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15. 3 De Marzo.

Miro a través de la ventanilla del auto de mis padres como las hojas vuelan de un lado para otro por el ligero aire con el que hemos despertado. Mi cabello se ha peinado después de varios días, solo espero que el tonto aire no lo estropee.

—¡Ayyy!— suelta un quejido Juliette.

—¿Qué pasa Luciérnaga?

—¿No ves, Jaceito?, mi mamá me peinó.

—Pero te ves muy bonita.

—Pero no me gusta porque yo no quiero peinarme.

—Vamos a un lugar donde tenemos que estar bonitos.— Juliette comienza a tratar de quitarse las trenzas del peinado— mamá Juliette se quiere despeinar—chismoseo.

—Juliette Grey Edwards— advierten mis padres haciendo que la pequeña se cruce de brazos y me mire mal.

—Chismoso.

—Bonita.

—¡Déjame que me pongo como tomate!—grita haciendo que sonría ligeramente.

Llegamos al cementerio donde ya todos esperan el comienzo del aniversario luctuoso. Mi familia y yo caminamos hasta el grupo de gente y tomamos una pequeña foto de regalo con la imagen de Charlie pequeña.

—Sí viniste—susurra alguien detrás de mí sosteniéndome del abrazo.

—Hola, Camill, no me perdería su aniversario nunca.

—Lo sé, solo me gusta saber que tenía la razón, siempre vienes a su aniversario y su cumpleaños, jamás me fallas, corrección, jamás nos fallas.

Sonrío ligeramente y acaricio su cabello despeinándola para hacerla enojar.

—Oye, mi mamá me peinó—se queja mientras trata de peinarse con los dedos—ven, vamos con mis padres.

Caminamos hasta los antes mencionados, ellos están hasta la parte de enfrente junto a los familiares más cercanos de Charlie, me acerco a ellos y los saludo con educación.

—Jace, qué bueno que estás aquí —murmura el señor Hans.

—No iba a faltar por nada del mundo.

—Lo sé... —sonríe con ligeresa.

—Felicidades por su próximo bebé, ¿ya saben que es?

—Muchas gracias, y sí, será un niño—responde la señora Hans con una gran sonrisa mientras toca su panza con delicadeza.

—¿Cuál será su nombre?

—Charles.

Aprieto los labios en una especie de sonrisa y los miro.

—Lindo...

—No es un clase de reemplazo, solo un tipo de homenaje— aclara.

—Me agrada bastante el nombre.

—Lo sé —responde el señor Hans—vamos a sentarnos, ya estamos por comenzar.

Todos toman asiento menos el señor Hans, quien se para frente a todos a un lado de... ella. Toca dos veces el micrófono con el dedo para que todos prestemos atención.

—Primeramente quiero agradecerle a todos por venir y estar presentes en este aniversario luctuoso de mi hija, Charlie. Estos años han sido muy difíciles para mí y mi familia, es doloroso no ver a tu primera hija crecer, graduarse y cumplir sus sueños, duele mucho, de verdad duele demasiado. El día de hoy tendría veinte años, a algunos meses de cumplir veintidós, y por más que intento no logro imaginarme cómo se vería ya siendo una adulta, en mi cabeza solo vive la imagen de aquella chica de diecisiete años tratando de sobrellevar problemas que no debería de haber llevado en sus hombros. Me arrepiento mucho de lo que pasó, de lo que hice y no hice, pero ya solo queda eso, el arrepentimiento. Extraño mucho a mi hija, por esa razón cada año estaré aquí, recordándola con cariño... —termina su discurso con los ojos rojos y un hilo de voz.

Todos guardamos silencio mientras se repone un poco.

Veintiún años tendría, y yo también solo logro ver a aquella chica de diecisiete, a nada de cumplir dieciocho, a nada de graduarse, y a nada de cumplir sus sueños.

—Jace, puedes venir, si quieres...

Me pongo de pie con lentitud y camino hasta el señor Hans, le doy un abrazo y luego él va a sentarse dejándome solo frente a todos.

—Bueno pues... no hay mucho que decir, sigo extrañándola como cada año, un poco más cada vez, ha sido muy difícil tratar de volver a la normalidad, volver a ser yo, porque esa persona se fue con ella, he cambiado mucho, demasiado para mí gusto, y es que es difícil cuando tu alma gemela se va, sientes que no hay mucho sentido en tu vida, ella para mí era el sol de todos mis días, me iluminaba y hacía feliz, pero luego se fue y todo se tornó oscuro, una oscuridad temible, y así es todavía... —hago una pequeña pausa mirando a todos—... la extraño mucho, y siempre será así, y... la amo, y la amaré por toda la eternidad.

