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▪ DIECIOCHO ▪

Un maquillador tapa mis ojeras con corrector, mucho corrector. Apenas he dormido, ¿cómo se atreve Alanah? Insinuar que sigo sintiendo algo por el frívolo de su hermano es insultante. Es decir, no me cae mal, ya hemos superado esa fase, pero de ahí a sentir algo por él... ¿Es que el mundo se ha puesto patas arriba?

Nos encontramos en una de las suites de la última planta convertida en la sede de la preparación para la novia, sus damas de honor y la persona apadrinadora. El olor a laca es excesivo, espero no hayan creado un nido en la cabeza de mi madre.

Al acabar, me uno a mi prima cerca de los grandes jarrones de flores naturales. Posamos ante el fotógrafo bajo la atenta mirada de mi tía, mi abuela y la supervisión de Alanah y su abuela, la Señora Ianson. La lluvia choca con las ventanas de la estancia. Menos mal que decidieron no hacer una boda al aire libre.

—La dama de honor, ¿podría mirar a cámara? —pide el fotógrafo.

Mya me da un codazo devolviéndome a la realidad.

—Necesito un minuto—digo entregándole mi ramo a mi prima—Alanah, ¿podemos hablar?

—Estoy muy ocupada. Unos inútiles se han confundido con el número de sillas. ¿Es que tengo que hacerlo todo yo? —se queja revisando su eterna lista escrita a mano.

—Ahora.

Mi tono parece convencerla. Tiro de su brazo hasta que salimos al pasillo enmoquetado del hotel. Cierro la puerta comprobando que no haya otros huéspedes, buscando así cierta privacidad.

—¿Se puede saber qué te pasa? —me pregunta.

—¿Por qué dijiste que me gustaba Noah? —apoyo las manos en mi cadera.

—¿Sigues con eso? —bufa—Si te sirve de algo había bebido y estaba cansada. A veces digo cosas sin sentido.

—¿De verdad? —respiro aliviada—Porque valoro mucho tu opinión.

—¡Pues claro! Dorian está bien. Debería cortarse el pelo, pero no me tiene que gustar a mí, sino a ti. ¿Podemos volver con la boda?

Asiento. Alanah vuelve a entrar emocionada a la suite hablando a través de unos auriculares inalámbricos. Apoyo la espalda en la pared, ¿por qué sigo sintiendo ese nudo en el estómago?

Tras terminar la sesión fotográfica nos preparamos con unas mimosas para recibir a la novia. Alanah abre la puerta doble del baño y mi madre entra en escena a pasos cortos. El vestido, que bien parece un merengue suizo excesivamente abombado, deja sin aliento ¡Es un horror!

—¡Ay, madre! —murmura Mya conteniendo la risa.

—¿Por qué parece una pavlova? —susurro con la sonrisa más falsa que puedo dibujar.

Mi madre continúa acercándose a la vez que guardamos silencio, a excepción de Alanah y su abuela, quienes dejan escapar alguna lágrima entusiasmadas por su elección.

—Es perfecto—comenta Alanah juntando sus manos.

—¿Tú crees? —susurra mi prima.

Le doy un codazo antes de acercarme a la novia y sostener sus manos.

—Estás preciosa. —miento—No es lo que esperaba, pero es increíble.

Increíblemente feo, pienso.

—¿De verdad, no te parece algo excesivo? —me pregunta con la voz algo preocupada.

—¡Tonterías! —interviene la Señora Ianson—Nunca has estado mejor, querida.

Mi madre se contempla en uno de los espejos de pie de la habitación, no muy convencida. No me extraña.

—Señora Ianson, ¿no cree que debería ir bajando? Es la madre del novio, no puede dar mala impresión llegando tarde.

—Tienes razón, querida. ¡Esta boda dejará en segundo lugar a la hija de Patrice!

Recoge su bolso de uno de los sofás mientras Alanah nos da las indicaciones para saber cuándo y cómo debemos bajar a la planta de la ceremonia. Todo el personal que ha contratado la futura abogada sale de la suite junto a ellas cerrando la puerta.

