18. ¿Y La Leche?
Llego a casa con una ligera sonrisa, son varios los sentimientos que la componen, no es solo uno, no puedo decir que es una sonrisa nerviosa o una sonrisa enamorada, porque no puede ser solo una cosa, son miles de cosas las que me pasan ahora mismo.
En cuanto cruzo la puerta me topo con...
—¿Por qué Leo solo va en calzoncillos? —pregunto quedándome impactado de lo que estoy viendo. Estoy... confundido.
Mi vista ahora solo se puede centrar en unas simples cosas:
1- Leo casi desnudo.
2-Daphne con la playera del antes mencionado, con el cabello revuelto.
3-Ambos con chupetones por todo el cuello.
—Hice una pregunta.
Ambos se miran y Leo corre a su habitación haciendo que lo pierda de vista. Y lo agradezco, sus calzoncillos de Power Rangers estaban poniéndome algo incómodo.
—¿Cómo te fue en tu salida? —pregunta Daph con una sonrisa nerviosa mientras pone su mano en la pared tratando de tomar una pose relajada.
—No me cambies de tema.
Baja su mano de la pared y ahora toma una pose frustrada con brazos cruzados y todo eso.
—Jace, ¿por qué siempre tienes que llegar cuando salimos de la habitación?, siempre nos encuentras en los momentos más vergonzosos.
—Me voy durante horas, ¿porque no piensan en Ken?, el puede escuchar sonidos—señalo los oídos como si le explicara algo a un niño pequeño.
—Bueno, nosotros escuchamos los ruidos de Ken y Sucy primero, teníamos que distraernos también.
Cierro los ojos y le hago un ademán para que pare y siga perturbando mis oídos.
—Que asco.
—No es un tema tabú.
—Doy gracias al cielo por haberme ido, no hubiera sido capaz de escucharlos hacer sus... cositas.
—Nosotros no hicimos esas... cositas tan extremas, aún no.
—¿Entonces?
—Solo besos y...
—Ya no quiero saber, sabes, si veo a Leo con calzoncillos de Power Rangers, me imagino todo tipo de cosas.
—Tú preguntaste—dice con una sonrisa. Me siento en el sofá y ella junto a mí colocándose un cojín sobre las piernas.
—¿Cómo te fue?, de verdad quiero saber.
Me quedo serio mirando hacia abajo con una ligera sonrisa mientras recuerdo todo lo que pasó, y es que es imposible no sonreírle a ese recuerdo, es como engañarme si me mantengo serio.
—Me fue... bien.
—Tu sonrisa no dice que solo bien. ¿Hiciste cositas?
—No Daphne—la miro con desagrado.
—¿Qué hicieron?
—Fuimos a un pequeño mirador e hicimos un mini picnic nocturno... —sonrío mirando hacia mis manos mientras juego un poco con ellas.
—¿Y qué más?
—Escuchamos música.
—¿Y ya la adoptaron como suya?
—No, solo bailamos la canción.
—¿Cuál?
—Ma Belle Evangeline.
Sonríe apretando los labios, ella entiende completamente el significado que tiene esa canción para mi.
—¿La bailaron de una forma divertida o...?
—Romántica.
—¿Lo sentiste romántico?
—Completamente, tal vez solo fue el momento, sabes, pero eso no fue de solo amigos, nos abrazamos, como en un vals, nos miramos a los ojos y había esa conexión que no es simple, y va más allá de eso, de una simple amistad. Pero sé que solo fue el momento.
—¿No has pensado en qué te puede llegar a gustar Charlotte?
—¿Te molestaría?
—Me moleste o no, lo que importa realmente es lo que tú sientes. Sí, me pude haber enfadado antes con ella, pero ya no quiero que estés triste, y si ella te hace feliz, aunque sea lo más mínimo, lo tengo que aceptar, no me queda de otra.
—No quiero que la trates bien solo por mí, quiero que te caiga bien, honestamente.
—Y lo hará, ahora lo hace, ¿sabes lo lindo que es verte entrar con una sonrisa, con las mejillas rosadas y verte jugar con tus manos nervioso?, Dios, Jace, estás gustando de alguien.
—Daphne, mejor vete a dormir con Leito, ya debe tener mucho frío, deberías ir a calentarlo.
La veo sonreír ante mi comentario obviamente de doble sentido.
—No creo, dijo que ya estaba en su máximo de calentamiento, y si yo seguía solo en modo microondas no podría aguantar lo suficiente. Por eso se fue a su habitación.
—Lo traes muy loco.
—Nunca he perdido mi encanto.
