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Capítulo 17.

La tensión cortaba el aire, haciéndolos sentir tan asfixiados, que los otros cuatros miembros de su pequeña familia, ya se sentían morir. Por primera vez en tanto tiempo había notado el miedo, incluso en la mirada del moreno más inexpresivo que habitaba en su hogar. Y aun así, _____ no hacía nada.

Al igual que su padre, Jin y las otras dos mujeres, la rubia no mencionó palabra alguna, no mostró ninguna emoción y tampoco probó bocado. No iba a hacerlo, sabiendo lo que era capaz de hacer su padre.

—Y dime ____, ¿cómo ha estado mi nieto?

Esa última palabra pareció punzar en lo más profundo de su ser, porque no pudo evitar apretar su puño con fuerza, alrededor de uno de los tantos cubiertos que se encontraban junto a su plato.

—Mi hijo está bien. Ahora ya debe estar por llegar a Japón con Jimin y ese maldito infeliz.

De nuevo, el mismo sentimiento en su pecho. La estaban provocando. Jin... su padre... incluso esas mujeres viéndola, al igual que sus amigos, pareciendo más aliviados de saber que su sobrino se encontraba a salvo.

Su mano no dejaba de apretar el cubierto, pero al mismo tiempo, sus uñas se clavaban en su palma para calmarse. Nueva manía que había desarrollado desde que despertó de su eterno letargo.

—¿Cielo? —_____ enfocó su mirada en aquel hombre cuando éste le habló —. Te extrañé. ¿Todos estos años en coma te sirvieron para saber que jamás debes ir en contra de la sangre?

Sin desconectar su mirada, estuvo a punto de decirle que se fuera a la mierda y dejara libre a sus amigos, pero la sonrisa sínica de la castaña la enfureció más que las palabras del hombre canoso.

«Creo que la pregunta sería, ¿todos estoy años no te enseñaron a tener autocontrol?»

Pensaron sus cuatro amigos, a la vez. Todos podía leer la expresión afilada de la rubia, a punto de estallar. Y sus facciones no anunciaban nada bueno.

—Oh, pero qué descortés soy. ¿Ya conoces a Rose? —habló el hombre mayor, palmeando el hombro de la castaña que tenía a su diestra.

—Claro que sí. Es el aborto que no pudiste concretar —sonrió sínicamente la rubia y sus amigos se golpearon mentalmente al no poder hacerlo por tener las manos atadas.

Vernon, quien se encontraba a su lado, la taladró con la mirada esperando a que ella lo notara. Aunque más de uno sabía que, hicieran lo que hicieran, ya no podrían callarla.

—¿Y tú eres la bastarda que traicionó a su clan con un Mikage? —contraatacó Rose, mirándola altiva.

_____ solo sonrió y se recostó por el respaldo de su silla. ¿Acaso esa mujer pensaba que podría herirla con sus palabras?

—Sí, esa soy yo. La mujer de Choi Minki y la madre de Choi Mino—pronunció orgullosa, viendo a su padre apretar la mandíbula.

Rose soltó una risa despectiva.

—La mujer del amnésico y la madre del producto de una violación —rio con sonda, por haberle dado donde más le duele.

Pero vaya que nadie se esperó que _____ saltara sobre la mesa, cayendo directo sobre su hermanastra. Cuando Ágata gritó y Jin quiso reaccionar, Rose ya tenía una profunda cortada en el cuello. Un enorme charco de sangre comenzó a formarse alrededor de su cabeza y las manos de _____ estaban manchadas del mismo líquido espeso que ni siquiera la estremeció. Los vellos de sus brazos ni siquiera se erizaron cuando la castaña elevó su mano hasta su rostro, tocándola apenas, antes de dejarla caer de nuevo, chocando contra el suelo en un peso tieso.


Rose había muerto.


Robert sonrió viendo a _____ aún sostener el cuchillo dentado, con fuerza. Esperaba que algo así pasara y por eso la provocaba. Quería medir cuanto habían decaído sus habilidades. Aunque, al parecer, no la había perdido por completo. Ella seguía siendo una máquina de matar cuando su razón la abandonaba. Ella seguía siendo la misma persona a la que no le temblaba el pulso antes de matar a alguien. Y solo por eso, quería recuperarla. Ella seguía siendo una Yenaid.

Sin embargo, antes que hablara, _____ comenzó a ponerse de pie, deteniendo incluso los sollozos de Ágata.

—Te lo diré una sola vez, padre —habló la rubia, alejándose del cuerpo sin vida —Deja ir a mi familia —lo miró y una chispa de furia centelló en sus ojos —. O así como destruí a los Mikage, acabaré con los Yenaid.

El líder de los Yenaid solo rio con burla y presionó un botón de debajo de la mesa.

Un ejército de hombres y mujeres entraron en el salón, apresando a la rubia que no apartaba su mirada de su progenitor. ______ sabía que esa era la respuesta de su padre. Y también sabía, que ella se lo había advertido.

—Quiero verte hacerlo —se burló Robert antes de que se la llevaran junto con los demás.

Parecía que ni ese hombre, ni Jin, podían entender la magnitud en las palabras de _____. A pesar de los años y de todas las vidas que se había llevado, ambos continuaban subestimándola como si solo se tratara de una simple madre. De una simple mujer.


Pero hay algo que ellos no saben.

No existen las mujeres simples.

Y si las hay, ______ no era una de ellas.


Esta mujer le había dado la posibilidad de elegir entre la vida o la muerte. Y su padre, sin duda, falló en su elección.

Quizás puedan llevar la misma sangre, el mismo apellido, la misma mirada asesina, pero eso no los hace iguales. _____ tenía algo que Robert jamás logró conseguir: amor por su propia familia. Y aunque sonara tonto para ese hombre, el amor siempre fue lo que mantuvo en pie a esa mujer.

Por los suyos, estaba dispuesta a dar su vida.

Una...

... y otra... 

... vez. 



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