Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

▪ TREINTA Y NUEVE ▪

Si me marchase, ¿me recordarías?

Nacemos temiendo ser olvidados, obligados a perseguir grandes ambiciones que en ocasiones dejamos por el camino. Somos humanos y, teóricamente, estamos destinados a dejar un mundo mejor al que nos encontramos.

Siempre me ha gustado la idea de que somos como un lienzo que debemos recomponer con momentos en espacios en blanco. Como esa canción que sonaba en la radio durante un viaje de fin de curso, el olor a césped recién cortado el primer día de clase, la sensación de deslizar los dedos por las páginas de un libro que nunca ha sido leído antes o ver la nieve caer a primeros de diciembre cuando el chico del que llevabas enamorada más tiempo del que quieres reconocer, confiesa sentir algo más allá de una amistad por ti.

Ese hormigueo en el estómago no me dejaba dormir muchas noches. Trataba de calcular los diferentes casos alternativos a las consecuencias de estar enamorada de Noah Ianson. Como un bucle sin fin, que ahora, en conjunto, puedo ver que las razones que me impulsaron a alejarme de él no son del todo convincentes.

Y aquella tarde de primavera, bajo la lluvia, lo entendí. No necesitaba leer esas cartas, pues ya no estaba enfadada con él. Solo se había elegido así mismo para crear su propio camino. Él había sido producto de una serie de objetivos planificados hasta el más mínimo detalle y, desde ese día, él empezaba a ser dueño de su propio destino. Y, quizás de alguna forma eso le llevó a descubrir si en verdad quería estar conmigo. Aunque si necesitaba tanto tiempo para pensarlo, ¿eso era buena señal?

Igualmente, la voz de la Señora Dumsay desde el porche de su adosado impidió que averiguase esa respuesta. Y como ella, todas las personas que conocía en Boston desde que supieron que abandonaba el continente.

Estas semanas he recorrido la ciudad como si se tratase de la primera vez. Mi madre se empeñó en ir de compras porque al parecer en Inglaterra no venden pijamas o ropa en general. (Nótese el sarcasmo). Por no hablar de las innumerables comilonas que organizó con toda mi familia, hasta con mis primos de Michigan que no veía desde que tenía cuatro años. Volver a tener a los padres de Mya en una misma habitación era como ver un terrible reality show.

Mi padre me regaló un bono de partidos de beisbol, doce en total, para palabras textuales: "compensar todos los que me perdería hasta mi vuelta." Que la verdad, no me quejo. Fue bastante divertido, incluso nos regalaron un imán para la nevera. ¿He mencionado que su boda se celebrará a lomos de un elefante? Michaela quería algo especial y acorde con una boda no tradicional en Tailandia. ¿Qué tendrá de malo Boston? Va a ser una locura. Aún me quedan meses para practicar una buena sonrisa falsa de oreja a oreja.

Me despedí de mis amigos de la facultad un par de días atrás. Hicimos un picnic en el Boston Common brindando mientras inauguraban el cine de verano con "Casablanca". Algo muy diferente, fue cuando se lo conté a Mya. Comenzó a llorar como un alma en pena amenazando con viajar conmigo a Londres. ¡Menos mal que tienen el contrato de alquiler firmado!

Y, respecto a Noah, apenas he podido mediar alguna frase con él. Por no decir, no hemos tenido ni un momento a solas. Es como si todas las personas que conozco se hubiesen confabulado para aparecer en cada rincón de la ciudad. Incluso gente que no veía desde antes de mudarme.

¿Conclusión? Quedan menos de veinticuatro horas para marcharme. En vez de desesperarme he ido tachando de la lista todas las tareas habidas y por haber. Alanah estaría orgullosa.

Coloco la última camiseta dentro de la maleta antes de sentarme sobre ella para cerrarla. He dividido la ropa por estaciones y, a su vez, las he seleccionado en dos cajas, una para donar y otra para llevar a Londres. Llevaré dos maletas más la mochila de viaje que me regaló Sept en mi cumpleaños y mi madre me mandará el resto en septiembre, coincidiendo con la entrada al otoño.

—¿No irás a llevarte esa maleta? —me pregunta mi madre de brazos cruzados.

—Tiene las pegatinas del campamento. —respondo ofendida poniendo un pie en el suelo—¡Es única!

—Está desgastada y el cierre apenas aguanta. —continúa desde el marco de la puerta—Y con los golpes que le darán... de ninguna manera. ¿Por qué no tomas prestada la de Noah? No creo que le importe.

—Es innecesario. Lucy se viene a Londres. Sí, le he puesto nombre—apoyo la mano en la maleta a la vez que el cierre se abre tirando por tierra mi trabajo.

—Segunda balda en el armario de su habitación—me indica antes de marcharse triunfante.