—Es horrible, ¿cierto? —pregunta mi madre sentándose abatida en el sofá.

—No, claro que no. ¿Una mimosa? —le tiendo una copa tratando de aliviar la tensión.

A lo mejor si se emborracha se olvida del vestido.

—¿Cómo has dejado que te colocaran esa cosa? Pensaba que había criado a la mejor abogada de la ciudad —dice mi abuela.

—¡Abuela! —me quejo.

—¿Y si le quitamos parte del tul? —interviene Mya.

—¿Cómo, quemándolo? —me cruzo de brazos—No podemos recortarlo con unas tijeras, no es un juguete.

—Por intentarlo—continúa mi madre vaciando la copa—¿Hay algo más fuerte?

—¡Esa es la actitud! —exclama mi prima—Tú consígueme más tiempo.

Es una malísima idea, será peor el remedio que la enfermedad.

Bajo en el ascensor. Nada más llegar a la planta, me quedo junto a la puerta viendo a los invitados entrar en la gran sala. Tras localizar a Alanah y convencerla de retrasar la boda quince minutos por una "emergencia intestinal", marco el teléfono de mi prima para actualizar la situación.

—¡Vaya! Tú con tacones. Quien te ha visto y quién te ve—dicen a mis espaldas.

Al darme la vuelta me encuentro con Joan, Sept y Keegan vestidos de etiqueta.

—¡Habéis venido!

—¡Pues claro! No nos íbamos a perder el evento del año.

En ese momento, las puertas de uno de los ascensores se abren dando paso a Noah, Yacob y Hannan vestidos con esmoquin negro y camisa blanca. Había olvidado esa parte.

—¿Qué hace él aquí? —pregunta Sept.

—Es el mejor amigo de Noah, no podía hacer nada. Pero no te preocupes, Alanah os ha colocado muy alejados en la ceremonia y en una mesa distinta en el banquete—le aseguro.

Los invitados siguen llegando y entre ellos aparece Dorian vestido de traje. Sonrío de oreja a oreja al verle tan elegante.

—Estás preciosa—me saluda besando mi mejilla—¿Me guardarás un baile?

Asiento antes de que entre con mis amigos en la sala. Sigo pendiente del teléfono móvil. Solo quedan cinco minutos, si llegan tarde, Alanah me sacará los ojos con las cucharillas de la vajilla.

Es en ese instante, Noah y Yacob se despiden de Hannan y acaban situándose a mi lado. Yacob se cruza de brazos enfadado en cuanto ve a mi "prima" Sophie pasear al lado de mi tía.

—Yacob, ¿qué ocurre? —me acerco a él.

—Me dijisteis que no podía traer a Timothy a la boda y hay un cerdo.—dice enfurruñado—Encima está lloviendo y a Timothy le da miedo las tormentas.

—Estoy segura de que estará bien. Después de la boda volveremos a casa y podrás comprobarlo, ¿de acuerdo?

Alanah regresa a nosotros poniendo en espera la llamada que estaba atendiendo.

—¿Y la novia? —me pregunta amenazante con ojos de loca.

—En el ascensor—miento. No tengo ni la más remota idea.

—Está bien—mira a su hermano—¿tienes los anillos?

De uno de los bolsillos de su esmoquin saca una caja de terciopelo azul marino. Su hermana los revisa a conciencia.

—Espera, ¿por qué no están grabados? Deberían tener sus nombres y la fecha de la boda.

—Tampoco es que sea algo que se vea a simple vista—comento arrepintiéndome al instante.

La abogada apadrinadora bufa.

—Limítate a esperar a la novia, por favor.

Le entrega la caja a Yacob y se aparta unos metros gritando a través de sus auriculares. Noah se coloca a mi lado esperando la señal de su hermana para entrar en la gran sala. Vuelvo a marcar el teléfono de Mya.

—¿Estás bien? —me pregunta el hombre de hielo.

