Capítulo 19.
—Entren allí, basuras —ordenó Mark, uno de los nuevos subordinados directos de Robert.
Todos habían sido llevados hacia la prisión para que aguardaran allí, hasta que los preparativos estuvieran terminados. Luego de que el último entrara a la prisión, Mark se dispuso a cerrar la puerta para regresar a su labor a la par del líder. Sin embargo, no se esperó que ____ lo detuviera, abordándolo de aquella manera.
—¡Mark, espera! —suplicó la rubia, hablándole por la pequeña grieta que había dejado entre la pared y la puerta, antes de que ésta fuera cerrada por completo —. Por favor... haré lo que sea si nos dejas ir. Te lo suplico, Mark. Ya no quiero ser apartada de mi hijo.
El pelirrojo sonrió con sorna antes de azotar la puerta en la cara de la contraria.
—Sin duda te convertiste en una mujer patética, ____. Pareciera que ya no eres una Yenaid —fanfarroneó mientras tecleaba la clave de seguridad —¿Dónde quedó eso de, los mataré a todos? —carcajeó con ganas y se giró para volver a cruzar el corto pasillo hasta llegar a las escaleras —Suerte intentándolo —murmuró, sabiendo el destino que les esperaba a esos cinco.
A lo lejos pudo hoy las suplicas y los gritos de ____, dándole la satisfacción que todo Yenaid, en ese momento, moriría por tener. Ya quería que el gran salón terminara de ser preparado para la ejecución y que la luna roja estuviera en su máximo esplendor para el sacrificio a los ancestros y borrar a la traidora del legado Yenaid.
—Nena... —susurró Vernon al verla en el suelo —. Ansiaba tanto poder abrazarla y reconfortarla. Y lo haría de no ser por esos grilletes que aprisionaban sus manos y la de los demás. Menos las de ella —. Vamos ____, saldremos de ésta —intentó darle ánimos, cuando ni él sabía si eso sería posible.
Miró a los demás, que veían a la rubia igual de dolidos que él. Se suponía que vendrían a Londres para rescatar a Ren. Para darle una alegría a su pequeña gran familia y para volver a completar la vida de aquella mujer frente a ellos. Pero, como siempre, todo les salía mal. Eran un gran fracaso.
Segundos después, oyeron a lo lejos como la última puerta que se encontraba al final de las escaleras para subir a la superficie, era cerrada. Sin duda ahora se encontraban a su suerte, esperando por el momento en el que volvieran por ellos, para fusilarlos en un gran espectáculo en presencia de todo el clan.
Como les habían dicho días anteriores: el castigo para los traidores.
—A veces me pregunto cómo es que pueden llegar a ser tan imbéciles —habló ____, poniéndose de pie, al mismo tiempo que secaba sus falsas lágrimas —. ¿En serio? ¿Venir solos a Londres? Incluso me esperaba una tontería así de cualquiera, ¿pero de ti JR? Acabas de perder mi respeto —bufó, quitándose el abrigo para rasgarlo y recuperar algo de su interior.
—¿____?
La rubia miró a Joshua esperando a que dijera algo, pero al igual que el resto, se encontraba realmente sorprendido por la actitud de la mayor.
—Oh, es verdad... —dije ella y se acerca al pelinegro, para lanzarle un buen golpe en la nuca.
—¡Auch! ¡¿Por qué-?
—¡Eso por no contestar el teléfono! —gritó molesta, ahora mirando a cada uno de ellos —En serio los odio por haber hecho semejante locura —susurró y tomó una llave de aluminio, adaptable, de su bota para liberar a todos de los grilletes —. Pero también... gracias. Por levarme hasta Minki.
—¿Ren? ¿Lo encontraste? ¿Cómo está? —preguntó JR, ansioso por saber de él.
—Bien. No me recuerda, pero... está bien y a salvo con Mino y Jimin.
—Como siempre, haciendo todo sola ¿no? —susurró Vernon, abrazándola con fuerza una vez lo soltó.
La mayor bufó molesta, aunque aceptó el abrazo con gusto. El hecho de que estuviera enojada, no significaba que no se sintiera aliviada de encontrarlos a todos con vida. Ni siquiera JR se había salvado del abrazo, apenándose ligeramente cuando la mujer le susurró «gracias por no dejar que les pasara nada a estos idiotas, aún confío en que eres el único ser pensante entre ellos»
El moreno rio con burla, más no dijo nada y solo la abrazó. Quizás, en sus treinta y seis años de vida, esa era la segunda vez que recibía un abrazo tan cálido y lleno de alivio.
El primero, había sido de Mino.
—Hora de salir de aquí —comentó, luego de dar dos golpeteos en la espalda de JR y alejarse hacia la puerta.
—Ahm... Einstein, esa puerta es de acero extra reforzado con doble capa y un sistema de seguridad inquebrantable desde dentro.
____ miró a Joshua como si en verdad estuviera interesada en lo que decía, asintiendo a cada palabra.
—No te importa lo que digo, ¿verdad? —bufó el pelinegro, a lo que ella sonrió.
—Ciertamente, no. Ni un poquito —aseguró y se giró de nuevo, volviendo a tomar aquello que había sacado de entre las telas del abrigo.
—¿Qué es eso? —preguntó Jeonghan, viéndola pegar una especie de imán en la puerta.
—Placa de magnesio —respondió sin mirarlos —. Solo debo configurarla y... —desde su celular digitó unos cuantos números hasta que el aparato comenzó a hacer el resto, tratando de decodificar la clave de seguridad.
Mientras ese proceso se realizaba, ella se volteó mirando al resto para dar instrucciones.
—Ahora escúchenme bien —pidió, mirando algo vacilante a los otros —. Lo que estamos a punto de hacer es una completa locura. Prácticamente suicidio al salir de aquí sin muchas armas, pero... no tenemos opción.
Sacó una moneda de plata para enseñárselas.
—¿Una moneda? —curioseó Vernon, a lo que ella negó.
—Explosivos —susurró JR y esta vez, la rubia asintió.
—Así es. El bastardo de mi padre aún me subestima y ha dejado que entrara sola hasta el comedor de reuniones especiales. ¿Y qué creen? Cada puerta que atravesé tiene pegado este dispositivo a la placa de seguridad. No importa cuán segura y resistente sea. Estos explosivos son especiales porque al activarse, liberan una potente descarga eléctrica que anula todo sistema de seguridad y luego explotan, provocando que la puerta se desprenda de las paredes.
—Oww —soltaron los menores, mirándola como si les estuviera hablando del origen del universo. En ese momento, todos comenzaron a entender aquel show que había montado frente a Mark. Solo se trataba de una distracción para acercarse a la puerta y dejar ese objeto en forma de la moneda, pegado a la placa antes de que la puerta fuera cerrada.
—¡¿Dónde conseguiste eso?! —chilló Joshua, más que emocionado por ese tipo de avance en explosivos.
—Kaiko me proveyó de algunos —confesó antes de rodar los ojos al ver la duda en su mirada —. El líder del clan Karata.
—Oh... —soltó de nuevo el trío y JR se llevó una mano al rostro por lo idiota que podrían llegar a ser.
—Seriedad, señores —pidió el mayor de los hombres, a lo que ____ agradeció.
—Esto puede parecer increíble, pero aun así tiene sus contras.
Se hincó sobre sus piernas, tomando la llave adaptable de aluminio para realizar marcas en el suelo de concreto. En esos momentos, sin duda podía hacer alarde de su memoria, porque a pesar de los años y todo lo vivido, recordaba perfectamente aquel horrible lugar como si se tratada de la palma de su mano. Una vez el plano estuvo listo, levantó su mirada.
—Nos encontramos aquí y debemos llegar aquí para escapar —señaló, mostrando un largo camino de casi mil trecientos metros de extensión —, y lo malo es que una vez que se detone el primer explosivo —apuntó a la puerta —, que será dentro de una hora, el resto lo hará automáticamente cada cinco minutos—concluyó, viendo sus expresiones neutras, cambiar a unas de miedo.
—¿C-Cinco ... minutos? —susurró Jeonghan, solo un viaje por esos pasillos y salas, le había bastado para saber que muchas puertas se encontraban alejadas de las otras, así como había casos en que las compuertas se encontraban muy cerca. En ocasiones, el tiempo podría faltarles, así como sobrarles y en ninguna de las circunstancias, significaba algo bueno.
—____, no tenemos armas —susurró JR, preocupado por la situación —. Prácticamente es como correr a una muerte segura. En cuanto oigan la primera explosión...
—Lo sé. Sabrán que estamos escapando —susurró ella, bajando la mirada al plano, como si pudiera encontrar las respuestas en él —pero es esto, a que esperar a que vengan por nosotros.
Pronto comenzó a vaciar sus bolsillos y a sacar lo que tuviera oculto en sus botas.
—Tengo un arma llena, calibre 30 y un cargador de repuesto. Eso nos da un total de 32 balas para cubrir nuestros traseros —aseguró, tendiéndole el arma a JR —. También tengo algunos explosivos de repuesto. Estos tienen la misma potencia que una granada, con la diferencia de que son más compactos y se detonan con un mando a distancia —esta vez, repartió los cinco explosivos entre Joshua y Jeonghan, entregándole el mando al menor.
—¿Y para mí? —sonrió Vernon, restregando sus manos entre sí, un poco ansioso.
—Para ti nada, por imbécil. Porque todos son unos idiotas al venir aquí sin mí, pero estoy más que segura de que la idea fue tuya —JR asintió, prácticamente delatándolo.
____ bufó, pero de todos modos le entregó una de las navajas suizas que tenía.
—Todos tienen que prometer que no morirán —susurró la rubia, temiendo por lo que pudiera pasarles en cuanto la puerta explotara.
—Y tú tienes que prometer que no harás ninguna locura sin decirnos —pidió Vernon, no muy convencido del asentimiento de la mujer.
Sabía bien que por más que se lo rogara, ella siempre terminaría poniendo la vida de los otras, por sobre la suya propia.
Eternos minutos después, un extraño zumbido comenzó a oírse antes de que un manto de electricidad cubriera la puerta de acero. La descarga era tan potente, que hasta se lograban ver destello en un blanco y celeste furioso, que posiblemente superaba los 300.000 voltios. Suficiente para matar a quien sea que se acercara en esos momentos.
Pronto, todos dieron grandes pasos hacia atrás, para protegerse de la explosión que no tardó en presentarse.
A pesar de que cubrieron sus oídos lo más que pudieron, no fue suficiente como para evitarles aquel pitido que prácticamente les confirmaba que estarían un rato sin poder oír del todo bien.
Sin perder el tiempo, se pusieron en marca con una formación de estrella. _____ y Vernon al frente, más cerca el uno del otro de lo que estaban Joshua y Jeonghan, pisándoles los talones y en la retaguardia, JR, listo para disparar a cualquiera que se apareciera en su campo visual.
—¡JR, al frente! —gritó Vernon cuando vio a una pareja acercarse.
Sin embargo, _____ vociferó en una negativa para impedir que el moreno gastara esas balas. Esas personas no llevaban armas de fuego así que ellos mismos podrían encargarse.
En cuanto se acercaron, no fueron necesarios ni tres segundos para que ambos cuerpos tocaran el suelo, inertes, con un corte en la garganta y el otro en la aorta.
—Buen trabajo —comentó el rubio, con una sonrisa de lado en sus labios. A lo que la rubia solo imitó el gesto, sin tiempo de responder, cuando una ensordecedora alarma comenzó a sonar por todo el edificio. Las luces pronto fallaron y las de emergencia se encendieron, iluminando todo con un rojo escarlata.
—Tsk, ya lo saben —siseó el castaño, sintiéndose más ansioso. Joshua tomó su mano para transmitirle calma, pero no servía de mucho si ambos sentían el mismo miedo.
—Todo estará bien —habló la rubia sin quitar su vista del frente —. No pienso dejarlos morir aquí.
JR soltó una mueca sin acotar nada, porque sabía bien lo que esas palabras significaban. La había oído tantas veces decir aquello aun cuando ni siquiera se encontraban del mismo lado, y todas esas veces... _____ salió herida.
Luego de atravesar tres puertas más, matando a algunos obstáculos en el camino, la peor parte llegó. No eran unos cuantos, sino veinte soldados, hombres y mujeres, los que esta vez los esperaban para retenerlos.
Esta vez fue el turno de Jeonghan de adelantarse a la idea de los demás. Tras su grito de alto, todos se cubrieron la cabeza y encogieron sus cuerpos, pegándose el uno al otro, en un tiempo suficiente que le llevó al castaño lanzar la moneda entre aquel grupo de personas.
Todos miraron el objeto girar, hasta que éste se detuvo a los pies de una mujer, que lo tomó curiosa. En ese momento Jeonghan sonrió con malicia e imitó a sus compañeros antes de que Joshua detonara la bomba con el mando a distancia.
Fuego y sangre fue todo lo que quedó en aquel pasillo una vez se recuperaron del estruendo. ____ pronto les ordenó continuar y sin perder el tiempo, llegaron a la interjección que conectaba a las habitaciones con la sala de armas.
—¡Tenemos que entrar aquí! —aseguró la mujer, sabiendo que sin armas no lograrían llegar muy lejos. Pues lo último que les quedaban eran sus navajas, un explosivo y cinco balas del segundo cartucho. Pero algo detuvo sus pasos.
Una distorsión comenzó a oírse en los altavoces que se dispersaban por toda la base, hasta que una voz se oyó.
«Esto es tan divertido, cielo. Me recuerda mucho al juego del gato y el ratón»
Habló Robert, riendo escandalosamente.
«Y qué crees... ya envié al gatito»
En ese momento, dos disparos resonaron en lo alto y cuando todos enfocaron sus miradas en el interior de la sala de armas, vieron a Jin allí.
1_
[El tiempo se acabó. Hora de vivir o morir]
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