25° Mi rayo de luna
En un minuto Matías me hacía el tatuaje y al siguiente hacíamos el amor, pero fue tan especial que podría hacerlo una y mil veces más. Jamás creí que fuera posible conectarme con alguien en una forma física y mental.
Acaricio el vello de su pecho mientras mi piel reclama más de él. Respondiendo su suplica silenciosa, Matías la satisface besando mi ante brazo y llegando hasta el inicio del brazalete que me regalo hace unos días. Me besa en los labios y ya un poco cansado se recuesta de espaldas, rodeándome todavía con su brazo izquierdo.
—No puedo creer que hayamos hecho esto —digo después de mucho rato en silencio.
—¿Te arrepientes?
—¡Para nada! —Me apresuro a responderle, como siempre estuve a punto de echarlo a perder—. Es que siempre termino haciendo alguna locura contigo. Me nublas la razón y haces que actúe como nunca pensé que actuaría en mi vida, guiándome como sienta en el momento.
Se pone de costado y hunde su cabeza entre mi cuello y mi hombro. Su respiración acaricia mi piel. Paso los dedos por su corto cabello disfrutando de su suavidad.
—Quiero que estés conmigo —lo escucho decir con la cabeza todavía oculta—. Te quiero Emma. —Esta vez me mira a los ojos.
El mundo se encoje a nuestro alrededor y un poco emocionada abro la boca para responderle. No sé qué vaya a salir, no es mi cabeza la que va a formular las palabras. Matías me detiene.
—No me respondas. Solo quiero que en este momento mis sentimientos te pertenezcan, que existan sin necesidad de ser correspondidos.
—Eres un cobarde —respondo a sus bonitas palabras y lo dejo un poco desubicado—. Tienes miedo a lo que vaya a responderte.
—¿Y qué vas a responderme?
—Que mi final del poema del lobo y el rayo de luna no solo está pintado en mi piel.
—¿Entonces vas a ser mi rayo de luna?—Me acaricia el cabello con una sonrisa tierna.
—No. Yo soy el lobo; gris y solitario, y tú eres el rayo de luna. Una ilusión al principio y al atreverme a conocerte me di cuenta que no eres lo que pareces, sino que como la luz de luna eres algo más especial y único que otro simple lobo.
Permanecemos así un rato más hasta que nos damos cuenta que nos perdimos en la oscuridad. Henry puede llegar temprano así que pese a la insistencia de Matías para que me quede a dormir con él regreso a mi habitación.
Sin prender la luz abrazo mi almohada y seguramente tengo dibujada la sonrisa más grande y estúpida del mundo. La puerta se abre de repente y la luz de la salita es bloqueada por la silueta de Matías.
—Quiero decirte algo.
Oh no... espero que no se haya arrepentido, que venga a decirme que lo ocurrido fue un error y que solo se dejó llevar por el momento. Por favor no me digas eso...
Se sienta en mi cama y me da un beso fugaz pero intenso. Se separa con cuidado y me da las buenas noches saliendo del cuarto.
En nuestra primera semana el grado de intimidad y confianza entre ambos incrementa cada vez que pasamos tiempo juntos. Se lo conté a mis amigos de la universidad y él se lo contó a Julieta e Itu. No hemos salido con nadie, pasamos el tiempo que estoy fuera del colegio juntos, disfrutando de nuestro tiempo, ya sea en la casa o tomando fotografías.
Nos hemos tomado varias, muchas ya están en Deviant art. Somos más populares que nunca gracias a que Matías dejó de negar a muerte que yo fuese algo más que su modelo y ahora demostramos ante el mundo lo que sentimos por el otro.
Matías puso de portada una en la que nos estamos besando, no es la mejor de todas, Julieta insiste en que la puso solo por "marcar territorio".
Hay un álbum nuevo con fotos en blanco y negro donde nos abrazamos con el pecho desnudo. En una se ve su espalda y su tatuaje se luce. Yo estoy sentada en su regazo rodeándolo con las piernas y los brazos y mi rostro se asoma por encima de su hombro. En la siguiente foto es mi tatuaje el que aparece en primer plano, Matías se agacha para abrazarme, es tan alto que yo parezco pequeña y protegida entre sus brazos.
También me animé a subir mis fotos, las que le tomé a Matías tirado en la calle y otras más que capturé en estos días. Aunque usé su cámara con el obturador y el diafragma exactamente como él me indicó, mis fotos no son tan buenas como las suyas. Eso me demuestra que no se trata del aparato, sino de tener ese talento especial que Matías posee para capturar un instante de la realidad de forma mágica.
Henry es quien no sabe nada acerca de esto. Matías y yo no lo hablamos, pero tenemos un acuerdo implícito para mantenerlo en secreto, incluso tomamos precauciones cuando Rosa está en casa. Matías jura que ella no dirá nada, yo creo que es capaz de hablar solo porque no le agrado.
Ya es domingo en la noche y mañana debo presentar un poema para la clase de literatura. Lo dejé para último momento porque así como no nací para pintar, tampoco nací para escribir. Soy tan patética en esto que me descargué un programa para rimar y aun así no creo sacar una buena calificación con esto.
—¿Matías te gusta la poesía? —le pregunto. Como cada vez que hago la tarea él toca la guitarra con el volumen bajo.
—No mucho —responde dejando la colilla de su cigarro en el cenicero y buscando uno nuevo. No sé si es que ahora fuma más o recién me estoy dando verdadera cuenta de la cantidad de cigarros que se acabe en un día.
—Tengo que escoger un movimiento literario y hacer un poema de ese estilo para mañana. Vale como examen y no sé si saque buena nota.
—¿Ahora quieres que te haga la tarea de literatura también?
—No quiero que lo hagas, solo que me ayudes o me des una opinión.
Deja la guitarra con mucho cuidado en el suelo y me mira con una cara que demuestra que me presta atención. Exhala el humo y el cigarro regresa a su boca.
Bajo mi carpeta, no puedo leer lo que escribí, eso del cigarro me empieza a molestar bastante. Estoy acostumbrada al olor, me chocaba al principio cuando llegué acá, es que Henry fuma igual o más que Matías y a él nunca me animé a decirle nada.
—¿Quieres dejar de fumar? Todo el tiempo tienes un maldito pucho en la boca. Te va a dar cáncer —digo irritada. Matías parece disgustado.
—De algo hay que morir, estoy eligiendo como, al final es mi problema —la bruma grisácea de nicotina sale de su boca en forma de "Os", retándome.
—Ojalá fuese que cuando te estés muriendo sea solo tu problema, pero la verdad es que quienes vamos a tener que pagar tus gastos médicos y dejar nuestra vida de lado por atenderte seremos quienes te queremos. Eres muy egoísta e imbécil al pensar que no vas afectar al resto con tu forma de morir. Mi madre no se buscó esa enfermedad y aun así me jodió la vida, tú vas hacerlo de nuevo y apropósito. —Me enfurece, me enfurece mucho que me responda de esa manera. Me olvido del poema y me levanto para salir de su habitación. Matías abandona el cigarro en el cenicero y me detiene.
—No sabía que te sentías así. Voy a intentar fumar menos.
Fumar menos... qué idiota. Le hago saber lo que pienso con una mirada iracunda.
—Voy a intentar dejarlo ¿sí? solo por ti.
—Deberías hacerlo por ti, no necesito que hagas cosas por mí.
—Por los dos —vuelca los ojos. Intenta mostrarse fastidiado, o que me lo dice para que lo deje de joder, pero sé que en el fondo lo dice en serio—. Ya léeme tu cursi poema.
Frunciendo los labios regreso a mi lugar.
