Capítulo 9
Sin pensar
Poco a poco se fueron haciendo costumbre las salidas con Limarie. Juntos la pasábamos muy bien, ella era muy divertida, lograba hacerme reír y cuando estaba con ella mis difusos pensamientos alrededor de Elizabeth y las ganas de buscarla disminuían, aunque no desaparecieron del todo.
Justo por esos días, una tarde después de pasar todo el día en el centro comercial junto con mis tíos, Mercedes estaba ansiosa por comenzar sus compras navideñas, sucedió algo que volvió a sacarme de mi norte.
Mis tíos junto a Limarie veían los minutos finales del noticiero de las cinco, en esos momentos transmitían la sección de deportes mientras yo recogía de la mesa de centro un grupo de documentos que olvidé allí en la mañana.
"Formando parte de la carrera de lanchas de motor nos encontramos al cirujano plástico más guapo del país además de ser el cirujano de las estrellas, y a su hermosa novia."oí que decía la reportera. Dejé lo que hacía y me acerqué a mirar el televisor, vi a la tía agarrar el control remoto del aparato en sus manos.
—No lo apagues —pedí adelantándome a lo que sabía haría.
En la pantalla del televisor pude ver a Beth en todo su esplendor, hermosa al lado de su novio. Ella con su ya conocida media sonrisa que no le llegaba a los ojos, y el Ken a su lado con uno de sus fuertes brazos alrededor de su cintura en actitud posesiva.
—Ustedes son una hermosa pareja, y hay mucha gente preguntándose cuando unirán sus vidas en matrimonio, existen rumores de que pronto será el gran acontecimiento —comentó la periodista. Según podía suponer de las palabras de la mujer, Diego era todo un personaje, casi una figura pública en el país. Y alegadamente todos estaban muy interesados en saber cuándo se casaba con su bella novia.— .Me gustaría que Elizabeth nos dijera si hay planes de matrimonio — comentó la rubia periodista sin darle la oportunidad a Diego de contestar su primera duda. Elizabeth miró para todos lados, menos a la mujer. Más incómoda no se pudo ver.
Diego Palacios no permitió que Elizabeth abriera la boca y contesto con evasivas las dudas de la mujer dejando en la intriga si los rumores eran o no ciertos, aunque tampoco descarto un posible enlace futuro.
Contuve el aliento y cerré mis puños. Por mi mente paso lo divertido que sería romperle la cara a ese payaso.
—Que engreído se ve —comentó Hernán con desprecio.
—Su familia y la mia están deseosas de que unamos nuestras vidas en matrimonio —añadió Diego antes de inclinar la cabeza para besar a su novia en la mejilla. Cerré los ojos unos segundos. Así que ya estaba decidido, Beth tenía planes de boda con ese imbécil.
Di media vuelta, terminé de recoger los papeles y me fui al cuarto donde me senté en la cama después que tire mi maletín encima del colchón.
¿Qué esperabas Aldemar?
Elizabeth continuó su vida lejos de ti, está enamorada de Diego y pronto se casara.
Entonces ¿por qué no vi felicidad en sus ojos verdes?
Lo mismo aprecié en la fotografía de la revista que Mercedes se empeñó en ocultarme. Beth no era feliz al lado de ese imbécil sin embargo al parecer aun con todo planeaba casarse con él.
Unos tímidos toquecitos en la puerta de mi cuarto me devolvieron a la realidad.
— Aldemar... —Era Limarie, me puse de pie de mala gana.
—Lo siento Limarie pero no estoy en mi mejor momento —dije en cuanto abrí la puerta.
—Mercedes y Hernán acaban de salir a la farmacia.
—Hubieras ido con ellos.
—No quería dejarte solo —mencionó ella.
—No me voy a suicidar —comenté con algo de ironia y me hice a un lado. Limarie entro al cuarto, mirando con gran interés a su alrededor.
—Me gusta tu cuarto —comentó y fue a sentarse en la cama cruzando sus piernas y recostándose un poco sobre los cojines. Yo sonreí.
—Te llevaré a tu casa —dije agarrando las llaves del carro, esa mañana había pasado por ella y me tocaba regresarla a su hogar. Deseaba estar solo.
