Cara 4
—Creí que no vendrías. —le dije al rizado que llegó minutos después de que Maddie se hubiera ido.
—Prometí que lo haría ¿no? —me dijo con una ligera sonrisa mientras me miraba, sentí una mezcla entre alivio y dolor en tanto lo observaba, agaché la mirada y dejé escapar un largo suspiro. —¿Qué ocurre? —me preguntó con un deje de preocupación.
—Es que todos creen que he enloquecido.
—¿Por qué creen eso?
—Por qué dicen que has muerto, y me miran como si estuviera loca; incluso Matías se lo dijo a Allen ¿puedes creerlo? —le compartí molesta, a lo que él solo me contemplaba escuchándome atento.
—Pobre saltamontes, puedo imaginar cuanto le dolió. —repuso con tono triste y pensativo.
—¿Tú también crees que estoy loca? —lo cuestioné.
No, no lo estas. Yo siempre estoy aquí, contigo. —argumentó ocasionando que algo en mi interior se removiera, no supe identificar lo que sentía en realidad; pero me apretó el pecho.
Tragué saliva.
—Me tengo que ir ¿me acompañas a casa? —Denis soltó un suspiro.
—No puedo. —el corazón se me encogió en el pecho sin razón aparente, al escucharlo negarse.
¿Por qué? —le pregunté dolida.
—Porque quiero estar solo unos minutos más para pensar. —me explicó haciéndome sentir un poco más tranquila, porque asi es Denis, le gusta de disfrutar de la soledad cuando necesita pensar las cosas.
Me levanté y él imitó mis movimientos—¿Nos veremos de nuevo? —lo cuestioné a lo que el rizado asintió y de nuevo ese dolorcito en el pecho reapareció, pero no le dije nada solo acepté con el mismo movimiento de cabeza.
—Adiós bicho. —me despedí mirándolo a los ojos.
—Adiós brujita. —me respondió con una ligera sonrisa en los labios. Poco después llegué a casa sintiéndome un tanto agotada, cuando entré el olor a galletas me golpeo de lleno; ahí supe el paradero de mamá y quise aprovechar para subir al piso de arriba para evitar algún interrogatorio.
Sin embargo, cuando estabaa punto de subir su voz se escuchó en el pasillo. —Cara ¿cariño eres tú? —preguntó haciéndose presente luego de un par de segundos.
—Si. —repuse con cierto desánimo.
—¿A dónde fuiste esta vez? —indagó tratando de charlar un poco más.
—Te lo había dicho esta mañana. —mamá arrugó el entrecejo mostrándose confundida, estaba claro que ni siquiera lo recordaba. Solté un suspiro de frustración—, fui a ver a Denis al muelle. — dije con un tono un tanto agresivo, los ojos de la mujer frente a mí se volvieron tristes.
—Hija ven, quiero hablar contigo. —me pidió mientras se dirigía al sofá que descansaba en la sala de estar. Tomó asiento para después palmear el que estaba a su lado invitándome a que la acompañara, y sin tener otra opción lo hice deseando que el sermón no fuera eterno. —, sé que estas harta de que estemos murmurando, o hablando sobre ti. Pero nos preocupas; y quería sugerirte la ayuda de un psicólogo. He hablado con uno y...
—No. — la interrumpí de manera tajante y molesta, provocando que la sorpresa dibujara su rostro. —, no me sugieras ningún psicólogo porque no estoy loca mamá, solo en una cosa si tienes razón. —¡Estoy harta! ¡Harta de que se crean con el derecho de juzgar mis acciones! —grité levantándome del sillón, marchándome de ahí sin darle oportunidad de darme replica alguna. Me subí yendo a mi habitación enfadada, ya no podía con la estúpida presión que mi propia familia me imponía queriendo que aceptara lo que para mí era una completa mentira.
Me enfundé en mi pijama y recosté deseando que el sueño se adueñara de mi pronto, pues estaba cansada de todo esto; y para mi suerte asi fue.
A la mañana siguiente fui a la universidad más temprano de lo usual, ya que no estaba dispuesta a soportar otra critica o consejo de mi madre o hermana, motivo por el cual es que ahora me encuentro sentada en una de las mesas de la cafetería, en compañía de mi lectura actual, en las últimas semanas había estado prefiriendo mil veces a los libros que a las personas a mi alrededor. Estaba tan adentrada a la lectura que ni siquiera me di cuenta que alguien trataba de llamar mi atención. Cara ¿me oyes? —levanté la vista encontrando a unos cuantos metros de distancia a Barbara.
—¿Qué necesitas? —le pregunté inexpresiva ytajante, pues no es que sea muy de su agrado. No después de todo lo que habíapasado entre nosotros. La rubia bajó la mirada por un segundo y luego la volvióa poner sobre mí. —Sé que ya no somos amigas, peroeso no borra los buenos momentos que vivimos juntas, y... quería decirte quesiento mucho por todo lo que estas pasando y puedo imaginar lo triste que estas ahora. —mencionó la chica.
—Gracias, pero no sé de qué hablas, yo estoy bien. —le contesté, viendo de reojo como Maddie, Louis, Charlie y Marcelo se iban acercando de a poco a la mesa contemplándonos con algo de precaución; volví la vista a la rubia frente a mí un tanto confundida por lo que había dicho, liberó un suspiro para continuar diciendo:
—Me refiero a la muerte de Denis...—sus palabras dieron paso a una rabia insaciable, tal vez porque ya estaba hasta la coronilla de que dieran por hecho el cómo me sentía, estaba harta de que me dieran el pésame, estaba harta de que dijeran siempre lo mismo.
—¡Denis no está muerto! —grité lanzando la mesa hacia ella, provocando que el impacto de la sorpresa diera de lleno en su cara; debido a mi acción inesperada. Y que las miradas de todos los presentes se volcaran hacia mi—, no está muerto ¿me oyes? ¡no lo está! —bramé tirándole un puñetazo en la mejilla provocando que voltease su rostro con brusquedad y cayera al suelo, su impresión era casi tan palpable que la rabia que me carcomía por dentro.
Alaridos de sorpresa y burlas nos rodearon y en cuestion de minutos algunos profesores fueron a averiguar lo que ocurría, por lo que a ambas nos llevaron directo a detención; si este fuera otro momento estuviera muy molesta conmigo misma por esto, pero la verdad es que ahora ya nada me importa.
—Cara esta es la tercera vez que estas en mi oficina, es el tercer reporte en tu expediente. ¿Qué es lo que te pasa? Tú no eras asi. —argumentó el profesor Ernest con cierta preocupación.
—No es de su incumbencia. —le hice saber de manera desafiante, él no se inmutó ante mi comentario, sino que al contrario me contempló como si en el fondo entendiera mi situación, el director soltó un suspiro.
—Estas suspendida Cara, si hay una cuarta vez te expulsaré —mencionó con voz calmada—, puedes irte.
—Ok—dije sin más, dando largas zancadas para salir de ahí, al hacerlo encontré a los chicos en las bancas que yacían fuera de la oficina del director. —¿Qué te ha dicho? —indagó Maddie con un toque de angustia.
— Estoy suspendida. —le dije desinteresada, la chica volteó a ver a los demás y no supe descifrar con exactitud sus semblantes, pero parecía que estaban frente a una desconocida. Sin embargo, antes de que pudieran expresar algo al respecto la campana que anunciaba la entrada a las clases sonó; yo ni siquiera me moleste en entrar, tomé mi mochila y fui a las áreas verdes directo al roble, ese en el que alguna vez le canté a Denis para hacerlo sonreír.
Me tumbé en el pastizal, recargándome en el tronco de dicho árbol, cerré los ojos tratando de relajarme un poco y de no sentir ese vacío en el pecho, que de alguna manera u otra siempre me acompaña, luego de un par de segundos percibí las pisadas de alguien más, seguido del crujido del césped al sentarse junto a mí.
—Hola pequeña.
—Hola Louis. —repuse sin abrir los ojos. —¿Tú también vas a decirme esa tontería de que Denis a muerto?
—No, yo solo quiero saber cómo estas. —abrí los ojos para encararlo y le pregunté:
—¿Quieres la verdad o la mentira?
—La verdad.
—Cansada, cansada de que todos crean saber como me siento, y piensen que mis problemas tienen una solución bastante sencilla. —me sentí mejor de haberle dicho a alguien lo que estaba experimentando desde hace ya un tiempo; sobre todo porque, Louis solo escuchó, no intentó darme un consejo motivacional para que tratara de renovarme a mí misma.
—Lo entiendo, pero...sabes que no estas sola en esto ¿cierto? Sabes que puedes hablar conmigo siempre que lo necesites. —comentó el oji-azul con ese tono tan amigable y comprensivo que provoca que te sientas como en casa.
—Lo se. —dejé escapar un suspiro—, gracias por no ser un juez más Lou. —aquello se lo dije con la mayor honestidad que pude expresar.
—Soy tu hermano ahora ¿recuerdas? Me adoptaste, solo hago mi trabajo, protegerte—arguyó depositando un beso inocente en mi frente, justo como lo hubiese hecho Adam.
—¿Y tú? ¿Cómo estás?
El castaño me dio una sonrisa, pero esta no alcanzó a iluminar su rostro. —Digamos que... saliendo adelante. De hecho, creo que iré a pedirle un consejo a Denis —parpadeó un par de veces como si intentara retener las lágrimas frente a mi—, siempre me ayuda cuando me siento perdido. —se levantó, sacudió sus pantalones y agregó:
—Llámame si en algún momento te sientes triste.
Avanzó algunos pasos dispuesto a marcharse, no obstante, antes de que lo hiciera le dije:
—¿Louis? —el chico se detuvo al escuchar mi voz.
—¿Sí?
—Dile que lo amo.
—Lo haré...
Nota de la Autora: He vuelto Sanguinos, espero disfruten el capitulo y me dejen leer lo que les parece, saben que mi parte favorita de la historia es leerlos.
PD: Me parte el alma ver a Cara destruida
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro