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Un principe debe ser...

Ambos jóvenes estaban perplejos pero a su vez felices por el inusual encuentro, en especial el joven castaño sentía cierta curiosidad por la chica pelirroja.

El junto con toda su caballería regresaron al palacio, sin embargo aun con su título no logro salvarse de sus represalias que le daban su padre y el gran duque.

-¡No te entiendo!-grito su padre mientras que Hiccup soportaba su sermón matutino-Recuerda que un príncipe jamás descuida sus obligaciones-

Hiccup por su parte solo se limitaba a imitar todo lo que decía su padre con varios ademanes que hacía con su mano. No tenía nada en contra de su padre pero si había algo que le molestaba aparte de su sermón eran los deberes que tenía que realizar como futuro soberano.

-Creo que es tiempo que el joven busque una esposa-interrumpió el gran duque.

El gran duque era un hombre muy robusto igual que su padre pero de un terrible carácter, además de siempre ser la piedra en el zapato de Hiccup.

-Con todo respeto señor Dargo-aclaro su garganta-No creo que sea...-

-¡Es una fantástica idea!-respondió encantado su padre-Quizás si el príncipe se compromete-lo observo con seriedad-pueda al fin asumir su roll como futuro rey-

-No, no y no-negó el castaño varias veces-Me niego a que me comprometan con cualquier mujer-

Ambos hombre incluyendo al rubio que entraba se quedaron impresionados por la reacción del príncipe.

-Con todo respeto su majestad-interrumpió aquella charla-Me parece que el joven esta cautivado por otra doncella-

¡Gracias por la ayuda Bocón! Pensó sarcástico Hiccup mientras que los otros dos hombres no entendían a qué se refería.

-¿Podrías explicarme esto?-levanto una de sus cejas su padre.

-No es nada-rió nervioso puesto que no quería hablar sobre ello-Hoy me encontré con una doncella en el camino y....-

-Nuestro príncipe ayudo a esa doncella del bosque-termino la frase bocón mientras que Hiccup lo fulminada con la mirada-Era una doncella un poco ruda pero encantadora-

Hiccup recordó aquel encuentro con la misteriosa joven y la actitud que tenía, podía notarse en sus ojos que no duraría ni un minuto en golpearlo de ser necesario.

-¿Y quién esta dama misteriosa?-rompió el silencio el gran duque.

-No lo se-levanto sus hombros sin preocupación-Una campesina supongo-

-¡Ja!-bufo el gran duque-Una campesina cualquiera no puede ser nada en comparación de una princesa-se acercó al joven castaño-Solo es una aldeana cualquiera como muchas otras-

-¡Te equivocas!-grito con enojo Hiccup-Esa campesina se ha comportado mucho mejor que las mimadas princesas que he conocido-

Algo dentro de él le indicaba que tenía que defender a la joven que había conocido.

-Mimadas o no son princesas-corrigió el rey a su hijo-Sabes que tarde o temprano deberás buscar una esposa-

-Me parece mi señor-se acero el duque al rey-que el príncipe debería conocer a las princesas de diversas, tal vez conozca a una de su agrado-

Si algo odiaba aquel chico era que se le impusiera esa regla del matrimonio, muchas veces el soñaba con conocer alguna doncella que lo amara por quien era en verdad y no lo viera solo como alguien que podía llenarla de lujos. A su mente le llego aquella joven con la que hablaba tan animadamente.

-Aceptare con una condición-aquel joven tenía una brillante idea-buscare a una novia a cambio de que todos nuestros súbditos asistan al baile-

-¡Estás loco!-gritaba el rey.

-Ese es mi trato tómenlo o déjenlo-se cruzó de brazos el castaño en espera de una respuesta.

Su padre estaba a punto de decir algo pero el gran duque interfirió ante el asunto.

-Me parece justo su majestad-el rey solo lo observaba confundido-Si el príncipe acepta entonces no veo ningún problema ante eso majestad ¿usted qué opina señor Bocón?-

-A mí no me vendría mal una fiesta-rio mientras le daba un golpe al chico en su espalda.

-Entonces está decidido-sonrió el rey al igual que su hijo-una fiesta a cambio de una novia para mi hijo-

Dicho esto tanto Bocón como Hiccup salieron de la sala del trono, el castaño estaba más que feliz porque su propósito se cumplió. Y este consistía en volver a encontrar a la doncella pelirroja.

Mientras tanto del otro lado, Mérida corría de un lado a otro atendiendo sus tareas diarias. Estas consistían en lavar, cocinar, limpiar y todo aquello que se les ocurriera a su madrastra.

