▪ VEINTIDÓS ▪
Octubre de 2015
"Tan solo es una fila de conos, Kara. Visualiza el aprobado" me repito a mí misma antes de soltar el aire para tratar de calmar los nervios.
Posiciono el coche de prácticas frente al conjunto de obstáculos en línea recta. Meto la primera marcha y levanto el pedal del embrague de a poco. Conduzco entre los conos naranjas con los hombros tensos tratando de no rozarlos. Después de quince minutos, con la respiración contenida, rodeo el último con éxito.
—No está nada mal, Señorita Abbot—dice mi profesor.
Alzo las manos en señal de victoria, pero sin querer levanto el pie del pedal del freno y envío el coche directo a los puñeteros conos, derribando más de la mitad de ellos. Mi profesor levanta la palanca del freno de mano.
—¡Por qué poco! —murmura trazando una marca roja en mi expediente.
Me apoyo abatida contra el claxon haciéndolo sonar por todo el aparcamiento del instituto.
Me reúno con el comité de apoyo en la cafetería a la hora del almuerzo. Mis amigos me han regalado una taza personalizada con la frase "¡Tú puedes!" escrita en mayúsculas. He de señalar que es la cuarta que me regalan, y ha variado de "Quizás a la próxima" a "Siempre hay un plan b", y un regalo de un bono de diez tickets para el transporte público.
Mareo el tenedor alrededor del plato de macarrones con tomate. Joan, Sept y Keegan permanecen sentados a mi lado, disfrutando de su comida y oyendo mis quejas como acompañamiento.
—El universo me odia. Creo que es por lo del zoo cuando tenía seis años, hice llorar a ese dichoso mono ardilla, ¡pero me había robado mi gorra de Minnie! —exclamo con los codos apoyados sobre la mesa.
—Deja de lloriquear, hay cosas peores como ser segundones en la competición de mayo—comenta Joan señalándome con el cuchillo.
—Solo necesitas practicar más—añade Keegan dando un trago a una lata de refresco.
—Tú te lo sacaste a la primera. Y él, —señalo a un chico de mi clase—y ese.... Ahh y ese también, al menos el noventa por ciento del instituto lo ha aprobado, incluyendo a Ronald que cree que las gallinas vuelan por no hablar de lo de Plutón.
—Conduces de pena, asúmelo—interviene la capitana del equipo de atletismo.
—Joan, tacto—le advierte Sept.
—¿Acaso miento? Cuanto antes lo asimiles, mejor. ¿De quién te crees que fue la idea del bono de diez viajes?
En ese momento, Hannan aparece detrás de September. Se recoloca las gafas redondas con el dedo índice antes de saludarnos emitiendo una leve tos.
—Sept, ¿podemos hablar? —pregunta con la voz baja.
—Chicos, ¿habéis oído algo? —pregunta sarcástica.
Negamos con la cabeza. Sept nos lo advirtió, "ver, oír y callar" fue su norma.
—Solo será un momento.
—¿No hay como un murmullo molesto en el ambiente? Creo que iré a por otra botella de agua, a ver si ameniza—se levanta dispuesta a ignorarlo.
Hannan alza un ramo con las flores favoritas de September, crisantemos rosas, logrando así acaparar su atención.
—¿Qué es esto? —pregunta alzando una ceja.
—Mi forma de disculparme. Te mereces mucho más....
—Pero tú no puedes dármelo—le interrumpe echándose a un lado.
—Sé que lo hice mal. —intercepta su camino—Pero no quiero estar con nadie más. Solo tú, Sept.
—Hannan, no puedo estar contigo. No voy a cambiar, ni a convertirme en una de esas chicas del club de campo de tu familia. Ni por ti, ni por una docena de crisantemos, ni por nadie.
—Pero yo no quiero que cambies. Ya eres perfecta tal y como eres.
—Siempre y cuando tu madre no se entere—le recrimina antes de darle la espalda.
Observo al joven de cabello rubio fijar la vista en el suelo cabizbajo. Nos dedica una leve sonrisa antes de marcharse y dejar el ramo en la mesa. Percibo el olor de las flores en tanto veo a mi mejor amiga seguir con la mirada a Hannan.
******
Tras un par de horas y antes de regresar a casa, recojo a Yacob del colegio. Permanezco en la entrada del edificio dando un bocado a una manzana al lado de una niñera uniformada a punto de salir desquiciada de la rabieta del niño que debe cuidar. Llora con la cara enrojecida por una piruleta mientras su cuidadora farfulla acerca de que sabe hablar cuatro idiomas pero que "a este niño no hay quien le comprenda". Trato de contener la risa cuando me topo con la figura de Noah bajo un almendro a unos metros de distancia. Me acerco a él sorprendida.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto abriendo los brazos.
—Recoger a mi hermano.
—Eso es evidente, pero hoy me tocaba a mí. Es miércoles—continúo cruzándome de brazos.
—Es jueves.
—No, que va. Hasta he traído el guante de beisbol para practicar con Yacob en el parque.
Noah me muestra la pantalla de su teléfono móvil con la hora y fecha. Espera, eso significa que solo me queda un día para estudiar el examen del Señor Tormund. ¡No tengo remedio!
—Puedes irte si quieres, mañana hay examen práctico de química y sé que vosotros lo consideráis difícil.
—¿Nosotros? —pregunto arrugando el entrecejo—Olvidaba que eras de una especie más evolucionada, debe ser complicado convivir entre los mortales.
—No me refería a eso, quería decir....
—No, te entiendo. Te crees mejor que nosotros, no hace falta que te disculpes.
—No, no es....
Comienzo a reírme antes su nerviosismo en crescendo.
—¡Cómo picas! Tranquilo Ianson, sé qué querías decir—acabo dándole otro bocado a la fruta.
Tras esperar a Yacob, convencemos a Noah a regañadientes de practicar unos lanzamientos en el parque. La falta de coordinación parece ser cosa de familia como pude comprobar el curso pasado con Noah en el equipo de Lacrosse.
Al acabar, Yacob insiste en comprar un gofre en uno de los puestos móviles junto al templete, donde toca una banda de jazz. La brisa se posa en mis mejillas, Boston ha dejado el verano atrás y en nada tendremos que sacar las cajas con la ropa de otoño-invierno.
Atravesamos el parque de vuelta a casa mientras reviso el calendario de mi teléfono. Noah se cuelga de un hombro la mochila de su hermano, quien recorre el Boston Common disfrutando de un gofre con sirope de fresa unos pasos más adelante.
—Por curiosidad, ¿piensas estudiar el tema cuatro o solo los ejercicios? —pregunto cortando el silencio—No es que lo lleve mal, es por comparar.
—Por comparar. —sonríe—Puedo pasarte un esquema si quieres.
—Claro, si eso te hace feliz... Por cierto, ¿cómo está Hannan?
—Ha tenido días mejores, a decir verdad. Creo que está enamorado de ella.
—¡No deberías habérmelo dicho! —me quejo pegándole en el hombro— Ahora tendré que contárselo a Sept. Aunque es evidente que sigue sintiendo algo por ella, pero no para de meter la pata.
—¿Y si le ayudas? —dice sobándose el hombro—Le aconsejaría yo, pero aparte de una relación falsa por contrato, no tengo experiencia.
—Por fin algo en lo que puedo destacar por encima de ti. —sonrío de oreja a oreja—Me gustaría, pero no puedo. Código de amistad número noventa y siete y cito textualmente "Aunque esté equivocada y pase lo que pase, debo escoger el lado de mi mejor amiga". ¿Es que tú y Hannan no habláis de estas cosas?
—No tenemos seis años. —responde con sorna—¿Y si me comunicas el consejo y yo se lo doy?
—¿Cómo una lechuza?
—Podría ayudarte con las prácticas de conducir a cambio.
—No necesito tu ayuda—desvío la mirada al frente.
—No es lo que parecía esta mañana.
—¿Lo has visto?
—Iba de camino a la biblioteca. He de decir que, si jugases a los bolos, habrías ganado.
—Eres el hombre de hielo no el del humor.
—Solo por esta vez, ayúdame a ayudarle.
Lo observo dubitativa, un par de consejos y nadie tiene por qué molestarse, ¿cierto? Todos parecen entrometerse en mi vida, a lo mejor yo también podría hacerlo.
—Martes y viernes a las seis en el aparcamiento del instituto. Cuarenta minutos de clase y quiero tus apuntes de química.
—¿No estabas en contra de los tratos? Además, necesitarás mi ayuda para entender los apuntes.
—¿Quieres que ayude a Hannan o no? —me cruzo de brazos.
—Bien, trato hecho—extiende su mano.
La recibo antes de seguir con el paseo hasta el adosado.
—Iba a decir que sí igualmente, pero era más divertido verte intentándolo—me muerdo el labio victoriosa.
Al día siguiente, en la clase de geografía impartida por la Señora Stoll, me siento junto a Joan en la segunda fila empezando desde la ventana y le comento mi conversación con Noah. Mi amiga me advierte retocándose el labial, que estoy jugando con fuego, pero insisto en que solo serán un par de consejos.
September es la última en llegar antes de que la profesora comience a impartir la asignatura. Cinco minutos antes de acabar, hace una pausa para hablar sobre el viaje que realizaremos a finales de octubre para alumnos de último año. Un fin de semana de rutas de senderismo en un entorno situado cerca de las Montañas Blancas en New Hampshire. Al ser tantos alumnos, y para mayor control del profesorado, solemos dividir los grupos en dos fines de semana.
