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Capítulo 8


Celos y rabia

Aldemar

Regresé a mi isla, al calor del sol y la brisa salada del mar. Al encuentro del sol radiante característico del lugar donde nací y donde conocí el primer amor. Ya no era el mismo de ayer, habían pasado cinco años y me sucedió tanto. Gane mucho, pero también perdí tanto.

Regresé convertido en un hombre de casi veinticuatro años, profesional y exitoso artista gráfico. Soy el accionista principal de una agencia de modelos y publicidad con cede en New York y teníamos planes expansivos que incluían una oficina en Puerto Rico.

Puedo decir que tengo el control de mi vida, de mis sentimientos y emociones. Eso incluye mi condición de salud ya que el virus continuaba indetectable en mi organismo y el conteo de células T en valores normales manteniéndose por años de igual forma.

Para disfrutar de buena salud me cuidaba mucho, tomaba los medicamentos indicados, hacia ejercicios, comia saludable y dormía como un bebé. Así, aparte de una ocasional gastritis mi salud era fuerte.

Ya no vivíamos en el barrio, la casa que compre para mis tíos se encontraba en un exclusivo sector y ellos estaban encantados con la propiedad de cinco cuartos y tres baños entre otras comodidades. Aunque pensé comprar un apartamento para vivir solo opte por mudarme con los tíos por un tiempo.

Esperaba adaptarme a mi nueva vida en Puerto Rico aunque en contadas ocasiones me pregunte si no hubiese sido mejor mudarme a New York donde estaba la oficina principal de la prospera agencia que herede de mi abuelo, pero la realidad era que mis tíos no se hacían mas jóvenes y pudo más mi deseo de estar cerca de ellos que el miedo a que los recuerdos me sobrepasaran, me hablaran de ella.

Lo que si suponía tener más que claro era que jamás volvería a perder el contro de mi vida como estuve a punto de hacerlo cuando me enamore de Beth.



Semanas después de mi regreso alguien del pasado volvió a mi vida. Una tarde llegué a la casa en compañía de Juan David Albanese mi mejor amigo y socio en el negocio; y escuchamos voces que venían de la cocina, a mi una de ellas me resulto familiar, pero estaba seguro de que no pertenecía a ninguno de los habitantes de la casa.

  —Creo que no eres el único invitado a cenar —comenté a mi amigo de camino a la cocina. Allí estaban mis tíos, Rebecca la esposa de Miguel y su pequeña hija Olivia, todos sentados en los stools frente a la isla de madera. Dándome la espalda se encontraba otra persona, una mujer delgada de cabellos negros y lacios, cortados hasta los hombros, que en esos momentos se reía con ganas por algo que hacia mi primita de dos años.

—¡Aldemar que bueno que llegaste! —exclamó emocionadísima Mercedes— .Mira quien está aquí, lleva toda la tarde esperándote —La mujer pareció enmudecer al oír nuestros pasos, la vi recogerse el cabello detrás de su oreja y voltearse poco a poco. Antes de verle el rostro de frente, supe quién era.

   —Hola Aldemar —Limarie se puso de pie. Me detuve a bastante distancia y solo la miré por largos segundos—No has cambiado nada, luces igual de guapo, pero más alto, más grande...—Ante sus palabras no pude menos que sonreír algo avergonzado y mirar a Juan David, que no le quito los ojos de encima a Limarie en ningún momento.

Algunos recuerdos me alcanzaron de pronto.

—Limarie, tu tampoco has cambiado mucho, estas preciosa —dije obligándome a moverme y sonreír para acercarme y abrazarla. Limarie me echo los brazos al cuello y oculto su rostro en mi pecho. Me abrazo con fuerza, emocionada, cuando nos separamos permanecimos tomados de las manos.

—Juan David, ven a conocer a  Limarie Colón fuimos vecinos y compañeros de escuela hace unos años atrás —dije en dirección a mi amigo que era todo sonrisa.

—Encantado en conocerte, Limarie —Limarie saludo a Juan David con un formal apretón de manos.

—Qué bueno que estamos todos aquí —mencionó Mercedes— .Será una cena entre amigos —La estancia olía riquísimo, tía Mercedes como siempre había preparado un guiso que hacia agua la boca.

Desde ese día en adelante, Limarie fue una visitante asidua en mi casa. Yo pasaba mucho tiempo fuera trabajando, y mi tía disfrutaba de su compañía. Limarie trabajaba turnos rotativos y en su tiempo libre visitaba a Mercedes, la llevaba de compras, al supermercado, iban a almorzar juntas arrastrando a Hernán con ellas y de vez en cuando al cine.

