Capítulo 14.
—Mino —habló rápidamente, Jimin, al notar lo pálida y perdida que estaba _____, dejando así, en libertad a esa mujer, al aflojar su agarre.
Rose no perdió tiempo en huir y posicionarse junto a aquel hombre que los observaba casi sin pestañear. Su mirada era tan fría y siniestra. Parecía ocultar una tremenda sed de sangre tras ella.
Era Jin. No cabía duda de ello. Sin embargo, sus prendas no eran las mismas que solía llevar cuando era el líder del clan. Algo había cambiado.
¿Habrá pasado algo?
Jimin negó, sabiendo que no era momento de pensar en ello. Debía hacer algo por _____ y Ren, sabiendo que solo él y el rubio a su lado, podían actuar antes de que esos hombres los atacaran. La rubia parecía completamente perdida en sus pensamientos y no creía que pudiera hacerla entrar en razón.
—A la cuenta de tres, toma la mano de tu madre y corre hacia la casa. Nos refugiaremos allí hasta que _____ entre en razón.
Cuando el mayor terminó de decir eso, Mino miró a su madre, notando lo perdida que se veía, con la mirada fija en ese hombre que jamás había dejado de protagonizar sus pesadillas.
«¿Mamá también le tiene miedo?»
Asintió sin más a lo que Jimin le ordenó y reafirmó aún más, su agarre sobre el arma, por si cualquier cosa pasaba.
—Estás tan grande, Mino —habló Jin, no solo llamando la atención del menor —. Es una lástima que te parezcas tanto al bastardo que lastimó tanto a tu madre —espetó, con la mirada clavada en el pelinegro que Jimin apresaba.
—Mino, no lo escuches —susurró Jimin, viendo de reojo como las manos del joven comenzaban a temblar.
—¿Por qué no vienes conmigo? Te prometo que lo haremos pagar por cada lágrima que _____ soltó. Por cada herida que él le causó. ¿Acaso no quieres eso, Mino? Yo sería un mejor padre. Alguien que no te olvide y que te cuide. Debes saber todo lo que él le hizo a tu madre. Debes saber que eres producto de una vio-
—¡Basta! —gritó Ren, sin saber por qué. Sentía como si cada palabra le quemara en lo más profundo de su ser. Pronto su cabeza comenzó a doler y algunas voces sin dueño aparecieron en su mente.
«Ren oppa»
«T-Tú... oppa, me gustas...»
«Pensé que no te gustaba esa chica»
«Ella no es quien dice ser»
«Ah... Minki...»
«¡Todo este tiempo fuiste tú, maldita sea!»
«L-Lo... sien-to»
«¡Eres una perra mentirosa!»
«¡Tenía que hacerlo!»
«¡Te fuiste!»
«Yo te amo»
«¡Mientes!»
«¡¿Cómo te atreviste a lastimarla?!»
«Basta...»
«No puedo hacerlo. No puedo matarte»
«Ella está bien. Su panza está creciendo saludable»
«¡Idiota! Podría verte»
«Por favor, Vernon, protege a mi familia»
«¿M-Minki?»
«¡¿Por qué no me dijiste que estabas vivo?! ¡¿Sabes cuantas noches lloré por ti?!»
«Lo encontraremos, amor»
«Te amo tanto»
«¡_____!»
«Lo siento tanto, Minki. Tengo que dejarte de nuevo»
—¡Ahhh! —gruñó Ren, soltando un alarido casi desgarrador, intentando acallar aquellas voces.
—¡Mino! —gritó Jimin, a lo que el menor asintió, entendiendo que debían aprovechar aquella oportunidad.
Rápidamente tomó la mano de su madre, tirándola para llevársela al interior de aquella casona. Jimin lo siguió con Ren, oyendo como las balas le pisaban los talones. Por suerte ninguna había logrado causarles más que pequeños raspones al menor de los pelinegros, que había usado su cuerpo como un escudo para el otro que aún sostenía su cabeza con fuerza.
Sin duda, el dolor era insoportable.
—Mis medicinas —murmuró Ren, dejándose caer en el suelo cuando la puerta de entrada fue cerrada con todo y seguros.
Mino miró a Jimin sin saber qué hacer o hacia dónde correr. Por un lado, estaba su padre que parecía estar agonizando, y por el otro, estaba su madre que aún no terminaba de reaccionar.
—¿M-Mamá? —Mino intentó acercarse a ella con cautela. Sin embargo, la voz de aquella anciana pareció despertar por completo a su madre, cuando se acercó a Ren con un frasco en la mano.
_____ prácticamente saltó para increparla, como si la conociera... como si la odiara.
—¡No te atrevas a acercarte a Minki!
—É-Él está sufriendo. Necesita sus medicinas —susurró la mujer, asustada.
_____ le arrebató el frasco antes de que Ren lo tomara y empujó a la anciana, haciéndola caer sobre el último peldaño de la escalera. En un rápido vistazo, pudo ver como los dos niños la veían desde el piso de arriba, aún con gruesas lágrimas cayendo por sus mejillas, temblando de miedo por lo que pudiera pasarles a su madre y abuela.
La rubia los ignoró y miró el objeto en su mano.
—Maldito Kai... —masculló cuando leyó la etiqueta de aquellas píldoras. Si bien, en las letras grandes decía Naproxeno, una droga potente para combatir las migrañas, debajo había otra etiqueta que revelaba el verdadero contenido del frasco:
Litio, pérdida de memoria procesual. Uso exclusivo del clan Yenaid.
—¡Esto es Litio! ¡Todo este tiempo jugaron con su mente! —bramó _____, lanzando el frasco lejos, logrando que se rompiera y las píldoras salieran disparadas hacia todas partes —. Tú... tan basura como siempre —soltó entre dientes.
Ágata negó con ojos cristalinos, de los que pronto comenzaron a caer lágrimas.
—Yo no... no lo sabía... __-
—¡No te atrevas a decir mi nombre! —gritó, tomando de nuevo su arma.
—¡No! —rogó Ren. Saltando sobre ella, sosteniendo sus manos con fuerza —. Por favor... no la lastimes.
—Ellos te estuvieron haciendo daño todo este tiempo —le habló ____, con el dolor plasmado en su mirada.
¿Cómo fue posible que hubieran perdido tanto tiempo? ¿Cómo fue posible que ella no hubiera podido despertar antes de que todo eso pasara? ¿Cómo fue posible que aquel día todo saliera tan mal?
«Si tan solo nuestras vidas no se hubieran cruzado en un principio...»
De pronto, unos constantes golpes en la puerta, la hicieron volver a la realidad. Aquel escuadrón Yenaid quería tirarla abajo. Y cada crujido que ésta soltaba, les decía que no faltaba mucho para que lo lograran.
—Hay un túnel subterráneo que conecta esta casa con una salida en los barrios bajos de Londres —habló Ágata, luchando por ponerse de pie.
—No confiaré en ti, bruja asquerosa —gruñó _____, interponiéndose entre esa mujer y Ren —. ¿Dime que les ofreció a cambio de que le hicieran esto a Ren? ¿Dinero? ¿Lujos? ¿O solo porque eres su zorra, decidiste hacerlo?
—¡Yo no lo sabía! —soltó la mayor, rompiéndose en lágrimas. Los demás hombres allí presentes no eran capaces de decir ni una palabra. Ni siquiera entendían de qué hablaba la rubia —. No sabía quién era él. En verdad no... Nunca quise lastimarlo... Lo juro... Yo sabía que él tenía una familia. Yo se lo dije... No sabía lo que le hacían...
—Llora todo lo que quieras. Tus lágrimas jamás lograrán conmoverme —dijo ____, sintiendo un pequeño malestar en su interior. Si bien no podía sentir empatía por esa mujer, sabía que podía creerle.
No importa cuántos años permaneció en la inconsciencia. Sabía que jamás perdería su toque para leer a las personas.
—¿Dónde está ese túnel?
—D-Debajo... debajo de la... cocina —señaló, secando sus mejillas.
_____ no dijo más. Tiró con fuerza del brazo de Ren y los otros dos le siguieron el paso, llegando pronto al lugar que parecía ser la cocina.
Pronto Jimin vio la alfombra que sobresalía de debajo de la mesa y supo que allí estaba su salida de escape.
—¿Estás segura de que podemos confiar en esa mujer?
—Sí —fue lo único que _____ le respondió a su amigo, devolviéndole luego la mirada a Ren, que no dejaba de observarla —. Prometo que te contaré todo cuando salgamos de aquí. Con nosotros estarás a salvo.
—¿Yo te lastimé... cómo dijo ese sujeto? ¿Soy una mala persona? —susurró el pelinegro, mientras Jimin y Mino luchaban por abrir la trampilla.
_____ negó, sin especificar a cuál de las preguntas correspondía aquel gesto.
De la nada, los cristales de las ventanas comenzaron a ser rotos y bombas de humo eran arrojadas dentro de la casa, para dormir a todo aquel que inhalara de aquella espesa nube.
Eso alertó a _____, ayudando al par a romper el candado que bloqueaba esa salida.
Una vez que lo lograron, saltaron dentro y la mayor se giró, ofreciéndole una mano al pelinegro.
—Ren, debemos irnos.
—Pero ellos... no puedo dejarlos —dudó el mayor, queriendo regresar por Ágata y los gemelos.
—No les harán daño. Son la familia de esa mujer ¿no?
—Pero los niños... y Rose...
—Minki...
«Lo siento tanto, Minki. Tengo que dejarte de nuevo»
—No...
«No me dejes»
—Minki, por favor. Debemos irnos ahora.
Sin pensarlo un segundo más, tomó su mano, hundiéndose en aquella oscuridad, tropezando un poco al encontrarse en un espacio pequeño.
—¿No te irás de nuevo?
El corazón de _____ casi se detuvo por un segundo. Ella sabía que ese no era su Minki. Él no la recordaba del todo. Sin embargo, había algo en su mirada, que le decía que no todo estaba perdido.
—Nunca más —susurró, apretando su mano con un poco más de fuerza. Y sin perder el tiempo, se echaron a correr.
A ninguno les importó si la trampilla quedaba abierta. Sabían que una vez que esos hombres pudieran derribar la puerta, no los encontrarían y esa mujer sabría por dónde estaban huyendo. Así que, ¿para que perder tiempo y esfuerzo, cuando podían gastarlo en correr? Correr como si no hubiera un mañana para ellos, sabiendo que eran otros los que podrían tener los segundos contados.
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