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Capítulo 3




"Cambios a diestra y siniestra"




Waldemar y yo viajamos juntos parte del mundo formando una divertida mancuerna. A su lado tuve la  la oportunidad de visitar parte de Europa y el continente Asiático en su compañía. Durante los poco más de dos años que compartimos aprendí a amarlo, aceptarlo y sobre todo a perdonarlo.

El hombre que yo tuve la oportunidad de conocer al final de su vida sé que supo conciliar todas sus faltas y aciertos. Y aunque no pudo pedirle perdón a la mayoría de las personas que lastimó en una ocasión me confeso que al redimirse frente a mi tenia la sensación de haberlo hecho también con todas esas personas de su pasado.

Fueron meses de aprendizaje, tanto para él como para mi. Meses de compañerismo repletos de historias y vivencias enriquecedoras. Sin embargo mi abuelo tenía poca salud, un corazón débil y una noche durmiendo se fue para no volver. A raíz de su partida fueron días oscuros y tristes, cuando recibí sus cenizas en una urna de porcelana estalle en un llanto que pensé no tendría fin. Me di cuenta entre otras cosas que nunca disfrutaría más de nuestras conversaciones o escucharía su franca risa.

Semanas despues del fallecimiento del abuelo comencé a pensar seriamente volver a la isla que me vio nacer.

Fue por esos días que mis circunstancias de vida cambiaron sorprendiéndome tanto que todavía me pregunto qué tan diferente sería mi vida si mi abuelo no hubiese aparecido en ella.

— Aldemar, te buscan — Me quite los audífonos de las orejas justo para oír el "te buscan" y alce la vista prestándole atención a tío Ricardo que de pie frente a mi hacia gestos hacia la puerta principal. Me fijé que esta se encontraba semi abierta pero no lograba desde mi posición ver quien se encontraba en el exterior de la vivienda.

Tío Ricardo busco mirarme fijamente a los ojos y volvió a gesticular hacia la puerta, odiaba esa costumbre de gesticular con la boca y los ojos de mi tío. A veces tener que adivinar a que se refería era una total tortura.

—Afuera se encuentra un señor que preguntó por ti, dijo que es el abogado que llevaba los asuntos de tu abuelo —

— ¿Y quiere hablar conmigo? —

—Eso dijo muchacho —confirmó Ricardo muy serio. Yo no tenía ni idea de lo que me diría ese hombre. El licenciado Mauricio Roldán era un hombre joven y elegante, y la comunicación entre nosotros se dio con mucha facilidad.

— No sabes cuánto lamento la muerte de tu abuelo, Aldemar —dijo estrechándome la mano— Quería conocerte, Don Waldemar hablaba mucho de ti —

—Al abuelo le encantaba hablar...   —dije y me eche a reír, pero era una risa con un dejo de tristeza—. Siéntate —Le invite. El joven abogado se sentó en la butaca y yo hice lo mismo en el sofá pequeño, Ricardo se acerco en silencio pero se mantuvo al margen.

— Lo que tengo que decirte va a cambiar tu manera de vivir —dijo mientras colocaba el maletín sobre sus muslos pero no hizo amague de abrirlo. Yo fruncí el ceño mirándolo con extrañeza, sinceramente por mi mente no paso algo como lo que me dijo Mauricio a continuación—. Te necesito el lunes en la mañana en mi oficina Aldemar, para dar lectura al testamento de tu abuelo– añadió sin más.

Ante aquello no supe que decir y ante mi silencio Roldán volvió a tomar la palabra indicándome que también estarían presentes mis tíos Mercedes y Hernán, además de Ricardo.

—Esta mañana hablé con don Hernán y me aseguro que mañana salen para acá a primera hora —mencionó. Eché un rápido vistazo hacia mi tío Ricardo y note su incipiente sonrisita, de esas que muestran las personas cuando saben algo que los demás desconocen.

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Tres días después me encontraba en el piso veinte de una elegante torre de oficinas en el centro de la ciudad, sentado muy derecho sobre un mueble oscuro de fino y resistente material, preguntándome si estaría soñando. Justo a mi lado estaba Mercedes y Hernán cansados del inesperado viaje y sin poder disimular el nerviosismo que la inusual situación les provocaba. En una butaca del mismo fino material a nuestro lado derecho se encontraba Ricardo algo inquieto, pero sin dejar a un lado la misma incipiente sonrisita de antaño.

Para mí el espacioso despacho del licenciado Roldán comenzó a sentirse inesperadamente frio y opte por colocar mis brazos cruzados sobre el pecho con mis manos debajo de las axilas buscando alejar la sensación helada de ellas.

Roldán se desplazo por el espacio frente a nosotros y fue a tomar asiento a la izquierda mientras su joven asistente daba los últimos toques a la lectura del testamento, aunque a decir verdad aquel proceso no era como antaño, ahora sería mi propio abuelo quien nos hablaría a través de un video filmado meses atrás para dejarnos saber su voluntad.

   —Si pudiera sentir alegría estaría feliz de verlos a todos reunidos sin embargo si están mirando esta grabación es porque ya no me encuentro entre los vivos pero dicho detalle no me impide reconocer y dar las gracias por el gran trabajo que han hecho cuidando y educando a mi querido nieto, en especial Mercedes y Hernán que se han ocupado de él prácticamente desde que nació —Desde un enorme televisor de alta definición situado de frente al mobiliario pude ver nuevamente al abuelo, sonriente y oír su fuerte voz mientras miraba directo a la cámara. Me estremecí de pies a cabeza en tanto unas intensos deseos de llorar me acometieron. Luego de divagar un poco sobre la vida y su final el abuelo comenzó a expresar sus deseos.

— A mi amado nieto Aldemar Emanuelle Menéndez Berrocal le heredo el setenticinco por ciento del total de mi fortuna, un apartamento en California y una casa en San Juan de Puerto Rico —Aunque había escuchado bien sus palabras mi mente parecía estar tan nublada que no lograba procesar la información y por un momento me vi incapaz de entender lo que expresaba Waldemar póstumamente.

—Felicidades Aldemar, siempre te dije que serias un hombre muy rico  —Aquello último fue dicho en tal tono de entusiasmo que logró hacerme partícipe de la realidad y recordé que no era la primera vez que escuchaba aquellos dichos. Waldemar solía bromear sobre lo adinerado que yo llegaría a ser y sus intenciones de heredarme parte de su patrimonio, en todas las ocasiones la incomodidad hacia presa de mi, odiaba oírlo hablar sobre eso. Ahora resultaba obvio que mi abuelo supo que haría con su dinero desde el momento en que me localizo.

Mis tíos se me echaron encima para abrazarme mientras yo no dejaba de pensar en lo mucho que extrañaría a aquel hombre que conocí a destiempo. Levanté la vista nuevamente para mirar su imagen en el televisor y escuchar sus siguientes palabras.

— Le agradezco a Dios los años que pude pasar a tu lado Aldemar los disfrute en plenitud y aprendí a amarte profundamente. Pienso que te ame doblemente porque en ti no solo veía a mi nieto sino a ese hijo al que nunca protegí. Tú me ayudaste a pedir perdón y de alguna manera logré sentirme perdonado por aquellos a los que tanto daño le hice, incluso a ti. Sé que seguirás siendo un buen muchacho, sano, y con buenos sentimientos —mencionó esta vez su voz se oyó cubierta por un tono triste —. Quiero darte nuevamente las gracias a ti Mercedes, a tu esposo Hernán y también a Ricardo por dedicarle tiempo a Aldemar, amarlo y cuidarlo logrando que se convirtiera en la persona que es hoy. Estoy muy orgulloso de la persona que eres Aldemar, espero que no me olvides y que el dinero que ahora es tuyo contribuya a hacerte mejor ser humano —Después de esas palabras mi abuelo mencionó que el otro veinticinco por ciento de su dinero sería dividido entre mis tíos y Ricardo. Ante aquello oí exclamaciones de sorpresa y risas nerviosas mientras yo volvía a ensimismarme mirando por última vez los ojos azul grisáceo de mi querido abuelo Waldemar.

"Soy rico" pensaba y yo solo sentía deseos de llorar.

**********************

Si me preguntaran detalles sobre los días posteriores a mi separación de Aldemar debería decir que apenas recuerdo. Aquellos días los vivi con un temor casi visceral a lo que pudiera hacer papá en contra de Aldemar y su familia aún cuando lo había obedecido.

Días en que puse todo mi auto control en mantenerme alejada del teléfono para vencer los deseos de llamarlo y que mantuve mi mutismo porque no quería estallar en un ataque de rabia. Lo que si recuerdo bien era la añoranza que arropaba mis noches.