—Solo que ese encanto está enamorado.
Me acerco y le revuelvo el cabello para después irme a mi habitación, me coloco pijama, me lavo los dientes, me recuesto en la cama y miro al techo con una sonrisa al recordar mi tarde y mi noche, pero esa sonrisa se borra lentamente cuando giro a ver mi foto de graduación en un nuevo marco que Leo le ha puesto. La presión en mi pecho crece con rapidez, pero hoy no estoy dispuesto a dejar mi felicidad de lado, así que comienzo a hablar, a hablar con ella.
—Hola Charlie, hoy bailé con Charlotte y... me gustó mucho la sensación que se creó dentro de mí, era muy similar a la que creaste cuando bailamos el vals, pero esta vez fue...
... un poco más fuerte.
[...]
Toco el timbre repetidas veces hasta que la puerta se abre, estoy tan emocionado de estar aquí, y no entiendo por qué, bueno, si entiendo por que pero no entiendo la exageración.
—Eres exasperante con ese timbre Jace Grey.
—Gracias.
Paso a su casa y me siento en el sofá para después girar y mirarla con una sonrisa.
—¿Por qué estás tan feliz?
—No lo sé, solo lo estoy.
—Okay... —frunce el ceño—¿tienes hambre?
—Sí, ¿pedimos pizza?
—Hagamos algo casero—propone con seriedad.
—Pizza casera—propongo ahora yo con una sonrisa.
—Umh. No, pizza no.
—¿Por qué ahora no me quieres consentir? —pregunto mirándola fijamente a los ojos. Me sostiene la mirada y alza los hombros.
—No sé, solo que no quiero pizza—responde seria. — Cenamos pizza anoche, en... la colina.
¿Seriedad en ella?, ¿qué ocurrió?
—¿Qué tienes?—pregunto dispuesto a ayudarla.
—Nada—alza los hombros y trata de distraerse con otra cosa.
—Charlotte.
No me presta atención por ponerse a observar un par de libros que tiene en una estantería.
—Charlotte.
Me sigue ignorando, así que me pongo de pie y camino hasta ella.
—Te estoy hablando princesita. Charlotte Hamilton—la giro del hombro logrando que me preste un poco de su atención. —¿Por qué me ignoras?
—Jace.
—¿Qué?
—¿Ayer que llegaste a tu casa sentiste algo diferente?— murmura por lo bajo, como si no estuviera muy segura de preguntármelo.
—Diferente en qué.
—No sé, en tu estómago tal vez.
—¿Cómo mariposas?
Asiente no muy convencida.
Mariposas, hace mucho no sentía mariposas hasta el día de ayer, y fueron mucho más intensas a como las recordaba, solo sentía el revoloteo de cada una al recordar la escena de película que habíamos creado en aquella colina.
—Sí. ¿Tú?
—También.
—¿Y por eso estás seria?
Asiente.
—Pues no deberías.
—Es qué fue muy extraño.
—¿No te gustó sentir esa sensación conmigo?
—No es eso—se apresura a decir, entonces alzó ambas cejas ligeramente para que continúe hablando— sino lo contrario.
—Son cosas que pasan, sabes, somos dos personas experimentando de nuevo, y a ambos nos gustó el experimento. No debe cambiar nuestra amistad, sería absurdo cambiarla por unas mariposas que revolotean.
Sonríe y asiente.
—Qué quede en el pasado entonces.
Miro su rostro un par de veces y hablo en una clase de suspiro.
—Claro que sí...
—Entonces estamos bien.
—Siempre lo hemos estado.
—De acuerdo Texanito, ¿quieres jugar monopoly?
—Vaya cambio, pero claro que sí, siempre y cuando haya pizza de por medio.
—Si eso te hace feliz, la habrá.
Charlotte va hasta un armario en una esquina de su casa y de este saca una caja del juego que quiere jugar, lo coloca en la mesa de centro y ambos nos sentamos en el suelo sobre el tapete. Mientras yo acomodo las tarjetas y fichas del juego, ella marca un número el cual supongo debe ser de la pizza.
—Yo seré el sombrero.
—Yo el perro—alcanza a decir antes de que le atiendan la llamada— ¡hola!, ¿podría traer una pizza grande con pepperoni extra?, claro...
La princesita comienza a dictar su dirección y piso, luego comienza a tener una pequeña pelea con quien sea que esté del otro lado de la línea, y le compadezco, se escucha tan frustrada que no quisiera estar del otro lado de la línea. Cuelga el teléfono y me mira con una sonrisa inocente como si no acabara de pelear con nadie a través de un aparato electrónico.
