▪ VEINTICINCO ▪
El olor a libros viejos inunda la Biblioteca Pública de Boston. Desde hace un par de semanas, se ha convertido en mi refugio particular. Ajena a dramas familiares hasta las seis de la tarde, hora de cierre, cuando continúo en una cafetería de la zona con acceso internet gratis.
Me he copiado del método de estudio de algunos universitarios que he conocido. ¿El secreto? Tarjetas de colores y muchos subrayadores, así es más dinámico estudiar biología o química.
Ajustando la hora de cerrar y despidiéndome del guardia de seguridad, Gary. Cruzo la calle hasta una pequeña cafetería con el mejor pastel de calabaza que he probado en mi vida.
Alzo el brazo saludando a la dueña y armo mi puesto de mando en una de las mesas frente al ventanal. Diez minutos más tarde, una taza humeante de té rojo con leche y el trozo de mi pastel favorito hace que me lama los labios ansiosa por probarlo. Continúo mi estudio hora y media cuando un par de toques en el cristal son suficientes para captar mi atención.
Al alzar la vista, mi corazón se acelera al reconocer al chico de ojos castaños con su cautivadora sonrisa de oreja a oreja. Repito su gesto animándolo a entrar. "Dorian" murmuro acercándome a él.
Charlamos largo y tendido acerca de la universidad, planes de futuro y la locura de mi familia. Juntos y revueltos diría yo, hasta abordar el tema de Noah sin poder evitarlo. Hablar con él siempre había sido un salvavidas y supongo que siempre nos quedará eso.
—Ya veo...—dice dando un sorbo a la taza de su café americano.
—Quiero decir, tampoco me sorprende. Lleva haciendo estos tratos absurdos conmigo desde que nos conocimos y supongo que debí preverlo.
—¿Has hablado con él?
—No hay nada más que decir.
—Pero Noah siempre ha estado ahí. Si solo fuese por interés, ¿para qué tomarse tantas molestias? Te habría dejado tirada a la primera de cambio.
—Es un manipulador nato, ¿por qué te pones de su parte? Pensaba que lo odiabas o algo así.
—Porque vi cómo te miraba en esa fiesta.—se encoge de hombros—Y, a esa tal Yvette, no la conoces. Dale el beneficio de la duda y si luego resulta que estabas en lo cierto yo mismo le atizaré con un bate.
Aquello me hace reír ¿Dorian usando la violencia? Lo dudo, si incluso lloró una vez que tuvo matar a una araña que se había colado en su piso.
—Me gustabas más cuando estabas en filosofía.
—La sociología me ha cambiado.
En ese momento, veo a mi padre entrar por la puerta. Como cada tarde que me quedo a estudiar en la biblioteca, viene a recogerme tras sus clases y de paso ceno en su casa algo descongelado al microondas viendo partidos de beisbol.
—Tengo que irme. Gracias por esto.
Guardo los libros en la mochila. Dorian me ayuda a ponerme el abrigo mientras me levanto el pelo.
—¿Sigues usando el perfume de jazmín?
Lo miro abriendo aún más los ojos. No esperaba que se acordase de algo así.
—Perdona, sé que no debería decir eso.
—No, está bien. Me alegro de verte, Dorian.
—Cuando quieras repetimos.
—Te aburrirías de mí enseguida.
—Eso sería imposible. Kara Abbott es única.
Beso su mejilla fugazmente percibiendo su colonia cítrica. Hay cosas que nunca cambian.
*****
La examinadora me entrega los documentos firmados que he de entregar en la ventanilla de la oficina de la dirección de tráfico. Los sostengo entre mis manos sin poder creérmelo ¡He aprobado! Solo tuve una falta leve al aparcar, pero eso puedo mejorarlo con el tiempo.
Salgo del coche cediéndole el volante a otro aspirante a conductor y me dirijo hacia la entrada de las oficinas donde mi madre y Mya me esperan ansiosas.
—¿Y bien? —me pregunta al verme.
Quiero responder, pero lo único de lo que soy capaz es de llorar irremediablemente. Quizás sea el cúmulo de estrés por aprobar o que el tráfico de Boston es una basura. Por no hablar de que lo primero que le dijese a la examinadora, echa un manojo de nervios, fuera un chiste desafortunado sobre su chaqueta de flores fosforescente. O puede que porque una de las razones por las que el sello de aprobado consta en el documento sea porque Noah me ayudó con ello.
El resultado fue una foto de carnet con los ojos hinchados, y la cara roja del llanto sin poder evitar el temblor del labio inferior como si no hubiese un mañana.
Mi madre intentó animarme durante el camino de vuelta a casa, incluso paró en una franquicia de comida rápida por tres helados de chocolate. Pero la zozobra había decidido quedarse un poco más. Ni siquiera era capaz de vocalizar ante las ocurrencias de mi prima y sus surrealistas historietas sobre los clientes de su nuevo trabajo.