Casi dos semanas después de aquel mal día y seguro de mi excelente salud gracias a un examen físico y pruebas de laboratorio negativas de cuanta enfermedad existía mi padre cumplió su promesa y me encontré a bordo de un enorme avión en primera clase con rumbo a Londres, Inglaterra.

Sin embargo, no me puedo quejar ya que mi tía Antonella me recibió con su mejor sonrisa y toneladas de cariño y abrazos. No fue fácil, cargaba sobre mis hombros una monumental tristeza, no solo echaba de menos a Aldemar sino que me enfrentaba a un gran cambio en mi vida en todo el sentido de la palabra.

Tía Antonella fue paciente conmigo, escuchándome cuando solía pasar horas hablando sobre Aldemar. De ella solo recibí comprensión y consejos, muy diferente a la actitud de mis padres. Así las cosas tuve que adaptarme a mi nueva vida lejos de Aldemar pero ingenuamente siempre mantuve la esperanza de volver a Puerto Rico para contarle lo que realmente sucedió, sin embargo fue meses después que me di cuenta de que aquello no pasaría, que ya no existiría un nosotros nunca más.

— Aldemar se fue del barrio. Papá me lo comentó, la señora Mercedes se lo dijo un día que paso por el negocio, Aldemar se fue a Estados Unidos —Fue Yesenia quien arrojo luz sobre el incierto paradero de Aldemar esos primeros meses y con esa información se fueron por el caño mis estúpidas esperanzas.

*******************

Desde el momento en que asimile que mi historia de amor con Aldemar habia terminado para siempre un horrible sentimiento de desesperanza y dejadez pareció arroparme. Aquella oscuridad que amenazaba constantemente con apoderarse de mi mente pero que permanecía lejos gracias a las ilusiones que aún conservaba, en esos momentos llegaba para quedarse. Y pronto perdí el interés hasta en las cosas más simples y sencillas del diario vivir como bañarme y comer. Tía Antonella no podía estar más preocupada y trato de razonar conmigo, y de buscarme distracciones, pero no sirvió de nada. Cuando estaba a punto de comenzar un nuevo semestre y yo continuaba atrapada en aquella burbuja de auto destrucción tía Antonella llamo a mis padres que viajaron desde Puerto Rico.

Mamá hablo mucho conmigo tratando de convencerme del daño que me hacía, resaltando lo joven que era y comentando lo absurdo que resultaba aquella situación. En el fondo yo estaba consciente de todo aquello, pero me daba lo mismo.

Con mi padre no hablé, no quería ni verlo y él decidió a último minuto no forzar las cosas y quedarse en un hotel cerca del apartamento de su hermana.

—Está bien Elizabeth, no te molesto más. Solo recuerda que te amamos y queremos lo mejor para ti — ante las últimas palabras de mamá antes de irse para el aeropuerto yo hice una mueca y cerré los ojos.

Mis padres se marcharon de regreso a Puerto Rico y yo me quede rumiando de rabia y dolor en la misma situación. En ningún momento mencioné la posibilidad de regresar a la isla con ellos.

A veces me sentía una mala persona, una ingrata con mi tía Antonella que sabía sufría mientras se afanaba por sacarme de la depresión en que me encontraba. Fueron sus cuidados y dedicación los que lograron poco a poco ablandar la coraza que parecía envolver mi espíritu, ella no se dio por vencida conmigo porque también conoció el desamor siendo muy joven y siempre trataba de entenderme.

Debo decir que aquella pesadez que me impedía ser productiva en muchos aspectos se fue como llegó y tiempo después pude retomar mis estudios integrándome a la rutina de una estudiante de casi diecinueve años, enfocada en ganarle al tiempo que perdió y de vez en cuando aceptando invitaciones de ingleses universitarios.

También decidí fingir que Aldemar ya no ocupaba mis pensamientos porque después de todo lo menos que deseaba era volver a ver a mi tía preocupada y pendiente de mí, sacando conclusiones y comentando lo preocupante que era ser obsesiva. Solo en las noches, en la soledad de mi habitación no ocultaba mis verdaderos sentimientos.

Así pasaron los años y mis expectativas de vivir en Londres con mi tia quizas por poco tiempo se convirtieron en seis largos años lejos de mi tierra.


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