Sonrío con fuerza y los labios apretados para luego pasar a mi asiento al lado de Daphne y Camill.

El pequeño aniversario continúa con tranquilidad, después de algunos pequeños discursos y recuerdos sobre Charlie, hubo una pequeña comida para compartir con los demás, luego todos comenzaron a irse. Al final solo quedamos Camill y yo sentados al lado de Charlie...

Estamos en silencio, solo sentados ahí escuchando las hojas moverse y

La notificación de mi celular en mi bolsillo me hace retirar la mirada de la lápida gris.

Hola Texanito.

Sonrío por su apodo un poco, pero antes de poder contestarle Camill me habla.

—¿Quién es?

¿Cómo decirle a la hermanita pequeña de mi gran amor que estoy hablando y conociendo a otra chica? Dolería, mucho más a Camill que me conoció enamorado y creció viéndome enamorado de su hermana.

—Es un correo de la escuela.

—Pero sonreíste con ternura—murmura aún viendo el suelo y jugando con el pasto de la lápida.

—Estás alucinando, ven... —me levanto y sacudo mi pantalón—... vamos por helados.

Camill se pone de pie y toma mi mano, ambos comenzamos a caminar a través del gran campo verde hasta salir de él, como no tengo mi auto caminamos por la acera en silencio.

Cuando vengo en cualquier otra fecha y la llevo a los helados siempre anda brincando y saltando por todos lados, pero los 3 de marzo su humor cambia, a mí me parece extraño, porque Camill y Charlie no interactuaron mucho, además de que en ese tiempo Camill no sabía mucho ni razona tanto las situaciones, pero aún así cada aniversario luctuoso le afecta en su cabeza y corazón. Le duele mucho no haber estado más tiempo con su hermana mayor.

—Puedes hablar—murmuro antes de llegar a la heladería.

—Pero no quiero hacerlo.

—¿Por qué?

—Sé que no era un correo de tu escuela, leí el nombre por accidente cuando sacaste tu celular.

—Camill...

—Era una chica, Charlotte.

—Vamos a comer helados—digo para evitar el tema.

—Jace, ¿ella te gusta?— pregunta en voz baja.

—No me gusta, es mi amiga y eso no tiene nada de malo, si sigues con el tema solo te compraré una bola.

—Okay...—suspira—... no lo hablaré, por ahora.

Entramos al establecimiento, tomamos una mesa e inmediatamente una mesera llega para tomar nuestra pequeña orden. La tarde pasa muy tranquila, la platica de los helados ha sido casi nula, solo sentados compartiendo un par de miradas, solo eso. Me hubiera gustado hablar más con ella pero me ha sido imposible sacarle palabras, además, su helado se ha derretido porque solo pasaba la cuchara por encima del tazón, ha estado muy pensativa, lo que es raro en una niña de ocho.

Después de dejar a Camill en su casa he ido hasta la mía para dormir, y ni idea de cómo logré hacerlo, tal vez es por mi antigua cama y me he sentido en casa. Por la mañana me he levantado un poco desganado, ya que a partir de este día desde hace cuatro años, no soy el mismo, así que al no querer desayunar y comer, he decidió tomar el auto de papá y manejar hasta la galería de arte donde aún está "silencio romántico".

Nuestro silencio romántico.

Hace un año no venía aquí, exactamente desde su aniversario anterior, así que venir aquí me causa un buen recuerdo, ese día fue uno de los más felices en nuestra mini relación.

Camino por los pasillos con tranquilidad observando cada cuadro colgado en las paredes, y cada escultura posada en un lugar estratégico, luego... luego veo su arte, colgado en una pequeña pared artificial al centro de la gran habitación. "Silencio Romántico, obra de Charlie Hans Dillard". Su sueño hecho realidad.

Sonrío al ver la obra tan exclusiva en la que se ha convertido y la

—Disculpe, ¿quiere entrar a la subasta? —se acerca un chico bajo con traje elegante. En sus manos lleva un papel y una pluma que ahora está ofreciéndome.

—¿Qué?

—¿Si quiere entrar a la subasta de las obras?

—¿De esta? —señalo la pintura de Charlie.

—Oh no, esta obra permanecerá aquí como homenaje, además de que es muy bonita. Las obras que vamos a subastar son de la artista de esta obra, Silencio Romántico, Charlie Hans Dillard.

Una subasta... ¡Una maldita subasta!

—¿Y de donde sacaron las otras pinturas?

—El padre de la chica las trajo. Dicen que la chica se suicidó, y que uno de sus deseos siempre fue que la gente viera y pagará por su arte, así que su padre trajo las pinturas, las cuales fueron evaluadas y al organizador le encantaron, dijo que las pinturas representaban demasiado, en especial una.

—¿Cuál?

—Eso es secreto, ya que es la pintura más valiosa—se acerca más a mí y habla de nuevo en un susurro—según la fecha marcada detrás del lienzo, se pintó un dos de marzo, y es importante por la historia detrás.

Una pintura antes de su muerte, la más valiosa de sus pinturas fue la de su muerte.

"El valor del arte aumenta una vez el artista ya no está"

Al final ella tenía razón.

—¿Entonces quiere entrar?

—No.

—¿No tiene dinero?

—Tengo dinero, pero esta gran artista me hizo una pintura personalizada, solo para mí, eso vale más que un millón de dólares.

Me alejo a paso lento hasta la salida de la galería, y justo en la salida me encuentro con un gran cartel. "Exhibición de Charlie Hans Dillard, asiste a la subasta y llévate una de sus grandes obras, cada una tiene una historia diferente" ¿Y cómo saben la historia de cada uno?

Ella ya no está, y aún así está cumpliendo su sueño, su sueño se está haciendo realidad y no está aquí para verlo y disfrutarlo. Que injusticia. Aún así sé que la gente está lista para pagar mucho dinero por aquella pintura hecha el dos de marzo, un día donde se derramaron muchas lágrimas mezclándose con aquellas gotas de pintura, solo me queda decir: Estoy orgulloso de ti, muy orgulloso de mi Charl.

[...]

Mi fiel techo ahora mismo me está haciendo compañía mientras hablo con Charlotte por Skype.

—¿Por qué te gusta mirar tanto el techo, Texanito?

—Me ayuda a pensar.

—¿Y en qué piensas?

—No en mucho, solo en que... harán una subasta en homenaje a Charlie.

—¿De verdad?, que genial, oye eso es lo mejor para un artista.

—Sí pero ella no está.

—Pero está cumpliendo su sueño.

—Pero no está.

Ambos nos quedamos en silencio, no sé si me está mirando por la cámara, pero yo solo miro mis manos y juego con mis dedos, inmediatamente y sin poder evitarlo ella viene a mi cabeza, sus sonrisas, su cabello, sus bellos ojos, incluso sus ojeras y labios pálidos. ¿Qué se supone que estaría haciendo si ella estuviera viviendo la vida? Tal vez no estaría cumpliendo su sueño, Charlotte tiene razón, de una u otra manera ella está cumpliendo sus propósitos.

Que injusto, hay que morir para ser valorado o tener una tragedia para ser vistos.

Escucho a Charlotte soltar un suspiro y luego escuchar el sonido de su cama, volteo a ver la pantalla y la veo levantarse y alejarse de la cámara.

—¿A dónde vas?

—Solo voy a acomodar mis cobijas.

—¿Ya vamos a dormir?

—Yo tengo sueño, estaré un rato más contigo.

Observo cómo se esconde bajo las cobijas dejando ver sólo parte de su torso y cabeza, lentamente sus ojos comienza a cerrarse y su respiración a tranquilizarse.

—Dijiste que estarías un rato más conmigo.

—Jace, tengo sueño, duérmete tú también.

—Es qué no puedo.

—¿Te leo un cuento?

—No.

—¿Te canto?

—Solo si es una canción en especial. You Are My Sunshine, por favor.

Suelta un suspiro y recarga su cabeza en la palma de su mano, se aclara la garganta y yo me acomodo acurrucandome contra la almohada, cierro los ojos y comienzo a escucharla, su voz tiene ese toque tranquilizador que necesito mucho, su canto en susurro me arrulla cada vez más, haciendo que mis ojos pesen cada vez más, mi cuerpo a suspirar, y mi cabeza a nublarse. Tiene voz de Ángel, si me pudiera cantar así todas las noches seguro que dormir no sería un problema para mí.

—¿Ya estás más tranquilo?

—Un poco sí.

—¿Te parece que acabemos la video llamada?

—¿Te parece sí no?, quiero que me hagas compañía, así es a distancia.

—Entonces dormiremos juntos virtualmente, nunca había hecho esto pero lo haré por ti.

—Sé que eres tan buena amiga que harías muchas cosas por mi miserable persona.

—No te equivocas, te tengo mucho cariño en tan poco tiempo que te dejaría ir si de eso depende tu felicidad. Ya hay que dormir, mañana tienes un vuelo temprano.

Por una extraña razón me siento seguro, no me siento solo, como si Charlotte estuviera a dos centímetros de mí, cuidándome y cantándome.

Queriéndome

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