—No lo sé, dímelo tú. Al parecer lo sabes todo.

Mya vuelve a colgarme, lo peor es que seré yo la que se lleve la bronca.

—¿Sigues molesta por lo que dije?

—Madre mía, eres como la caja de hojalata en busca de las baldosas amarillas. —niego con la cabeza—No lo sé, Noah. ¿estarías molesto si cuestionaran tu relación con otra persona?

—Técnicamente, cuestionaste mi relación con Samantha.

—¿Enserio? ¿Vas a comparar mi relación con un chantaje? Intentaba ayudarte. Eres un cretino.

—A lo mejor si te molestó lo que dije fue porque tenía razón.

—Tú no me conoces. Además, ¿qué sabrás tú de relaciones?

—Sé que él no es el adecuado para ti.

Deposita sus ojos azules con firmeza en mí. Mi cuello se tensa. Sus palabras me dan un vuelco provocando un escalofrío que recorre mi espalda. ¿Quién se cree que es para decir eso? No sabe absolutamente nada sobre mí. En ese momento, y antes de poder rebatirle, su hermana le ordena que entre a la sala.

—¡Kara! —la voz de Mya capta mi atención.

—Por fin, ¿dónde estabais?

Me fijo en el vestido de mi madre.Tras eliminar el corsé, han conseguido quitar parte del tul y algunas de las flores de las mangas. No es un gran cambio, pero está mucho mejor. Lo del peinado ya no puede solucionarse. Parece María Antonieta.

Alanah está tan inmersa en organizarnos que apenas se fija en el cambio del vestido, ¡menos mal!

Mi abuela entra en la sala tras darle un abrazo a mi madre y desearle buena suerte antes de que se cierren las puertas. Observo a mi madre.

—¿Estás bien, mamá?

—Sí, cariño. —hace una pausa bajando la voz—Es solo que no es como imaginaba este día. No quiero parecer desagradecida, pero siento que estoy yendo a una boda que no es la mía.

Me acerco a ella.

—No voy a negar que ha sido de locos, pero tomes la decisión que tomes te apoyaré. Además, al parecer los anillos no están grabados todavía.—sonrío guiñandole un ojo.

Alanah nos entrega los ramos a juego con la decoración de la ceremonia. Mi abuelo, que se había mantenido al margen, le ofrece el brazo a su hija. En el interior de la sala comienza a sonar "True" de los Spandau Ballet.

Las puertas se abren con las primeras notas de la canción. Comenzamos a caminar en medio del extenso pasillo enmoquetado. En primer lugar, Mya, seguida de Alanah y por último yo.

Localizo a mis amigos entre cientos de desconocidos y a Dorian, quien me guiña el ojo desde su asiento. Trato de respirar hondo y no ponerme nerviosa, pero solo puedo pensar en no tropezar con la alfombra.

Las puertas vuelven a cerrarse hasta que llegamos al arco de bodas junto a los ventanales. El Señor Ianson, quien permanece a la derecha del altar, pasea su mano por su cabello engominado algo nervioso. Sus hijos esperan a su lado y nosotras nos colocamos a la izquierda, yo quedando más cerca del pastor que oficiará la ceremonia.

Con el segundo "Huh-huh huh-huh", las puertas vuelven a abrirse dando paso a la novia. Los invitados se levantan a su paso. Se desliza a paso marcado junto a mi padre. Es el centro de todas las miradas, pero ella no puede apartar su mirada de la de su futuro marido.

Al llegar junto al Señor Ianson, mi madre besa la mejilla de mi abuelo antes de tomar la mano de su futuro marido y colocarse bajo el arco nupcial. Me entrega su ramo de novia y el pastor indica a los invitados que tomen asiento.

—Hijos míos, estamos hoy aquí para ser partícipes de la unión entre este hombre y esta mujer en sagrado matrimonio. Si alguien tiene que objetar que esta unión se celebre, que hable ahora o calle para siempre.