—¿Por qué peleabas?
—Porque dijo que la traería en 50 minutos, y yo la quiero en 30, luego está fría con todos los ingredientes arrugados por el frío y el calor.
—Eres un dolor de cabeza a veces, Charlotte.
—Tu eres mucho más. Vamos a jugar, anda.
Ambos comenzamos a jugar hasta que el tablero ya está repleto de casas y hoteles, y un banco que no hace ni un maldito préstamo, la próxima vez que juguemos tendré como nota mental no dejar a Charlotte ser banco.
—Págame—estira la mano.
—Descuéntame la noche, estoy quebrado.
—No, estás en mi hotel en zona cara, págame.
—Charlotte—me quejo— entonces le pido dinero al banco, prest...
—El banco en este momento está cerrado, págame.
—Eres una tramposa, el banco no tiene horario.
—Claro que sí, dictaminé que cerraba a las seis.
—Comenzamos a jugar a las siete.
—Seis hora Monopoly, duh—lo hace sonar obvio.
Es una mentirosa sucia jugadora.
—Ya no juego—me cruzo de brazos.
—No seas mal perdedor.
—Tu eres mala conmigo. Ya no juego más.
Gatea hasta mí y queda frente a mi rostro. Muy cerca.
—Juega.—ordena.
—Nop —giro la cabeza hacia otro lugar para hacerme el indignado, pero sus manos toman mis mejillas y me hacen mirarla a los ojos. Me siento... en una especie de dominación.
—No seas mal chico Jace.
—No soy mal chico, soy muy bueno—sonrío ligeramente.
—Entonces juega—dice con una sonrisa para después relamer sus rosados labios. Tomo un bocado de aire y la miro a los ojos finalmente.
—No.
—Eres un... —sus palabras son interrumpidas por un tonto y estúpido timbre. La princesita se levanta y corre hasta la puerta.
—¿Pizza grande? — se escucha la voz de un chico.
—Aquí mismo.
—Serían 20 dólares.
—En un momento los traigo—alcanza a decir antes de que aquel chico le interrumpa.
—¿Te comerás toda la pizza tú sola?, puedo ser buena compañía y tal vez sea gratis la compra.
¿Y ese maldito? Me pongo de pie y camino hasta ella, abro la puerta lo suficiente para verme y que el chico me note.
—Amm, en realidad...— balbucea Charlotte.
—Tiene bastante compañía, la suficiente, no necesitamos un tercero. ¿20 no?
—Sí—susurra el chico con un poco de pena.
Extiendo el billete y Charlotte toma la caja de pizza, ambos vemos al chico alejarse y finalmente entramos.
—Gracias, no sabia que decir.
—No dejaría que te intimidaran—le aprieto ligeramente la mejilla haciéndola sonreír—Además traía la pizza, esta deliciosa cosa. ¿Ya podemos cenar?
—Claro, Texanito.
Ambos tomamos pizzas mientras tanto tomamos pequeños descansos para hablar sobre cosas realmente tontas, como nuestras caricaturas favoritas o la música infantil más fea.
Cosas estúpidas.
—Te regalo este pepperoni si... —comienza a pensar mientras sostiene el círculo rojo entre sus dedos. —... haces un puchero para mí.
—Eso ya quedó en el pasado.
—Por favor, es que te ves tan tierno y guapo cuando lo haces.
Y guapo... Soy guapo por naturaleza, no necesito hacer un puchero para demostrar mi genes perfectos.
—No lo haré.
—Por mí, ¿sí?
—Que me das a cambio, dar para recibir, así es siempre.
—Lo que sea, solo quiero verte hacer ese acto tierno de nuevo.
—Lo que sea está dentro de...
—De lo que sea, menos actos sexuales, eso es un nivel alto de lo que sea.
Sonrío y asiento aceptando sus restricciones, ni siquiera yo sé que es lo que quiero a cambio.
—Okay, un lo que sea fuera de lo sexual suena bien—sonrío para después hacer un puchero y escucharla soltar un gritillo emocionado.
—Eres taaaaaan lindo cuando lo haces, como un cachorro pidiendo cariño.
—¿Crees que pido cariño?
—A veces, chico "¿por qué no me quieres consentir?".
Okay me ha atacado de forma exitosa.
Al terminar nuestra cena elegante recogemos el juego y la basura que hemos dejado en la sala, le ayudó a ordenar un poco su casa y finalmente nos sentamos en el sofá, un poco... juntos. El silencio predomina, solo estamos ahí, sentados disfrutando del silencio con una sonrisa, sintiendo nuestros hombros y rodillas tocarse.
