis compañeros de colegio. Evito mirarlos a la cara, me hago a un lado para dejarlos pasar. Matías no se mueve, permanece estático bloqueándoles el paso y son ellos quienes tienen que rodearlo.

No es tan descabellado encontrármelos fuera del colegio. Hay muy pocos lugares donde reunirte en la ciudad y este es como el punto de encuentro obligatorio. Por suerte no dijeron nada, al parecer viviremos esquivándonos para siempre. Miro hacia atrás. Isabel cruza miradas conmigo y veo a Arturo y a Laura caminar tomados de la mano. Ya había escuchado rumores acerca de que estaban juntos.

—¿Qué pasa? —Matías me agarra la mano y me jala.

—Nada, esos idiotas.

Se sientan en una mesa y Laura empieza a basar descaradamente a Arturo, queriendo que los vea. Sin darme cuenta apretó la mano de Matías con fuerza.

—¿Qué estás celosa?

—No —respondo de inmediato—. No celos por Arturo, es que se suponía que esa chica era algo así como mi mejor amiga. Le dijo un montón de cosas a Arturo en mi contra para estar con él y ahora es como si quisiera echármelo en cara. —Aflojo mi agarre y seguimos avanzando, no quiero ni verlos.

—Entonces nunca fue tu amiga—dice Matías.

Tiene razón, no sé por qué me torturo con eso. Hay gente que simplemente no vale la pena en tu vida, al menos yo ya tengo en claro quiénes son prescindibles.

Durante todas las horas libres me he encontrado con Arturo y Laura. Juro que me siguen, o se duplican. A la salida me retraso un poco, no vaya a ser que de nuevo los vea en la puerta metiéndose la lengua hasta la garganta. ¿En serio creen que eso me lastima? Solo me dan pena y un poco de asco. Mi vida hace mucho que ya no gira a su alrededor y ahora parece que la suya girara en torno a la mía.

Salgo cuando ya no hay nadie en los pasillos, sin embrago, en la puerta, todavía hay gente aglomerada.

¡No puede ser! ¡¿Ese es Matías?! ¿Qué hace aquí? Corro hacia la gente y me abro paso. Arturo lo observa con rabia y la regenta de disciplina discute con él.

—No estoy dentro de tu maldito colegio. La acera a es pública —la reta Matías.

—Tú tienes prohibido acercarte a este colegio. ¡No puedes venir aquí! —le grita la regenta.

—Vine a recoger a mi hermanastra, puedo hacer eso.

—Viniste a pelear conmigo —se mete Arturo.

—Si quisiera pegarte lo haría en otro sitio.

—Matías vámonos. —Me acerco a él y lo empujo hacia la calle. No quiero que empiece una pelea en serio.

—Esta vez voy a hablar con tu padre. La próxima vez que vengas voy a llamar a la policía —lo amenaza la regenta.

—Llame a quien quiera, no estoy haciendo nada —vuelve a discutir y ya no sé ni cómo llevármelo. La regenta me mira con odio, sé que de alguna forma yo voy a pagar las consecuencias.

—Llévate a tu perra y vete de aquí —escupe Arturo. Todos, incluida la regenta lo miran de manera fulminante.

Ahora sí que no puedo detener a Matías. Se abalanza contra él, lo empuja y antes de darle un golpe lo detienen el guardia del colegio y uno de los profesores de primaria. Matías parece darse cuenta que todo esto de verdad acabará en la policía así que simplemente amenaza a Arturo y me lleva hacia el frente, donde el auto está estacionado.

—¡¿Qué demonios estabas haciendo?! —le recrimino al subirnos, no quería decirle nada frente al resto.

—¡Vine a recogerte, solo eso!

—No es cierto, viniese a provocar a Arturo. —Como si no lo conociera—. Nunca me recoges y casualmente vienes después de habernos encontrado con Arturo ayer. ¿Qué le hiciste?

—¡¿Hacerle?! —me grita, encendiendo el motor del auto—. ¡No le hice nada! Llegué y cuando la estúpida de la regenta me vio me dijo que tenía prohibido venir, así de la nada, solo porque me odiaba cuando estaba en el colegio. Luego apreció Arturo lloriqueando porque según él vine a pegarle. No iba a hacerlo, pero ahora sí me ha dado motivos.

—Solo ignóralo.

—No puedo ignorar lo que te dijo. —Me mira como si estuviera loca. Por la forma en la que empieza a conducir noto lo nervioso y alterado que sigue.

—Me lo dicen todo el tiempo y ya no me afecta.

—¡¿Cómo que te lo dicen todo el tiempo?! ¡No deberías permitirlo!

—¿Y qué se supone que quieres que haga? ¿ir a pegarlos? Ellos son los inmaduros, yo los ignoro porque no valen la pena.

—No puedes ir por la vida evitando las confrontaciones e ignorando lo que te lastima. Tienes que hacerle frente. Si no puedes sola me pides ayuda.

—Tú tienes tu forma de arreglar las cosas y yo tengo la mía; no te metas.

— ¿Por qué haces eso? Dejar que el resto te pise y restarle importancia a las cosas que sí las tiene. Como lo de tu tío.

—¿A qué viene eso?

—Es un ejemplo de cómo le restas importancia a la gente que te hace daño, hasta el punto de considerar tu parte de la culpa.

—No puedo creer que hagas esto. —De todas las cosas duras que pudo decirme eligió una de las que más me lastiman—. Tomas algo muy personal que te conté y que no había confiado a nadie y lo lanzas en mi contra. No me importa que me digan perra o lancen rumores sobre mi porque no son personas importantes en mi vida; pero tú sí, lo que digas con la intención de lastimarme me hace más daño que cualquier cosa que el resto del mundo pueda decirme. —No quiero llorar ¿Por qué últimamente termino llorando?

—No lo dije por lastimarte. —Se da cuenta de cómo me está afectando y baja el tono de voz—. Solo quiero hacerte recapacitar. Fue estúpido, lo siento. Es que no soporto que te traten de esa manera. Vi como Julieta sufría por un grupo de imbéciles como esos y no quiero que te pase lo mismo, porque me importas demasiado. Lo suficiente para decirte cosas que no quieres oír aunque debas hacerlo.

—No soy Julieta. Y tengo mi manera de sobrellevar las cosas. Después de todo lo que viví los últimos seis años de mi vida, esto me parece una nimiedad. Es tan estúpido que creo que te afecta más a ti que a mí. Solo déjame llevar esto a mi modo y si necesito tu ayuda vas a saberlo.

De mala gana acepta. Seguro esperaba que le diera mi visto bueno para ir a pelear con mi ex. Como si eso no fuera a empeorar las cosas. Para mí, son solo cuarenta y cinco días de aguantar compartir espacio con gente que pretendo que no existe; para Matías serán cuarenta y cinco días de morderse la lengua y apretar los puños evitando involucrarse; y pese a tener toda la intención, no estoy segura de que aguante.

Gracias por leer, no se olviden de dejarme sus comentarios :) l@squiero mucho!

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