El silencio inunda la sala.

—Bien, continuemos....

—Tenemos que hablar—exclaman los novios a la vez.

Se oye el asombro de los invitados por toda la sala.

—No me quiero casar, no así—dice mi madre.

—Yo tampoco—responde Simon.

Veo de reojo como Joan desde la cuarta fila alza su móvil para grabar la escena. Al final saldremos en internet.

—¡Por fin, drama! —susurra Mya emocionada.

Alanah rompe la fila cabreada.

—¡No, no, no y no! —exclama—Me da igual si tenéis una crisis existencial. ¿vale? Llevamos organizando esta boda un año. ¡Es una locura no celebrarla! Esto no es Mamma Mia, aquí sabemos quién es el padre.

—Espera, ¿estás embarazada? —pregunto casi horrorizada.

Los invitados comienzan a murmurar asombrados ¡Era lo que le faltaba a esta familia!

—¡Pero cariño! ¿cómo no nos lo dijiste? —mi abuela se levanta entusiasmada.

—Y a tu edad, ¡La piel se te pondrá fatal! Está claro que no lo habéis pensado—comenta mi tía.

La ceremonia se desmadra hasta que mi madre alza la voz.

—¡A ver que todo el mundo deje de hablar! —hace una pausa esprando al silencio—No estoy embarazada, ¿de acuerdo? —mira a su prometido—Simon, te quiero. Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado, pero no de este modo, con el enmoquetado, el pichón relleno y mírame, parezco una pavlova.

—¿Hay pichón para cenar? —me pregunta Mya asqueada.

La mando callar. ¡Vaya circo!

—Quiero que seamos tú y yo. —continúa mi madre—Sin presiones, sin un vestido que me impida besarte. Solo nosotros, como la primera vez.

—Te quiero, Maggie. —dice Simon sosteniendo sus manos—No necesito una gran boda para pasar el resto de mi vida a tu lado. ¿Quieres no casarte conmigo hoy?

—Es lo que más me gustaría.

La pareja acaba fundiéndose en un beso entre aplausos y vítores por parte de los invitados. Al separarse, se acercan a Alanah.

—Lo siento, cielo. —dice el Señor Ianson—Sé que te habías esforzado y te lo agradecemos, pero queremos hacer esto a nuestra manera.

—No, si lo entiendo. Pero, ¿qué hacemos con el pichón ahora? —pregunta Alanah.

Al estar ya pagado y no poder devolver el dinero del banquete, la fiesta se celebró igualmente. Se sirvieron los famosos pichones y la ensalada delicatesen. Opté por regalárselo a Yacob para su querido camaleón. El postre al menos fueron tartas individuales de queso y arándanos, he de reconocer que repetí dos veces.

Tras la cena, las luces se atenuaron. Los focos se centraron en la pista de baile con los no-marido y mujer como protagonistas al son de una balada de los ochenta.

En una de las mesas, poso junto a mis amigos ante el fotógrafo. Definitivamente recordaré este día.

—Creo que estoy enamorada de vuestros padres—comenta September.

—Sigo sin entender lo de querer atarse a una única persona por el resto de tu vida. ¡Hay que alimentar al cuerpo! —añade Joan bebiendo de su copa.

—¿Como tú con André? Por eso estáis en la fase de "sin ataduras".

—Exacto—da un sorbo a su copa.

Keegan y yo nos llevamos la mano a la sien.

—Joan, estás enamorada de él—declara mi amiga al fin.

—Pero, ¿qué qué dices? —se enfrenta molesta.

—Dime, ¿cuándo fue la última vez que lo "hiciste" con alguien que no fuese André?

—¿Y qué tendrá que ver eso? —se encoge de hombros—Es ridículo, tremendamente ridículo. ¿Y los camareros? Voy a por una copa—dice levantándose hacia el bar.

Sept se levanta siguiendola. Esperemos que no le de por llamar a André borracha como una cuba.

Me quedo en la mesa junto a Keegan y Yacob. El segundo parece muy entretenido jugando con la consola y reacio a jugar con otros niños en la fiesta. Alanah regresa a la mesa, le da un beso en la cabeza a su hermano y se sirve una copa de vino blanco.

—Es increíble, un año de trabajo para que decidan fugarse. Son capaces de casarse en una comuna hippie.

—Sería divertido—se ríe Keegan.

Alanah interrumpe su trago para fulminarle con la mirada.

Me distraigo fijándome en la pista de baile, mi mejor amiga esquiva a su exnovio contoneándose por la pista junto a Joan. Mi madre baila con Simon y como sorpresa de la noche, Noah es arrastrado al centro de la sala por una chica de cabello ondulado azabache y vestido azul que no consigo reconocer.

—¿Quién es esa? —pregunto mirando en su dirección.

—Pensaba que ahora te iban los de ojos castaños—contesta Alanah.

—Yo diría que azules—añade Keegan.

—¿Verdad? Estamos sincronizados—se ríe Alanah.

—Madurad un poco—me cruzo de brazos.

—Se llama Yvette Morrison. —continúa Alanah—Es la hija de una de las socias de mi padre. Acaba de entrar en Harvard con una beca en empresariales, es realmente brillante. Lleva interesada en mi hermano toda la vida. Pero tranquila, solo son amigos.

—No es por eso, lista. Es que me encantan sus tacones.

—Si tú lo dices. —da un trago a su copa de vino—¿Sabes? No hay nada más triste que evadir lo que sentimos en realidad.

—Veo que otra vez has bebido.

—¿Alguien quiere bailar? —pregunta Keegan.

—Yo misma—responde Alanah.

Vuelvo a mirar hacia la pista, Noah se ríe junto a la morena de ojos verdes. Esa sensación de nudo en el estómago regresa a mí y se acentúa cuando Dorian aparece tendiendome la mano.

—Sigo esperando ese baile.

—¿Tiene que ser ahora? Hay demasiada gente.

—Yo diría que la música es un factor determinante. Vamos, prometo no pisarte.

Inhalo y acepto su propuesta.

Me lleva a la pista de baile. Me hace dar una vuelta sobre mí misma antes de acabar posando mi mano sobre su hombro y la suya alrededor de mi cintura atrayéndome más a él.

—¿Recuerdas la primera vez que nos conocimos? —pregunta cerca de mi oído—Me dijiste que si nuestro destino era estar juntos nos encontraríamos.

—Solo era lo que ponía al final de tu novela.

—Creo que mi destino era conocerte, pero no creo que el tuyo fuese amarme.

—Dorian—me separo de él. ¿A qué viene esto?

—Sé que te niegas a admitirlo porque no pretendes hacerme daño. Pero lo último que quiero es que seas infeliz a mi lado.

—Soy feliz, tú me haces feliz—insisto.

—Pero no de la forma en la que debería, porque la verdad es que no estás enamorada de mí. Creo que lo supe desde aquella fiesta en tu casa. Ese brillo en tus ojos, solo aparece cuando estás con Noah.

—No pasó ni pasará nada entre Noah y yo.

—Mintiéndote a ti misma solo conseguirá herirte más. —se detiene—Yo no quise admitirlo porque sabía que eso significaría dejarte marchar. Eres extraordinaria, Kara Abbot y espero que algún día te des cuenta de lo increíblemente maravillosa que eres.

Las lágrimas caen sobre mis mejillas sin poder evitarlo. Dorian las seca con sus dedos hasta abrazarme. Hundo mi rostro en su pecho apegándome a él. Trato de ocultar los sentimientos que amenazan con salir a flote y que tendrán como resultado no volverle a ver por un tiempo.

Cierro los ojos mientras Dorian une nuestros labios por última vez. Al separarse, con los ojos humedecidos me muestra una sonrisa y, en silencio, el chico que conocí en aquel avión, el filósofo que creía en el amor se marcha, no sin antes haberme permitido dejarle ser parte de vida.

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