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Prefacio



—Está muerto.

Una vez más las palabras de Gina Preston resonaron en mi mente abriendo otra vez ese hueco en mi pecho. Por lo que fue mi turno de suspirar.

—Denis no era solo mi amigo, era más que eso, era mi mejor amigo. —mis ojos comenzaron a rozarse. —Era el hombre que amaba...no he dejado de hacerlo —la voz se me quebró en esa última frase.

—Me llamarás si necesitas ayuda... ¿cierto? —la preocupación se filtró al hablar, le devolví la mirada y asi nos quedamos un par de segundos.

Hasta que contesté con un seco y monótono. —Claro. —luego, abandoné el consultorio.

No supe con exactitud cuando fue que llegué a casa, de hecho, últimamente no sé cómo es que hago cualquier cosa, pero al hacerlo y al adentrarme a ella fui directo a mi habitación; cerrando esta de un portazo.

Fui hacia el tocador siendo testigo de aquella mirada vacía, de ese semblante torturado desde hace ya un tiempo.

De esa chica muerta en vida que me había convertido desde que mi bicho se fue, parpadeé un par de veces trayendo a mi mente lo que muchas otras personas me habían dicho y yo me negaba a aceptar, lo cual desató lo inevitable...

—¡Con un demonio Cara, Denis no responderá porque está muerto carajo! ¿lo entiendes? Está muerto. No regresará. Nunca.

—Me refiero a la muerte de Denis.

—Está muerto

—¡Ahhh! — protesté como si me hubiesen puesto fuego directo al corazón mientras me dejaba devorar por el dolor abrazador que lastimaba hasta a mi propio cuerpo. —¡¿Por qué?! —le grité a la nada en mi habitación, como si del silencio fuese a emerger la respuesta de mi desgracia.

En ese momento, motivada por una mezcla de rabia y desesperación comencé a arrojar todo lo que estaba a mi alcance; perfumes, libros, discos, películas, fotografías.

Nada de lo que había en esa habitación me importaba más que esta agonía que me estaba consumiendo. —¡¿Por qué me dejaste?! — le reclamé a Denis como si fuera capaz de verme, o escucharme en tanto las lágrimas calientes y desbocadas mojaban mis mejillas sin parar. Haciendo que mi visión se nublara.

Las piernas me flaquearon a causa de la debilidad, asi que me fui arrodillando poco a poco en el suelo sin poder tener el control de mí misma. El pecho me subía y bajaba de forma acelerada, ni siquiera sentía si respiraba.

Lo único que sentí fue como una pequeña hilera de sangre iba recorriendo una de mis manos, ahí fue cuando me di cuenta que me había herido; quizá con los vidrios de los portarretratos rotos.

Pero eso no me importó en lo absoluto.

Solo era consciente del infierno que era estar sin Denis. Vi una de nuestras fotografías frente a mí, la tomé de entre los cristales que la rodeaban, y contemplé su sonrisa. Esa que era mía.

La misma que no volvería a ver nunca más.

Pegué la fotografía a los latidos de mi corazón—¿Por qué no me llevaste contigo? —lo cuestioné sollozando en un susurro quebrado; lo único que deseaba era estar con él.

Miré el desastre que había creado con los vidrios y todo lo demás, me observé por un segundo la herida de mi mano izquierda, como esta se teñía de rojo escarlata, me puse de pie con el pulso y la respiración aun descontroladas.

Con las manos temblorosas saqué el encendedor del bolsillo de mi chaqueta y con algo de dificultad lo encendí, contemplando como la llama resplandecía.

Justo como mi deseo.

Ese que estaba dispuesta a cumplir...


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