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Capítulo 4
La cafetería de los 50
Debía estar agradecida que papá no notara que había estado bebiendo la noche anterior, y no es que me hubiera tomado una botella completa, pero el alcohol y yo éramos completos desconocidos. Bob si lo notó , dijo que era completamente normal en una adolescente y que él a mi edad bebía hasta olvidar su apellido, por lo que decidió no decir nada más y dejarme trabajar.
La mañana fue un completo caos, había más conductores de camiones que de costumbre pidiendo grasientas hamburguesas y vasos de cervezas más grandes que mi mano. Hubo un niño que se puso a berrear y la mamá no le decía nada, estuve a punto de asesinar a ambos sino hubiera sido por la voz de mi jefe diciéndome que me alejara de esa mesa.
Al final del día, estaba agotada, con mis pies adoloridos suplicándole a un ser supremo que terminara con mi tortura y acabara mi turno laboral lo más pronto posible.
—¡Bienvenido a Sweet home! Hogar de las mejores hamburguesas de la ciudad y postres que te harán deleitar, ¿En que lo puedo ayudar?
Bob me gritó algo desde la cocina y asentí sin saber que había dicho y fingí estar ocupada escribiendo palabras sin sentido en mi pequeña agenda.
—Vaya bienvenida, Cober.
Di un respingo y dejé caer la agenda, Bob me gritó que me concentrara más y miré al chico frente a mi que me repasaba descaradamente todo el cuerpo con sus ojos. Quería golpearlo pero se que mi jefe me botaría por meterme con su cliente y, además sé que no lo hacía por perversión, si no al contrario, curiosidad. Mi uniforme parecía un disfraz de los cincuenta, una especie de vestido vintage amarillo y ajustado, con un delantal blanco encima, un gorrito extraño de igual manera amarillo, unos zapatos negros con un pequeño tacón y por supuesto mi nombre en una etiqueta.
Por un tiempo me obligaron a andar en patines hasta que Bob se dio cuenta que pasaba más tiempo en el suelo durante mi jornada laboral que atendiendo clientes.
Incluso me obligó a usar una horrible peluca amarilla.
La quemé apenas llegue a casa y le dije que mi perro se la había comido.
—¿Te vas a quedar callada todo el rato o me voy a comer a otro lado? —preguntó, divertido.
Me golpeé mentalmente y forcé una sonrisa de fingida amabilidad frente a Bob.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Se encogió de hombros jugando con el menú.
—Es un lugar público, ¿no? Pasaba por aquí y la verdad es que llamó mi atención particular lugar —la verdad era que si, Bob estaba obsesionado con los 50 y 60, todo era inspirado en la época, desde la fachada del local, su interior, sus bebidas, la música y por supuesto, la vestimenta de los empleados —. No sabía que trabajabas aquí o que trabajarás.
Chasqueé la lengua.
—No todos somos millonarios como tú y de alguna manera tengo que ayudar a mis padres a pagar mi universidad.
Sonrío negando con la cabeza.
—No tienes que ser tan simpática, ¿sabes?
—Y bien, ¿Qué vas a ordenar?
—¿Te quieres deshacer tan rápido de mi? Se que no somos buenos amigos, pero una charla en este momento me caería bien —fruncí el ceño al verlo un poco decaído, la verdad me hubiese gustado quedarme y saber que le pasaba para tener un tema de conversación interesantes esta noche con mis amigos —. Solo somos dos personas y el cocinero que da un poco de miedo, la verdad.
Giré disimuladamente y me encontré con un Bob cruzados de brazos, mirándome fijamente con sus ojos entornados. Vale, me había tardado un poco más de lo debido y tenía que irme cuanto antes si no quería recibir una reprimenda.
—Bob es un poco exigente con sus reglas, ¿ya sabes que vas a pedir? O tendré que irme y venir en otro rato.
Bufó dejándose caer en el respaldo del mueble y leyó rápidamente el menú.
—Quiero probar esa famosa hamburguesa, unas papas fritas y una Coca-Cola.
—Un por favor estaría bien.
—Por favor, Cober.
Asentí y terminé de anotar su pedido.
Una hamburguesa súper grasienta
Papas fritas (quemadas, preferiblemente)
Y una Coca-Cola con el sudor de Bob para el idiota de la mesa 5
—Volveré en unos minutos
Entré a la cocina canturreando una canción, dejé el pedido con Bob que enarcó una ceja y luego negó con la cabeza. Como no había nadie más que el chico en el establecimiento, me senté a un lado de mi jefe, robándole una que otra papa frita mientras el grandulón terminaba con el pedido, volví a salir y me encontré al muchacho muy concentrado en una Mac. La curiosidad me mató y me cercioré de la hora en el reloj de pared, mi turno estaba por terminar.
Caminé con lentitud, intenté hacer el menor ruido posible y me coloqué detrás de él, sus dedos se movían con gran agilidad sobre el tecleado y me asomé sobre su hombro luego de haber dejado la bandeja de comida en la otra mesa. Enarqué una ceja al ver que escribía, no era ningún ensayo de la escuela y no recordaba que nos enviaran algún trabajo en literatura.
