Capítulo 10
Aldemar
Abrí los ojos unos segundos sintiendo el palpitar de un fuerte dolor de cabeza y fue entonces que los volví a cerrar. Poco a poco me llegó a la memoria retazos de la noche pasada cuando fui a buscar a Limarie a su apartamento y tuve cierta idea de lo mucho que había bebido alcohol, algo inusual en mí que prefería mantenerme alejado de su consumo.
Me encontraba desnudo, a mi lado Limarie y su cálida piel.
Giré con cuidado pensando en levantarme y vestirme para salir de allí, acciones que no era la primera vez que llevaba a cabo, porque usualmente después de nuestra intimidad no deseaba socializar, mucho menos luego de algunas copas demás. Lo único que deseaba después de darme una ducha era un café bien cargado.
Limarie era cariñosa, detallista, amorosa y muy sexy, y por algunas semanas me convencí de que lo nuestro si funcionaria. Además entre el trabajo y mi nuevo romance me mantenía muy ocupado.
Sin embargo, el recuerdo de Elizabeth siempre estaba ahí, presente, burlándose de mi desde un rinconcito de mi mente, atormentándome cuando estaba solo en las noches, y en ocasiones, hasta en mi trabajo. Y no negaré que la idea de mostrarme ante la familia Velasco, ahora que era exitoso y adinerado, se me hacía bastante atractiva.
Llegué a fantasear sobre el momento indicado y decidí que el día del supuesto compromiso entre Elizabeth y Diego Palacios, porqué ¿qué mejor sorpresa para ella que reencontrarse con su pasado en un día tan especial?
Una tarde Juan Luis, mi amigo y socio trataba de explicarme algunos pormenores de un contrato, pero yo tenía la mente en otros asuntos.
—¿Qué te pasa Aldemar? estás en otro planeta —comentó. Levanté la vista de los documentos y suspire.
—Hoy no tengo deseos de bregar con nada de esto —dije tratando de abarcar con un movimiento de la mano todos los papeles que tenía sobre mi escritorio.
—No, si se nota. —Era viernes y la semana habia sido bastante movida. No me podía quejar, los negocios iban muy bien.
Físicamente no me sentía cansado, al contrario, al salir de la oficina pensaba ir un rato al gimnasio antes de arreglarme para el compromiso de esa noche. Mi agotamiento era mental, los recuerdos de Elizabeth estaban más presentes que nunca y los deseos de buscarla me tentaban constantemente. Todos los días me tenía que recordar que estar cerca de Beth solo me traería dolor.
—Necesito verla —murmuré.
—¿Qué dices? —Miré a mi amigo sentado en una de las butacas frente a mi escritorio mientras dejaba caer un cartapacio que llevaba en las manos sobre el mueble.
—Estoy viviendo un infierno, una tortura diaria, y pensé que con el paso de las semanas esto pasaría, pero no, ha sido, al contrario —comenté.
Juan Luis carraspeo y me miró fijamente un poco perdido.
—¿A qué te refieres?
—No puedo sacarme a Elizabeth de la cabeza, hermano. Necesito verla, tenerla de frente, mirarme en sus ojos...se ha convertido en mi calvario.
—A mi entender Elizabeth ya no significaba nada en tu vida. Eso es lo que oí decir a tu tía, incluso a Limarie, pero veo que ellas están equivocadas, sigues enamorado de Elizabeth, muy a pesar de su abandono —mencionó él.
Juan Luis conocía toda la historia entre Beth y yo, y como terminaron las cosas. Lo que no se imaginaba era que aún pensaba en ella a diario y que ese amor de adolescentes todavía seguía vivo, por lo menos en mi.
—Todos los días fantaseo que volvemos a encontrarnos, y me pregunto cuál será su reacción. —Le confié.
—Nunca me he enamorado así —comentó Juan.
—No sabes los celos que sentí al verla en la televisión con ese estúpido de Diego Palacios —dije. Mi amigo sonrió.
—No te burles... y cuando vi su foto en la revista quería comerme el papel, hermano. —Esa vez Juan Luis no se contuvo y soltó unas carcajadas.
—Lo tuyo es serio, Aldemar —dijo.
—Lo sé, Elizabeth es el amor de mi vida y no consigo continuar mi vida sin ella —
—Entonces ¿por qué le pediste a Limarie que fuera tu novia? —Quiso saber y noté en su tono de voz cierto reproche— .¿Por qué la ilusionas? Siendo consciente de que ni en un millón de años lograras enamorarte de ella.
—Creo que cometí un grave error —acepté.
Juan Luis parecía observar a su alrededor, lucia molesto, o algo confundido.
—¿Limarie sabe de tus sentimientos por Beth?, que aún la amas y piensas en ella —preguntó.
—Pienso que sí, Limarie esta consiente de todo —
—Y aún así te acepto. Pienso que a Limarie no le importa ese detalle, es más, apuesto a que piensa que te puede conquistar —dijo pensativo y movió la cabeza con movimientos negativos.
—No le quiero hacer daño —dije porque sentí que a mi amigo todo aquello le parecía reprobable. Entonces se me ocurrió algo, una idea bastante extravagante, pero que de pronto no se me hizo tan loca—. Dime una cosa Juan Luis, ¿te gusta Limarie? —aventure.
No le quite los ojos de encima, por que más que sus palabras esperaba que fuera su reacción la que me contestaría.
—¿Qué? —exclamó, sin embargo, vacilo y desvió la mirada— .No digas tonterías — añadió, y sus palabras se escucharon muy falsas.
—Cualquiera podría enamorarse de Limarie, es una muchacha muy linda —dije.
Juan Luis dejó escapar un profundo suspiro rehuyendo mi mirada.
—No sé si es amor, pero la verdad es que cuando estoy con Limarie el tiempo pasa volando, no me canso de escuchar su voz, lo disfruto. Me gusta verla haciendo gestos, oírla reír, y si no la veo comienzo a extrañarla. Así me siento cuando estoy con ella —A ese punto yo miraba sin ver los documentos encima del escritorio.
—Aunque de nada vale todo eso...ella solo tiene ojos para ti —añadió— Y ahora con todo esto de su noviazgo contigo y tu tía haciendo planes de boda...
—Mi tía es algo serio, no sé cuál es su afán de que me case —Tía Mercedes no dejaba pasar oportunidad de decirme lo feliz que serían todos si Limarie y yo nos uníamos en matrimonio.
Mercedes pasaba por alto si nosotros, los novios, seriamos igual de felices.
—A Limarie eso le hace mucha ilusión —comentó Juan.
Si, Limarie me amaba y yo le rogaba a Dios todos los días para que naciera en mi ese sentimiento por ella, pero justo ese día me preguntaba si debía darme por vencido. Me puse de pie.
—Salgamos de aquí, siento que la cabeza me va a explotar —dije, no quería continuar hablando de mis enredos sentimentales, o que Juan se sintiera presionado sobre los suyos por mi novia— .Ve a casa y arréglate, que esta noche tenemos que ir a acompañar a Limarie a la inauguración de "Reflejos"
"Reflejos" era por esos años una nueva discoteca en la zona hotelera de Isla Verde donde Limarie era la relacionista pública. Esa noche era la gran inauguración, y ella llevaba hablando de eso semanas. Allí estarían casi todas las personas importantes del ambiente artístico y social de la isla.
Limarie esperaba ansiosa el evento, su noche, y trabajó duro por meses para que ese momento fuera exitoso. Se había esforzado muchísimo, mientras me dirigía a casa esa tarde recibí su llamada, estaba en el salón de belleza.
—Pasa por mi a eso de las ocho, amor —dijo— .Juan Luis nos alcanza en el hotel —añadió.
Limarie se llevaba muy bien con Juan Luis, mi novia había llegado a apreciarlo verdaderamente en el poco tiempo que se conocían, y me pregunté qué pensaría ella si supiera que Juan la veía con otros ojos.
—Todo va a salir muy bien Limarie —dije, porque la noté algo nerviosa— .Tu eres la mejor en lo que haces.
—Gracias Aldemar.
Cuando llegué a casa, mi tía me esperaba emocionada.
—Está va a ser una gran noche Aldemar, es tan emocionante. Limarie ha trabajado muchísimo y nada ni nadie puede ensombrecer su momento —decía mientras me seguía al cuarto.
—Nada la va a perturbar —aseguré.
—Y tú debes de comportarte como el más enamorado de los hombres. —Aconsejo. Hernán salía de su cuarto en esos momentos.
—Eso sí que va a ser un gran trabajo —Lo oí murmurar cuando paso por nuestro lado. Hernán era el único en mi familia que no parecía estar contento con mi romance. Gracias a Dios tía Mercedes no oyó sus palabras.
—Tranquila tía, que todo va a salir excelente —dije antes de meterme al baño.
Esa noche no sabía que el pasado me pegaría en pleno rostro y que volvería a sentirme como un adolescente. Y comprobé sin lugar a dudas que mis sentimientos por Elizabeth continuaban fuertes y más vivos que nunca.
Contra todo lo esperado y sobre todo contra toda lógica ella siempre estaba presente en mis pensamientos, sin importar cuantos años pasaran, o el sufrimiento que me provocó con su adiós.
*******
En Reflejos no cabía un alma, esa noche estaban todos y todas. Cuando Limarie y yo llegamos era temprano y nos sentamos a la mesa que teníamos reservada. Enseguida nos sirvieron sendos tragos preparados por un grupo de bartenders malabaristas, a juzgar por el espectáculo que montaron al prepararlos.
Limarie echó un brazo sobre mis hombros y se acercó más a mí. Estábamos sentados en una de las butacas ovaladas color coral que formaban parte del decorado del local. Su perfume nublo mis sentidos.
—No me has dicho como me veo —murmuró a mi oído a modo de coqueteo. Yo sonreí.
—Te ves divina —contesté y no mentía. Limarie vestía un traje corto pegado a su delgado cuerpo, y luciendo sus piernas. El escote del traje blanco perlado dejaba entrever los bien formados senos.
Acaricié la piel de su brazo con la punta de un dedo—Realmente hermosa —añadí. Quería que mi novia se sintiera feliz, ella se lo merecía. La vi sonreír.
—Gracias amor, tú también estas muy guapo —dijo y acerco sus labios a los míos para darme un rápido beso.
Momentos después su atención fue reclamada por unos altos ejecutivos del hotel. Me acomode en el asiento y disfrute de mi trago, de la música, del ambiente, y recibí a Juan Luis con una sonrisa de bienvenida.
—Esto está realmente lleno —dijo él y se sentó a mi lado.
—Daté uno de estos, oye la música, relájate —dije señalando mi trago.
—Aquí está toda la crema y nata del país —comentó él.
—Aprovecha y conquista a alguna modelo —dije. Juan Luis se echó a reír.
—¿Dónde está Limarie? —preguntó.
—Está atendiendo a algunas personas —comenté antes de apurar un buen sorbo del margarita. Miré de reojo a mi amigo y lo vi buscándola.
Para mí era claro que a mi amigo le faltaba poco para enamorarse de Limarie y me pregunté si yo no debería terminar con ella y dejarle el camino libre, él quizás podía hacerla feliz.
Me giré para dar un vistazo a las parejas que bailaban en la pista, y me distraje unos minutos con el desfile de personas que entraban y salían constantemente, reconociendo algunos rostros conocidos.
—Voy por un trago —escuché a Juan Luis antes de verlo levantarse, y lo vi mezclarse con el gentío. Cuando me voltee nuevamente hacia la pista de baile la mente se me fue en blanco y la sorpresa me paralizo.
Sentí que podia morir en ese instante y a la vez, me sentí tan vivo.
Volver a ver a Elizabeth Velasco tan cerca después de tantos años amenazo mi salud mental. Porque una cosa era leer en una revista de su romance con Ken o ver a través de la pantalla del televisor su imagen, y otra muy diferente verla a su lado ajenos al resto del mundo y a solo pasos de mi.
Rígido, dejé de prestarle atención al bullicioso mundo a mi alrededor y desee desaparecer en el aire, desvanecerme.
Los años habían convertido a mi ángel de la guardia en una hermosa diosa, espectacular mujer capaz de volverme loco. Con esfuerzo logré salir de mi estupor acomodándome y buscando darle la espalda a la pareja que al parecer no hacia mucho habia entrado al lugar y buscaba donde sentarse.
—Este trago esta sabroso —comentó Juan Luis y se sentó en la butaca— .Parece que Limarie va a estar muy ocupada —observo.
Era poca la atención que le prestaba a mi amigo, ocupado en planear como levantarme sin ser visto y salir de allí. Me pregunté si Beth me reconocería, pues los años no pasaban en vano. Limarie volvió a la mesa en esos momentos, besó en la mejilla a Juan Luis y después me echo los brazos al cuello.
—Esto es todo un éxito —comentó emocionada— . Y estoy tan feliz —añadió.
Yo comencé a rogar por no arruinarle la noche, pero ¿cómo hacer para que Limarie no notara la presencia de Beth?, a menos que fingiera sentirme mal y rogarle que me llevara al hospital, una idea producto de mi desesperación.
La música cambio nuevamente por un ritmo pegajoso, y Limarie comenzó a mover sus caderas y brazos al ritmo de Pitbull. Todos parecían muy divertidos, mi amigo no dejaba de sonreír mientras tomaba sorbos de su bebida y mi novia agitaba los brazos con energía. No pasaría mucho tiempo para que notaran mi estado de ánimo, pensé.
Desvié la mirada, no podía localizar a Beth, y pensé que los más probable era que debido a la oscuridad, confundiera a cualquiera muchacha de cabellos rojizos con ella.
«No pienses estupideces, seguro que era ella» —me dije.
Trate de concentrarme en lo que decía mi novia y en los chistes de Juan Luis que apenas escuchaba con el volumen de la música. Mis ojos la buscaban a ella en todo momento, y me di cuenta de que comenzaba a sentirme ansioso.
—Vuelvo ahora —dije a Limarie cerca del oído y me levanté para dejar la mesa. Me dirigí a los aseos, pasando por la enorme barra llena de gente que reía aplaudiendo y otras hablando a gritos.
Mi historia con Beth había finalizado años atrás, pero mi estúpido corazón parecía no reconocerlo. Y aunque deseaba desaparecer, por otro lado quería tener el valor de gritarle su nombre y obligarla a mirarme. Correr a su lado, abrazarla, besarla y aspirar su aroma. Aunque más tarde lo lamentara, atormentado por los recuerdos, y con mi mundo patas arriba.
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