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36. En Una Hora.

Estoy recostado en mi cama mirando la carta que está entre mis manos una y otra vez, aún no la leo, aunque estoy ansioso de hacerlo siento que no estoy 100% listo para no resentir lo sea que esté escrito en este papel. Miles de cosas deben estar escritas, millones de perdones, cientos de sentimientos.

Me da miedo abrirla.

Mis amigos ya leyeron las suyas, porque ellos también tenían cartas, cartas donde ella les agradece por siempre ser buenos amigos y nunca olvidarla a pesar de lo que hizo. Ellos lloraron, yo lo hice con tan solo escucharlos leerlas, por eso pienso que no estoy listo para leer mi carta, porque si la de ellos me lastimó, la mía me va a destrozar el alma entera.

Antes de poder seguir viendo la carta por largo tiempo, la llamada de mis padres en la computadora me hace dejar aquél papel de lado, casi lo olvido, ayer quedamos en hablar, en que me darán una noticia para mi bienestar.

—Hola, hijo—saludan ambos a través de la pantalla.

—Hola.

—¿Cómo estás?

—Aún me tiene conmocionado.

—¿Ya la leíste?

Niego mientras miro la carta a mi lado.

—No, siento que aún no estoy completamente en paz conmigo mismo como para leer todo lo que ella me escribió. Es demasiado para mí.

—Llegará él tiempo en el que puedas con eso y con todo— dice mamá con una ligera sonrisa.

—Espero que sea pronto. ¿Qué me querían decir?

Sus rostros cambian un poco, de la felicidad que tenían hace segundos ahora solo queda un porcentaje nulo, ahora solo puedo ver nerviosismo y tal vez duda.

—Jace, quiero que tomemos esto con calma y lo hablemos como adultos que somos ¿De acuerdo?, quisiéramos hacerlo en persona pero tiene que ser lo más rápido posible — habla papá.

—¿Qué es tan importante?

—Tú sabes que Daphne nos informa todo lo que pasa respecto a tu bienestar emocional, ella nos mantiene al tanto de todo lo que sucede en el psicólogo, como de los medicamentos y nuevos trastornos. -- aclara mamá.

No les dije de los brotes psicóticos

—Ella nos contó sobre el brote psicótico que se generó en ti, nos contó sobre lo que el doctor le dijo y le recomendó. —habla papá.

¿Recomendó?, ¿los medicamentos?

—Qué les dijo Daphne.

—Nos dijo que la psicosis llegó por la ansiedad y la depresión, y esto la generó haciendo que tuvieras un brote con tendencias agresivas.

—Tengo medicamentos.

—También nos dijo que te niegas a tomarlo, y está bien que tengas miedo de portar esa cantidad tan grande y pesada de pastillas, pero son por tu bien. -- aclara mamá.

—No es tan malo lo que me está pasando, estoy sobreviviendo.

—Es qué no queremos que solo sobrevivas, queremos que vivas la vida como debe, como mereces—dice papá con los ojos llorosos.

—Pronto estaré bien, lo prometo.

—Hablamos con el doctor, y él nos recomendó algo qué nos hizo pensar bastante. Lo hablamos con Daphne y decidimos que será mejor que te tomes un año sabático de la universidad.

—¿Qué?

—Vas a volver como mínimo un año a Austin, en una semana— aclara papá con firmeza.

—No, yo estoy haciendo mi vida aquí.

—Sabemos que estás luchando por hacer una vida en Ohio, pero lo mejor para tu salud es regresar y tomar un descanso.

—¡Pero no quiero! —levanto la voz.

—Esta decisión no está en discusión—dice papá con firmeza—Daphne y nosotros lo hablamos, y nosotros decidimos eso.

—Pues Daphne y ustedes no tenían que tomar esa decisión por mí.

—Daphne no la tomó, solo lo aconsejó, no la tomes contra ella— advierte mamá con tranquilidad.

—¿Les aconsejó?, ¿ella les dijo que sería mejor si volvía?

—Jace, nos lo aconsejó porque...

Cierro la computadora de golpe y me levanto de la cama para salir de mi habitación, el enojo que ahora mismo recorre mi cuerpo no es sano, pero de verdad que estoy tan dolido que solo puedo pensar en desquitarme. Cuando abro la puerta de golpe mis tres amigos me miran con susto, Ken desde la cocina me pregunta si estoy bien pero no le respondo porque solo estoy concentrado en ir a desquitarme, Me detengo frente a Daphne haciéndola lucir pequeña y la apunto con mi dedo para luego decir:

—¡Eres una maldita traidora! —le grito haciendo que se sorprenda.

—¿De qué hablas? —pregunta con desconcierto, se pone de pie y al notar mi exagerada cercanía ella se aleja caminando hasta detrás del sofá que nos separa.

—¡Me traicionaste! — grito mientras trato de que las lágrimas no salgan de mis ojos.

—Yo no hice nada.

—Te querías deshacer de mí, por eso le sugeriste a mis padres que me llevaran de regreso a Austin.

—Yo, yo... yo solo les dije lo que sugirió el doctor.

—Escúchame muy bien Daphne Jensen, tú no tienes ni un solo maldito derecho sobre mí, tú no decides nada por mí, tú no hablas por mí, tú no sabes cómo me siento como para decirles a mis padres tal cosa, ni siquiera si te la dijo el doctor. Creí que eras mi amiga.

—Pero si lo soy... —susurra al borde del llanto.

Niego sin retirar la mirada de la suya.

—No, no lo eres, solo eres una traidora de mierda.

—Hey, basta ya— dice Ken tratando de apaciguar los humos. —Nosotros también creemos que es mejor que tomes un descanso, preferimos que vayas y seas feliz a que sigas sufriendo.

—A ustedes les va y les viene si estoy estoy bien o mal, si estoy vivo o me muero.

—No, no nos va h nos viene, nos importas

demasiado como para no preocuparnos, solo es por tu bien.

—Un bien, esto no es un bien, ustedes no son mis amigos, ustedes solo se quieren deshacer de mí para por fin vivir tranquilos y sin responsabilidades, ni alarmas, ni desvelos, ustedes no me quieren.

—No digas eso porque estás muy equivocado—murmura Daphne.

Cierro mis puños acumulando fuerza y adrenalina que cada vez me está siendo imposible acumular.

—Nos importas y te queremos demasiado, por eso estamos de acuerdo con la decisión de tus padres. Estás mal Jace, necesitas sanar con tu familia como apoyo, y nosotros también extremos ahí— habla Ken a mis espaldas.

—Nosotros también tenemos miedo, Jace— habla Leo mientras mira mis puños y luego aparta a Daphne para quedar cara a cara conmigo con una expresión triste y temerosa.

—¿De qué van a tener miedo ustedes? Ustedes no viven con un dolor en el pecho todos los días, ustedes no sienten la falta de aire en un ataque de pánico y ansiedad, ustedes no lloran todas las noches, ustedes no luchan todos los días de sus vida para levantarse de la cama, ustedes no tratan de disipar los pensamientos malos, ustedes no pelean con su subconsciente cada minuto, ustedes no toman pastilla. Aquí el único que puede decir que tiene miedo soy yo.

—Nosotros tenemos miedo de que tú... — alza la voz pero es interrumpido por Daphne.

—Leo, no.

—Ya no puedo retenerlo más—le susurra para que luego vuelva a verme— Nosotros tenemos miedo de que termines como Charlie.

—No hables de ella.

—No quiero que un día yo mire tu habitación y no estés ahí— dice entre el llanto que ha comenzado a derramar. —No quiero que mueras como ella.

Tal vez el dolor de la verdad fue quien me orillo a esto. El primer golpe lo tiro yo, luego el segundo también yo, y el tercero, y el cuarto, en realidad todos. Leo no me ha tocado, solo se cubre con sus brazos el rostro, pero tal barrera no ha sido suficiente para todo el enojo dolido acumulado en mi cuerpo. Ken finalmente logra separarme de él jalándome de los hombros. Miro a Daphne quién llora desde una esquina, luego a Leo, quien se pone de pie con dificultad, con su mano toca su rostro y moja sus dedos con el líquido que brota de su nariz y boca.

Miro mis puños y luego a Leo. Está totalmente ensangrentado y es mi culpa, la evidencia está en mis manos, en mis puños manchados de su sangre. El enorme silencio es demasiado aterrador, Leo sólo me mira serio, no hace nada, no me golpea, ni me habla.

Nada.

—Perdón— me disculpo al sentir el miedo en mi cuerpo. Me separó de Ken y camino hasta la puerta— perdón, perdón, perdón, no, yo no quise, yo solo... no, no— tomo las llaves del auto.

—Jace, tranquilo, todo está bien, deja las llaves en su lugar.

—No, yo, yo me iré, no voy a provocar más.

—No, quédate, por favor, vamos a hablar— habla Leo mientras trata de cubrir su nariz que aún sangra.

Niego repetidas veces.

Veo a Daphne.

Veo a Ken.

Veo a Leo.

Salgo del departamento y corro en dirección al ascensor, presiono el botón para bajar al estacionamiento, justo cuando las puertas se abren choco con alguien, Charlotte, quien acaba de dejar una bicicleta estacionada a un lado del ascensor, la miro asustado pero no digo nada, solo continúo caminando hasta mi auto.

—¡Jace, espera!

—No, no, no.

—Espera, ¿qué pasa?

No le respondo, solo subo al auto y antes de poder cerrar las puertas ella sube.

—No puedes manejar en este estado.

—Estoy bien.

—Tú respiración está muy acelerada, cálmate, respira— pone una de sus manos en mi pecho.

Enciendo el auto y retiro su mano bruscamente.

—Te dije que estoy bien.

Salgo del edificio y comenzó a conducir por las calles que llevan a su casa.

—¿Qué ha pasado?

—¿Acaso te importa?

—Bastante, me importa lo que te pase a ti.

Sufro una risa burlona y niego.

—A nadie le importa lo que me pase o sienta.

—Eso es mentira, puedes hablar conmigo, y lo sabes, yo siempre estaré.

—Nadie está nunca para alguien trastornado. Nadie está nunca para alguien dolido.

—Es mentira.

—¡Deja de decir que es mentira porque no lo es! — grito exaltado haciendo que se sorprenda y su cuerpo se pegue ligeramente a la puerta del copiloto.

—Detén el auto, necesitas calmarte, no puedes continuar conduciendo así.

—Sí puedo ¿Acaso alguna vez chocamos?, ¿atropellé a alguien?, ¿me pasé alguna señal?

—Baja la velocidad que esta callé es comercial y hay mucha gente.

—Me importa una mierda, todo, absolutamente todo, hasta tú.

—Aunque decidimos ser amigos el sentimiento de amor que te tengo aun existe fuerte en mi pecho, no puedo creer que tu dijeras eso.

—Pues créelo, porque ya salió de mí.

—Y aún así yo te seguiré amando, y te amaré hasta el último de mis días.

Niego varias veces tratando de seguir manteniendo la poca calma que me queda, pero con esa frase todo se ha derrumbado.

—¡Cállate, cállate, tú no eres ella, tú no eres Charlie!

—Así es, yo no soy ella— comienzo a notar su cambio de todo, del dulce y tranquilo ahora ha cambiado a uno enojado y dolido.

—Y ten por seguro que jamás lo serás.

—Yo soy Charlotte, no Charlie, yo nací en Miami, no en Austin, a mi me gusta cantar, no pintar, y yo no... —se detiene al instante.

—¿Y tú no qué?, ¿no estás muerta?

—No es lo que iba a decir.

—Claro que lo ibas a decir.

—¡Qué no!

—Es obvio qué sí, ibas a decir eso pero te arrepentiste porque sabías que estaba mal, pero aún así lo pensaste.

—¡Que no iba a decir eso, deja de acusar sin saber lo que realmente iba a decir!

—No necesito que me lo digas para comprenderlo.

—No debí venir.

—Pues tú te subiste sola, puedes bajarte cuando quieras.

—Pues detente que me bajo.

Freno de golpe haciendo que varios autos toquen el claxon por la falta de movimiento, pero sinceramente no me importa. Ya nada lo hace.

—Escúchame muy bien, Jace Grey, me voy a bajar de este auto y entraré a esa cafetería — la señala — y aún sabiendo todo lo que me acabas de decir te voy a dar una oportunidad más, estaré ahí unos cuarenta minutos, si decides ir y sentarte a mi mesa y hablar podremos seguir siendo amigos, pero si no apareces, se acabó, como si nunca nos hubiéramos conocido, y no me vas a buscar, porque no te voy a perdonar. Ambos tenemos traumas, y cuando superé uno de ellos juré que ningún hombre me iba a hacer sentir mal, como justo tú lo estás haciendo. — baja del auto y cierra la puerta. Me quedo quieto siguiendo sus pasos hasta que desaparece a través de la puerta de madera de aquella cafetería.

Al escuchar los claxon sonar continúo conduciendo y pensando en lo que me acaba de decir.

O se acabó.

Que estoy haciendo, en tan solo una hora me he peleado con todas las personas que quiero, mis padres, mis amigos...

Y ahora como arreglo todo esto.

Conduzco hasta el aparcamiento del departamento de nuevo, estaciono pero no bajo, solo me quedó ahí, pensando en lo que acaba de pasar, miro el reloj y suspiro, con todo el tráfico ya han pasado veinte minutos.

Si me aferro a mi orgullo y mi dolor voy a perder todo, tal vez tienen razón, necesito un descanso, cuando creí que Ohio me haría bien estaba totalmente equivocado, fue peor.

Tal vez debería ir a Austin.

Tal vez debería disculparme con Leo.

Tal vez debería rogarle a Daphne para que me perdone.

Tal vez debería escuchar a Ken.

Tal vez debería ir a buscarla.

Enciendo en auto para ir a aquella cafetería y rogarle que me perdone por todo lo malo que he hecho. Justo a punto de salir del aparcamiento veo a mis amigos salir del ascensor con unas llaves en mano de Ken, tal vez me buscarán, pero yo iré en busca de ella.

Conduzco con rapidez por la avenida exageradamente transitada por culpa de sus comercios en exceso, pero nada de eso me detiene, ella dijo que se iría y no la iba a poder buscar. Necesito llegar.

¿Y luego qué pasará si me voy?, ¿qué se supone que haría en Austin?, ¿un desalmado en pena?, ¿qué pasará con mis amigos y nuestra amistad?, ¿con mi familia?, ¿con la escuela?, ¿con Charlotte?

Aprieto el volante al sentir el pánico por todas las preguntas que me he hecho.

¿Que pasara conmigo?

Y un nuevo brote llegó en el peor momento

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