Parte 2
Lamentamos mucho la tardanza de la actualización, estaba con finales.... los profesores hicieron rodar cabeza.
$incluso la nuestra u.u
Por eso les recompensare con este hermoso lemon hard
$esperamos que les guste
Fue hecho con amor e inexperiencia, tomenlo con cariño por favor u.u
$eso es todo e.e
La advertencia? Es lemon hard yaoi y del bueno XD
Chaito
Pensamiento o recuerdo: hola (cursiva)
Llamadas o audios: hola (negrita)
Carta o nota: hola (subrayada)
~Comienza~
-¿Donde estamos?- sin embargo Simón se atrevió a preguntar con cierto desdén en su voz -¿Por qué estamos aquí?- interrogo viendo al menor con molestia.
-Porque todo el mundo quiere asesinarnos-observo su propio reflejo con un poco de tristeza -no se porque... solo que cada vez que salgo alguien viene e...- no dijo lo ultimo meneando la cabeza para luego sonreirles -ustedes no parecen malos- por lo menos para él no lo eran -por eso le pedí a Chimuelo que les permitiera vivir- rió. Llamándolos a que se sentaran a su lado.
-¿Por qué sigues junto a ese monstruo?- el era el único que pedía los porque. Supo que eso no le agrado cuando su rostro reflejo enojo.
-Chimuelo no es un monstruo... me protegió desde que recuerdo, lo amo y él me ama- llevo una mano al pecho dando a entender sus sentimientos -no confió en nadie más que él- volvió a mirar el agua. No era tan inocente como les hacia creer.
-¿Lo amas?- repitió el hombre asustado por lo que oía. Eso era tan extraño que ni siquiera se lo podía imaginar.
Lucí dio un paso al frente. Sentándose a su lado -Hipo ¿Tú siempre has estado solo?- sus iris demostraban tristeza. Haciéndole entender que eso no sonaba para nada lindo.
-¡Por supuesto que no!- exclamo un poco sorprendido -¡Chimuelo siempre ha estado a mi lado!- frunció el ceño. No le agradaba que consideraran a su compañero menos. Cuando para él lo era todo.
-Si, si...- levanto ambas manos intentando calmarlo. Lo ultimo que deseaba era hacerlo enojar y que este se arrepintiera -a lo que yo me refería es si conoces a otros humanos... como nosotros- se señalo intentando explicarse mejor.
-Si- sonrío. Calmando sus facciones -pero todos son iguales. Se acercan sonrientes y me llaman por mi nombre... me lastiman y se disculpan, luego llega Chimuelo para matarlos- tomo una de las flores que crecía a un lado. Arrancándole del tallo -no entiendo porque solo quieren lastimarme- una sombra que no supieron como descifrar se reflejo en sus ojos. Todo era tan lamentable que hasta los mismos dioses que alguna vez gobernaron esas tierras. Lloraban sobre ellos -pero ustedes se ven diferentes... siento que no los recuerdo- una enorme sonrisa se dibujo en su rostro. Allí estaba la peor de las verdades.
-¿Recordarnos?- eso llamo la atención de Simón. Haciendo que llevara su intriga a la boca.
-Siempre que alguien nos encuentra se me hace extrañamente familiar, pero solo quieren lastimarnos- acaricio una simétrica sobre su brazo. Para él eso era la realidad que muchos se negaban a aceptar -quizás solo sean las personas que no recuerdo- tiro la planta a la laguna siguiendo jugando con el agua.
-¿Por qué no los recordarías?- interrogo nuevamente la mujer. Viéndose sorprendida de todo lo que salia de los labios de ese pequeño.
La miro con duda. No sabia si responder o no, pero al final le sonrió sabiendo que ese momento no se volvería a repetir en su vida -desde hace mucho tiempo no puedo recordar... mi vida- llevo una mano a la frente. Ya no sufría como antes. La oscuridad no era parte de sus días -solo sé que desperté alado de Chimuelo, quien me abrazo y lloro de la felicidad- se sonrojo al recordar ese momento. Para Hipo esos pequeños detalles eran parte de su felicidad.
-Eso es un poco difícil de creer... ¿Como puedes despertar sin recordar nada?- o por lo menos para él lo era.
-¿Perdiste la memoria, Hipo?- Lucí prefirió ser un poco más gentil.
Negó con la cabeza -no lo sé- las complicaciones debieron acabarse hace mucho tiempo -Chimuelo dice que volví a nacer, esas personas solo respondieron que debería estar muerto... desde aquel día no sabia mi nombre, ni recordaba a mis padres o si alguna vez tuve algunos, tampoco de donde venia... era una caja vacía- se paro empezando a caminar atrás de una roca. La movió con cuidado sacando unas viejas prendas -esto es lo que llevaba cuando desperté, Chimuelo me ayudo a sacármelo y me trajo ropa nueva mientras me bañaba- sonrió y se abrazo a si mismo. Todo aquellos momentos siempre fueron especiales para él.
La mujer lo tomo con cuidado. Era tela muy vieja a lo que ella conocía, también había un chaleco hecho con piel de buey. Ya nadie utilizaba de aquellos. Todo cubierto de sangre. Examino un poco más, todo aquello no debería quedarle a un niño de su edad. Entonces observo la camiza que era de un verde oliva. Notando el enorme agujero. Sus pupilas se dilataron por la sorpresa y el shock.
-Oh... es increíble- se lo devolvió con una sonrisa gentil. Pequeñas lagrimas se acomodaron en sus ojos -¿Donde... donde podemos dormir?- el castaño la miro un poco sorprendido.
-Siganme- empezó a caminar hasta una pequeña cueva a un lado. Allí en donde el matrimonio podría descansar sin problemas -supongo que aquí esta bien, no hace ni mucho calor y casi nada de frió... la tierra es cómoda, mañana le pediré a Chimuelo que traiga algo en donde puedan dormir- le devolvió el gesto de alegría. Aunque su vida fuese una enorme incógnita. Nada parecía importarle.
-Mucha gracias- la mujer lo abrazo de repente sorprendiendo a ambos. Una fina lagrima cayo por su mejilla -descansa bien, Hipo- el menor solo la miraba sin comprender.
-Ustedes también...- dijo confuso empezando a caminar lejos de ellos.
Lucí se sentó en el suelo. Aun llorando sintiendo el corazón oprimido. A veces el mundo podía llegar a ser tan malo con aquellos que no se lo merecían. Su esposo se acerco a ella, no entendía lo que le ocurría. La debilidad de un corazón puede ser demostrada con ingenuidad y admiración. Para cualquier ser humano, posee una debilidad.
-¿Qué...?- murmuro la mujer entre gimoteo -¿Qué estamos haciendo...?- interrogo. Mientras levantaba la mirada inundada con lagrimas.
-No lo sé- respondió dibujando una triste sonrisa. Incluso creyendo conocer todo del mundo. Aun sabían cosas que podían sorprenderlo.
-Yo creí... que buscábamos... esculturas... ciencia- todo lo dijo apenas atendible. Respiraba entrecortado y lloraba a mar abierto -pero... pero es un dragón... un monstruo- lo abrazo con fuerza sin ser capaz de soportar lo que su mente le obligaba a imaginar.
-Eso no lo sabemos, los dragones se suponen que deberían de no existir- correspondo al consuelo.
-¿Viviremos?- volvió a preguntar.
-Yo...- dudó -no lo sé- pero para cualquier ser vivo es difícil de predecir.
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Chimuelo se encontraba aun acostado sobre el lecho un poco amargado al saber que había pestes humanos rondando en su nido. En el pecho de la criatura se encontraba el niño con una enorme sonrisa. En cambio él estaba muy emocionado. Le acaricio las escamas del mayor. Los mimos que le deba el pequeño él las veía muy placentero, haciéndole entender atrevas de los ronroneos.
-¿Me amas?- pregunto de repente el castaño.
Sorprendido -¿Qué?- solo pudo soltar esa palabra. Aun incapaz de procesar lo de su alrededor.
-¿Me amas?- volvió a repetir sin cambiar el tono o gesto.
-Por supuesto, con cada fibra de mi cuerpo- lo abrazo con sus alas. Apegando su pequeño cuerpo a él.
-Yo también- Hipo abrazo su cuello con dulzura. Mientras repartía besos en el hocico oscuro.
-¿Por qué me preguntas lo obvio?- le dio una lamida en la mejilla. Su propia versión de un beso.