—Estas molesto, lo sé...es por ella, por Beth. —La oí decir.
—No quiero hablar de ella —dije tratando de que en mi voz no se reflejara mi enojo.
—Es bueno hablar, si te quedas callado te hará más daño —dijo. La miré de reojo, sentada de esa manera tan provocadora era imposible no mirarla. Limarie me pesco recorriéndole las piernas con la mirada y sonrió. Contra todo pronóstico fui a sentarme a su lado y de sus piernas la mirada fue a pasar sobre sus abultados senos que lucían muy atrayentes desde el escote de su blusa. Limarie era una mujer bastante delgada pero de senos grandes que ella parecía no molestarle en lucir.
—¿En serio? —pregunté como el mayor de los imbéciles— .Supongo que si —añadí mientras mis pensamientos se iban lejos.
Elizabeth terminó conmigo hacia años, rompiéndome el corazón y sepultando toda posibilidad de una reconciliación entre nosotros.
¿Por qué me dolía tanto saber que se iba a casar con alguien más?
Todo el asunto no me era indiferente a pesar de los años que han pasado.
—No puedo creer que aun te importe —dijo Limarie y soltó un hondo suspiro— .Estas celoso. —aventuro, algo incrédula. No le conteste, mantuve la mirada baja y simulé que tocia para pasar la tela de la camisa por mis ojos y así borrar toda huella de humedad.
—Por Dios Aldemar es increíble que todavía te afecte lo que haga o deje de hacer esa mujer —comentó y se hecho a reír, pero con amargura. Guardé silencio y sentí que el pecho me ardía de contener los deseos de gritar, me puse de pie.
—Vámonos, mañana tengo muchas cosas que hacer. —Limarie me imito y se acerco hasta que arrimo su cuerpo al mio, sentía una de sus manos en mi barbilla volteándome el rostro para que la mirara.
—Si me dieras una oportunidad, Aldemar —dijo y vi como acerco sus labios a los mios, besándome suave, tentativa. En un impulso la abraze por la cintura y profundice nuestro beso convirtiéndolo en uno apasionado e íntimo.
Segundos después nos separamos. Fue un beso agradable, capaz de encender a cualquiera menos a mi. Aun asi la volví a acercar a mí para darle un rápido beso.
— Ahora te llevaré a tu casa —dije cuando nos separamos.
—Por ahora no insistiré —dijo Limarie— .Con esto me conformo — añadió tocándose los labios con los dedos de su mano. Me encaminé hacia la entrada de la casa con Limarie pisándome los talones. Tiempo después estábamos en la autopista en dirección a San Juan. Limarie encendio el radio dando paso a un rítmico regueton. La vi moverse, disfrutándose la melodía.
—¿Quieres bajar un poco la música? —Yo no estaba de buen humor. Pero ella parecía estar muy contenta.
—La música es una buena terapia para relajarse —contestó ella. Podía ser, pero a mi no me relajarían ni cien masajes terapéuticos.
—No estoy de humor.
—Eso lo se... —dijo mientras movia la cabeza hacia arriba y hacia abajo, evidentemete no le importaba mi petición o como me sentia. Decidi guardar silencio y maneje varios kilómetros tratando de hacerme el sordo, deseaba llevarla a su casa cuanto más rápido mejor.
—A veces pienso que no la quieres olvidar, espero que ahora que te has dado cuenta de su olvido te plantees la idea de olvidarle tu también —mencionó Limarie de repente, parecía ser algo que venía pensando y se animó a decir. Y yo estaba harto de que me dijeran siempre lo mismo. Me sentía atacado.
—¡Eso no es de tu incumbencia, no te importa si pienso en ella o no! — exclamé y golpee el guía con un puño. Miré de reojo a mi amiga y la vi pegarse a la puerta del vehículo lejos de mi.
—Lo siento —murmuré lamentando mi inesperada y algo exagerada reacción. Apagué la radio, lo menos que deseaba oír era la melancólica melodía de amor. El ambiente no podía ser más tenso— .No importa si la he olvidado o no, de igual forma no es tu problema, Limarie.
—Estoy enamorada de ti Aldemar y me sigue doliendo que te cierres a intentar amar a otra que no sea ella. —Sentí una de sus manos sobre mi muslo — .Si tan solo me dieras una oportunidad —murmuró.
