29° En graves problemas
La oficina del director de carrera está temporalmente en el rectorado mientras terminan las refacciones en el bloque de derecho. Eso hace esta situación más atemorizante. Llegamos a una pequeña casa de estilo griego al final de un lago jardín con palmeras. Parece una mini mansión en Miami. La decoración que tiene la intención de mostrarse elegante y solemne, a mí me parece intimidante y terrorífica.
Nos recibieron de inmediato y me hicieron sentarme frente a un ampuloso escritorio; todavía sujeta del hombro, como si tuviera la intención de escapar... Ahora me arrepiento de no haber escapado.
Lo primero que hicieron fue ordenarme que les pasara el teléfono de Matías y el de mis padres. Hubiera preferido hablar yo con Matías y explicarle la situación, más no me lo permitieron. Espero que se dé cuenta de lo que está pasando y piense alguna forma de sacarnos de este lío. Afortunadamente Henry se encuentra en una reunión y tiene apagado el celular, aunque de igual manera dejaron el encargo a su secretaria. Después que el director de carrera realiza las llamadas en persona empiezan a interrogarme.
Me preguntan mi nombre y no soy capaz ni de responder eso. La voz me tiembla tanto que tardo un momento en decirlo.
—Señorita Arce. ¿Sabe que suplantar la identidad es un delito? Y no hablo solo de ir contra las normas universitarias, hablo de un delito en serio. Hace unos años levantamos cargos contra un par de chicos que hicieron lo mismo. Fueron a la cárcel. —El director de carrera, que es un hombre canoso y con esa pinta de abogado penalista que nunca pierde un juicio, me habla como si estuviera declarando en el patíbulo. Seguramente dicen eso para hacerme asustar... como si no estuviera lo suficientemente asustada ya—. No le digo esto por asustarla, es enserio—. Afirma como si me pudiera leer los pensamientos.
—Creo que ser expulsada de la universidad va a ser lo de menos —añade el docente.
—No pueden echarme, ni siquiera estudio aquí, estoy en el colegio. Pero de verdad quiero venir aquí, adoro esta universidad y adoro su clase —suplico esperando verme lo suficientemente patética para causarle un poco de compasión.
—¿Y al señor Boerth se le ocurrió mandar a una niña de colegio a firmar la lista por él?
—Algo así.
—No vamos a hablar nada más hasta que vengan su padre y Matías Boerth. Espera afuera. —El doctor me echa y su secretaria me ofrece amablemente una silla en la sala de espera.
No puedo creer que esto vaya más allá de una expulsión de la universidad y llegue a ser un problema penal. Matías va a solucionarlo, tiene que solucionarlo, porque lo que se le viene con Henry será mucho peor.
En la media hora que llevo acá, ni el director, ni el docente de filosofía jurídica han salido. ¿Estarán pensando qué medidas tomar? ¿o ya de plano las están tomando?... parecían amigos, ojalá solo estén conversando. Varias personas han entrado y salido y cada vez que esa puerta se abre me entra un sobre salto, esperando que sea Matías.
De improvisto lo veo llegar, tiene el ceño fruncido y le grita a alguien atrás. ¡Maldita sea, viene con Henry!
Me levanto para recibirlo y explicarles rápidamente qué está pasando, pero al parecer ya lo saben.
—Vete al colegio —me dice Henry con mucha dureza.
—Tengo que hablar...
—Tú no tienes que hacer nada. Ya estás tarde. Vete, voy a recogerte a la salida así que no te vayas a otro lado.
Matías ni me mira. Seguro ya tuvo una buena sesión de gritos con su padre y ahora irá por el segundo round.
El rector abre la puerta y saluda a Henry como si ya lo conociera. No es sorpresa, los del gremio deben conocerse entre sí y es un gran alivio. Si es su amigo, seguro esto no llegará a mayores.
—¿Es tu hija?— le pregunta señalándome.
—Estos dos lo son.
—Están en un muy serio problema —no ablanda sus palabras. Matías y Henry lo siguen al interior y yo me dirijo a la salida.
—¿Te quedas dormida o te vas a otro lado?—pregunta la regenta de disciplina mientras escribe mi boleta. Desde lo de la falda que me odia y como no le causé problemas el resto del año, seguro está disfrutando esto.
—Me quedé dormida —respondo mordiéndome la lengua para no decirle otra cosa.
—Cómprate un despertador, o debes tener un teléfono, ¿no? Ese aparatito sirve para más que chatear. Pídele a algún chico que te lo programe. — ¿Tiene que ser tan desagradable? Parece que no le bastara con anotarme en el libro de amonestaciones, también tiene que humillarme. Me quejaría si tuviera con quien, pero no hay sentido. Solo me quedan dos meses más, esto comparado con lo que aguanté hace un año es una nimiedad.