Bufo. Saco todo el equipaje habiendo perdido una hora en ordenarlo y me dirijo a la habitación de Yacob y Noah. Al entrar, está vacía salvo por Timothy en el terrario iluminado. Me observa fijamente provocándome un escalofrío. Sigo sin entender cómo pueden dormir a menos de un metro de él. Estaría aterrada de que se escapase en mitad de la noche, por eso siempre duermo con la puerta cerrada.

Camino pegada a la estantería. Ni loca le doy la espalda a ese camaleón. Paso mis manos por el pomo del armario y lo abro. El interior parece de revista, todo está perfectamente ordenado por colores y sin ni una mota de polvo. Supongo que hay cosas que no cambian.

Decido ignorar a Timothy al localizar la maleta en lo alto del armario. Apenas la alcanzo elevando la planta del pie, por lo que arrastro la silla del escritorio hasta subirme sobre ella.

Mala idea.

Una vez he alcanzado el mango de la maleta, la silla de ruedas se mueve, desestabilizándome y cayendo al suelo haciendo honor a la física. Tumbada, me paso la mano por la cabeza dolorida y de rodillas me pongo a recoger el estropicio que he formado antes de recibir un sermón sobre la seguridad por parte de mi madre.

Dejo sobre la cama algunas cajas de tela sin abrir a excepción de una más pequeña que ha volcado. Al levantarla puedo ver varias postales y algunos souvenirs de varias ciudades. Y, entonces, mi corazón da un vuelco. Entre las pertenencias de Noah se encuentran las cartas. Me levanto sosteniéndolas amarradas por un par de gomas de plástico.

Están todas. Las de Tailandia, Filipinas, la India, Chile, España, Grecia... ¿Debería leerlas o dejarlas en su sitio y olvidarme? En ese momento, oigo unas voces al final del pasillo. Lo más rápido que puedo, guardo las cajas empujándolas contra el fondo del armario tratando de dejarlo todo como estaba al entrar. Cierro sus puertas y salgo al pasillo con la maleta a rastras.

—¿Kara? —pronuncia Noah al verme—¿Qué hacías en...?

—Necesitaba una maleta, ¿te importa? —trato de disimular—Según mi madre la mía no es apta para un vuelo transatlántico.

—Es tuya entonces.

Pasa por mi lado hacia su dormitorio, pero acabo interrumpiéndolo.

—Por cierto, estas últimas semanas apenas hemos podido hablar y había pensado que podríamos hacerlo esta noche—digo algo nerviosa.

—¿Como especies que coexisten en un mismo espacio?

—O como personas adultas—me río recordando esa conversación hace unos años.

Mucho ha cambiado desde entonces.

—Me temo que no va a poder ser. Al menos en privado.

Nada más acabar la frase, suena el timbre.

—Es para ti. —continúa con una leve sonrisa—Deberías abrir.

Lo miro confundida. Bajo las escaleras delante de Noah cuando a cuatro peldaños del piso inferior, Yacob abre la puerta.

Sept, Joan, Alanah, Keegan y Mya nos observan desde el exterior con gorros de fiesta y serpentinas que lanzan al interior. ¡Están realmente ridículos! Y me encanta que estén aquí. Estaba harta de ver a mis amigas por videollamada, aunque eso vaya a repetirse en unas horas.

—Chicos, ¿qué hacéis aquí? —alzo las manos sorprendida—Pensaba que tenías exámenes.

—¿No pensarías que íbamos a dejarte ir sin despedirnos? —dice Sept.

—Tienes diez minutos para ponerte algo decente. La última noche en Boston debe ser épica—añade Joan con los labios pintados de rojo carmín.

—Es una sudadera de los Boston Red Sox.

—Siete minutos por eso. —proclama ofendida—Noah, tú te encargabas tú de que estuviera lista para cenar.

—Para mí está perfecta—responde a mis espaldas.

Sonrío sin voltear. Un escalofrío recorre mi espalda ante él pronunciando esas palabras. Me cuesta aceptar ese efecto que tiene sobre mí.

—Como hemos cambiado—murmura Joan a mi lado.

—¿Debería saludar al padre de Alanah? —pregunta Keegan asustado bajando el tono de voz.

A decir verdad, el Señor Ianson estaba encantado con la nueva relación amorosa de su primogénita guion su ojito derecho. Pero Keegan no tenía por qué saberlo. Para el padre de su novia era más divertido verlo temblar cada vez que coincidían en la misma sala. Impone respeto y eso es algo que le encanta.

*****

Tras la aprobación de un vestido de estampado floral en tonos beige, nos dividimos en dos coches para ir al restaurante de la madre de Keegan. Un cartel con la frase "cerrado por evento familiar" cuelga de la puerta de la entrada. La Señora Nicholson, dueña y jefa de cocina del restaurante, ha dejado preparadas varias elaboraciones para la cena sorpresa otorgándole el mando a su hijo, futuro chef de cocina de autor.

