9. Almas Gemelas
Apago la luz de la habitación y me recuesto en la cama, me acomodo en la posición más cómoda que encuentro y me cubro con las cobijas, cuando estoy listo para dedicarle un par de horas a mirar el techo mi celular suena haciendo que lo desconecte del cargador y lo tome.
Camill. Leo en la pantalla. ¿Qué hace despierta a esta hora de la madrugada?, deslizo el dedo a un lado y lo pongo en mi oreja escuchando de inmediato su chillona voz.
—Hola, Jace.
—Hola Camill, ¿qué haces despierta?
—No puedo dormir, y como sé que tú tampoco por eso te llamo. ¿Cómo te ha ido?
—Normal
—¿Tienes nuevos amigos?
—Solo una.
—¿Una chica?
—Sí, una chica.
Con la mano libre cubro mis ojos y masajeo un poco el puente de mi nariz, su tono de voz no me agrada mucho.
—Oh, ¿y es bonita?
—Mmm, sí, es linda.
Hay un pequeño silencio, que me dice que una amiga no le agrada tanto, pero ni siquiera conoce a Charlotte, así que...
—Pero...
—¿Pero...?
—Yo creí que tendrías amigos niños, hombres.
—Puedo tener amigas también, no hay ningún problema.
—Pero no bonitas.
—Camill, que sea bonita no quiere decir que me guste.
—Pero tu le puedes gustar.
—Y tampoco habría problema en eso, yo no manejo sentimientos, es algo...
—Entonces si te gustaría a ti.
Suena molesta. Esto no acabará bien.
—Camill...
—¡Sí te gusta!, Jace, mi hermana
Susurra con la voz entrecortada.
—Camill, escuchame...
—¡No!
Seguido se escucha la línea libre, me ha colgado. Suelto un suspiro pesado y apago el celular.
Es una niña de ocho años, no comprende muy bien sobre las relaciones amorosas y amistosas, pero aún así piensa que quiero olvidar a su hermana, y yo jamás haría eso porque le hice una promesa, una donde prometo amarla.
No sé qué esperaba, obviamente se iba a enojar, son ocho años peleando con casi veintiuno.
Es estúpido.
Me levanto de la cama y salgo de la habitación, camino a través del corto pasillo y llego a la cocina, exactamente al refrigerador. Saco una botella de agua y le doy un largo trago, la dejo en la isla y recargo mis brazos sobre esta, cierro los ojos y respiro profundo.
—¿Todo bien? —pregunta la voz de Ken haciendo que abra los ojos al instante y de un pequeño brinco. —Mierda, que susto.
—Perdón, no te quería asustar —ríe un poco— ¿todo bien? —vuelve a preguntar cuándo llega hasta mí y recarga sus brazos al otro lado de la isla.
—Sí, solo me dio un poco de sed.
—Te escuché hablar por teléfono.
—Eres un chismoso—sonrío.
—Bueno, mi habitación está entre la tuya y la de Leo, era escuchar tu conversación o las risas traviesas de Daphne y él.
—¿Están juntos?
—Eso parece, solo ríen y susurran cosas.
—Que triste estar junto a su habitación, por suerte yo me tomé la última.
—De saber que esos dos se tendrían ganas y terminarían riéndose juntos cada noche, te peleaba esa habitación.
Toma una botella de agua del refrigerador y le da un sorbo pequeño para después volver a mirarme.
—¿Hablabas con Camill?
—Sí.
—¿Y...?, detalles, detalles, me han quitado el sueño, necesito algo.
—Está enfadada.
—Por...
—No lo sé, parece que le ha enfadado que tenga una nueva amiga.
—¿Por qué?
—Piensa que Charlotte me gusta.
—Oh...
—Sí, oh...
—Está asustada, tal vez.
—¿Asustada?
—Sí, tal vez cree que si sales con alguien más olvidarás a Charlie, y por consecuencia a ella.
—Yo jamás haría eso.
—Tiene ocho, y prácticamente tú te convertiste en su hermano mayor, aunque no pienses hacerlo ella así lo siente.
—Ni siquiera me dejó explicarle que Charlotte no me gusta.
—Después lo hará, no pierdas el sueño por eso.
—Desearía que mi insomnio fuera por ese pequeño problema.
—Sabes, te hace falta vivir, estás perdiendo tu juventud.
—Lo intento, pero no puedo.
—Sí puedes.
—Nunca. A veces desearía que no me hubiera afectado tanto.
—Hubo mucha...
—...idealización. Mi error fue imaginar un futuro con ella, uno que no llegó ni a mitad de camino.
Tal vez si solo hubiera esperado en vez de planear todo un futuro, no hubiera dolido tanto.
—Entonces solo imagina...
—No puedo imaginar un futuro con otra chica—le interrumpo.