—¿Qué estás haciendo? —se sobresaltó y golpeó mi nariz con su cabeza, hice una mueca de dolor mientras que el cerró la laptop de golpe y su cara enrojeció hasta las orejas —. ¡Auch!
—¡¿Porque demonios me estabas espiando?!
Sonreí con inocencia y coloqué la bandeja en su mesa. Como mi turno acababa de terminar me hice a un lado junto a él y me miró como si me hubiera salido otra cabeza, se suponía que Allison vendría por mi para ir a la casa de su novio y la chica no era de las personas más puntuales en el mundo.
Así que debía encontrar una distracción hasta que viniera por mi.
¿Qué mejor distracción que molestar al chico que siempre me molestaba en clase?
—No lo hacía, solo venía a traer tu comida —me encogí de hombros y robé una papita frita de su bandeja —¿Qué hacías?
—Nada de tu incumbencia, ¿no se supone que no puedes quedarte mucho tiempo con un cliente? —la campana de la puerta sonó y una pareja de anciano se sentaron cerca de nosotros. Una sonrisa en su rostro se extendió y señaló a la pareja —. Ve a atenderlos y déjame en paz.
—Mi turno terminó, esos ancianos ya no son mi problema —rodó los ojos y me dejó quedarme ofreciéndome la mitad de su hamburguesa que no me negué en rechazar —. Además, dijiste que querías hablar con alguien.
Di un mordisco a mi hamburguesa y el dejó su parte a mitad de camino, se tensó y volvió a dejar la comida en la mesa. Me miró de reojo y luego desvió la mirada al exterior.
—Se que no eres la persona más indicada para decirle esto, pero creo que no podré estar tranquilo hasta que alguien lo sepa.
Sonreí en mis adentros, Kate y Adam estaran muy felices cuando llegue con un jugoso chisme.
—¿Y no puedes decírselo a tu novia o a M-Matt? —mi corazón se aceleró al mencionar lo último, si hubiera estado aquí les juraría que dejaba mi trabajo por sentarme a su lado.
—No hablo con Daniele desde que llegué de viaje —¿Por qué que no me sorprendía? Tal vez la chica andaba enrollándose con otro chico rico y en una semana volvería a estar con él —y nos es algo que quisiera decirle a mi mejor amigo.
—¿Y por qué a mi? —pregunté, curiosa.
—Eres la primera persona que veo en todo el día y se que no iras corriendo a contarle a alguien más.
—¿Y como sabes que no iré corriendo a contarlo por todo el instituto? —dije divertida.
No pensaba hacerlo, pero mis amigos eran como tumbas cuanto a secretos se trataba y se que podría contarle lo que sea sin que nadie mas se enterara.
—Lo sé por estos cinco raros años de amistad.
Fruncí el ceño, confusa.
Espera, ¿qué?
¡Ayer me había dicho que no éramos amigos!
Que raro era este chico.
—Como creas, ¿qué es lo que te atormenta, Denbrough?
Me adueñé de la Coca-Cola, a la espera de lo que tenía que decir el chico. Mi curiosidad era grande, aunque no lo iba a admitir, solo esperaba que fuera un chisme bien jugoso.
Era todo lo que quería.
Suspiró y clavó sus ojos grises en mi, por un momento me perdí en ellos, pero negué con la cabeza mentalmente y desvié mi mirada a un pequeño rasguño en el sofá como si fuera lo más interesante del mundo.
—Papá está saliendo con alguien más.
—Logan, creo que estás lo bastante mayor para saber que tu padre tiene derecho a salir con otras mujeres, ¿no lo crees?
Por un momento me miró mal al ser tan directa con lo que pensaba, luego resopló y soltó una risa amarga.
—Ese no es el problema, genio.
—¿Cuál es el problema, listillo?
—La chica solo tiene 22 años, podría ser mi hermana y el sale con ella como lo más normal del mundo —me quedé de piedra por un momento y solo quería creer que era una maldita coincidencia —. ¡Quiere que la conozca hoy en la cena! Planeó una maldita cena con su familia para conocernos, ¿no es ridículo? Mi padre es un iluso, tal vez esté con el por su dinero y el cómo un tonto adolescente enamorado de ella.
El color abandonó mi rostro, no era una maldita casualidad, ¡¿mi hermana estaba saliendo con el padre del chico que tengo justo al lado?! ¿Qué demonios?
Logan frunció el ceño al ver mi reacción y me sacudió un poco por los hombros hasta que parecí reaccionar.
—Oye, ¿estas bien?
—¿Qué?
Parecía aún más confuso con mi reacción y me preguntó nuevamente si estaba bien.
—¿Qué fue lo que dijiste?
—Que mi padre está saliendo...
—Logan, —lo detuve abruptamente —¿donde vives?
Parecía aún más confundido con mi pregunta y no tardó en responder por mucho que se sentía confundido.
—Al norte, en las montañas, ¿por qué?
Mierda.
—Creo que asistiremos a la misma cena esta noche.
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