—Me divertí hoy—susurra.
—Yo también, sobre todo porque hubo pizza, pero... definitivamente lo mejor de la tarde y la noche fue otra cosa.
—¿El juego?
—No, tú, eres muy buena compañía.
—Eso no decía Ga...
—Pero lo digo yo, y mi opinión es la única importante hoy.
De reojo veo como me mira con una sonrisa y me escanea el rostro, solo me hago el que no se da cuenta para que pueda observarme con más detenimiento.
—Gracias, tú también eres una gran compañía, Texanito.
Volteo a verla sosteniéndole la mirada, una mirada realmente cautivadora y brillante, que repentinamente me hace soltar un pequeño suspiro.
—Tus ojos son más bonitos de cerca— susurra.
—Los tuyos también...
Y el sonido de una notificación en mi celular hace que deje de mirarla, es Leo. Abro el mensaje y leo su contenido: ¿Traes leche y pan cuando vengas a casa?
Acabo de arruinar un momento por un pan.
Me pongo de pie y la miro desde arriba.
—Tengo que volver, la cena de mis amigos depende de mi regreso.
Charlotte se aclara la garganta y se pone de pie para acompañarme hasta la puerta, cuando llegamos nos detenemos y nos miramos.
—Adiós, Jace.
—Adiós... — mmm, no me convence mucho ese adiós, falta algo, algo que quiero que pase, que pase entre nosotros dos, y espero que ella también quiera eso porque ya no hay arrepentimiento, no ahora que mi rostro está a centímetros del suyo, me acerco lentamente a ella e incluso mi rostro hasta ella hasta darle un casto beso en los labios.
No sé qué estoy haciendo, pero no quiero dejar de hacerlo.
—Amm... —balbucea.
—Perdón.
—No, no, en realidad yo...
—¿Tenías ganas del beso?, porque yo lo tenía desde que comenzamos a pelear por el juego.
—Yo desde que ambos nos sentamos en el sofá—confiesa.
Entonces es mutuo. Y sin ninguna pena ambos nos acercamos para darnos un beso más, uno más largo y duradero, a fin de cuentas todo es mutuo.Pone una de sus manos en la parte de atrás de mi cuello atrayéndome a ella, y yo una mano en su cintura para pegarla a mí y mantenerla ahí. Al poco tiempo nos separamos y nos quedamos viendo con extrañeza, como si ninguno supiera que acaba de pasar.
—Amm, me voy... —señalo con mi pulgar detrás de mí.
—Aah... sí, adiós. — murmura tratando de ocultar una sonrisa.
Me doy la vuelta y comienzo a caminar hasta el ascensor con una enorme sonrisa, ahora que no puedo verme puedo expresarme sin vergüenza, suspirando y pasando la mano por el pecho por la rara pero linda sensación que tengo.
Al llegar a casa me siento en el sofá y veo el techo con una sonrisa en mis labios, aunque siento que me ha faltado algo, tal vez otro...
—¿Y la leche? —pregunta Leo obligándome a dejar de sonreír y mirarlo.
Claro, esa era la sensación de olvidar algo y no otro beso.
—La olvidé.
—Jace Grey Edwards—regaña poniendo sus brazos en sus caderas y haciendo un sonido digno de una ardilla, indicándome que algo está mal.
—¿Qué ocurre?—pregunta Ken mientras sale del pasillo de las habitaciones.
—Estoy siendo regañado.
—¿Y el pan? —pregunta Daphne uniéndose.
—También lo olvidé.
—¡Rayos!, ahora el bebé dentro de la panza de Daphne tendrá forma de pan— dice Leo con angustia tomando el vientre de mi mejor amiga.
—¡¿Un bebé?! — alzamos la voz Ken y yo a la par.
—¿Qué?, no, ni siquiera hemos tenido relaciones Leo— le separa las manos de golpe para que deje de tocarla. Él sonríe con diversión y la abraza.
—Solo era una pequeña broma. Yo quiero saber por qué Jace está tan distraído.
Mi distracción se la ha apropiado una princesita con lindos labios rosas y que le encanta consentirme.
—¿Si lo digo no se enojan?
—Claro que no, te ves feliz— afirma Daphne.
Tomo un bocado de aire y luego lo suelto.
—Besé a Charlotte, dos veces.
Las caras de mis tres amigos son de sorpresa total, por un momento pienso en que ha sido pésima idea decirles, pero ese pensamiento se va cuando sonríen y Daphne viene a abrazarme por detrás.
—Eso es estupendo
No era la reacción que esperaba, pero sin duda es la que quería.
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