—No Jace. Imagina tu futuro, no dependas de alguien más, no necesitas a una persona para ser feliz.
No dependas de alguien más.
Ojalá fuera así de fácil. Estoy muy consciente de que soy dependiente emocional de alguien que ya no está, y de verdad he tratado de dejar de serlo y concentrarme en mí, pero no puedo, no soy capaz, y tal vez nunca lo sea.
Me acerco a Ken y lo abrazo con fuerza.
—Te juro que trato—susurro. —Trato todos los días, cada segundo y me es difícil...
Ken me abraza y me da un par de palmadas en la espalda.
—Lo sé, y te ayudaremos, bueno yo te ayudaré mientras aquellos dos se mueren de ganas.
Sonrío aun abrazándolo, no quiero soltarlo, quiero quedarme así un rato más sintiendo su apoyo sincero y sin pena.
—Gracias por escucharme y darme pequeños consejos cuando más los necesito.
—Para eso estamos los mejores amigos — murmura. Nos separamos y juntos vamos hasta el pasillo, nos detenemos en la puerta de nuestras respectivas habitaciones y nos miramos.
—Vamos a dormir—alza el dedo junto a su oído para poder lograr escuchar las risas de nuestros otros dos amigos —O tratar.
—Ojalá y ellos sí puedan tener su final feliz.
—Ya llegará el tuyo —susurra antes de entrar a su habitación y cerrar la puerta.
Suspiro y entro a la mía, me tumbo en la cama boca abajo y pongo la cara contra la almohada. No es tan fácil dejar de depender de alguien, si así lo fuera no habría tanta tristeza y melancolía en el mundo, no habría muertes por desamores, no habría auto lesiones, no habría que aguantar todo tipo de violencia. Ojalá fuera tan simple como encender y apagar un interruptor.
La noche continúa con rapidez y el reloj digital a mi lado avanza sin parar, lamentablemente el tiempo no se detiene, cada vez el techo se hace más interesante y me hace pensar más, y sin darme cuenta pasan las cuatro, las cinco y las seis, hasta que el sonido de la alarma del celular resuena entre mis cuatro paredes haciéndome saber que es hora de ir a estudiar y yo no he dormido absolutamente nada.
Que bella que es la vida de un trastornado.
Me pongo de pie y camino hasta el gran espejo, observo mi persona, las ojeras, el cabello revuelto y la ropa arrugada. Me iré así. A fin de cuentas no hay nadie a quien impresionar para ir bien perfumado, lo único que hago es lavarme los dientes, ponerme tenis deportivos y tomar mi mochila.
Salgo de la habitación encontrándome con mis otros amigos listos para desayunar.
—No dormiste—murmura Leo apretando los labios con desaprobación.
—No tenía ganas.
—¿Y de casualidad tienes ganas de desayunar?—pregunta Daphne.
—No, y como ya no tengo nada que hacer aquí mejor me voy antes de que se me haga tarde— me levanto y camino hasta la entrada, acomodo la mochila en mi hombro y tomo las llaves del auto, salgo de casa y antes de cerrar la puerta por completo escucho la voz de Ken decirles que solo tengo un día malo.
Sí es así, entonces todos lo son.
Son casi las seis con treinta y mi clase es a las siete, tal vez pueda ir por Charlotte y así evitarle una caminata a la escuela. Subo al auto y comienzo mi camino por las avenidas, paso frente a la universidad y sigo mi camino para ir a casa de Charlotte, justo cuando estoy a punto de llegar a su casa la encuentro caminando cerca del cruce peatonal. Se ve tan feliz mientras mira a su alrededor y saluda a toda la gente que se le cruza, algunas le devuelven el saludo y otras solamente la ignoran olímpicamente pero parece no importarle en lo más mínimo.
Toco el claxon con una sonrisa en el rostro, suelta un pequeño brinco y coloca las manos como si fuera a pelear, pero cuando ve que son yo se relaja y las baja, se acerca al auto y bajo la ventanilla.
—Me asustaste — murmura sonriendo recargando los antebrazos en la orilla de la ventana.
—¿Te subes o no?
—No — sonríe y ladea la cabeza un poco. Me está desafiando.
—He venido hasta aquí solo por ti, súbete.
—Pero la vista está bonita para caminar, el aire fresco es tan
—La ves por la ventanilla, solo quiero ser bueno el día de hoy.
Gira los ojos y abre la puerta, sube acomodando sus cosas y se coloca el cinturon de seguridad
—Pero qué bondadoso amaneciste, por cierto, ¿por qué tan temprano a la universidad?
—Ya estaba listo y no quería escuchar los comentarios de Daphne por no querer comer.
—Entonces no desayunaste, y tampoco...
—...dormí nada, ni cinco minutos, no pude cerrar los ojos sin pensar mil cosas por segundo.