—Se lo pediré a alguna chica. Tengo amigas más entendidas en tecnología que un chico. —Uso un tono diplomáticamente correcto, haciendo notar que me estoy aguantando las ganas de mandarla a la mierda. Mi día ya es lo suficientemente malo para encima tener que hacerle notar lo machista de su comentario.
—Emma —me llama de vuelta. ¿Y ahora qué? —.Quítate ese brazalete, va contra las normas.
Se refiere al brazalete que me regaló Matías. Solo me lo quito al bañarme y nunca nadie lo había notado hasta ahora, pues lo cubro con la camisa del uniforme.
—El reglamento dice que puedo usar un accesorio. No tengo ni aretes ni collares, puedo usar el brazalete.
—Es muy llamativo. Te lo vuelvo a ver y te lo decomiso.
Sin responderle le cierro la puerta. No me dejan llevar las uñas del color que quiero y ahora resulta que no puedo llevar un brazalete. Matías tiene razón, buscan quitarte cualquier muestra de individualidad, por pequeña que sea. Menos mal que mi tatuaje no se ve, porque eso y los piercings están más que prohibidos.
Con la boleta en mano me dirijo a la clase de literatura. No es mi clase favorita, pero el profesor es el único con criterio en este colegio.
Voy hacia los casilleros a recoger mi material y veo que han escrito algo en él: Perra.
Genial, como si mi día no fuera lo suficientemente malo. Puedo imaginar a Miguel tallando eso con su compás y a Arturo riéndose y haciéndole barra porque es lo suficientemente cobarde para hacerlo por él mismo. Lo único que falta ahora es que la regenta me eche a mí la culpa y me haga pagar por la reparación.
¡Imbéciles! ¡Todos en este colegio son imbéciles!
Me siento al fondo de la clase y mantengo los audífonos de mi celular enchufados a mis orejas por el resto del día. Pensar lo que Henry y Matías están hablando con el director de derecho es una tortura y quiero preocuparme lo menos posible de eso hasta que Henry venga a recogerme.
Su auto gris está frente a la entrada. Bien estacionado y en un lugar preferencial mientras que el resto de buses y padres que vienen a recoger a sus hijos se acomodan desordenadamente. Henry está aquí desde hace rato. Mientras me voy acercando intento distinguir la silueta de Matías en el asiento trasero, mas no lo veo. No está con su padre. Pudo haberme llamado o al menos mandado un mensaje. Seguro se escapó, o está arrestado... no, no seas estúpida, eso no ha pasado.
En cuanto me trepo al asiento del copiloto Henry enciende el auto.
—Ponte el cinturón —ordena sin dejar de mirar al frente. Su rostro impávido se me hace desconocido.
Fallo dos veces en abrochar el cinturón y Henry vuelve a dirigirme la palabra cuando ya hemos avanzado una cuadra.
—¿Por qué, Emma? Eres una chica responsable y tenía plena confianza en ti ¿Cómo te dejaste convencer con Matías de semejante barbaridad?
—No me dejé convencer. También fue idea mía.
—Lo dudo, Matías es un manipulador, te hizo creer eso.
—No soy tonta, Henry. —¿Cómo puede considerar que me dejé manipular y que la culpa de todo es de Matías? Bueno, al principio tal vez fue así, hasta que ir a la universidad se convirtió en una rutina agradable porque me siento más cómoda allá que en el colegio, con gente que me ignora o raya insultos en mi casillero.
—Lo que hiciste fue una tontería. Una falta como esa te saca de todo el sistema universitario.
No puede decirlo en serio. Si me sacan del sistema no podré entrar a ninguna universidad acreditada en el país.
—Por favor, dime que no lo hicieron. No puedo no ir a la universidad. Solo firmé la lista un par de veces, no fue algo tan grave. — Cómo me gustaría ser tan cínica como Matías y fingir que esto no me importa, pero me importa, y me preocupa tanto que la garganta me duele por el llanto contenido.
—Ese sería un buen castigo —determina. De pronto me doy cuenta que no estamos tomando el camino a casa, estamos dando vueltas por el vecindario—. Por suerte soy amigo del director de carrera y de tu docente. Lo convencí de que eres menor de edad y te dejaste manipular por un mayor. No van a sacarte del sistema. —Mi alma regresa a mi cuerpo—. Y vas a poder entrar ahí el próximo año.—Ya puedo respirar con normalidad y mis lágrimas de angustia van a convertirse en lágrimas de felicidad—. Pero.— Joder, tenía que haber un pero...—. Se te quitarán todos los derechos de beca, no vas a poder acceder a ninguna, ni si quiera una de trabajo. Lo cual no importa porque igual voy a pagarte los estudios; tampoco tendrás derecho a acceder a la graduación por excelencia aunque tengas el mejor promedio.