-¡Cenicienta!-gritaba Astrid desde su habitación-¡Cenicienta!-

Mérida dejo lo que estaba haciendo para correr a atender los gritos de su querida hermana. Al abrir la puerta se encontró con una chica rubia que la esperaba impaciente.

-¡¿Dónde estabas?!-gritaba mientras que Ana cubría sus oídos-De seguro estabas perdiendo el tiempo como siempre, como sea Mi madre, Ana y yo saldremos al pueblo de compras por lo que te encargaras de todo esto-Astrid le entrego una bolsa llena de prendas sucias-Mi madre me dijo que también limpiaras bien los pisos y esta vez evita dejarle arrugas a mis vestidos ¿quedo claro?-

-Si Astrid-ella tomo la ropa y se retiró.

No era algo nuevo que le pidieran eso, por lo general del diario era lavar y limpiar. Pero eso no evitaba que cuando la dejaban sola en aquella gran casa ella hablara entre dientes de ella.

-Aun no entiendo cómo es que no le da hambre con solo esa lechuga que toma por comida-tallo con fuerza el piso-Yo si fuera ella comería todo lo que me pusieran enfrente sin temor a que me dijeran algo-

Unos pequeños ratoncitos se asomaron de su agujero para ver a la pelirroja que tallaba con fuerza la suicidad del piso.

-Se que están ahí chicos-rió la pelirroja al sentirse observada-Salgan Hubert, Hamish y Harris-

Aquellos nombres eran los que les había puesto desde que era pequeña, eran 3 ratoncitos traviesos que cuando no estaban las brujas del hogar le hacían compañía, ya sea para escucharla o simplemente jugar con ella.

-Creo que si mi madre viera lo sucia que estoy ya me hubiera mandado a dar un baño-rió con nostalgia al ver su reflejo en el agua-Madre...-trago un poco de saliva-Si he sido una mala hija te pido que me perdones... al igual que le pido perdón a dios si he cometido alguna maldad-

Tal vez no era gran cosa pero hablar sola le ayudaba a soportar todo lo que vivía en aquella casa, incluso algunas veces le gustaba imaginar que hablaba con su madre y le contaba de sus actividades del día aun si eran las mismas del día anterior.

-¡Mérida!-aquella voz la conocía mejor que nadie-¿Qué te he dicho de hablar sola?-Gothel se quitó su capa al igual que sus hijas-Sabes que no me gustan esos comportamientos tuyos-

-Lo lamento mucho Madame-se levantó con rapidez para tomar las capas de las 3 mujeres-¿Necesitan algo?-

-Sí, que no hables estupideces el resto del día-Gothel se acercó a Astrid-Al menos me alegra saber que hay jovencitas que se comportan-le brindo unas palmaditas a Astrid-Ahora vuelve a tus labores y no nos interrumpas mientras mis hijas toman sus lecciones-

-Lo que usted diga Madame-respondió Mérida sin observarla directamente.

Las 3 mujeres caminaron escaleras arriba, pero Gothel con un movimiento de su pie tiro la cubeta llena de agua mientras que Astrid dejaba huellas de lodo en el piso, Mérida quería gritar por lo que estaban haciendo pero sabía perfectamente que cualquier reclamación le provocaría un castigo. Ya había cometido ese error cuando era más pequeña al reclamarle a Astrid por llenar los pisos con lodo pero lo único que se ganó Mérida fue dormir al intemperie soportando el helado frío de invierno.

-Y esto es cosa de todos los días-se dijo a si misma-Bueno será mejor ponerme a trabajar-

A pesar de que Mérida tenía más trabajo ahora por lo que habían hecho, ella simplemente no le dio importancia y volvió a lo suyo.

Por su parte las hermanastras de Mérida les tocaba sus lecciones de música, otro martirio que tendría que pasar la pobre al escuchar cantar a Astrid. Gothel se encargaba de tocar el piano. La Impostación....

Aaahh!

Canto el ruiseñor, canto el ruiseñor

Aaaaaa mi vida

Y canto el ruiseñor

Canto el ruiseñor

Por otra parte se encontraba Mérida limpiando nuevamente los pisos pero para evitar escuchar la voz de su hermana, ella siempre cantaba un poco aun por muy bajo que cantara para sí misma.

Mmm

Aaaa mi amor

Así fue la canción

Canto al corazón

Aaaaa

Así fue la canción,

Canto, al corazón.

Canto el ruiseñor,

La canto,

Así fue la canción

Si,

Canto al corazón

La Cantó, la canto.

Sin embargo al igual que su madrastra aquel gato regordete coloco sus patas sobre el piso.

-¡Lucifer!-grito Mérida al ver como aquel gato pasaba como si nada con sus patas sucias-¡Me las pagaras bola de pelos!-

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