Yo no salía mucho, cuando tenía la oportunidad y sobre todo los deseos, me limitaba a ir al cine de vez en cuando, o a cenar, solo o con Juan David. Poco después mi tía comenzó su trabajo como casamentera, mencionándome a Limarie a la menor provocación. Me decía lo linda que se veía, y que ella como yo estaba sola, sin pareja.

—Limarie todavía está interesada en ti, Aldemar —dijo un domingo mientras desayunábamos. Tome la taza humeante, rebosante de chocolate caliente y tome un sorbo del rico líquido a la espera de lo próximo que diría la tía.

—No sabes cómo habla de ti, y como pregunta, quiere saber todo, y me ha preguntado mil veces si no tienes novia —continuó mientras untaba sus galletas de soda con un poco de mantequilla. No pude menos que sonreír.

—Dime algo, Aldemar —insistió la tía.

—¿Y qué va a decir Aldemar, mujer?, él nunca se ha sentido atraído por Limarie — comentó Hernán ganándose una iracunda y fugaz mirada de su esposa. Hernan se alzo de hombros.

—Limarie es una mujer muy guapa y simpática, pero nunca ha sido mi tipo, y no creo que a estas alturas las cosas cambien —dije secundando el comentario del tío.

Me puse de pie y fui a lavar la taza y el plato que use. Ese día planeaba irme a la playa, solo, a dibujar un rato, después en la tarde quizás me iría al cine con Juan David.

—¿Por qué no llevas a Limarie contigo a la playa? —Ante su pregunta oí a mi tío soltar un gemido y yo hice una mueca.

   —No, no me parece —dije y terminé de enjuagar los restos de jabón. Me apresure a salir de la cocina, no deseaba continuar los argumentos— .Nos vemos más tarde familia —añadí apresurando mis pasos. De pronto tuve urgencia por dejar la casa.

Una vez dentro del auto acelere el motor, baje los vidrios y respire profundo, sintiéndome libre. Ese día no quería una playa cerca, esta vez deseaba ir lejos, un poco de aventura no le hacia mal a nadie.

Dedique horas a dibujar frente al mar , comenze dibujando de una enorme piedra que sobresalía del mar pero casi sin darme cuenta terminé dándole forma a la silueta de una mujer sentada sobre ella, sus cabellos largos y castaño rojizos al viento.

Una mujer sin rostro pues me negué a delinearlo, a otorgarle las hermosas facciones que tanto recordaba de ella, a darle identidad.

¿Cuánto habría cambiado?, posiblemente nada o posiblemente tanto.



Los días continuaron su curso, mucho trabajo pendiente encima del escritorio y yo feliz de mantenerme ocupado. Las gestiones para la nueva oficina daban frutos y Juan David y yo no parábamos.

En el plano personal aun cuando lo evite por semanas terminé invitando a Limarie a cenar y luego fuimos al teatro, la verdad fue que la pasamos muy bien.

Días después tuve que viajar a New York por cuestiones de negocios y grande fue mi sorpresa cuando al regreso Limarie me esperaba en el aeropuerto. Aquello no me gustó mucho, pero disimule y oculte mi desaprobación con una sonrisa.

Y no solo eso, al llegar a la casa nos esperaba una pequeña reunión donde se encontraban la madre de Limarie y su hermano Raúl al que no veía hacia años. Aun cuando me sentía muy cansado por el viaje, me sentí obligado a compartir con los invitados.

—Todo esto fue idea de tu tía, solo de ella —comentó Hernán, sonreí y le di unas cuantas palmadas en la espalda.

—Lo sé —Limarie lucia muy contenta.

—¿Estás enojado? —Quiso saber. Yo negué con un movimiento de cabeza.

—No estas contento —añadió.

Miré a los ojos de aquella joven mujer, hermosa y llena de vida, que no ocultaba su interes por mí, y quise amarla como amé a Beth un día.

¿Por qué no era tan fácil como desearlo? ¿No era suficiente con querer?

Nuevamente me pregunté si no sería mejor regresar a los Estados Unidos. Estar en Puerto Rico no me estaba resultando bien y no sabía como explicar ni siquiera lo que sentía.

—No, no estoy molesto, quizás un poco cansado —

—Esta reunión no fue una buena idea —comentó Limarie compresiva.

—No te preocupes, no va a ser eterna —dije mientras veía acercarse a Raúl— .Como has crecido —El muchacho al principio se mostró serio y callado, pero eso solo fue antes de sentirse en confianza.

—Tu estas irreconocible Aldemar, pareces modelo de revista —No pude menos que soltar una carcajada.

  —Mira quien habla, apuesto que eres un éxito con las damas.

Mire a Limarie de reojo y noté que miraba a Raúl con verdadera admiración. Que diferente de años atrás.

—No sabes las muchachas que llaman a la casa preguntando por él —comentó ella y  sacudió los cabellos de su hermano con cariño— .Es un verdadero Don Juan.

—Solo tengo unas cuantas amigas, pero nada en serio —dijo Raúl— .Limarie tampoco tiene novio, ella solo piensa en...—Limarie le dio un inesperado golpe en el brazo.

  —¿Por qué no vas a buscarme algo de beber hermanito? —Raúl miró a su hermana entre sorprendido y adolorido.

  —¿No quieres que Raúl diga que tienes un novio oculto por ahí? —pregunté aunque debi ignorar la referencia, hacerme el tonto. Entonces ese supuesto interés termino de alguna manera por comprometerme.

  —Tu mejor que nadie conoces a la persona de la que estoy enamorada, el hombre que no he olvidado aunque él si se olvido de mi todos estos años —dijo muy bajito pero lo suficientemente alto para ser escuchada por mi mientras miraba incómodo a un lado— .Cuanto me gustaría que ahora que estas solo pienses en mi como algo más que tu amiga —más directo, imposible.

Esa noche pensé mucho en sus palabras. En como la vida, junto a su cómplice destino y su buen amigo suerte caprichosamente nos llevaban por senderos que jamás pretendimos caminar.

Recuerdo que algo que sucedió inesperadamente fue de alguna forma el empujón que me arrojo definitivamente a los brazos de Limarie. Esa mañana me levanté inusualmente tarde, era domingo y como un sonámbulo caminé en dirección a la cocina pero mucho antes de llegar a ella oí la voz de mi tía que casi susurrando hablaba con alguien, aquello ralentizo mis pasos.

Ahogando un bostezo caminé con sigilo hasta acercarme a la habitación, inexplicablemnte tuve la necesidad de pasar desapercibido, quería saber con quien hablaba Mercedes en murmullos y sobre que. 

Mercedes se encontraba sola en la enorme cocina disfrutando de una taza de café, la cual bebía a pequeños sorbos mientras hablaba por teléfono.

—No quiero que por ningún motivo Aldemar vea esa revista —decía— .Si Aldemar ve ese articulo se va a sentir muy mal, lo conozco y aunque él lo disimule yo se que aun piensa en esa muchacha. Estoy segura de que si Aldemar la vuelve a ver volverá a sufrir, Limarie—No sé como no adivine que era con Limarie su conversación casi secreta. Entre mi tía y Limarie había nacido una especie de alianza.

Pronto noté la revista que tenía Mercedes justo a un lado de la taza de café.

—No Limarie entre Aldemar y Elizabeth no volverá a existir nada, ella fue quien lo dejo, lo lastimo y humillo. Él no volvería con ella porque mi sobrino ya no esta dispuesto a sufrir —Mercedes hablaba con mucha seguridad y en parte no se equivocaba en sus dichos pues era lo que yo mismo había manifestado en una ocasión. Sin embargo las palabras solo expresaban lo herido que me encontraba y en ocasiones no eran la verdad absoluta e irrefutable.

  —Si él ve esa foto, y lee el articulo, si tiene la seguridad de que ella esta a solo unos pasos de distancia, y que se va casar...—Mi tía bajo aun más su tono de voz y yo tuve que hacer un gran esfuerzo por seguir parte de la conversación— . Estoy consciente que en algún momento Aldemar se enterara de todo esto, pero prefiero que sea después, ahora solo se inquietara —Boda, Elizabeth, una revista...

—Te llamo después, voy a esconder esta revista en mi habitación antes de que Aldemar se levante —A duras penas me oculte de Mercedes cuando paso llevando en sus manos la famosa revista. Pude interceptar a mi tía y pedirle que me entregara la revista, o olvidarme de la maldita revista de una vez y por todas. Ese sería el camino más sencillo, pero definitivamente lo imposible.

La curiosidad era mucha, apenas podía esperar a que la tía diera la espalda para enterarme que sucedía con Beth. Aunque seguramente no me gustaría indagar en lo que Mercedes trataba de ocultarme. La ansiedad se apodero de mi ánimo mientras esperaba que la tía dejara la habitación y cuando supe que se encontraba de vuelta en la cocina fui directo a buscar entre sus cosas la bendita revista.

Hurgue en todas las gavetas, en el closet, debajo de la cama, en el baño, seguro de que en cualquier momento daría con ella pero la desesperación amenazaba con apoderarse de mi. No quería que Mercedes me sorprendiera en su cuarto, vencido me senté sobre la cama inclinándome al frente, colocando mi cabeza en las manos.

Pronto algo llamo mi atención, la punta de un papel que sobresalía debajo del colchón donde estaba sentado. Un cosquilleo en la boca del estómago fue la confirmación de que allí se encontraba lo que tanto buscaba.

Me levanté de un salto para levantar el colchón, y efectivamente encontrar lo que buscaba, era una revista de moda especializada en la farándula nacional con su buena parte de eventos sociales en la isla. En la portada, una guapa mujer vestida con un diminuto traje de "animal print" sonreía, coqueta. Coloque la revista sobre la cama y poco a poco pase página por página buscando no sabía realmente qué, pero seguro de que cuando lo encontrara me daría cuenta.

Con gran esfuerzo, apelando a la paciencia que siempre pensé tener, pero de la que ahora dudaba, me dedique a repasar cada artículo, cada nota. Pasados unos minutos, cuando estaba a punto de terminar de pasar las páginas, llegue a pensar que había oído mal, o que era otra revista, no esa que tenía frente a mí. Entonces una fotografía llamo mi atención al reconocer a Beth, una Beth un tanto cambiada, con sus cabellos castaños rojizos largos, cortados en un estilo moderno, sus ojos verdes mirando a la cámara y una media sonrisa que no le llegaba a los ojos.

A su lado un Ken muy sonriente y guapo, con uno de sus brazos alrededor de los hombros de mi ángel. Lo primero que pensé fue en destruir la revista, agarrarla con las dos manos y estrujarla hasta que no fuera más que un montón de papel inservible y roto.

"Así encontramos a una de las parejas más bellas de la isla. El doctor Diego Palacios, exitoso cirujano plástico y su novia Elizabeth Velasco estudiante de medicina e hija del presidente del Banco Nacional. Los jóvenes fueron vistos en la gala del concierto de Ricky Martin a beneficio de los niños con cáncer del hospital San Juan. La feliz pareja se vieron muy juntos y amorosos, sin embargo cuando se les pregunto si pronto habría boda, la pareja solo dio evasivas"

Esa era la nota debajo de la fotografía.

Estuve unos segundos mirando sin ver.  Beth estaba en la isla, tan cerca y tan lejos de mí. Lucia hermosa, convertida en una mujer espectacular y del brazo de su novio, debo decir que no me sorprendió para nada que se tratara de Dieguito, pero no era feliz. No era mi imaginación o como yo quería verla, en sus ojos pude ver una tristeza  disimulada, pero tristeza al fin. No podría asegurar que ella me extrañaba, o que aún me recordaba como yo a ella, pero Elizabeth Velasco no era feliz al lado de ese hombre.

Me levanté, oculte la revista en donde pertenecía y salí de prisa de la habitación. Necesitaba hacer algo que me impidiera pensar en ella. Me puse los tenis de correr, una camiseta y salí de la casa. El sol comenzaba a dejarse sentir fuerte sobre mi rostro y mis hombros desnudos, pero la brisa que soplaba refrescó no solo mi cuerpo, si no también mi mente.

El ejercicio me ayudo bastante a despojarme de aquella rabia que amenazaba con incapacitarme. Sentía mi corazón latiendo de prisa, los músculos de mis piernas ejercitándose, y el oxígeno llenando mis pulmones, pero en mi mente los recuerdos de Beth, más fuertes, más reales que nunca pesaban. En un momento dado tuve que detenerme para poner mis manos sobre las rodillas y doblar mi cuerpo mientras permanecía inmóvil.

No podía controlar la película que mi mente insistía en proyectar, me vi en el pequeño almacén el día en que nos conocimos, el incidente en el barrio con mi primo, la fiesta de navidad y nuestro primer baile, nuestros paseos en motora, el primer beso y nuestra primera y torpe entrega. También recordé el día en que nos despedimos, una despedida amarga y dolorosa.

Sentí tal angustia que pensé que la cabeza me explotaría, no quería continuar pensando, necesitaba olvidar a Elizabeth de una vez por todas porque era de tontos continuar torturándome así. Elizabeth ya no formaba parte de mi vida.

Pensé en Limarie, ella sería la mujer ideal para mí. Y era un buen momento para comenzar una relación con ella. Limarie me amaba, hacia años que nos conocíamos, y no podía negar que era muy guapa. Además con ella todo ese lio de mi condición estaría solucionado. Podría vivir tranquilo sin preocuparme o atormentarme con la posibilidad de enfermarla. Si lograra amarla sería mi pareja ideal.

Busque en uno de mis bolsillos el celular y sin pensarlo dos veces marque su número. Fue la decisión más a la ligera y estúpida que hice en mi vida sin saber que poco tiempo después me arrepentiría.



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