De pronto amo a Henry de nuevo y si no fuera porque está conduciendo y el cinturón de seguridad me aprieta que lo hubiera abrazado hasta mañana. Es increíble la suerte que tengo. Si de verdad existe un cielo y mi madre está ahí, seguro esto sería obra suya.
—Gracias Henry, en serio gracias. ¡Te juro que no voy a decepcionarte de nuevo! Y voy a devolverte cada centavo que inviertas en mí.
—No es necesario.
—Sí lo es. Tu deber conmigo es hasta que salga del colegio. Después considéralo un préstamo, voy a devolvértelo todo cuando trabaje.
— Sí eso te hace sentir mejor... igual no vas a devolverme nada. Mejor invertir en ti que en Matías.
—¿Qué pasó con él? —Matías debería ser el primero en mi lista de preocupaciones, solo que se vio opacado por las buenas noticias para mí.
—Por él no pude hacer más que evitarle una demanda. Fue expulsado de la universidad y sí lo sacaron del sistema universitario. Menudo idiota. No va a poder estudiar en ninguna parte. —Golpea el volante.
—Sabes que a Matías no le interesa estudiar derecho. Igual no hubiera acabado la carrera.
—Seguro que está feliz, nada le causa más felicidad que echarlo a perder todo.
—Estás siendo muy injusto con él. Matías tiene otros talentos.
—Que no lo van a llevar a nada.
—Tú qué sabes. Matías no es la persona que crees, ni va a ser la que tú quieres que sea. Nunca mostraste interés en las cosas que hace ni le diste el más mínimo apoyo. Si fuera así sabrías que pinta maravillosamente y que toma fotografías estupendas, tanto que de una agencia le andan rogando que trabaje para ellos. Además no necesita un estúpido título en derecho. Él ya tiene... —me callo de repente. ¡Joder! Casi lo digo. Matías no me habría perdonado nunca que le hablase a Henry sobre Francia.
—¿Él ya tiene qué? ¿Una licenciatura en arte? No creas que no sé lo que pasa con mi propio hijo.
—¿Lo sabes? ¡¿Cómo lo sabes?! —¡Qué demonios!
—Por supuesto que lo sé. Matías se cree muy inteligente por haberme engañado, con eso y su exposición. Fui a verla ayer. Te confieso que con lo de Francia me engañó por un par de meses. Luego me llegó una felicitación de su escuela por haber obtenido el mejor promedio. Lo dejé ser feliz creyendo que soy tan estúpido de pensar que estaba dando vueltas como hippie por Europa. Déjalo así. No le digas que lo sé. Quiero que sea él quien me lo diga.
—No va a decírtelo porque no te tiene confianza. Infravaloras lo que hace. Si no lo hicieras te habría dicho la verdad desde el principio, pero sabía que no lo dejarías aceptar esa beca porque luego no quería estudiar otra cosa. ¿Y sabes? ya no va a estudiar otra cosa. Solo te ganaste una bronca innecesaria.
—No fue innecesaria. Esto lo ayudará a crecer un poco. Pudo haber tenido una profesión rentable en caso de que eso del arte no prospere. No es solo cosa de talento, nunca dije que Matías no lo tuviera. Es cosa hasta de suerte. La mayoría de artistas alcanzan sus quince minutos de fama y luego no tienen ni siquiera para comer. Quiero que Matías esté bien parado en la vida.
—Es conmovedora la confianza que tienes en tu propio hijo. Ambos son increíbles.
—No es que no confíe en él. Soy realista, Matías no tiene idea de cómo es la vida real, sueña demasiado. Él no es como tú. Me hubiera gustado que fueras una buena influencia en él, pero está pasando lo contrario. Hoy te metió en problemas con la universidad, perdiste un montón de derechos. A la más mínima falta pueden echarte.
—¡Ahí está de nuevo! Infravaloras a Matías y a mí me tratas como a una tonta.
—No te trato como a una tonta, Emma, te protejo. Le prometí a tu madre que te iba a cuidar y que me aseguraría de que lo tuvieras todo para triunfar en la vida. Y eso es lo que voy a hacer aunque tenga que protegerte de mi propio hijo.
Eso suena tan estúpido... Ya entiendo por qué Matías no quiere que Henry sepa sobre nosotros. Si le digo que además estoy de novia con su hijo es capaz de ponerle una orden de alejamiento.
Hola! gracias a todos por su apoyo, recuerden compartir esta historia para que más gente la conozca :D
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