Se queda callada y mira por la ventanilla. Gracias al cielo no me reprocha.
—Linda vestimenta — murmura sin mirarme.
—Claro...
—Es verdad, la ropa negra, el cabello revuelto, te ves guapo...
Algo extraño pasa en mi cuerpo al escuchar esas palabras pero decido ignorarlo, bueno un poco.
—Es justo como me levanté, ¿ves este pelo parado?—señalo detrás de mi cabeza, donde un digno mechón de pájaro loco se asoma— es natural, está ahí todas las mañanas, pero como lo quiero mucho hoy decidí dejarlo..
Ríe un poco, voltea a verme y luego frunce el ceño al mirarme a detalle.
—¿Al menos te lava...?
—Siempre me lavo los dientes.
Tan solo minutos después ya estamos caminando al salón de clases, absolutamente todas las personas están mirándome como si nunca hubieran visto a alguien recién levantado.
—No les hagas caso, te ves bien — murmura tratando de darme algo de apoyo.
—Tal vez sí un poco mal...
—Claro que no, es más— guarda el celular en su bolsillo y luego pasa sus manos por su cabello bien peinado, ahora pareciendo un estropajo— ya nos parecemos.
Sonrío por su... lo que sea que acaba de hacer.
Ahora todos nos miran a ambos, no solo a mí. A eso le llamo: sacrificarse por el equipo. Al entrar al salón nos sentamos en lugares diferentes, ella un poco más enfrente de mí en contra esquina, y yo junto a Leo, el cual ya estaba en el salón de clases cuando llegué.
—¿Se pusieron de acuerdo para no peinarse?
—Pues yo ya estaba, ella sé despeinado cuando entramos y todos me vieron extraño por venir en mis fachas.
Leo la mira y luego me mira a mí.
—Un lindo gesto.
—Sí, porque como ya éramos dos, todos dejaron de vernos y se pusieron a hacer sus cosas.
—Te está mirando.
—¿Quien?
—¿Pues quien más?, la madre naturaleza, Charlotte — susurra con obviedad.
—¿Y? — me hago el interesante, como si no me importara para nada.
—Mirala — susurra.
—No — susurro.
—¿Por qué no?, vamos, es bonita y no lo puedes negar.
—Pero no por ser bonita la tengo que ver.
—Anda, no seas tonto y dejate abrazar por su mirada.
—No digas esas cosas, te escuchas cursi.
—Dejame recordarte que tú eras el rey de la cursilería, y... Daphne me pegó esa frase, siempre me dice: cuando te miro siente que te abrazo con la mirada.
Nos quedamos viendo pero con un silencio en medio de nosotros.
—Que asco—murmuro. Giro y veo a Charlotte porque prefiero hacer eso que continuar escuchando a Leo contar sus extrañas maneras de coqueteo con Daphne.
Charlotte está mirándome como Leo dijo, cuando conectamos miradas ella hace un gesto que me hace sonreír, así que lo imito, luego ella hace otro gesto y yo vuelvo a imitar, hacemos eso durante un rato hasta que ahora solo estamos mirándonos fijamente con una ligera sonrisa, como en una clase de guerra de miradas.
—Vas a perder—murmura Leo mientras turna la mirada entre ella y yo.
—No creo.
—Antes siempre perdías con...
—Aquí es diferente — lo interrumpo de inmediato. Voy a ganar, antes perdía porque la chica me ponía demasiado nervioso, pero ahora es solo una simple guerra de miradas en la que...
—Señor Grey, pase al frente para que nos explique lo que vimos el día anterior—ordena el profesor a penas pone un pie en el salón de clases.
Y obligado, pierdo la guerra.
Me pongo de pie y antes de caminar hasta el frente, Leo susurra algo con diversión.
—Siempre pierdes...
Ignoro su burla y voy hasta el frente, el profesor me mira de pies a cabeza y luego se detiene en mi rostro con una mueca ligera de disgusto.
—Una vestimenta un tanto...
—¡Genial! —interrumpe Charlotte haciendo que el profesor la mire.
—Y usted, su peinado es un tanto...
—Genial—interrumpo atrayendo nuevamente su mirada. Él profesor suspira y suelta un suspiro mientras mira algunos papeles.
Antes de comenzar con mi mini exposición improvisada le doy una sonrisa a la princesita. Es malo que me haga sonreír tanto.
La clase pasa con rapidez al igual que las otras, hasta que por fin tenemos una clase libre en la que tenemos tiempo de comer, o intentarlo, pero por fin hay un rato sin estudio. Leo y yo caminamos con tranquilidad y en silencio hasta nuestro habitual árbol, a lo lejos se escuchan pasos, y segundos después ya tenemos a Charlotte a nuestro lado.
—Hola—saluda muy feliz caminando a mi lado.
