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7. Odio Mucho

Sanar adecuadamente es muy difícil.

Giro a ver a Charlotte que está sentada a mi lado en la parada de autobuses de la escuela, miramos al frente donde está el estacionamiento sin decir palabra alguna, comemos cacahuates de la misma bolsa y seguimos aparentando esperar el autobús aunque yo llevo mi auto y ella irá conmigo. Así ha sido toda la semana, ella va caminando a la escuela porque ahora según le gusta ver el paisaje, pero después yo la regreso a casa sana y salva hasta la puerta de su edificio. Durante toda esta semana no he parado de pensar en cómo ella ha logrado olvidar todo su doloroso pasado con su ex novio. Necesito un consejo.

—Charlotte.

—¿Qué pasa?

—¿Cómo lograste olvidar?, ¿qué hay que hacer para lograrlo?

Toma otro cacahuate y lo lanza a su boca, un par de segundos después me habla.

—Fue muy difícil, más porque era mi primer novio y se había llevado mis años de adolescencia, las experiencias y vivencias que se supone tenía que disfrutar, entonces yo sentía que no había nadie más que él. Todos los días trataba de salir a caminar o algo y conocer gente nueva, de darme cuenta que hay más estrellas en el cielo.

Pero...

—¿Solo eso?

—Creo que deberías ir poco a poco. El comienzo para mí fue aceptar que hay más a mi alrededor, no sé si tú problema es sobre un amor o alguna tragedia, pero espero que mi consejo te funcione.

—El problema es que ya intenté salir con chicas, y no funcionó ni funcionará.

—Oh, entonces si es un amor. Pues ellas no eran las indicadas, no esperes que la correcta sea la primera con la que sales.

—Ya no me dan ganas de salir con chicas nuevas.

—Porque esperas que sean igual a ella...

—Sí...

—Me pasó igual, y mira que soy muy tonta porque ese chico me hacía daño cada vez que respiraba, por suerte ya no busco personas como él, no ha llegado mi chico ideal pero ya llegará, soy paciente, tal vez mi próximo novio ahora está en una aventura científica por la Antártida. Por eso no me preocupo y como cacahuates con un riquillo texano.

—¿Y mi próximo amor donde crees que esté?

Piensa un poco y luego parece que su rostro se ilumina.

—Tu próximo amor está en una batalla con un extraterrestre morado.

—Con Thanos...

—Sí, pero ya sabes, nosotros estamos bien porque el fin del mundo siempre sucede en California, Washington, New York, puede que en Florida y Boston, pero nosotros estamos bien aquí, solo hace falta esperar que tu amor nos salve y luego venga corriendo a declararte su amor para ofrecerte vivir en una caballa entre las montañas y alejarse del caos.

Wow. Tiene imaginación o... está loca.

—¿Tienes mucho tiempo para ver películas?

—Bastante, cuando quieras podemos ver una, te juro que no hablo, solo hago ruidos de emoción.

Sonrío y tomo otro cacahuate antes de levantarme y que ella haga lo mismo.

—Vamos a llevarte a casa Princesita. — sacudo mi pantalón y ajusto la mochila a mi hombro.

—De acuerdo

Después de dejarla en su casa he ido hasta la mía, al entrar me he encontrado con mis amigos comiendo, y con un cuarto plato repleto de comida. Si creen que voy a comer están muy equivocados, tengo asco y me revuelve el estómago pensar en comida justo ahora. Solo huyo a mi habitación y me encierro con seguro en la puerta, porque estoy seguro que Daphne viene y me saca de las orejas.

Me tumbo en la cama boca arriba y miro el techo como si fuera lo más interesante del mundo, tomo la almohada a mi lado y la abrazo mientras me giro un poco para mirar la pared, exactamente a nuestra foto de graduación. Esa mágica noche. Me gustaría devolver el tiempo y cerrar la puerta del balcón con seguro para que Leo no entre, me gustaría haberle dicho lo que sentía esa noche con las palabras más claras. Me gustaría tan solo verla un segundo.

Suelto un suspiro cansado cuando la puerta trata de abrirse y hace que desvíe mi atención de aquella foto.

—Vete.

—Ven a comer —grita Daphne a través de la puerta.

—No tengo hambre, pero gracias. — me giro de nuevo y veo la fotografía una vez más.

—Anda, no te puedes quedar ahí encerrado siempre.