El patio interior, en pleno centro de Boston, parece transportarse a Italia en un abrir y cerrar de ojos. Los apliques de luz cálida de la pared junto a las enredaderas que recorren las celosías de madera del techo, crean un ambiente realmente acogedor. Las guirnaldas de luces, iluminan los maceteros de flores naturales por las paredes de piedra cuenca al atardecer y, en el centro, una extensa mesa de madera rectangular se extiende ocupada por los invitados.

September relata una anécdota que involucra a un ganso y a su profesor de programación. Joan aprovecha para repetir la segunda copa de vino tinto asegurando que esta vez me ha alineado los chacras para que todo vaya a la perfección. Mya ayuda a Keegan sirviendo los primeros entrantes presumiendo de unas nuevas prácticas en una empresa de seguros y Hannan me cuenta como se ha aficionado a la escalada desde su aniversario con Sept. Rodney y Jack, amigos del instituto le piden una demostración dudando de sus habilidades atléticas. Y, mientras todos observan a Hannan entre risas, mi vista en un Noah risueño al otro lado de la mesa.

La velada continúa al caer la noche. Keegan rellena los vasos con tinto de verano o limonada dependiendo del gusto de nuestros amigos. Joan se pone en pie tocando con un cubierto su copa de cristal repetidas veces hasta romperla sin querer. Observa el cristal roto y sin darle mayor importancia regresa con una sonrisa mirando al frente.

—¡Hagamos un brindis por Kara! —anuncia—Porque después de dar la tabarra con irse a vivir al otro lado del océano con los creadores del pescado frito y el críquet, por fin lo ha conseguido. ¡Por mi mejor amiga!

—Salud—repetimos al unísono.

Keegan se levanta por una escoba y un recogedor y Joan comienza a secar la mesa con varias servilletas.

—¿Vendrás a visitarnos, no? —pregunta Mya a mi lado. Coloca su cabeza sobre mi hombro.

—Tienes prohibido enamorarte de un londinense. —amenaza Sept sentándose a mi vera—Solo vas a convertirte en doctora, recuérdalo.

—Aunque no entra en mis planes. —recalco—Creo que no funciona así.

—¿Y qué tal unas palabras de la homenajeada? —pregunta Keegan

—Odio dar discursos—lo fulmino con la mirada.

Los presentes se unen con un "¡Qué hable, qué hable!", que repiten hasta la saciedad. Al final, como siempre, cedo.

—Está bien, está bien. —les indico con las manos que bajen el volumen—Hace seis años mi vida era completamente diferente. Y, entonces mi hermano enfermó y todo cambió. Se convirtió en la razón por la que quería ser mejor y quizás rozar la perfección, al menos académicamente hablando. Y, aunque me gustaría que aquello no hubiese pasado, dicen que todo ocurre por una razón. Y puedo asegurar que no cambiaría nada, ni un solo instante, después de haberos conocido. —hago una pausa dirigiendo la mirada a Noah—No necesitaba un universo alternativo, solo ser honesta conmigo misma.

Al finalizar la noche, mis amigos bailan en el patio con la música sonando por los altavoces. Keegan regresa del interior del edificio arrastrando un karaoke junto a Alanah. Todos alzan la voz emocionados ante ello. Diez segundos después de conectar el televisor portátil a la electricidad suenan los éxitos de ABBA. Mya y Hannan pelean por el micrófono mientras Alanah y Keegan los observan abrazados a un extremo planeando el dueto perfecto.

Me escabullo antes de que me obliguen a ser la siguiente en la lista recogiendo un par de platos. Empujo de espaldas la puerta de madera exterior que da a la cocina. Al darme la vuelta, encuentro a Noah con las mangas de la camisa remangadas fregando parte de la vajilla.

Casi ni se inmuta de mi presencia hasta que deposito los platos a un lado de la isla de madera.

—¿Sabes que es una fiesta, no? —digo burlona.

—Nunca se me han dado bien. No soy de bailar en público, ya los sabes—cierra el grifo secándose las manos con un paño.

—Me gusta cuando bailas conmigo.

Me dedica una pequeña sonrisa. Apoyo las manos sobre la encimera frente a él. La luz del techo está apagada y, solo las luces indirectas bajo los armarios de la cocina alumbran la estancia.

—¿A qué hora sale tu vuelo?

—Mi padre me recogerá a las once. Tengo que estar dos horas antes en el aeropuerto.

—Son menos de doce horas.

—Entonces debería decirlo cuanto antes. —mi cuello se tensa inevitablemente—Encontré las cartas. Fue sin querer, cuando buscaba la maleta.

—¿Las has leído? —pregunta dando un paso hacia mí.

—Me parecía mal hacerlo sin tu permiso. —me incorporo—Al fin y al cabo, te las devolví.

—Siguen siendo para ti. —ni siquiera le tiembla la voz al decirlo—Cada una de ellas, no ha cambiado nada. Pero lo entenderé si has pasado página.

Lo observo detenidamente. Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar, pero ahora, en este instante, carecen de importancia.

—¿Cómo puedes ser tan inteligente y no ver algo tan sencillo al mismo tiempo? —doy un paso hacia él— ¿Por qué crees que leí las cartas?

—Me odiabas.

—No. —niego con la cabeza de lado a lado—Me daba miedo admitir lo que en verdad sentía. —inhalo lentamente—Te quiero completa e irracionalmente, sino desde el primer día, desde el segundo. Y no sé si es buena idea, si es irresponsable o que no sea el momento adecuado. Ni siquiera quiero pensar en lo que vendrá mañana cuando me suba a ese avión. Pero esta noche... solo quiero estar contigo.

—Me quieres—repite como si tratase de creérselo.

—Más de lo que gustaría admitir. —sonrío—Ya no quiero huir. Y si nuestro mañana es hoy, no quiero estar con nadie más.

Sus ojos azules me observan unos segundos. Su cuerpo permanece estático hasta que cuando creo que debería marcharme, él acorta la distancia que nos separa. Cierro los ojos al sentir el tacto de su mano contra mi mandíbula, acariciándola y rozando con el pulgar la comisura de mis labios haciéndome estremecer.

—Siempre has sido tú, Kara. —su voz es ronca—Solo tú.

Noah atrapa mi rostro entre sus manos dejando que sus labios se apoderan de los míos. Pero acaba separándose un instante dejando que nuestras narices choquen apenas unos segundos. Sonríe, pegado a mí. Y es contagioso. Quizás sea por la tensión acumulada todo este tiempo, pero este aleteo que recorre mi estómago no creo que vaya a cesar, ni pretendo que lo haga.

Esta vez, soy yo quien impaciente lo beso hundiendo mis manos en su cabello castaño claro. Su boca regresa para fusionarse con la mía en un baile casi perfecto. Mis piernas tiemblan inevitablemente por su contacto. Deslizo mis brazos detrás de su espalda, quedando aprisionada entre él y la encimera.

Apenas oigo las voces de fuera, solo una leve melodía de la canción "You and I" de Jon Mclaughlin. Desabotono su camisa azul algo torpe con la respiración agitada antes de que me eleve sentándome sobre la isla de madera. Subo las manos por su pecho hasta llegar a su cuello cuando noto como Noah baja la cremallera de mi vestido. Los tirantes caen por debajo del sujetador mientras sus labios ansiosos no se separan de los míos.

Ni siquiera puedo pensar con claridad. El deseo de estar con él es mayor a cualquier acto racional que pueda interponerse y que ni por asomo me planteo la posibilidad de parar.

—Creo que Keegan tiene en su habitación—digo en un hilo de voz haciendo referencia a los preservativos.

Siento como mis mejillas se enrojecen solo de pensar en ello. ¿De verdad está pasando? Esta reciente impulsividad parece ir sin rodeos por el camino. Y, por alguna razón, ya no me asusta. Solo puedo pensar en agradecer que la casa familiar de Keegan esté justo encima del restaurante. Razón por la cual nunca llega tarde al trabajo y por la que siempre huele a espaguetis con albóndigas.

—Me alivia saber que mi hermana estudia a kilómetros de distancia.

Su comentario me hace reír provocando que él eleve los pómulos a su vez. Tengo los nervios a flor de piel y el sonido de su risa, consigue sosegarlos. Vuelve a apoyarse en mí rozando la punta de nuestras narices fugazmente para luego separarse.

—¿Estás segura? —me pregunta a escasos centímetros antes de seguir.

—Si—respondo con la respiración entrecortada.

—Yo nunca he....

—Yo tampoco.—lo interrumpo—Vayamos despacio.

Noah vuelve a besarme antes de separarse un instante para cerrar la puerta con pestillo.

*****

Ya estoy deseando leer vuestros comentarios, jeje. ¿Teníais ganas de una declaración? Porque yo muchísimas de publicarla (corazones x100000) Y, al fin, Kara, ha sido honesta consigo misma. Independientemente de lo que ocurra, no va a luchar contra sí misma y creo que eso es algo maravilloso, no solo para con Noah sino para la vida en general.

Quiero dedicar este capítulo a una de las lectoras de esta historia: GeymarFlorez , ¡espero que hayas pasado un cumpleaños increíble!

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Estáis preparadas para el último? En principio intentaré publicarlo este domingo con una hora de diferencia entre el capítulo 40 y el epílogo. ¡Ya no queda nada! Os mando un abrazo virtual gigante. Como siempre, os leoooo 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro