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Capítulo 6


"Ilusiones al viento"


Papá mantenía los ojos abiertos con la mirada perdida en algún punto detrás de mi, aun respiraba, pero al tomarle el pulso manualmente casi me paso desapercibido. El factor tiempo era lo más importante en una situación como aquella, sabia con solo mirarlo que papá presentaba todos los síntomas de una hemorragia cerebral.

Como en todas las emergencias el tiempo era muy importante. Angustiada y haciendo frente a un miedo casi paralizante solo pude gritar tan fuerte como me lo permitieron mis cuerdas vocales pidiendo ayuda, no quería dejar solo a mi padre, uno de mis temores era que se deslizara de la silla y fuera a dar al suelo.

Agotada, sosteniendo casi todo el peso del cuerpo de papá, me deslice hasta caer de rodillas a su lado, pero no deje de pedir ayuda en ningún momento.

—Papá, ¿me escuchas? ya viene ayuda —decía y le rogaba a Dios que alguien en la casa me oyera al mismo tiempo que evaluaba la distancia hacia la puerta. Casi de inmediato entraron a la habitación mamá y Antonella aunque a mi me parecieron horas de espera.

Al ponerme de pie sentía las piernas temblorosas, los músculos de los brazos adoloridos y la garganta seca. Sergio entro después de las mujeres y sostuvo el peso de papá hasta lograr llevarlo sobre la alfombra. Mientras tanto Antonella ya se había comunicado con emergencias medicas explicándole la situación y demás detalles.

Me hice a un lado con la mirada fija sobre mi padre en tanto mamá acomodaba un cojín debajo de su cabeza. Justo fue cuando me di cuenta de algunas señales en el lado derecho de su cuerpo que confirmaban mi anterior temor.

—¿Qué paso Elizabeth?—preguntó alguien. Segundos luego me di cuenta de que era mamá desencajada, y pálida como un papel.

—Yo solo quería hablar con él, limar asperezas, pero papá no me entiende, estaba enojado...—

—¡Lo hiciste enojar, se alteró y ahora esta así! —exclamó ella desesperada muy cerca de mi.

—¡Por Dios Leonor cálmate! —Antonella se interpuso entre mamá y yo quizás viendo la amenaza que representaba ella con sus reclamos contra mi.

—Yo no quería que esto pasara —Lamente sintiéndome miserable. Mi madre parecía ahogarse entre sollozos mientras volvía al lado de su esposo y se arrodillaba para acariciar su rostro y cabellos.

—Vas a estar bien, amor...

Me mantuve a distancia sin embargo no podía despegar la mirada del rostro pálido y sudoroso de papá con una sensación de impotencia increíble. También me sentía culpable.

—Ven conmigo Elizabeth —Antonella me guio fuera de la oficina mientras los paramédicos estabilizaban a Ignacio preparándolo para transportarlo en camilla hacia la ambulancia. A nuestras espaldas Micaela se dedico por completo a mamá que no dejaba de llorar incapaz de poderse controlar.

Sin titubear seguí a los paramédicos para subirme al vehículo médico. Cuando llegamos al hospital un grupo de médicos y enfermeras esperaban por nosotros, entre ellos vi a Diego Palacios y a su padre, seguramente tía Antonella se había encargado de llamarlos.

—Elizabeth —Mientras Diego se acercaba su padre caminaba con el resto de personal que atendía a mi padre y casi corrían en dirección a un área restringida para mi.

—No sé qué paso...—Lamenté y no me aparte cuando él me rodeo con sus brazos.

—Cálmate, Ignacio está en buenas manos —Diego trataba de animarme su voz tenia un tono tranquilizador y seguro. Recosté mi cabeza en su pecho y por primera vez dejé que Diego me consolara y me protegiera. Y contrario a lo que esperaba me sentí comoda entre sus brazos.

—Estoy casi segura de que sufrió un derrame cerebral, yo estaba con él cuándo paso, él se encontraba conmigo —mencioné repetitiva sobre su pecho.

—Pudo suceder en cualquier momento —aseguro— .Debes calmarte y sentarte aquí conmigo. Papá está adentro con él y saldrá en cuanto tenga noticias, tu madre y tu tía vienen para acá —Intente recordar si mi padre se había sentido mal en días atrás o si mamá había comentado sobre algún quebranto de salud.

Sin embargo, estaba completamente segura de que mi padre gozaba de buena salud hasta esa tarde. Dejé que Diego me guiara hasta sentarme en una de las incómodas sillas del área de espera, él se sentó a mi lado. Cruce ambas manos sobre mi regazo, sin poder dejarlas quietas ni un solo instante.

—Estas muy ansiosa —observo Diego y con una de sus manos trato de aquietar las mías, apretándolas.

—Lo que sucedió con Ignacio pudo sucederle en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia Elizabeth, no te sientas culpable por ello —Lo oí decir.

Agradecía sus palabras pero yo sentía que había sido mi responsabilidad su quebranto de salud. Incliné la mirada y guarde silencio, Diego respeto mi postura y no dijo más. Levanté la cabeza cuando escuche las voces de mamá y tia Antonella mientras se acercaban con premura.

—¿Cómo está Ignacio, Elizabeth?, quiero verlo —Mamá había dejado a su cuñada atrás y para casi correr al verme. Me puse de pie como un resorte ante mi madre que lucia totalmente desencajada.

—¿Cómo está Ignacio, Diego? —Su atención paso de mi a él. Antonella tomo lugar junto a Leonor dándole apoyo silenciosamente. Toda aquella situación era el doble de estresante a solo días del deceso de su madre.

—Dime que se va a recuperar, que no se va a morir —Diego miro con compasión y empatía a la mujer frente a él mientras le tomaba las manos.

—Debes tranquilizarte Leonor. Siéntate junto a tu familia mientras voy adentro y me informo cómo está Ignacio —mamá iba a decir algo — .Hazme caso Leonor —Ella nos miró con reservas, poco convencida de que eso era lo que quería.

—No...

—Ven aquí Leonor, si no te tranquilizas tú también iras a parar a una camilla —dijo Antonella.

—Siéntate con nosotras —dije. Con los ojos llenos de lágrimas contenidas Leonor ascedio a sentarse junto a mí y tomo una de mis manos entre las de ella.

—Lamento mucho lo que te dije hace un momento, hija —dijo.

—No te preocupes por eso —murmure.

Diego se alejó y entro al área restringida. El silencio entre nosotras se podía cortar con una navaja. A nuestro alrededor las personas se movían, iban y venían por las puertas corredizas, saliendo, unas hablando entre ellas, otras tan calladas como nosotras.

Había quienes sonreían levemente agradecidos porque lo que los llevo a la sala de emergencia no paso a mayores, pero también estaba el que salía con el rostro desencajado y lloroso. Baje la cabeza.

—Leonor, Elizabeth...Antonella —Alce la vista. Frente a nosotros se encontraba nuevamente Diego y un médico de mediana edad de piel muy oscura y con poco cabello.

—Él es el doctor Villavicencio especialista en cardiología, y está a cargo de Ignacio —El médico sonrió tenuemente. Al mirarlo no pude descifrar si lo que tenía que decir sobre la salud de papá era bueno o malo. Las tres nos pusimos de pie.

—¿Cómo está Ignacio? —pregunto mamá nuevamente incapaz de controlar sus emociones.

El médico carraspeo.

—El señor Velasco está estable y bajo observación...—En un momento dado me desconecte, no podía parar de llorar. Papá no estaba bien y era por mi culpa.

Creo que el médico hablo sobre los estudios que le estaban practicando, la importancia de los resultados y  el tratamiento que amerita dicha situación mientras Antonella abrazaba a mamá y Diego colocaba una de sus manos sobre mi hombro. Las siguientes fueron horas determinantes, mamá no quiso irse a casa sin embargo insistió en que Antonella y yo nos fuéramos a descansar, Diego nos había llevado de regreso.

Los días pasaron, las semanas y el viaje de regreso a Londres fue aplazado por tiempo indefinido.

******************************

Después de estar tres días en cuidado intensivo papá fue trasferido a un cuarto privado. Poco a poco fue dándose su recuperación lo que trajo alegría a toda la familia. Él evolucionaba satisfactoriamente recuperando movilidad. Uno de los médicos comento que había sido muy afortunado.

Tras el derrame cerebral la parte derecha de su cuerpo fue la afectada mostrando signos de debilidad en la comisura del ojo y boca. Así como en su pierna una leve cojera.

A pesar de estar enfocada en ver a mi padre fuera de peligro no me paso por alto la continua presencia de Diego en la casa. Incluso cuando papá salió del hospital fue Diego que lo llevo a la casa y lo ayudo a subir a su cuarto, con nosotros pisándole los talones.Papá no podía estar más contento con la presencia de Diego en nuestras vidas.

Una mañana, semanas después de que mi padre regresara y estando reunidos cerca de la piscina compartiendo un desayuno familiar Diego me invito a salir justo enfrente de todos. Su invitación me tomo completamente desprevenida.

—¿No iras a rechazar a Diego, verdad hija? —preguntó papá— .Diego se ha portado tan bien conmigo en estas últimas semanas —recalcó sentado a poca distancia, se veía recuperado, aunque había perdido mucho peso.

—No papá, claro que no —contesté tratando de sonreír. No me gusto que Diego utilizara la oportunidad para comprometerme, él sabía que en esos momentos yo no lo rechazaría, en otras palabras, me sentía vulnerable.

—Quiero llevarte a la inauguración de una discoteca en isla verde —mencionó Diego dando paso a un ameno intercambio de ideas entre él y papá sobre los mejores restaurantes en el área. Mientras ellos hablaban yo me perdí en recuerdos.

Aunque en las últimas semanas me mantuve ocupada con la recuperación de mi padre, en las noches siempre hubo espacio para pensar en Aldemar y dedicarme a buscar con las herramientas que tenia algún indicio de su paradero pero el dueño de mis pensamientos parecía haberse esfumado de la faz de la tierra, él junto a su familia. Ninguno tenia presencia en los sitios web que había en esa época y desilusionada me di por vencida.

Lo último que hice antes de tomar el avión de vuelta a Inglaterra fue detenerme frente al edificio donde vivia Aldemar con sus tíos, el local donde estaba el colmado se encontraba vacio y habia un letrero con las palabras se vende recostado en una de las vitrinas. Aquello terminó por convencerme de que no debia guardar más falsas esperanzas.

**********************

Más de un mes después mi tía y yo regresamos a Londres. Me dedique totalmente a mis estudios en la universidad tratando de sacar de mi mente el recuerdo de Aldemar que desde que volví de la isla parecía estar mucho más presente que antes. Mi tía en aquellos días no dejaba pasar la oportunidad para mencionar sus intenciones de volver a radicarse en la isla y a mi esa idea me daba igual.

Meses después Antonella decidió mudarse a Puerto Rico y yo pensé que podría quedarme en Londres por lo menos hasta terminar mis estudios sin embargo fue una idea que descarte cuando mis padres insistieron en que regresara a la isla. Era irónico como se habían empeñado porque volviera al lugar que me vio nacer cuando años antes fueron ellos los que me enviaron a vivir lejos.

Cinco meses después regresamos definitivamente a la isla. Antonella tenía muchos planes, entre ellos colaborar con alguna causa a beneficio de la niñez puertorriqueña. Cuando la oí hablar sobre eso recordé el albergue para pacientes VIH positivos que Aldemar y yo visitamos hacia algunos años atrás. El lugar escogido por él para revelarme su amarga verdad.

Volvimos a Puerto Rico faltando poco para que comenzara un nuevo semestre académico y a pesar de que mis padres casi me suplicaron que viviera con ellos, yo ya me había acostumbrado a vivir con mi tía Antonella que vendió el apartamento en Londres y compro uno en El viejo San Juan.

Mi tía y yo amábamos sus calles de adoquines, la esplendorosa antigüedad que rodeaba algunos lugares, el poder ver la bahía con sus barcos cruceros y esa mezcla de idiomas cuando caminabas y te mezclabas con el gentío compuesto tanto por turistas como locales.

Me adapte muy bien a mi nueva vida, eran poco lo que extrañaba de mi paso por Europa. Fui aceptada en la Universidad del estado donde me convalidaron todas las materias que había completado en mi antigua universidad. Me mantuve ocupada, no solo con mis cosas sino con todo lo que tía Antonella quería hacer, que iba desde comprar los muebles del apartamento hasta ir al supermercado para llenar el refrigerador. Casi no tenia tiempo libre aunque según mi tia debía comenzar a pensar en salir con gente de mi edad.

—Diego me llamo hoy, está aquí en la isla —mencionó ella una tarde mientras yo le dejaba de frente un plato con pechuga de pollo a la plancha, papa asada y una buena porción de brócoli — .Gracias, se ve delicioso —

—Buen provecho —dije.

—Mencionó que le gustaría verte Beth —comentó minutos después—Y creo que te convendría salir un rato con él —eche a reír.

—Continuas con tu plan de casamentera —afirme—No me interesa Diego tia, además ¿por qué tiene que llamarte a ti si quiere salir conmigo? Piensa que me vas a convencer o algo así. La última vez que salí con él no estabas muy contenta —Antonella se encogió de hombros.

—Me pareció que al invitarte frente a tu papá te presionaba pero debo admitir que fue solo una buena estrategia para asegurarse un si de tu parte —comentó.

—Da igual, no me interesa citarme con él—Fue mi única y definitiva respuesta, al menos durante unos días.



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