—Yo... voy a buscar a Daphne, quedamos en ir detrás de los baños... —se frena de golpe y nos mira con los ojos bien abiertos—Adiós. — Corre en busca de su amada. Como si no supiera que se besan todas las noches sin falta, por algo Ken no duerme y sale a tomar agua unas cinco veces en la madrugada.
—Se gustan demasiado—murmura la chica a mi lado mirando aun a la dirección en la que se ha ido.
—Sí, pero por el momento solo se tratan como amigos con derechos, creo que aún no quieren formalizar nada.
—Espero que no lleguen las peleas.
—¿Por qué?
—Siempre hay problemas por eso, se besan, se tratan como novios y esas cosas, pero siempre hay uno que le tiene miedo al compromiso.
—¿Tú crees?
—Sí, tal vez, no sé, veo muchas películas.
Asiento con una sonrisa sin mirarla. Tal vez tenga razón, puede que en algún momento lleguen los problemas porque uno tendrá miedo del compromiso, y en este caso creo que sería Daphne, porque tendría miedo a que pasara lo mismo que con Karl, eso le afecto demasiado, pero no creo que Leo sea capaz de hacer eso, es un buen chico, además está enamorado hasta la punta de los pies.
Nos acomodamos bajo el árbol y Charlotte inmediatamente saca una caja de plástico con comida, la abre y es nada más y nada menos que espaguetis con albóndigas.
—¿Quieres?
—No, gracias.
Deja el recipiente en sus piernas y busca sabe que cosa en su mochila, hasta que sale a relucir un cubierto rosa brillante de cuatro picos.
—Pero traje un tenedor extra para ti—muestra el cubierto con una sonrisa en su rostro.
—Pero...—agita los tenedores en el aire y simula agarrar un poco de espagueti—okay, comeré.
Me da uno de los tenemos con entusiasmo y pone la comida en el espacio entre los dos.
—Yo sé que te gustaron mucho mis espaguetis.
—Sí , cómo no.
Me da un ligero codazo y luego continuamos comiendo mientras observamos a las personas pasar por todos lados, algunos parecen leopardos, otros perezosos, y otro solo caminan como gatos, con una estupenda elegancia en cada paso. Es divertido ver como cada uno tiene su esencia al caminar, y como cada uno tiene diferentes maneras de tomar la universidad.
Con pereza.
Estrés.
Y normalidad.
Adelante, adelante, toma la que quieras, tan solo por mucho dinero cada semestre puedes tener una nueva experiencia universitaria. Llora, ríe y llora de nuevo.
—Jace... —me llama. Volteo a verla y sorbo el fideo que se ha quedado en mi boca.
—¿Qué ocurre?
Se crea un silencio corto y luego vuelve a hablar.
—¿Cómo era ella?
Como era...
La pregunta me toma por sorpresa haciéndome toser.
—No tienes que responder si no quieres.
—No, no, no te preocupes. Pues... Charlie era muy tranquila, callada y bonita.
—Pero cómo era ella.
—Hermosa, era castaña de ojos avellana, sus facciones eran delicadas y muy bonitas, era delgada y algo alta, tal vez como de tu estatura.
—Sí, pero cuando tú la veías, ¿qué es lo que percibias?
—Amm... podía percibir belleza pura, delicadeza y finura, ella era tan bonita para mis ojos que no me cansaba de observarla, podía mirarla durante largos minutos sin aburrirme, sus labios me parecían antojables porque me recordaban a las fresas por su impresionante color rojizo natural, y sus ojos... esos ojos lograban transmitir demasiado. Me encantaba observarla, aunque suene raro y perturbador, ella en ese tiempo era como mi afición.
—¿Afición?
—Sí, ella se llevaba largas horas de mi día.
—¿Y te arrepientes de haber pasado todas esas horas pensando en ella?
—Jamás.
Charlotte me mira con una sonrisa y luego suelta un ruido extraño parecido a "oww".
—Eres todo un Romeo.
—Era.
—Claro, claro.
—Bueno, bueno, tú hiciste preguntas y ahora sigo yo, ¿qué sentías cuando veías a tu novio?
—Pues... no era amor pero yo así lo sentía, es muy guapo, eso no lo puedo negar, pero él no me hacía sentir amada o querida, aunque yo entregara mis días enteros a él, no lograba tener algo bueno por su parte, me hacía sentir insuficiente, pero aún así yo sentía que necesitaba tenerlo a mi lado.
—¿Y te arrepientes de haber pasado todas esas horas pensando en él?
—Siempre.
—¿Era el amor de tu vida?
—No, nunca llegó a ser el amor de mi vida. ¿Ella era el amor de tu vida?
—Posiblemente sí...
O solo era... mi alma gemela, alguien pasajero que solo me iba a romper como enseñanza.
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