▪ TREINTA Y OCHO ▪
Mayo de 2017
Todo ocurre de una determinada forma por alguna razón. Como el destino y su tan retorcida forma de enredar los hilos a su antojo. Mi abuela solía contarme una historia sobre el efecto mariposa. De como una acción puede desencadenar en millones de posibilidades y derivar en la temida pregunta: ¿quién soy y quien quiero llegar a ser? Todo ello porque rompí un jarrón sin querer y culpé a Oli. Fue mi estrategia hasta que aprendió a hablar.
El viernes realicé el último examen del primer año de carrera. Renové el contrato con la cafetería agregando horas extra en los meses de verano y me apunté a un curso para créditos extracurriculares del que no entendía ni la mitad. Aun así, todo iba según lo previsto... hasta que me desperté esa mañana.
Una notificación que amenazaba con alterar mi vida de nuevo, como si de una conspiración se tratase para atentar contra mi estabilidad. Continúe deslizando la pantalla con el ratón sin apenas pestañear. Leyendo hasta la última coma para cerciorarme de que era real y que, desde hoy, mi nombre pertenecía a esa lista de admitidos de la Universidad de Londres (Queen Mary).
Era surrealista.
Había recargado la página web veinte veces, sin exagerar. Era imposible y totalmente inoportuno. Si bien es cierto que en enero volví a presentar una solicitud al departamento, también lo es que de nuevo quedé en lista de espera. ¿Debería reír, llorar o simplemente vomitar? A juzgar por el nudo que se ha formado en la boca de mi estómago es probable que ocurra lo último.
La puerta de mi dormitorio se abre con mi madre tras ella. Bajo la tapa del portátil en un acto reflejo dedicándole una de mis mejores sonrisas fingidas.
—Hija, ¿aún estás así? —coloca los brazos en jarras—Tenemos que salir en diez minutos.
Abre la puerta del armario descolgando un vestido azul celeste que compramos la semana pasada. Lo deja sobre la almohada instándome a que me vista.
—Mamá...
—Sé que no quieres ir. —me corta—Pero van a destronar a la madre de Simon y créeme, merecerá la pena verlo. —comienza a rebuscar por mi escritorio en busca de un peine—Podrías ordenar esto de vez en cuando. ¿De verdad necesitas tantos papeles?
Paso la mano por la nuca. Anoche el Señor Ianson y mi madre mencionaron algo de una asamblea en el club de campo. Honestamente, solo voy por la comida. Los huevos revueltos del desayuno son de lo mejorcito que he probado en mucho tiempo, aunque ahora mismo, solo de pensar en comida hace que se me revuelva el estómago.
—Es que quiero contarte algo.
—Lo que quieras. Pero hija, levántate. No quiero llegar tarde a las votaciones.
Me siento al borde de la cama dando una bocanada de aire antes de soltar la bomba. Pero en ese momento, vemos a Yacob perseguir a Bailey por el pasillo con Timothy en su cabeza.
—Yacob, ¡vas a arrugarte la camisa! —exclama mi madre antes de salir tras él—¿dónde está tu padre?
Resoplo. Me pongo en pie y paso las manos por mi cara hasta llegar a la barbilla. Echo un último vistazo al vestido doblándolo sobre mi antebrazo para cambiarme en el baño. En ese momento, Noah sale de su habitación terminando de ajustar una corbata azul sobre su camisa blanca. Al percatarse, dibuja una pequeña sonrisa sin separar los labios.
—¡Kara! —pronuncia el Señor Ianson desde el piso inferior—Han venido a verte.
Cuando bajo las escaleras en pijama, el Señor Ianson se ha ido. Dorian está de pie junto a la puerta de entrada. Va más repeinado que de costumbre, o al menos esta vez, se ha peinado. Eleva las comisuras nada más verme.
—Dorian, ¿qué haces aquí? Pensaba que tenías una entrevista de trabajo—digo dejando el vestido en la barandilla.
—Me pillaba de paso. —abre la tapa de su bandolera—Te dejaste esto en casa—añade tendiéndome una chaqueta de punto morada.
—Podía haberme acercado esta tarde, gracias. —hago una pausa breve sosteniéndola—Sobre lo que pasó anoche...
—Noah, ¿qué tal? —me interrumpe.
Mi cuello se tensa al instante.
—Dorian. —saluda—Me alegro de verte.
—Kara, hija. ¿Todavía sigues así? —interviene mi madre—¿Qué parte de quiero ver caer un imperio no has entendido? Sin ánimo de ofender a tu abuela, Noah.
—No te preocupes, no es que la haya tenido en buena estima últimamente.
Después de aquello, tuve que prepararme en cinco minutos. Poco más y acababa lavándome los dientes con la ventanilla abierta en el coche.
Media hora más tarde, Yacob y Bailey corretean por el jardín del club de campo. El primero presume de su mejor amiga guion mascota ante los hijos de los socios de su abuela. Mi madre y Simon saludan a varios de sus padres antes de adentrarnos en el restaurante de la segunda planta.
Al parecer, se conmemora el aniversario de la inauguración del club hace cincuenta años. La pancarta de la entrada y los globos azules y naranjas lo ha dejado muy claro. Al mismo tiempo, se presentan las nuevas elecciones al nuevo presidente de la asamblea.
Durante el brunch, uno de los socios más antiguos, brinda un discurso conservador acerca de la patria, la familia y como este club se construyó con el esfuerzo de las familias presentes antes de presentar a la homenajeada.
La matriarca de los Ianson le tiende la mano visiblemente emocionada. Los comensales comienzan a aplaudir en cuanto le entregan una placa de reconocimiento por su servicio durante todos estos años. Ella finge humildad, puesto que no la conoce, agradeciendo a los presentes haberla dado la oportunidad. ¿He mencionado que me cae mal?
Y, es entonces cuando me doy cuenta de que nada de lo que ocurre en esta familia sucede sin que ella se haya enterado primero. Incluso la reunión con los Müller. Mi madre me contó que fue la Señora Ianson quien contactó con el inversor para el nuevo proyecto del Señor Ianson, fue ella la que organizó la cena esa noche y la que insistió reiteradas veces en que estuviéramos presentes toda la familia. Aunque supongo que al final día solo le interesaba que Noah y Cassia llegaran a conocerse.
¿Entrar de rebote en una universidad? Es la marca por excelencia de Grace Ianson. Es la mano que mece la cuna. Si consiguió que me ofreciesen una beca en Oxford, ¿por qué no iba a conseguirlo de nuevo?
Una vez ha acabado el discurso, procede a retirarse hacia uno de los salones del edificio. Me levanto de la mesa dispuesta a alcanzarla aprovechando que mi madre y el Señor Ianson están conversando con otros socios.
Una vez llego a la sala, la misma en la que quiso chantajearme, la encuentro riendo con sus amigas. Visten con atuendos similares, ropa de marca, accesorios a juego para presumir antes sus colegas y una larga lista de víctimas de sus lenguas afiladas.
—Señora Ianson, debo hablar con usted—mi voz es firme.
—¿No es la hija de Margaret, Grace? ¿Cómo permites que te hable en ese tono? —pregunta una de sus amigas acariciando las perlas relucientes de su cuello.
—Estoy segura de que podrán pausar el boletín de cotilleos semanal. Es importante.
—¡Qué descaro! ¿Dónde están tus modales, niña? —menciona otra situada a su lado. Su manicura francesa impoluta rodea una copa de coñac.
Se me agota la paciencia. Decido desbloquear la pantalla de mi móvil mostrando el correo referente a la Universidad de Londres a la Señora Ianson.
—Es cosa suya, ¿verdad? ¿Se piensa que puede seguir manipulándome?
La Señora Ianson sonríe disculpándose con las señoras refinadas de la alta clase. Sostiene mi brazo obligándome a caminar en dirección contraria. Es evidente que la apariencia de cara a la galería es su talón de Aquiles.
—¿Se puede saber de qué me acusas exactamente, querida? —se apoya en su bastón estirando la espalda.
—Mi admisión en la Universidad de Londres. ¿Se piensa que no iba a enterarme de que era cosa suya?
—Por mucho que me tiente decir que sí. Esta vez no he tenido nada que ver.
—¿Y cómo sé que no es otro engaño más?
—¿Por qué iba a perder mi tiempo con alguien que no sabe apreciar una buena oportunidad? —continúa altiva—No tengo contactos en la Queen Mary. Además, le prometí a mi nieto que no volvería a sobrepasar esa línea. Por muy en desacuerdo que esté con las decisiones que tome. Todos cometemos errores, ¿no crees, querida?
—¿Es una disculpa?
—Está por ver. —se da la vuelta, pero acaba deteniéndose—Considero de relativa importancia señalar que Alan estaba encantado con tu candidatura. No todo fue mérito mío. Espero que te vaya bien en Inglaterra, Kara. Si es tu elección, claro.
Regresa con sus amigas sin volver la vista atrás. Guardo el teléfono en uno de los bolsillos del vestido. ¿Y qué narices hago yo ahora? Me dispongo a regresar al restaurante cuando la voz de mi madre interrumpe mi camino.
—¿Inglaterra? Kara, ¿de qué va todo esto?
Tras aquello, salimos del edificio. Mi madre ha vuelto un momento a la cafetería por unas bebidas y me he acabado sentando en las escaleras de piedra roja junto a los maceteros. Contemplo el campo de golf entre el bosque de arces viendo como el cielo comienza a nublarse. Rozo con la yema de los dedos el colgante que me regalaron mis padres por mi graduación con la foto de Oli en su interior.
—Te he pedido una mimosa sin alcohol o lo que es lo mismo, zumo de naranja—dice mi madre sentándose a mi lado.
—Gracias—sostengo la copa y le doy un sorbo apartándola.
—¿Sabes el parque que hay frente a mi oficina? —continúa repitiendo mi gesto—La semana pasada construyeron una especie de cohete con una tirolina y pensé, tengo que contárselo a Oli, va a querer ir todos los días después del colegio. —sus ojos se humedecen—Fue apenas un segundo, pero por un momento olvidé que ya no estaba.
—Habríamos tenido que sacar el disfraz de astronauta del trastero.
—Con toda probabilidad. —sonríe fugazmente—Muchas veces pienso en cómo se vería ahora. Si hubiera elegido seguir con el club de astronomía o si al final no le habría dado miedo unirse al de exploradores los fines de semana. Pero también, veo a Oli en ti, en las decisiones que tomas desde lo que ocurrió. Y, podrías estudiar medicina en cualquier parte del mundo, ¿pero serías feliz si no aceptases esa plaza?
—¿Y si en realidad no me lo merezco? ¿Y si solo he entrado de rebote porque alguien lo rechazó?
—¿Y si dejas de cuestionarte y a empezar a comprender que todo lo bueno que te ocurre también es porque te lo mereces?
—No quiero equivocarme.
—¿Y por qué ibas a hacerlo? Y aunque fuese así. De todo se aprende en esta vida, Kara. No puedes seguir frenándote a ti misma por miedo. —suelta el aire de a poco— Te he visto o más bien oído como has rechazado estar con la persona que quieres desde hace años.
—Noah no tiene nada que ver con esto—la interrumpo.
—Lo sé. Pero solo es una excusa más para no afrontar lo que quieres en realidad. Mereces vivir la vida que elijas independientemente de donde o con quien quieras estar. Eres maravillosa, aunque a veces se te olvide. Y no lo digo porque sea tu madre.
—Un poquito si—me río.
—Acepta esa plaza, Kara. Si es lo que deseas. —sostiene mi mano—Estaré orgullosa de ti tomes la decisión que tomes en todos los aspectos de tu vida.
*****
Desde el asiento junto a la ventana, veo la tele sin prestar mucha atención. Ni siquiera me he cambiado desde esta mañana. Podría haber salido a correr para despejarme, pero el tiempo decidió que era la tarde perfecta para atraer al diluvio universal. Mi madre se ha encerrado en su despacho para preparar un caso y el Señor Ianson ha convertido la cocina en un estudio de arquitectura.
La pantalla de mi teléfono se ilumina con la foto de mi prima. Descuelgo la llamada dibujando un círculo con el dedo índice en la ventana por el vaho que se ha formado.
—Hola, Mya—saludo algo cansada.
—¿Y esa voz?
—Es domingo por la tarde. —justifico—Si es para ir a alguna fiesta de las tuyas, te aviso que pienso quedarme en el sofá con una manta.
—Esta vez no. Acabo de firmar el contrato de alquiler con Hazel.
—Espera, ¿qué? —pregunto en un tono agudo levantándome de un salto—¿Cómo...? ¿Pero no habías terminado?
—En esencia. Pero hace un par de días coincidimos en una exposición de óleo de un amigo, el que nos llevó a esa fiesta cuando volviste de Londres. Y, tenías razón. No sé si Hazel es la persona correcta ni si es para siempre o no, pero tengo que averiguarlo.
—Mya, eso es... creo que voy a llorar—sin poder evitarlo un par de lágrimas de felicidad caen por mis mejillas inevitablemente.
—Quería que fueses la primera en enterarte.
Espero que, si se casan algún día, me encarguen el discurso de honor. Es desesperante cuando dos personas, que están hechas la una para la otra, se empeñan en que no sea así por una incoherente inseguridad. Aunque quizás no soy la más indicada para aclamarlo a los cuatro vientos.
—¡Tenéis que venir a casa para celebrarlo! —continúo—Mi madre se va a volver loca de contenta cuando se entere. Y el Señor Ianson querrá preparar su asado para las grandes ocasiones.
—Espero que no sea con una de esas gallinas que habéis adoptado como mascotas.
—Encontramos una granja a las afueras de la ciudad. —explico— Ahora el debate está en convertir ese corral en una cama elástica o transformarlo en una pérgola de madera.
—Ganará la opción de tu madre. No sé por qué sigue intentándolo.
—Prefiero la pérgola.
—Por cierto, ¿qué tal con Dorian anoche? Al final no me lo contaste.
—Lo de siempre, fuimos a ver una película, cenamos tailandés y luego volví a casa.
—Suena a cita romántica.
—Lo único romántico que queda entre Dorian y yo es mi atracción por la tarta de queso de su compañero de piso. —recuerdo esa capa de galleta y me relamo solo de pensar en ello—Quería presentarle a Mirena, la de mi clase de neuro. Pero olvidé darle su número ayer. Y esta mañana apenas hemos podido hablar.
Oigo pasos bajando las escaleras. Mya se despide en cuanto recibe una llamada de su madre por la otra línea. Recojo una taza vacía y apago la tele. Al voltear encuentro a Noah portando una caja de cartón con el nombre de la librería en la que trabaja escrito a rotulador.
—Parece pesada—doy un par de pasos hacia él.
—Y solo es la primera. Son libros, se los daré a mi jefe por si quiere revenderlos. —dice apoyando la caja en el parqué—Casi todos son de arquitectura. Voy a acercarme un momento en coche, ¿quieres que te lleve a la cafetería?
—Tengo el fin de semana libre.
—Nos vemos luego entonces.
Termina de ponerse una chaqueta encima y antes de que cargue con la caja de nuevo lo interrumpo.
—Noah, ¿cómo supiste que era la universidad de Nueva York? —hago una pausa corta—¿Fue por una señal o algo así?
—No del todo. —apoya su mano izquierda en la barandilla—Me planteé donde quería estar dentro de cinco años. Viajar es una de las opciones, pero no mi objetivo. Estudiaré ingeniería química y planeo dedicarme a la docencia, compaginándola con la investigación.
—Quieres ser profesor.
—Siempre admiré al Señor Tormund y bueno, darte clases fue divertido.
—Suena bien. —elevo las comisuras—Profesor Ianson o mejor, Profesor Noey Ianson.
—No dejaré que te acerques a mis clases—añade con una pequeña risa.
—El campus es grande. Haré carteles.
—¿Por qué lo preguntas?
—Curiosidad científica, supongo.
—¿Y la verdadera razón? —se inclina levemente hacia delante.
—Me han admitido en la Universidad de Londres. —suelto al cabo de unos segundos. Bajo la vista a mis pies—Me inscribí en enero, pero volví a quedar en lista de espera hasta esta mañana. —vuelvo a mirarle—Si digo que sí, empezaría en el programa de verano en unas semanas.
Su semblante se ha tornado serio.
—Entonces, ¿te marchas?
—Aún no lo he decidido. Quiero decir, llevo todos estos años aspirando a entrar y ahora que lo he conseguido no estoy segura de ello. —me encojo de hombros—Es decir toda mi vida está aquí y tampoco es tan mala idea que siga siendo así.
—Desde que te conozco solo has querido una cosa. ¿Por qué ibas a renunciar a ello ahora?
Un trueno suena irrumpiendo por todo el salón. Observo la calle mojada a través del ventanal mordiéndome el labio.
—No es tan sencillo como despertarse un día y saber la respuesta. —niego con la cabeza— Requiere premeditación, un plan detallado. De hecho, debería avisar a Alanah, al fin y al cabo, es la experta. No puedo transformarme en una mente espontánea. Ya no soy así.
—A lo mejor eso es lo que necesitas. Volver a serlo.
Noah retrocede un par de pasos abriendo la puerta principal. Ni siquiera lo medita un par de segundos. Baja las escaleras hasta detenerse en medio del patio delantero. La lluvia sigue cayendo sobre él, pero no parece importarle.
—¿Se puede saber qué haces? —alzo la voz desde el interior del adosado.
—Le das demasiadas vueltas a todo. Hasta el más mínimo aspecto de tu vida, necesitas tenerlo controlado. —dice extendiendo los brazos—Y lo entiendo, no ha sido fácil.
—¿Y crees que caminar en medio de una tormenta va a solucionarlo todos los problemas del universo? —me cruzo de brazos.
—¿Quién ha dicho caminar?
Saca su teléfono móvil reproduciendo "Line Without a Hook" de Ricky Montgomery. Noah comienza a bailar o al menos a intentarlo. En bailes de salón es un experto, pero en el tipo "espontáneo" o "corriente" no tanto. Me río cuando comienza a cantar parte de la canción sin importarle si los vecinos lo estarán viendo. Me tapo la cara con una mano algo sonrojada. Es gracioso que de alguna forma, al final, me parezco más al Noah del principio y él a la Kara del inicio, antes de todo. Atrevida, a la que no le importaba disfrazarse de langosta para entregarle una carta al que pensaba que sería uno de los grandes amores de su vida.
Extiendo el brazo dejando que se moje con las gotas. Y sin pensarlo demasiado, sigo los pasos de Noah, hasta bajar las escaleras regresando a él. Bailamos separados el uno del otro mientras la lluvia cae sobre nosotros. Doy vueltas sobre mí misma extendiendo los brazos. Mi pelo gotea junto a mi ropa mojada. Mis pies descalzos se deslizan cuando él me tiende la mano, haciéndome girar varias veces sin poder parar de reír. Hasta que, al soltarme, casi resbalo y él me sostiene como aquella vez en año nuevo.
Un hormigueo recorre mi espalda por su contacto. Apoyo las manos en sus brazos mientras me ayuda a ponerme en pie sobre el suelo encharcado. Cuando la canción se detiene, me suelta lentamente manteniendo la corta distancia. Cierro los ojos alzando el cuello hacia las nubes grises humedeciendo mis labios. Estoy congelada, pero esta sensación... no quiero que acabe nunca.
Acabo abriendo los ojos. Cruzamos la mirada de nuevo. Mis piernas amenazan con flaquear. Apenas son centímetros, pero Noah Ianson tiene ese poder en mí. Antes pensaba que me hacía vulnerable, ahora he comprendido que solo me hace más fuerte si es la persona correcta. La lluvia continúa chocando con los edificios de Boston cuando él hace una revelación inesperada.
—Volví—levanta la voz.
—¿Qué?
—En la graduación.
—¿Por qué no dijiste nada?
—Porque pensaba que tú y Dorian...
—Solo somos amigos—niego con la cabeza acercándome.
—He terminado con Cassia. No podía seguir mintiéndome a mí mismo y tampoco a ella.
Mi pecho sube y baja agitado. No quiero obligar a mi cerebro a reprimir lo que siento cuando estoy cerca de Noah. Quiero volver a sentir que puedo detener el mundo cuando nos miremos y que no haya nada ni nadie que me impida estar con él.
*****
¡Buenas! ¿Cómo estáis? Después de una semana ajetreada ya estoy de vuelta para la cuenta atrás. Dos días tarde, eso sí. ¡Disculpen la demora! (insertando corazón) ¡Qué ganas tengo de publicar el siguiente capítulo! jeje. Pero, por ahora, ¿qué les pareció este capítulo? Llevaba meses deseando a que pudierais leer la escena de la lluvia. ¡Espero que os haya gustado un montón! Y, como lo prometido es deuda: ¡quiero dedicar este capítulo a fiphi3635!. Muchísimas gracias a todos por seguir leyendo esta historia y por la paciencia que tenéis conmigo. Os mando un abrazo virtual gigante hasta la próxima semana. Como siempre, os leoooo ↓↓↓↓
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