Segundos después oí sus sollozos. Me gire por unos segundos cuidando de no perder de vista la carretera.
—No llores Limarie —No soportaba ver llorar a las mujeres. La miré y ese breve momento de distracción por poco nos manda a la cuneta, pude oír un coro de bocinazos.
—¡Carajo! —exclamé asustado y molesto. Limarie aplaco sus sollozos.
Tome la salida más cercana para salir de la autopista y busque un lugar donde estacionarme.
—¡Jamás amaras a otra mujer, estas obsesionado con ella! —exclamó Limarie con una honda tristeza en la voz. Lo que decía Limarie era cierto pero no lo aceptaría.
—No llores —Le volví a pedir, pero esta vez me quite el cinturón de seguridad para poder abrazarla. Limarie se aferró a mi desesperada.
—Si me dieras la oportunidad de amarte —dijo con sus brazos alrededor de mi cuello y su aliento acariciándome la mejilla. Cuanto desee poder complacerla. Limarie me haría olvidar a Beth, de esa premisa tenía que agarrarme para no caer en el remolino que amenazaba con arroparme. Limarie beso mi cuello, mi rostro y mis labios con ardor, con pasión y deseo y un ansia demente reprimida por años.
—Te amo Aldemar.—Sus manos acariciaron mi espalda, mi pecho y bajaron hasta llegar a mi virilidad. Limarie me acaricio por encima de la tela logrando que con su toque mi sexo comenzara a despertar. Nos separamos, nuestras respiraciones agitadas.
Limarie se acomodo en el asiento llevando su vista al frente, yo hice algo similar de mi lado mientras tomaba una rápida e impulsiva decisión.
—Acompáñame a dar una vuelta y luego a comer —dije en tanto llevaba la mirada sobre ella. Limarie enarco una de sus cejas mas no contesto.
—Vamos a celebrar nuestro noviazgo —mencioné y enseguida tuve toda su atención.
—No juegues conmigo Aldemar —
—¿Quieres ser mi novia? —Alce una de mis manos y acaricie sus cabellos mientras buscaba su mirada con la mia— .He decidido darme la oportunidad que tanto dices que necesito —Limarie bajo la mirad a sus manos que llevaba entrelazadas sobre el regazo. Aguarde su contestación mientras luchaba por sepultar mis dudas y mordí mi labio inferior en el afán por callar las palabras que amenazaban por abandonar mis labios ante su silencio.
"Dile que entiendes sus dudas y busca la manera de salirte por la tangente"
—Si, si quiero Aldemar —murmuró ella.
Alce la vista y nos miramos, Limarie sonrió. Y yo ya no pude dar marcha atrás, devolví la sonrisa y me acerque para abrazarla. Así nos quedamos por varios segundos.
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La noticia de nuestro noviazgo fue motivo de alegría para ambas familias. En especial Mercedes que no podía estar más contenta e ilusionada pensando en el futuro, imaginando que la relación entre Limarie y yo madurase al punto que uniéramos nuestras vidas en matrimonio.
—Hazla muy feliz Aldemar —Me pidió mientras cenábamos los dos solos, Hernán no se sentía bien, hacia días que sufría un fuerte resfriado.
—Pondré todo mi empeño en la tarea —dije sonriendo levemente. Desvié la mirada porque mi tía me conocía muy bien. A pesar de tener las mejores intenciones con Limarie sinceramente no estaba seguro de poder cumplirlas. Y si Mercedes me miraba a los ojos se daría cuenta de mis dudas y lo menos que quería era un sermón.
Los días continuaron su paso, y siempre me repetía como un mantra que debía aprender a amar a Limarie, disfrutar su compañía, sus besos, sus caricias. Con ese fin todos los fines de semana inventaba algo que hacer con ella.
Románticos paseos por la playa a la luz de la luna, salidas al teatro y al cine, excursiones por la isla o simplemente una invitación a cenar en un buen lugar eran parte del catálogo que diseñé para mantenerme ocupado y sobre todo para compartir con Limarie.
Sin embargo, aun así siempre hubo la ocasión para pensar en Beth.
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