—Elegí el romanticismo porque me parecía el más fácil —le explico y empiezo a leer lo que ya llevo escrito: A través de mis ojos cual filtro de mi alma, mi corazón te añora. Esperanzas perdidas por tu amor no correspondido. Estrellas que bajan como dorada escarcha, caen en mi cabello...—Me callo y levanto la vista. Matías se ríe, ¡el muy cretino se ríe! Si no fuera porque rompería las hojas que le habría lanzado la carpeta.
—¿Qué mierda es eso? —no para de reír—. No tiene sentido, eres una ridícula hasta para la poesía.
—Oye no dije que fuera buena en esto, solo quiero hacer algo para ganar nota.
—Lo que vas a ganar es que todos se te caguen de risa en la cara. —Se levanta y me quita la carpeta—. Te voy a ayudar, por lástima.
Se agacha y busca una revista, me la entrega y la sostengo preguntándome qué carajos pretende. De su cajón saca unas tijeras y pegamento en barra.
—Busca un artículo no muy largo que te guste y corta las palaras.
—¿Para qué?
—Tú hazlo —me ordena.
No tengo idea de qué pretende, ¿inspirarme? Intrigada por saber y deseando que no sea una broma de su parte empiezo recortar una a una las palabras de una artículo relacionado con un grupo llamado "Arctic Monkeys".
—Movimientos para arte, movimientos para literatura. Odio los movimientos.—Me quejo a tiempo que separo con cuidado cada palabra. Matías toma otras tijeras y me ayuda—. ¿Por qué tenemos que basarnos en uno? Crearé uno propio.
—¿La chica calculadora habla de libertad creativa? ¿Y cómo vas a llamar a tu movimiento?
—Emmatismo... qué se yo, el nombre es lo de menos. Haré lo que me dé la jodida gana y seguro habrá un grupo de gente que me seguirá hará lo que yo les diga solo porque le puse un nombre especifico a hacer lo que quiero.
—Eso está muy bueno —Dice riéndose con ganas—. Hacer lo que nos dé la jodida gana.
Las últimas palabras de artículo se separan y yacen desordenadas sobre el escritorio. Matías saca de su cajón una bolsa que sospechosamente huele a marihuana y mete los recortes. Toma mis manos, las cierra junto a la bolsa y me hace agitarla.
—Ahora saca una palabra.
Le obedezco.
—Bien, ahora pégala —me acerca una hoja blanca—. Y ahí vas sacando palabras y pegándolas como te salgan.
Definitivamente soy una ridícula porque le sigo haciendo caso. Meto la mano en la bosa y saco una palabra, la pego y voy por la siguiente. Mi manualidad es un poco morosa y la intriga me carcome.
Llego al final de la página y pego al medio de la fila una última palabra.
—¿Ahora qué?
—Ya está.
—¿Ya está qué?
—Tu poema. Es un poema dadá.
—¿Me estás jodiendo no? —sí, ridícula e idiota, no puedo creer que hay perdido el tiempo de esta manera.
—Es en serio. Te dijeron que hicieras un poema basado en un movimiento. El dadaísmo es un movimiento artístico.
—¿Que consiste en pegar palabras al azar en una hoja y hacerlo pasar como poseía? —cuando Matías me sale con alguna de esas ideas raras me cuesta dilucidar si va en serio.
—Sí, en eso consiste. No tiene sentido, por eso es dadá. La respuesta caótica y subversiva a los movimientos artísticos. ¿Los odias? Pues ya eres dadá.
—¿Estás drogado no? —meto la hoja en mi carpeta solo porque me costó esfuerzo y busco mi bolígrafo entre sus frazadas—. Mejor continúo con mi poema romántico.
—Como quieras, sácate cero —dice divertido. Juro que lo quiero, pero a veces me dan ganas de asfixiarlo con una almohada. Tal vez por eso Henry quería que mantuviéramos la puerta siempre abierta, sabía que en algún momento me exasperaría tanto que querría matarlo y necesitaba una ruta de escape, o una para ser salvado.
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