—Veréis, este año la junta ha decidido tomar otro rumbo como parte del programa de integración del instituto. A partir de la próxima semana, la mitad de los alumnos de esta clase y, de forma aleatoria, se intercambiarán con alumnos de la clase A y B. De esta forma esperamos que se produzca un ambiente más agradable en el curso.
Las quejas se amontonan por toda la clase partiendo el silencio. La Señora Stoll manda callar armándose de paciencia golpeando el libro de texto contra el escritorio.
—No os preocupéis por el viaje. —continúa—Este año, por motivos de presupuesto, todas las clases viajarán el mismo fin de semana.
Mi profesora continúa leyendo una lista con nuestros nombres, no sin antes pedir voluntarios. Al acabar y tras vaciar media clase, abre la puerta dando paso a la clase A. Y como no, Noah tenía que aparecer por esa puerta, además del exnovio de Sept. Tampoco es que sea el fin del mundo, pero empiezo a cansarme de coincidir tantas veces al día con él.
Hannan, indicado por mi profesora, se dirige hacia el sitio vacío frente a September y Noah se sienta a su derecha.
—¿Dónde está André? Llevo días sin verlo. —susurra Joan—Aunque me da igual, claro.
—Ya... Estará en la otra clase.
—Como sabéis, es tradición del último curso el viaje de senderismo. —prosigue la Señora Stoll—Un fantástico fin de semana donde podréis conectar con la naturaleza y disfrutar de una gran variedad de actividades al aire libre. El último día, se expondrá un trabajo asignado que contará un cuarenta por ciento en la nota final de esta asignatura. Y como este año es la excepción y el lema es la integridad, las parejas ya han sido adjudicadas y podréis comprobarlas en el tablón del pasillo en cuanto suene el timbre.
Nada más acabar las clases, el grupo ha ido en masa al tablón. Observo algo asustada la situación. ¡Menudo plan!
—¡Es injusto! —September se cruza de brazos a mi lado—Me ha tocado con una tal Annie. ¿Por qué el mundo es tan cruel? Quería que me tocará con algún idiota del equipo de Lacrosse, eso cabrearía a Hannan.
—¿No lo habías superado?
—Y lo he hecho, pero si alguien debe comenzar a salir con otras personas, en primer lugar, debo ser yo. Espero que no le toca con Sarah y su nariz respingona, ¡tendrían unos hijos preciosos! —añade resignada.
—En primer lugar, Annie es genial. Está conmigo en el grupo de debate y es majísima. Y B, si quieres estar con Hannan, díselo. Es evidente que se ha equivocado y tendréis cosas de las que hablar, pero no pierdes nada por escucharle y aclarar lo ocurrido.
—No le necesito, estoy estupendamente.
—¡Me ha tocado con el estúpido de tu exnovio! —exclama Joan.
—¡Ay menos mal! —la abraza—No habría podido soportarlo.
Me llevo la mano en la frente, increíble.
—¿No vas a mirarlo? —me pregunta Joan.
—Prefiero no saberlo.
—No seas ridícula, ya lo miro yo.
La sujeto del brazo antes de que dé un solo paso más.
—¡Ni se te ocurra! Vas a gafarlo—bajo la voz.
—Ahh, ¿es que no quieres que te toque con Noah? —sonríe burlona.
—¿Qué probabilidades hay? —me muerdo las uñas.
—Al parecer muy altas. —responde Sept—No puedes evitarlo. Los polos opuestos se atraen.
—Joan y Hannan no podrían ser más opuestos, ¿ellos también se atraen? —pregunto alzando la ceja.
Mi amiga se queda en silencio. Pongo los ojos en blanco y tras ver que hay espacio para mirar el tablón de la pared me acerco cautelosa.
Deslizo el dedo índice hasta encontrar mi nombre y tras inhalar profundamente lo guio horizontalmente. Respiro aliviada al ver que me han asignado a André.
—¡Menos mal! —me doy la vuelta—¿André? —pregunto alzando la voz.
Mi profesora se aproxima al escucharme.
—Lo siento Kara, olvidé corregir la lista. Me temo que su compañero se ha trasladado de escuela—dice revisando la hoja de papel.
—Espere, ¿trasladado? —pregunto a la vez que Joan.
—En efecto. A sus padres les ofrecieron un puesto en Seattle, me temo que no volverá a las clases.
Miro a Joan quien parece decaída por la noticia. Se da la vuelta y camina en dirección contraria.
—Jo...—doy un paso, pero mi profesora me detiene al instante.
—Debido a este imprevisto hará el proyecto con el Señor Ianson—finaliza dándome una palmadita en la espalda.
Al marcharse, descubro a Noah tras ella. ¡Por qué no me sorprende!
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