Al llegar al adosado, mi madre me rodea con su brazo subiendo las escaleras. Repite incansablemente lo orgullosa que está de mí por haberlo conseguido cuando en lo único que puedo pensar es en tumbarme en la cama, inflarme a palomitas y ver una de esas películas románticas que sabes perfectamente como acaba desde el principio.
Sin embargo, mis planes se ven aplazados desde el momento en que las luces del interior del adosado se encienden. Mi padre, Alanah, el Señor Ianson, mis amigos y la nueva integrante en la familia, Bailey, me reciben con una pancarta de colores muy hortera con la palabra "FELICIDADES".
Dibujo una amplia sonrisa a duras penas sabiendo el empeño que han puesto por darme esta sorpresa. Mi padre me abraza al verme y me pide emocionado que le enseñe el carnet de conducir. Al ver la foto no puede evitar exclamar un "parece mentira que fuera ayer cuando aprendiste a montar en bicicleta".
—Esto es de parte de todos—continúa Alanah.
Me tiende una bolsa de papel adornada un lazo rojo.
—¿Has venido desde Washington por esto? Me sabe mal—digo recibiendo el regalo.
—Pues claro, reservé el vuelo en cuanto supe la fecha de tu examen. Venga, ábrelo.
Deshago el lazo descubriendo una camiseta con una caricatura de mi cabeza en grandes dimensiones, con el cuerpo más pequeño simulando conducir a gran velocidad y una señal con placas de varias ciudades, incluyendo Londres. Alanah me guiña un ojo antes de anunciar la hora de la cena.
El Señor Ianson ha cocinado su asado especial para "grandes acontecimientos", y lo ha servido en una bandeja como el resto de los platos que Alanah ha seleccionado. Me sirvo una cucharada puré de patatas, maíz asado y dos rodajas del asado de ternera. Escucho de fondo a mi padre cantar "Walking On Sunshine" en el karaoke que han montado en la televisión del salón. El nivel de vergüenza ajena en esta familia ha sobrepasado los límites hace mucho tiempo.
—Es mejor que la cena de acción de gracias de mi familia—dice Joan sirviéndose varios trozos de asado.
—Ayer vi a Dorian.
—¡¿Qué?! —dice con una voz aguda.
—Tranquila. Puedes bajar la voz. Solo hablamos en una cafetería del centro. ¿Sabías que ha cambiado de grado?
—No, porque no hablo con mis ex. Y tú tampoco deberías, es como dar dos pasos atrás en la pirámide—apoya las manos sobre sus caderas.
—¿Qué pirámide?
—La de la vida. —hace una pausa—Vale, eso no tiene mucho sentido, pero Kara, ¿ya no te acuerdas lo mal que lo pasaste cuando cortaste con él?
—Sí, y recuerdo que acabamos nuestra relación porque me metisteis en la cabeza que seguía enamorada de Noah.—dejo el plato sobre la mesa de madera—Y mira a donde me ha llevado eso.
—Así que, ¿la culpa de que Noah fuese un capullo es nuestra?
—No. —resoplo—Es solo que a estas alturas me imaginaba todo de forma diferente. Y es como si esa parte de mí que se quedó en Boston hace dos años no hubiese cambiado, como si fuese la misma chica que la de aquella carta. Y ya no quiero volver a ser ella.
—No podías saberlo, Kara.
—Pero era evidente, sigo sin entender como no lo vi venir. Todas esas veces en las que fingía preocuparse por mí o ayudarme... solo era una fachada para esconder la realidad.
—Pero no tiene sentido, ¿por qué iba a hacer todo eso si era parte de un juego?
—Así es como los criminales engañan a sus víctimas. No tiene mucho misterio.
—Mira, conozco al hombre de hielo desde parvulario y sí, creo que Noah Ianson es muchas cosas, pero no es un mentiroso.
La noche transcurre entre las risas y el alboroto de los invitados sumado a la ambiciosa competición por el primer puesto en el karaoke, siendo Rod el ganador por goleada con su sentido "I'd Do Anything For Love "
Sentada en las escaleras "peleo" con Bailey, la cachorrita que Yacob encontró en una caja de cartón, para que deje de mordisquear la bolsa de papel de regalo. Si no fuese por Alanah, ahora estaría ordenando que se sentase a la pequeña Iron Woman o Hulk.
Mya se sienta a mi lado acompañada de una copa de vino blanco.
—Esta fiesta está acabada. ¿Puedo quedarme a dormir? No me apetece volver a la residencia.
—Pues claro, puedes usar la cama de Bailey.
Bromeo recibiendo un codazo.
—Mi madre me ha llamado esta mañana. Va a pasar las Navidades con su nuevo novio "Rickie" en no sé qué isla—dice dando un sorbo a su copa.
—Lo siento, Mya.
—Ya, bueno... Te acostumbras o al menos eso dicen. ¿Le has contado a tu madre lo de Londres?
—Al final vais a gafarlo—me quejo.
—Perdona por preocuparme por mi querida primita.
La puerta principal se abre dejando que el viento se adentre en la vivienda. Mya detiene la conversación en cuanto ve a Noah tras ella. Bailey ladra y mueve la cola emocionada antes de acercarse para pedir un poco de atención. Veo como nervioso traga saliva antes de poder decir palabra alguna.
—¿No te dejé bien claro que si te quedabas en la ciudad te patearía el culo?
Mya amenaza con levantarse y cumplir su promesa, pero la detengo sujetándola del brazo.
—Creo que Alanah te estaba llamando—insisto echándole "la mirada".
A regañadientes camina para sostener a la pequeña Bailey en brazos, no sin antes dedicarle una mirada esquiva a su nuevo enemigo. Una vez se ha marchado me pongo en pie.
—No creas que esto significa que te he perdonado.
—¿Cuántas veces tengo que pedirte perdón para que me creas?
—Si tienes que preguntarlo, entonces no son suficientes.
Bajo los escalones en dirección a la cocina.
—Me equivoqué en contárselo a Yvette, pero no te manipulé ni confabulé por herirte, todo lo que hice fue porque quería ayudarte.
—Ayudarme, ya. ¿Y cómo explicas lo que dijo Yvette? Espera, no me lo digas, se lo inventó.
—Sí.
—¿Y por qué? ¿Por qué narices iba a hacer eso? —insisto acercándome a él.
—No lo sé—baja la voz.
—Pues estamos como al principio. Y ya no quiero que volvamos a ser amigos, no puedo confiar en ti.
Construyo un muro invisible entre ambos. Esa barrera que había derrumbado hace tiempo vuelve a elevarse sin apenas esfuerzo. Siento un nudo en mi garganta a punto de estallar y gritarle por hacerme sentir de esta manera.
Alanah aparece como agua de mayo con un par de bolsas de basura entre manos.
—Kara, ¿podrías tirar esto? No hay hueco en la cocina y me está poniendo de los nervios. ¿Interrumpo algo?
—No, para nada. Gracias por la fiesta.
Minutos más tarde, abro la tapa del cubo de plástico e introduzco la bolsa del mismo material. De vuelta a la casa, noto como algo húmedo cae sobre mi cabello y al alzar la vista al cielo observo los primeros copos de nieve de la temporada caer sobre la ciudad. Me froto los brazos intentando entrar en calor. Aún no quiero entrar en casa. Cierro los ojos dejando que la nieve se derrita al tocar mis mejillas.
—Párrafo ocho, línea cuatro—exclama la voz de Noah.
Abro los ojos. Lo observo bajar las escaleras de dos en dos.
—¿Disculpa?
—Y cito: "Creo que fue cuando casi te atropellé con mi bicicleta, claro que evidentemente esa no era mi intención. Fue en ese momento, cuando vi tus ojos por primera vez, que comprendí que no había nadie en el mundo que me hubiese hecho sentir detener el tiempo como cuando te miraba a ti".
—¿Qué haces?
Mi cuello se tensa al reconocer esas palabras. Mi carta. Aquella que escribí tan tontamente para él cuando volaba en una nube del amor o algo parecido y que ahora recita sin permiso.
—"No me conoces y es obvio que no sientes nada por mí. Pero en el hipotético caso de querer ser amigos o algo más, no importa el tiempo que pase, esperaré". Firmado Kara Abbot.
—Eso no significa nada. Fue hace mucho tiempo.
—Pero lo que sentiste fue real. Y cuando me la entregaste antes de marcharnos en verano, ¿de verdad querías cerrar una etapa?
—¿Y qué tiene que ver eso ahora? Ni siquiera te conocía cuando la escribí, ¿recuerdas?. ¿Por qué la has memorizado?
—No puedo evitarlo. —da un paso hacia delante—Me encanta cuando pasas tiempo con mi hermano y que le defiendes, incluso cuando hace algo absurdo como traer un perro a casa. Que cuando Samantha me chantajeaba no dudaste en ayudarme a pesar de no merecerlo. Ver cómo te emocionas cuando apruebas un examen porque sé que eres la última en apagar la luz todas las noches. O que quieras estudiar medicina porque te niegas a concebir un mundo en el que niños como Oliver no puedan tener un futuro.
—Noah....
—Y en parte tienes razón. Yo tampoco quiero que volvamos a ser amigos, porque ya no quiero ser solo un amigo.
Y ahí está ese temblor recorriendo mis piernas de nuevo. Pequeños calambres recorren mi espalda al perderme, sin poder evitarlo, en el océano de sus ojos, mientras la nieve cae a nuestro alrededor. Siento el calor ascender por mis mejillas y solo puedo agradecer que la noche oculte su rubor.
Noah Ianson, ese chico de apariencia fría y distante del que me enamoré cuando aún creía en cuentos de princesas y dragones y que había prometido odiar hasta la eternidad, siente por mí algo más allá que una amistad. No por un determinado acontecimiento, sino por una serie de sucesivos momentos que ocurrieron tras conocernos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro