33. A Mí.
Mis ojos me arden mucho.
La luz que ha estado pegando fuertemente en mis ojos por largas horas, me ha comenzado a molestar y hacer doler mi cabeza y ojos, los trabajos acumulados cada vez parecen más eternos y tediosos, mis dedos ya duelen por escribir, dibujar, pintar y teclear.
Maldigo los días que falté a clases sin importar ni pensar en las consecuencias.
Dejo el portátil de lado y me tiro hacia atrás cayendo entre todas las almohadas amontonadas, cubro mi rostro y suspiro de forma larga y pesada tratando de liberar un poco de estrés. Ni siquiera me puedo concentrar bien, tengo tantas cosas en mi cabeza, entre ellas Charlotte y nuestra pelea en el campus. Tiene tanta razón, la he lastimado con mis acciones, y aunque no ha sido de forma intencional lo he hecho.
Trato de seguir trabajando pero me es imposible concentrarme cuando lo único que quiero es ir a su casa y disculparme. Me pongo de pie y me coloco una chaqueta, una gorra, y tenis. Salgo de la habitación dispuesto a ir a su casa, pero las miradas de mis amigos me detienen. Están teniendo una clase de doble cita mientras ven películas.
—¿A dónde vas? —pregunta Ken.
—Voy a casa de Charlotte.
—¿En tu auto?—pregunta Daphne por lo bajo.
—Sí ¿Algún problema con eso?
—Tranquilo—advierte Leo al notar el tono de voz que estoy utilizando. —Solo ten cuidado, y toma tus medicamentos antes de irte.
—Ya lo hice—miento.
Leo me da una mirada como para sacarme la verdad, pero yo soy más fuerte que eso.
—De verdad lo hice—miento de nuevo.
—Okay, okay, ve con cuidado.
Salgo del departamento y camino hasta el ascensor, me adentro y presiono el botón que me lleva hasta el estacionamiento subterráneo, mientras tanto yo me dedico a pensar, a pensar en mí, en Charlie, pero sobre todo Charlotte.
¿Cómo he podido ser tan idiota? Sabiendo que no soy 100% estable fui y me abrí con ella.
Dios, ella debe de odiarme profundamente ahora. Y me quiero disculpar y aclarar cosas, pero... ¿Qué si ni siquiera me abre la puerta? ¿Quedaremos mal para siempre?
Solo espero que me tenga piedad.
Al salir del ascensor me subo al auto que aún no es mucho de mi agrado, sí, es bonito, pero aún siento que no merezco ser premiado con tan grande y valiosa cosa. Sin pensar mucho enciendo el auto y comienzo el camino hasta casa de Charlotte, solo teniendo millones de esperanzas de que me abra la puerta, la última vez que se enfado me dejó esperando largo tiempo, y ciertamente lo merecía, pero fue agotador. Solo quisiera regresar el tiempo a ciertas partes de mi vida para evitar algunas cosas, quiero dejar de decir perdón, quiero solo ser una buena persona con una buena vida.
Es mi único deseo.
Al llegar bajo del auto y me adentro al edificio de Charlotte, sin esperar nada subo al ascensor y presiono el número del piso. Me recargo en la pared y cierro los ojos para luego contar hasta diez y respirar.
—Tienes que calmarte Jace, solo respira, no puedes tener otro brote, menos en este momento—Siento el pecho doler de los nervios.
Debí tomar los medicamentos.
Me siento sin aire, muevo mi pie repetidas veces haciéndolo resonar contra el suelo, justo cuando estoy por entrar a un ataque de pánico las puertas del ascensor se abren haciendo que el aire vuelva a mí. ¿De verdad me da tantos nervios que ella me odie?, ¿qué ella ya no me quiera ver?, ¿qué se vaya para siempre de mi vida?
No, no, no, no, Jace, no. Ella no hará eso, todo estará bien y seguiremos siendo amigos, buenos amigos.
Toco la puerta dos veces y espero que abra, con mi mano tapo la mirilla para que sus no pueda rechazarme.