—Es que tengo planes, me voy pronto.

—Mentiroso.

—De verdad.

—¿Cuáles son tus planes?

¿Cuáles son mis planes?

—Pues... saldré con Charlotte. — grito.

—Char... Charlotte y tú son muy buenos amigos muy pronto, ¿no crees?

Me pongo de pie y camino hasta la puerta para luego abrirla de golpe haciendo que de un paso atrás.

—¿Y? — pregunto mientras la miro directo a los ojos.

—Y creo que deberías darle espacio, no sé, ella parece buena, pero

Le corto la palabra y respondo de inmediato usando un tono no muy amigable.

—Pero no te metas Daphne, es asunto mío si somos amigos muy rápido, si lo que te asusta es ser reemplazada otra vez — dejo al aire las últimas palabras al darme cuenta de lo que acabo de decirle.

Frunce el ceño y su mirada inmediatamente se convierte en una dolida.

Mierda

—No puedo creer que tú dijeras eso, eres mi mejor amigo. Eres un maldito, antes eras lindo y después muy callado, pero ahora eres agresivo conmigo, desde desde que llegó esa Charlotte.

—Ella no tiene nada que ver.

—Pues yo creo que sí, me había acostumbrado al tú callado, ahora eres mal educado, agresivo, y

—Pues me importa una mierda lo que pienses de mi— murmuro.

Pero no es verdad, si me importa mucho lo que ella piense de mi, es mi mejor amiga desde hace años y ha estado conmigo durante cada mal momento que he pasado en mi vida, desde un dolor de estómago hasta el día en el que no puedo respirar por llorar mucho. Pero ese comentario se ha salido sin pensarlo, y claro que me duele haberlo dicho, pero justo ahora no estoy pensando de la mejor forma

Sus ojos se cristalizan y sin decir ni una sola palabra mas se va caminando a su habitación para cerrar la puerta con fuerza y dejarme parado como tonto en mi puerta. Soy muy idiota. No podía detenerme, pero solo seguí cuando sentí que liberaba algo dentro de mí, pero no quería hacerlo con Daphne, no quería lastimarla, lo juro.

Inmediatamente después del portazo mis dos amigos aparecen y me miran con el ceño fruncido.

—¿Qué ocurrió? — pregunta Ken acercándose a mi.

—¿Daphne está llorando? —pregunta Leo cuando se coloca junto a su puerta y sin pensar dos veces entra sin pedir permiso y cierra la puerta.

—Fui malo—confieso con angustia. — le dije cosas malas a alguien que no las merecía.

—No, Jace, no sabes cont

Lo esquivo y salgo de la habitación para ir hasta la puerta principal y tomar mis llaves.

—Mejor me voy, volveré más tarde cuando todo se calme, Daphne me odia y Leo también porque hice llorar a su amor.

—No te vayas así, quédate— se pega a la puerta para evitar que me vaya —Nadie aquí te odia, solo ha sido un malentendido.

—Necesito respirar, no soy yo ahora y si no estoy bien voy a lastimar a todos de alguna manera.

Sin oponerse de nuevo se aparta de mi camino y me deja salir de casa.

No sé qué he hecho ni porqué lo he hecho. Fui malo con mi mejor amiga y ella solo busca cuidarme y hacerme mejor persona, pero siempre termino desquitando mi odio con ella. Ahora debe odiarme o sentirse muy triste. Todo por mi culpa.

Bajo por el ascensor y espero llegar hasta el estacionamiento, una vez llego voy hasta mi auto y subo a este, tomo un bocado de aire y luego lo libero lentamente.

No tengo a dónde ir.

Aquí no tengo mi lugar feliz.

No quiero ir a un lugar público porque no me apetece compartir mi aire con un montón de desconocidos, así que mis opciones son nulas. Enciendo el auto y salgo del estacionamiento para unirme a los demás autos por las calles, manejo con tranquilidad mientras escucho una canción de fondo en la radio, pero el sentimiento aun comprime mi pecho.

Desearía estar en Texas y poder sentarme bajo el árbol de mi casa mientras mi madre me lleva una rebanada de pastel para hacerme sentir mejor, pero eso es mucho pedir en estos momentos, así que lo único que me queda es detener el auto junto a la acera en mi lugar de destino y bajar, camino hasta la entrada y jalo la puerta, la recepción luminosa y casi vacía es bastante bonita, esta es atendida por una mujer bien vestida de edad avanzada, la cual me causa confianza por sus divertidas gafas rojas.

—Hola, jovencito, ¿te puedo ayudar? — me sonríe. Me acerco hasta el mostrador y recargo mis brazos sobre él.

—Sí, vengo a ver a Charlotte Hamilton.

—Solo tengo que avisarle y que me dé permiso para pasarte. ¿Cuál es tu nombre? — levanta el teléfono a su lado y me mira a los ojos.

—Jace Grey.

Presiona un botón y lleva el teléfono a su oreja, supongo que espera a que ella conteste pues tarda unos segundos en silencio.

—Hola, Charlotte... sí, sí, todo bien. Hay un chico muy lindo esperando y quiere verte, su nombre es Jace Green.

—Jace Grey—corrijo.

Me mira de reojo y separa un poco el teléfono de su oreja.

—Es lo mismo, es un color.

Giro los ojos y comienzo a sentir la desesperación de que todo sea tan lento.

—Es Grey, no Green... de acuerdo. Adiós pequeñita.

La mujer cuelga el teléfono y luego me mira con la misma sonrisa acogedora del principio.

—Piso tres, puerta cinco. Te estará esperando.

—Gracias.

Voy al ascensor y presiono el número tres. Las puertas se cierran y comienzo a subir, lentamente, por suerte no es un piso muy lejano porque me está causando desesperación tanta espera. Las puertas se abren y voy directamente hasta la número cinco, toco dos veces y la puerta se abre al instante dejando ver a Charlotte con ropa deportiva y una sonrisa.

—¿Qué se te ofrece? —pregunta Charlotte con una sonrisa. Sin contestarle entro a su casa y me siento en el primer sofá que veo.

—¿Puedo estar un rato aquí?

Cierra la puerta lentamente algo confundida pues alguien no muy conocido acaba de entrar con toda confianza a su casa, si, yo también estaría tan confundido como ella. Camina hasta mí y se sienta en el mismo largo sofá azul en el que estoy.

—Claro, ¿pasó algo? — se atreve a preguntar, pues su tono de voz es algo temeroso.

—No quiero estar en mi casa, hay problemas que provoqué.

—¿Graves?

—Tal vez. Dije cosas malas y no quiero estar ahí hasta dentro de un rato que se calmen las cosas, y no tenía a dónde ir.

—Tranquilo, te ofrezco mi casa como refugio. ¿Tienes hambre?, estaba por comer, hice espaguetis.

—No tengo hambre, pero gracias— junto las manos entre las rodillas y suspiro sin mirarla.

—¿Seguro?, no comiste nada en la universidad, anda, acompáñame a comer— volteo a verla y es inevitable decirle que no a su sonrisa. Giro los ojos y asiento no muy convencido.

—Okay, espaguetis no está tan mal.

—Genial—da un salto y va directo a la cocina, la cual es de concepto abierto así que puedo ver perfectamente lo que hace desde el sofá. Mientras hace sus cosas me doy un minuto para observar el resto de su casa. Colores pastel, todo bien ordenado, un piano color negro junto a un gran ventanal con vista agradable, y uno que ortro adorno playero. La verdad es que es muy acogedora y divertida, trasmite paz, tanta que me dan ganas de dormir justo ahora, pero obviamente no lo haré porque si ya ha sido raro venir hasta aquí y entrar como Pedro por su casa, quedarme dormido sería digno de llamar a la policía.

—Aquí tiene su plato de espaguetis a la bolsa, riquillo texano. — alza el plato con su mano derecha y luego lo deja en la mesa de madera gris.

Me pongo de pie y mientras camino hasta la silla de la pequeña mesa, paso junto al piano y paso el dedo por todas las teclas sin llegar a presionarlas lo suficiente como para que emita su sonido. Siempre quise aprender a tocarlo, pero con las prácticas de fútbol que tenía no podía tener una actividad más, sin duda me hubiera encantado dedicarle alguna pieza en piano.

—Gracias— murmuro.

Sonríe y se sienta en la lateral opuesta a mí, con una sonrisa toma el tenedor y lo gira sobre el espagueti hasta que tiene una buena cantidad en él y comienza a comer mientras mueve la cabeza como si cantara una canción en su cabeza. Es rara, nunca había conocido a una persona como ella, tan feliz siempre, entusiasta, amable...

Voltea a verme con extrañeza, creo que me le he quedado viendo como estúpido. Absorbe su espagueti de forma divertida y habla.

—¿Tengo algo?, ¿un moco?, ¿salsita de tomate?

Sonrío por como dice salsita.

—No, todo bien, solo parece que te gustan bastante.

—Son deliciosos, los he hecho yo.

Tomo el tenedor de color peculiar. Rojo.

—¿Por qué los cubiertos rojos?

—¿Por qué no?

—Hay normales.

—Y son aburridos. Mi cuchillo rojo me hace sentirme en una película de terror.

—Eres muy extraña.

—Lo extraño es la onda.

—¿Según quién? —pregunto sonriendo.

—Según yo, y mi opinión es la única que vale sobre esto.

Ladeo la cabeza y la miro con aún más diversión.

—¿Y yo estoy en la onda?

—No, eres como un anciano callado y malhumorado, hasta la recepcionista Margo es más divertida que tú, ella sale a divertirse cada fin de semana, y dudo que tú lo hagas— me señala con el cubierto rojo.

La comida ha sido genial, divertida y repleta de risas y ruidos extraños por succionar los espaguetis, pero lo mejor de todo es que comí dos platos de espaguetis, y fue emocionante. Aunque Charlotte me medio obligó a comer el segundo, no lo sentí como una obligación para hacer feliz a alguien sino para hacerme bien a mí. Con ella no me siento mal, no siento su lástima o sus ojos siempre sobre mí arrinconando a hacer algo que no me nace en el momento.

Me gusta como va esto.

Ahora mismo estamos en el sofá separados a una distancia razonable para unos simples conocidos medio amigos, estamos tratando de elegir una buena película que nos agrade lo suficiente a ambos como para pasar un rato en silencio sin que sea muy incómodo. Pero sin duda está siendo muy difícil.

—Mmm... ¿Halloween 5? —pregunta.

—Scream—propongo.

—Mujer bonita.

—It

—La princesa y el sapo.

Amo esa película por una simple razón, pero aquí la verdadera pregunta es: ¿soy capaz de verla sin llorar?

—Por favor, es de mis favoritas. — suplica con el control entre sus manos.

Pues lo averiguaré justo ahora

—De acuerdo.

Pone play en la película y suelta un grito de emoción, sube los pies al sofá con las rodillas pegadas a su pecho y abraza estas para camuflar la emoción de ver la película de su infancia.

—¿Te molesta si canto las canciones?

—Si no cantas las canciones Disney, entonces no estás viendo la película con cariño.

—Que bueno que pienses así.

Hace una mueca y luego mira sus manos. Suelto un suspiro y miro el castillo aparecer.

—Adivino, tu novio odiaba que lo hicieras.

—Siempre, en realidad odiaba que cantara en general, no solo en las películas, en todos los lugares, en el auto, al darme una ducha, al tocar el piano — termina en un susurro agachando la cabeza, pero al instante la sube con el ceño fruncido y me mira — y es mi ex novio.

—Pues tal vez mi opinión no te importe mucho, pero si tienes una voz linda deberías explotarla. Deberías entrar a un concurso.

—Ya lo hice.

La miro sorprendido, eso no lo esperaba. La verdad es que si me la imagino en La Voz dando todo un show y que Blake Shelton se voltee primero.

—¿De verdad?, ¿qué programa era?, ¿La Voz?, ¿The X Factor?

—Sí, me inscribí en los futuros doctores hacedores de espaguetis cantan.

Una carcajada sale de mi ser como si estuviera en el mismísimo show de mi comediante favorito. No sé cómo he llegado a creerle.

—Eres...

—¿Soy...?

—Solo eso, eres.

—¿Eso qué quiere decir? — pregunta confundida.

—Que le puedes poner el significado que quieras, tu puedes pensar que te dije que eres bonita, cuando en realidad quise decir que eres extraña.

—Oye—se queja— te invitas a mi casa, te comes mi comida, ¿y me dices extraña y además fea?

—Recuerda que extraña es la onda, y no te he dicho fea.

Sonríe y sube el volumen a la televisión, la película ya pasa a las mejores amigas pequeñas soñar con una vida juntas y con su príncipe azul. Charlotte suspira sonriendo y mira la televisión con emoción como si fuera una pequeña niña de cuatro años.

—Puedes subir los pies al sofá, siempre y cuando te quites los zapatos.

—Estoy bien.

Se queda en silencio un segundo y luego vuelve a hablar.

—¿Te huelen los pies? — pregunta de la nada.

¿Qué?

—¿Qué?, claro que no. — volteo a verla de inmediato. ¿De donde se supone que saca eso?, ¿es acaso que yo doy un olor no muy agradable que hace creer que mis pies huelen mal?

—Entonces quítate los zapatos y sube los pies.

—No quiero.

—Okay, siempre estaré pensando que tus pies huelen a queso. — canta la última palabra.

—Pero... —suelto un suspiro y me quito los zapatos quedando solo en mis calcetines de balones de americano. A mi no me huelen los pies a queso, huelen a flores porque uso un buen aromatizante como para que vengan a decir que huelo mal. Subo los pies igual que ella y le sonrío falsamente.

—Mmm... huele a queso.

Extiendo mi pie hasta ella y niego.

—Mis pies huelen a flores.

Toma mi pie entre sus manos y hace como que lo huele. De acuerdo ya tomamos confianza, y yo tenía miedo de al menos cerrar los ojos y dormir por unos minutos.

—Mmm... queso azul, ¿o es queso Chihuahua?, tal vez Oaxaca.

Retiro el pie de inmediato y la miro con indignación.

—Mis pies no huelen a estados de México.

—Es broma, riquillo texano. Huelen a suavizante de flores, de ese que es color rosa.

—Eres tan...

—Extraña con onda—me corta con una sonrisa.

Después de ver la película y aguantarme las ganas de llorar me fui de casa de Charlotte sin antes darle las gracias, conduje a casa con una felicidad que hace mucho no sentía, y fue gracias a esta tarde tan divertida. Ahora mismo estoy fuera de casa dudando si entrar o pedirle alojo a Charlotte. Sé que hay alguien dentro que me odia mucho en estos momentos, y aunque tal vez el enojo ya se le ha bajado, puede que lo vuelva a tomar y con mucha más fuerza al verme de nuevo y recordad que he huido antes de pedirle disculpas.

Finalmente me decido y abro la puerta lento, asomo la cabeza y luego entro por completo, apenas cierro la puerta la mirada de Daphne, Leo y Ken cae en mi persona. Mi mejor amiga se pone de pie de inmediato y se va caminando a su habitación sin decir ni hacer algo, se detiene a la mitad y se gira en dirección a mis otros dos amigos.

—Leo—lo llama y hace un movimiento con la cabeza para que vaya con ella, él me mira serio y se levanta para ir tras ella, ambos caminan hasta la habitación y entran para luego dar un portazo.

Suspiro y camino hasta donde Ken, me siento a su lado y cruzo los brazos sobre el pecho. La verdad es que no esperaba más.

—Está muy enfadada—murmura Ken.

—Tiene todo el derecho de estarlo, fui un idiota.

—Leo logró calmar su llanto por la tarde, todo estaba bien hasta que...

—Hasta que llegué.

—Sí...

Me siento muy mal por haber dicho esas cosas a Daphne. Yo sé lo mucho que le dolió la infidelidad de Karl, y aún así me atreví a utilizarla en su contra. Soy su mejor amigo, nunca le había gritado o habíamos peleado. Siempre hay una primera vez para todo, pero definitivamente no me gusta estar peleado con ella, no con alguien que me ha apoyado en mis tiempos malos o que ha abandonado su sueño para estar conmigo.

Podría ir a disculparme pero está con Leo.

—¿Dónde estabas?

—Fui a casa de Charlotte.

—Okay. ¿Tienes hambre?

Niego.

—Pero si no...

—Comí. — interrumpo antes de que el sermón se hiciera presente una vez más en la semana.

—¿Qué comiste?

—Ella hizo espaguetis, comí dos platos repletos de ellos.

—¿Por qué con ella siempre comes y con nosotros no?

Alzo los hombros y lo escucho soltar un suspiro.

—Te extraño demasiado—murmura para después ponerse de pie e ir a su habitación, lo sigo con la mirada hasta que se pierde de mi vista y escucho un portazo más.

Yo también extraño lo que era antes.

Alguien que siempre estaba feliz...

Ahora soy alguien a quien habría odiado mucho por hacerle mal a personas que no lo merecen.

Me odio mucho.

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