-Es que...- por un segundo el menor dudo si debía decírselo, pero a ese ser que amaba con todo su corazón. Era incapaz de mentirle -yo le conté mi historia a las mascotas- se refirió con tal de que el dragón no sintiera celos -entonces pensé... no importa en realidad- sonrió como un niño. Como él que siempre fue desde que lo conoció.
-Hipo, no debe interesarte en nada más... te protegeré de todo sin importar qué- o por lo menos así lo veía. Desde su nacimiento jamás estuvo más satisfecha de estar alado de alguien.
-Eso ya lo sé- lo apretó con más fuerza sonriendo a Chimuelo quien solo pudo hacer un gesto igual al menor -¿mmm?... ¿Hoy estas de humor?- abrió sus ojos un poco sorprendido por las palabras del castaño. Muy pocas veces este solía empezar con sus encuentros amorosos.
-Para ti mi dulce Hipo...- otra lamida a su rostro -siempre estoy de humor- empezó a lamerle el cuello. Jugando con su suave y tersa piel -eres tan hermoso- ¿Cuanto tiempo había esperado para probar de esa dulzura? para él los días resultaban años. Cada segundo de su ahora, era importante y único. Como si no existiera más.
-Chimuelo...- gimió al sentir como las garras empezaban a romper su ropa. No se quejaba ya que tenia cientos de conjuntos, aun así sentía un poco de ardor por donde pasaba. Dejando notables marcas.
-No mas palabras, dulce niño... hoy solo quiero oír tus gemidos en mi nombre- el menor sonrió ante lo dicho. Nada podía resultar mejor.
-Como desees- y claro que él dispuesto. No tenia problemas en obedecer.
La enorme lengua recorrió todo el pecho sin ningún problema. Saboreando ese dulce cuerpo. Ni siquiera se fijo en la cicatriz que decoraba celoso el cuerpo del pequeño. Hombros, cara, todo fue victima de las contestas lamidas, e incluso la misma lengua de Hipo. Quien la sacaba de vez en cuando para darle una que otros lenguadetas a su hocico o en si compararla con la de su enorme amante. Sintiéndose avergonzado de la diferencia de ambas. Luego las caricias a un costado del cuello. Sabia que ese era su lugar favorito, debido al ronroneo de placer que daba el gran ser.
-Desvistete para mí- ordeno con calma. Chimuelo podía ser tierno cuando le convenía o una fiera cuando el peligro se encontraba a escasa distancia, pero sin duda alguna a la hora del sexo se volvía el ser más apasionado sobre la tierra. Una vez que lo vio descubierto. Le dieron ganas de destrozar aquella prótesis de su pierna izquierda. Sin nada en sima Hipo era perfecto -hermoso...- murmuro embobado.
-Chi... Chimuelo- lo llamo con voz jadeante y entrecortada. Ante cualquier mirada él era sin duda precioso e inocente -¿Puedes...?- el castaño sentía su rostro arder. El libido y la vergüenza tenían un combate a muerte dentro suyo.
-¿Qué es lo que quieres Hipo?- ronroneo contra su rostro. El pequeño se veía tan adorable cuando le daba su ataque de nerviosismo. Era capaz de empotrarlo en donde sea. Aunque eso no era un problema. Ellos siempre estaban solos.
-Acuéstate- oculto su sonrojado rostro con sus cabellos castaños. Ese era un buen momento para sacar su mejor lado -quiero que te acuestes- demando mirándolo con sus bellos verdes brillantes.
La criatura un poco sorprendido obedeció. Extendió sus alas a los lados, acostándose de lomo sobre las pieles y telas. El menos se apresuro a recostarse sobre su torso. Repartiendo lamidas por toda la escamosa piel, deleitándose por su sabor único. También pudo distinguir a sangre. Nada nuevo para él, pero tampoco algo que le importe. Según el demonio sea quien sea que dañó se lo merecía. El menor siguió con un juego erótico. Para luego dirigirse a su miembro. Lo lamió con gula, casi devorándolo por el hambre de su lujuria. Metía lo que podía en su boca. Chupando con fuerza, mientra que con la mano masturbaba lo que no podía atrapar.
-Muy bien- dijo con voz seductora. Le encantaba permitirle esos pequeños detalles que el menor casi nunca se atrevía a hacer -si sigues así... terminare corriéndome- todo él era perfecto.
Hipo continuo. Buscando complacerlo lo que podía, todo lo que su endeblucho cuerpo le permitía. Sentir sus músculos temblar por el tacto de sus frágiles manos conllevaba a un mundo de sentimientos que no sabia que poseía. Levanto la mirada con una sonrisa lujuriosa. Combinando con la saliva que se escurría por la comisura del lado derecho. Simplemente... se quedaba sin palabras.
-¡No!- exclamo de repente. Soltando el miembro del mayos. Se acerco a su rostro, posando sus finas manos a los lados del rostro del dragón -¡Tú solo te puedes correr en mi interior!- demando tan inocente y a la vez erótico que Chimuelo sintió que los ojos se le saldrían de las cuencas.
Se levanto de repente. Tomándolo de las caderas con un poco de fuerza. El repentino cambio hizo que el menor cayera boca arriba -no debes preocuparte por eso...- tomo sus caderas sin un poco de delicadeza. Araño los costados de su cintura, dejando marcas rijosas y muy notables -a mi solo me gusta una cosa- se inclino sobre él empezando a lamer su hombro con gula. Aproximo sus pelvis refregando el miembro con el del menor.
Al sentir como algo grande cambiaba de lugar. Buscando meterse entre sus nalgas, solo pudo gemir de placer -¿Ah si?- interrogo cual niño pequeño. Logrando destacar ese lado lujurioso que solo se lo mostraba a él -¿Que es?- dijo como si nada. Sabiendo lo que estaba a punto de pasar.
-Estar dentro de ti- a penas termino la oración. Entro en su ano sin espera alguna, de la forma más inesperada pero placentaria, Hipo ni se molesto en acallarlo.
-¡Si... a mi... también...!- gemía entre pequeños gritos de las fuertes escoscadas -¡Me gusta... me gustas!- decir algo más coherente era imposible.
-Lo sé- la criatura siguió envistiendo mientras lamia, mordía y arañaba esa espalda pecosa y pálida. Era suyo y aquellas marcas lo demostraban.
El menor acaricio sus escapamas, luego a si mismo. Continuo besándolo como si el dragón tuviera labios, cualquier cosa funcionaba. Grito con fuerza cuando se vino, pero no pararon.
Jadearon hasta el cansancio.
Lloraron de felicidad. Mientras diferentes recuerdos asotando sus mentes, allí ambos eran dichosos.
-¡Te amo!- pero aquel grito lleno de jubilo. Lleno de pasión desbordante siempre fue el mejor de todos. Era cierto y no estaban dispuestos a creer nada más.
-Y yo a ti... más que a mi vida- se corrió en su interior. Admirando el rostro hermoso que realizaba de puro placer. También grito y su semilla se exparsio tocando su abdomen y pecho.
Sin salir de su interior empezó a lamerlo por todas partes. Primero el rostro, luego los brazos y piernas. Hace mucho tiempo había superado aquella horrible perdida en su extremidad izquierda. Lo ignoro mientras seguía limpiando el esperma del castaño. Deteniéndose de repente en aquella horrenda cicatriz. Se queda mirándola.
Las imágenes volvieron a su mente, todo lo que quiere olvidar para disfrutar sus eternos momento alado de su tesoro. Esa mirada lamentable llamo la atención del oji-verde bosque. Un pequeño dolor se acomodo en su pecho. Un poco sobre donde marcaba la vieja herida.
Lo tomo con cuidado del rostro, obligandolo a que le mirara a la cara -¿Qué pasa, Chimuelo?- su voz lo trajo de nuevo a la tierra. Haciéndole sentir como un tonto por lo que pensaba.
Se dio la vuelta a recostarlo sobre su pecho -nada- lo abraza con sus patas delanteras. Olfateo el cabello -ya nunca más pasara nada malo... siempre te protegeré- rozo su frente volviendo a hacer el gesto de una sonrisa algo deforme.
-Lo sé- se levanto un poco aguantando el dolor para luego darle un beso en el hocico -tú debes confiar en mí, estaré a tu lado por el resto de mi vida- extendió los brazos, atrapando el cuello del dragón y así poder acomodarse mejor sobre él -te amo tanto- se acostó cerrando los ojos.
-Yo también te amo- lo abrazo con las alas. Ocultando aquella piel tersa, solo para él. Solo para su oscuridad.
Ya que aunque su amor fuera real. No mintiera cuando se lo confiesa con el mayor deseo de ser correspondido. Aun esta aquel lado sombrío que nadie es capaz de ocultad. La sangre que es derramada, su propio odio. Todo eso era su oscuridad, y aunque Hipo lo supiera nunca le intereso. Para él era parte de su pareja. Entonces lo amaría igual. Sin importar que tentara contra su vida. Aceptaba cualquier dolor así como el amor que se profesaban.
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El sonido de agua, chapoteando y risas cómplices, parecido el juego de niños pequeños.
Provoco Lucí abrió los ojos aun cansada. Se encontraba durmiendo en el pecho de su marido. Ambos cubiertos por una manta, seguro que regalo de la pareja. Se sentó aun adormecida. Le dolía los músculos por la mala posición en la que durmió. Le sonrió a su aun inconsciente marido volviendo a bostezar. Nuevamente los sonidos captaron su atencion.
-¡No, no... detente Chimuelo!- era la inconfundible voz del castaño quien exclamaba. Un poco asustada por lo que la criatura le estaba asiendo se apresuro a salir. Quedando paralizada al tener una imaginación completamente opuesta a lo que pasaba -¡Vamos deja de lamerme la cara!- rió con gracia.
-No puedo... eres tan delicioso- exclamo el reptil aun dando lenguetasos al rostro de un sonrojado Hipo.
-¡Para!- lo tomo de la parte inferior del rostro. Plantandole un dulce beso en el hocico -mmm... tu también eres rico- respondió de igual forma. Provocando que la mujer se pusiera roja de repente.
-Maldito mocoso- gruño desesperado.
La criatura salto sobre él. Casi haciendo que se ahogara, pero claro que no lo iba a permitir eso. Así que lo levanto sobre su lomo evitando que algo le pasara. El chico quedo casi por encima del agua. Quedando solo sus piernas sumergidas, se sostuvo fuerte de las escamas. Riendo muy fuerte. Entonces la mujer lo noto, las marcas de garras, de ese demonio según ella. Por todo el pequeño cuerpo del menor. Luego noto la enorme cicatriz de su pecho. Eso dolía en su alma más que cualquier cosa que se pudiera imaginar. Quiso llorar pero se detuvo cuando vio que le llamaba.
-¡Hola, Lucí!- levanto la mano saludando a la joven -vamos Chimuelo, salgamos del agua- el dragón obedeció a su niño. Saliendo del lago para acercarse a la muchacha. Aunque no le agradaba en lo más mínimo pero para Hipo era como una hermana mayor. Quizás la madre que nunca tuvo.
-Hola...- le devolvió el saludo con amabilidad. El chico no se bajo debido a que le faltaba su prótesis.
-¿Tienes hambre? Chimuelo trajo mucha comida para todos- sonrió. Aunque fuese una situación fuera de lo común. Para él siempre era normal.
-Si... gracias- sin embargo para ella no era para nada común. Se sentía demasiado nerviosa al estar cerca de ambos. No sabia si era miedo o solo preocupación por el castaño. Como pudo se bajo sin hacerse daño. De coloco la prótesis con ayuda de la criatura, como agradecimiento le regalo otro beso y una sonrisa -Hipo...- pero su inquietud era primero -¿Puedo hablar con Chimuelo?- el menor la miro mal. No le agrado la idea de que una mujer se quedara a solas con su amado, pero aun así no tuvo de otra que aceptar.
-Esta bien- se acerco a la cabeza de su dragón dándole un dulce beso en el hocico -iré a la biblioteca, cuando termines ve a buscarme- todo lo dijo de una manera coqueta que a la criatura reconoció como celos.
-Claro...- respondió calmado mientras lo veía alejarse. Una vez que desapareció de su visión, observo a la muchacha un poco seria -¿Qué es lo que quieres?- justo en ese momento llego el esposo de esta.
-Quiero saber la verdad- esa respuesta lo hizo gruñir -soy una mujer e Hipo un niño... mi instinto materno me obliga a protegerlo- llevo una mano al pecho explicando con palabras más científicas lo que sentía. Por lo menos para ella era así de simple -por eso quiero saber la verdad- exigió sabiendo que de sus palabras solo podría conseguir la muerte.
-¿La verdad?- soltó una risa burlona.
Continuara...
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