—Sé que eres tú, Jace.
—Cómo lo sabes— repongo quitando mi mano de la mirilla.
—Sabes que la recepcionista es mi amiga, ella te conoce, y la historia de nosotros. Me llamó en cuanto subiste al ascensor.
—¿Me puedes abrir?
—¿Pará qué?
—Para hablar.
—Ya estamos hablando.
—Charlotte, te lo pido por favor.
Un suspiro pesado se escucha a través de la madera y luego el sonido de los seguros abrirse, después de tantos días por fin la vuelvo a ver de cerca, y ella luce igual que la última vez, luce genial.
—No luces muy bien—confiesa en un susurro. Se hace a un lado sin soltar la puerta y me da el pase,sin pensarlo dos veces entro a su casa y me siento en el sofá, ella cierra la puerta y se sienta a mi lado.
—Lo sé, no estoy para nada bien.
—¿A que viniste? —suelta de repente.
Tomo un bocado de aire y volteo a verla.
—A pedirte perdón.
—Justo ahora.
—¿Llegué en un mal momento?
—Pará nada, solo lo digo por qué lo pudiste haber hecho desde hace mucho, o se pudo haber evitado. Solo digo—afirma con seriedad.
—Perdón por haberte ignorado.
—Sabes, no fue el que me ignoraras al 100%, sino que me dijiste que te gustaba, y te confesé mis sentimientos hacia a ti, yo de verdad creí que algo iba a cambiar, y lo hizo, pero para mal, desapareciste, te esfumaste, y lo peor es que fue cuando... cuando fuimos a Austin, de haber sabido que cambiaría nuestra relación después de ese viaje no hubiese ido nunca—murmura con un toque frustrado.
La entiendo perfectamente, si yo hubiese sabido que nuestra relación cambiaría nunca la hubiese llevado, o tal vez sí pero no a aquellos lugares.
—Sé perfectamente que te lastimé, incluso me lastimé a mí, yo también pensé que algo iba a cambiar pero jamás pensé que de esta manera. La he pasado pésimo, he tenido ataques de ansiedad y pánico, las nuevas pastillas, él brote psicótico que me llegó, son tantas cosas que le han pasado en tan pocos días.
—¿Por eso no me podías mandar ni un mensaje? —pregunta con calma.
—Sí, prefería no hablarte para no descargar mi furia contra ti, y estaba tan agotado de todo, de comer, de dormir, de ducharme, de hablar, de todo, lo juro.
—Yo te quiero mucho Jace, pero debes comprender que me lastimas.
—Eso lo comprendo perfectamente, no lo dudo ni en un segundo.
—¿Entonces?
—Quiero que hablamos mas a detalle sobre lo que pasará con nosotros.
—¿Tú que esperas que pase?
—Sinceramente no mucho, después de todo lo que he hecho no creo que te queden muchas ganas.
—La verdad es que no.
Sonrío con fuerza y asiento.
—Es qué... —comienzo a sentir un nudo en la garganta—... yo creí, yo sentí que podía avanzar, estaba muy confiado de que tú y yo íbamos a poder caminar juntos de la mano, pero luego la escuché a ella, a Charlie.
—¿Qué?
—Cuando estábamos en el cementerio escuché un susurro, y era su voz, estaba enfadada porque te lleve, el psicólogo me dijo que tuve un brote psicótico que me hace tener alucinaciones, todo es producto de mi mente, probablemente a Charlie le va o le viene que tú y yo estemos juntos, pero a mi cabeza no, y se ha creado toda una alucinación. Todo esto combinado con la depresión, la ansiedad y la dependencia, hizo que mi cuerpo explotara en emociones haciendo que lo peor viniera.
—Creí que...
—Que estaba sanando, yo también, pero creo que de eso nada, creo que estoy perdido.
—Yo creo que estás en una fase del duelo.
—Ya estoy cansado de todas esas estúpidas fases del duelo ¿Por qué no simplemente puedo pasar de la tristeza a la felicidad?
