III
Este CAP está dedicado a una chica que me a tenido como loca con una de sus historias 😉. Yelitzen1.
En definitiva, Aída no era consciente de lo mucho que extrañaba Londres, hasta que volvió a ella.
El ajetreo de la ciudad se sentía tan familiar: los críos corriendo de aquí para allá, adolescentes que caminaban tomados de la mano o discutían sobre algún trabajo para el colegio, adultos y jóvenes que volvían de una larga jornada laboral, periodistas buscando alguna foto vergonzosa de cualquier famoso y...
Contuvo una maldición.
(No mires hacia el palacio, no...) Se repitió.
Mandó ese último pensamiento al demonio, al fin y al cabo, era allí adonde se dirigía.
Llevaban un par de semanas en Inglaterra, tiempo en el cual, su aspecto físico y el de la niña habían mejorado demasiado.
Se replanteó unas 10000 veces si hacer lo que juró que haría o no, pero al final, decidió llevar a cabo sus planes (pues algo muy, muy en el fondo le decía que sus padres la aceptaron de nuevo en su hogar solo para calmar a sus conciencias he intentar buscar el supuesto perdón de un dios en él que Aída había dejado de creer hacía bastante tiempo atrás).
No tenía la menor idea de lo que pasaría a continuación, pero el miedo de volver a separarse de Ana le había otorgado una determinación asombrosa.
Para la ocasión, Hada se había recogido el cabello en una coleta alta, buscó un viejo vestido ajustado y corto rojo, a juego con unos tacones del mismo color, el maquillaje gótico y la chaqueta de cuero negra le daban ese toque especial. En cuanto a su hija, le había colocado un vestido de princesa azul celeste que Lina le regaló el último día que la vieron y llevaba su brillante cabello suelto.
No le importaba que la gente les dedicara miradas curiosas o de burla, causaría la misma impresión que dió cuando conoció a Jack De Windsor la primera vez o moriría en el intento.
Sonrió.
En el siglo 18, se admiraba a las mujeres que lograban conquistar a los reyes de Francia, ¿Entonces por qué Aída Lizbeth Acosta no podía ser la próxima Madame De Pompadur?
—Toma mi mano y no hagas ruido —le dijo a la pequeña.
—Pero si...
—Shhhh.
Lanzó una bomba de humo que consiguió en el camino, logrando que algunos rociadores de agua se activaran.
Algunos guardias se volvieron hacia el otro lado.
Novatos pensó mientras se quitaba los zapatos y echaban a correr hacia el interior de los jardines; entonces, un hombre se percató de ellas y le apuntó a la muchacha con un arma.
Soltó una carcajada.
(Ella sabía muy bien que esas cosas nunca tenían balas)
—¡Buen intento! —gritó.
Pasó corriendo a su lado y le guiñó un ojo.
—¡Miren quién volvió! —dijo él.
—No puedo hablar ahora, Scott.
—Pero...
—¿Dónde está Jack?
—En su oficina.
—Vuelvo en un rato —prometió mientras se colocaba los tacones otra vez.
Lizeth los miró con curiosidad.
—¿Quién es él, Mami? —preguntó mientras subían las escaleras de la entrada.
—Un amigo.
Scott siempre estuvo al tanto de su aventura con el príncipe de Gales. Nunca la juzgó, por contrario, era quien hacía de guardaespaldas en las citas de los amantes y él que le mostró la forma de entrar en el palacio a escondidas. Ahora debía estar por despedir a los tipos de afuera, asegurando que su Aparición no se trataba más que de una prueba en la que fallaron.
Sus tacones era lo único que se escuchaba en los corredores. Ahora que la adrenalina había pasado, comenzaba a sentirse nerviosa.
—Lizi, no me veas —dijo mientras abría el escote de su vestido, aún así, notó los ojos de la niña sobre ella—. Pequeña tramposa.
Se preguntó cómo sería la expresión de Jack al verla ahí parada, luciendo justo como lo hizo la última vez que se vieron, pero con la novedad de que Ana Lizeth Acosta era su hija, así como de él.
—¿Ibas a hacer esto sin mí? —preguntó Scott a sus espaldas.
—La pregunta me ofende.
Él joven las escoltó durante todo el camino.
Aída no pasaba por alto que Ana estaba mirando todo lo que podía, maravillada.
¿Sabría que todo eso era suyo?
En su mente, todo era claro: no se iría del maldito lugar sin una buena pensión multimillonaria y el título que le pertenecía a su hija, o los sirvientes ya deberían ir preparando una habitación para ambas.
Al llegar delante de una puerta de caoba, su estómago dio varios vuelcos.
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