—Todas estás fases son para que puedas sanar y asimilar todo.
Suelto una risa corta y niego.
—Y sabes, te voy a acompañar en este duelo.
—¿Enserio no me vas a dejar de hablar?
—No, creo que ya tengo muy claro que pasará con nosotros.
—¿Y eso es?
Sinceramente no espero respuestas buenas.
—Te voy a ayudar, te voy a acompañar, y no te dejaré de querer, pero como amigos, vamos a ser amigos durante todo este tiempo.
—Amigos...
—Sí, al menos hasta que...
—Esté bien.
Asiente con seriedad sin apartar la mirada de mí. No es lo que quería escuchar, pero sin duda es lo que me he ganado.
—Aún estás a mitad del duelo, y lo comprendo perfectamente. Me encantaría poder experimentar una relación contigo, eres un chico maravilloso, cariñoso, lindo, amable, pero tu duelo interfiere, mejor dicho, yo interfiero en tu duelo, tanto tú como yo merecemos lo mejor, tú sanar correctamente y ser feliz, y yo...
—Y tú mereces un amor que te dé todo.—suelto una risa pequeña y sonrío ligeramente—hubiera sido lindo poder comenzar a ser algo más... que amigos.
—Sí, pero no es nuestro momento de estar juntos—susurra.
Nunca es mi momento de estar con alguien, siempre hay algo que me aleja de esa posibilidad.
—Pero ¿Puedo seguir viniendo a ver películas, comer pizza o simplemente hablar?
—Claro que sí, somos amigos, no debemos dejar de hacer todo lo de antes, obviamente los besos y el... sexo es algo que ya no pasará.
—Lo voy a extrañar— confieso.
—Extrañarás ser un galán conmigo.
—Sin duda.
Un silencio se abre entre nosotros haciéndonos quedar solo sentados y mirando al frente, aún con la situación el silencio no es incómodo.
—¿Estás tomando tus pastillas? —pregunta.
—No.
—Jace, por favor, como tu amiga que te quiere y estima, tómalas, son buenas.
Tomó un bocado de aire grande y la miro con un poco de miedo por lo que voy a confesar.
—A veces quiero morir.
—¿Qué? — pregunta como si no me hubiese escuchado o su mundo se hubiera parado en ese instante.
—A veces siento la necesidad de morir, a veces quiero sólo dejar de respirar y olvidarme del mundo. Cada vez que ese pensamiento llega a mí, mi pecho se contrae, así que busco cualquier cosa para distraerme, por eso me gusta ver el techo por largas horas, porque mi mente comienza a pensar en mucha cosas, cualquier cosa en realidad, y todas esas Ideas van empujando la idea de muerte hasta el final, hasta que me olvido un rato de eso—me detengo por el horrible nudo en mi garganta que está luchando por no romperse—pero ahora con todo esto lo único en lo que pienso es en morir, ni siquiera ver el techo y pensar en miles de cosas me quita esa idea de la cabeza, siempre está en la cima de todo. Y muy dentro de mí... yo de verdad no quiero morir, quiero graduarme, casarme, ver a mis padres celebrar sus aniversarios, quiero llevar a Juliette a su primera cita y amenazar al chico, quiero tener hijos, quiero seguir viviendo, pero también quiero verla, quiero ir con ella, quiero ir con Charlie.
Los ojos de Charlotte están cristalizados, y probablemente los míos están igual, lo único que estoy esperando es que me diga que me medique, me vaya se su casa, me muera, o no sé, no espero nada bueno.
Mis pensamientos son tan idiotas como para pensar que ella diría eso.
Sus brazos me rodean y me dan el apoyo y cariño que necesito después de esta fuerte confesión.
—No digas eso nunca Jace—llora—no te dejaré ir...
Sin poder retener más el nudo en mi garganta suelto el llanto y me aferro a su abrazo escondiendo mi cabeza entre su hombro y su cuello.
—Perdón, por favor perdóname...
Y creo que esa última frase no iba 100% dirigida a Charlotte, sino a mí. Completamente a mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro