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Capítulo 1
La clase de literatura.

Movía mis pies al ritmo de la música, escuchando la melodiosa voz de mi amor platónico, Harry Styles. Tarareaba la letra de Adore you e intentaba dibujar a Félix, mi gato. En un intento fallido, el felino no dejaba de moverse y ya irritado decidió escapar por la ventana de mi habitación hacia el tejado de la casa.

Bufé y escuché a mamá llamarme desde la planta baja, me deshice de mis auriculares y abrí mis ojos de par en par al percartarme de la hora. Era tarde para ir a la escuela en mi bicicleta y el autobús escolar había pasado hace diez minutos. No entendía lo que había pasado, desperté temprano y sí, me distraje un poco con mi gato, pero no pensé que tendría que pedirle a Allison que me llevara a la escuela. Tomando en cuenta que su Universidad está al otro lado de la ciudad y lo molesta que estará por no decir que no frente a papá.

¡Genial!

La chica tiene auto propio desde los dieciséis años. Y yo, Claire, de dieciséis, debía conformarme con su vieja bicicleta, abandonada en el garaje de nuestro hogar desde hace diez año y que para mi mala suerte, tuve que gastar todos mis ahorros para poder repararla e ir pedaleando hasta la escuela cada vez que el autobús me dejaba botada.

En la cocina mamá terminaba de preparar el desayuno, mientras mi padre leía en el libro electrónico que le regalé hace un año, al otro lado de la mesa estaba una chica con grandes globos oculares color zafiro, tez blanca y largo cabello negro como la misma noche. Y su hermana menor (yo) debía conformarse con unos comunes ojos verdes, como la mitad de la población Estadounidense y un cabello castaño totalmente indomable.

Tan diferentes físicamente como intelectualmente.

—Necesito que me lleves a la escuela —dije, esperando a que no me mandara a volar. Dejó caer la cuchara sobre su cereal creando un estruendo en la mesa —. ¿Por favor?

—¿No puedes ir en aquel pedazo de hojalata?

—Llegaría tarde.

—¿No puedes decirle a un amigo que te lleve?

—No tengo amigos.

Vale, si tengo. Pero ninguno de ellos tiene auto o siquiera una licencia para conducir.

—¿Novio? —Negué con la cabeza, avergonzada —. Tienes dieciséis años, ¿Cómo no puedes tener uno? A tu edad todos querían tenerme en sus autos.

—¡Allison, ya basta! —Interrumpió mamá llevándose la comida sin terminar de la muchacha —. Deja de molestar a tu hermana y solo llévala a su escuela, dijiste anoche que no entraría si no hasta las diez.

—Y también te dije que tenía cosas que hacer —se quejó la chica.

—Cosas que puedes hacer después, —dijo papá, sin dejar de leer —. Nada es más importante que la educación de tu hermana, Allison.

Rodó los ojos y sin rechinar, tomó las llaves de su coche para a continuación desaparecer de la cocina. Mamá se dirigió a mí con una sonrisa en su rostro, me extendió una bolsa de papel con mi desayuno y besó mi mejilla.

—Ten un buen día, cariño.

—Estudios, —papá dejó su tableta y me miró fijamente con sus ojos entornados —enfócate solo en ello y no seas como tu hermana.

—Michael...

—¿Qué? Sabes que es cierto, aunque mi Claire es responsable e inteligente —Sonrío despeinando mi cabello, despeinándolo aún más de lo que estaba. Todos decían que me parecía a mi padre y tenían toda la razón, somos dos gotas de agua —. ¿Cierto, cariño?

—Lo soy, papá, no debes preocuparte —besé su mejilla —. Nos vemos más tarde, ¿vale? Debo irme, antes de que Allison decida irse y dejarme.

Me despedí y salí de casa escuchando el claxon que la muchacha presionaba con desesperación. El perro del vecino le ladró al auto y la señora Parkinson frunció el ceño mientras regaba las plantas de la entrada de su casa.

—¿Puedes parar? —Grité sobre el ruido —, los vecinos pueden enfadarse.

—¡Me importa una mierda! Hoy veré a alguien y no quiero llegar tarde.

No dije nada y entré al auto, ya tenía que imaginarme que "la cosa" era un chico, pero fruncí el ceño al reparar en su atuendo. Un conjunto de falda y chaqueta, unos tacones altos, maquillaje tenue y su cabello estaba recogido en un perfecto moño. Parecía mayor, de treinta a decir verdad.

—¿Acaso tienes una entrevista de trabajo? —Negó con la cabeza dándole marcha al coche. Sí, se trata de un chico —¿Vas a conquistar a un maestro o un hombre casado? Ó quizás son las dos cosas —Inquirí acusativa —. Allison no me interesa que te acuestes y salgas con quien quieras, pero ya hablamos de esto y salir con hombres así puede ser peligroso y te pueden expulsar de la Universidad, es tu última oportunidad. Papá te matará si haces algo malo.

Soltó una risotada sin apartar la vista de la vía. Me mantuve con un semblante serio. ¿Qué le sucedía? Comprendía que estaba en sus días, pero está actuando extraño. Más de lo normal.

—¿De dónde sacas aquellas cosas, niña? —Me encogí de hombro recordando el libro que leía antes de dormir —. La verdad es que conocí un hombre hace un par de meses al salir de la universidad y lo veré antes de mi primera clase, ¿vale? Y no, no está casado, ni es algún maestro de la Universidad. Solo quería que me notara más mayor.

Ha dicho hombre, no chico.

Las alarmas en mi cabeza se encendieron, por favor que no sea lo que estoy pensando.

—¿Qué edad dices que tiene?

Enarqué una ceja, la chia mordió su labio inferior y tamborileó sus dedos sobre el volante. Hice un sonido nasal a la espera de una respuesta, finalmente suspiró dándome una rápida mirada.

—¿Unos cuarenta?

—¡¿Qué?! —Me sobresalté golpeando mi cabeza con el techo del coche —. ¡Ese hombre podría ser tu padre! —grité.

—Pero no lo es, es muy majo y apuesto —suspiró, nuevamente —. Fue amor a primera vista. Ademas, la edad es solo un número, pequeña hermanita.

¿Amor a primera vista? Enserio, Allison. Solo es un invento barato para las películas de romance, ficticio e irreal.

—Allison, ¿sabes que hemos tenido esta conversación un millón de veces? Tengo una lista que lo afirma —busqué en mi mochila una libreta y extraje una lista, una larga lista con nombres de chicos en ella —Bart, Condra, Michael, Jakes, Luke, Nick, Justin, Bastian...

Decidí comenzar mi lista a la edad de siete años, cuando los chicos comenzaron a fijarse en ella y como el alma piadosa que es, no rechazó a ninguno. Por eso, cada vez que llegaba a mi habitación con una sonrisa de oreja a oreja o llorando a moco tendido, como una buena hermana menor, sacaba la lista de mi libreta y le preguntaba nombre, apellido y duración de la relación o lo que sea que haya sido y la verdad es que nunca he contado los nombres, aunque, algunos solamente eran algunos besos y luego desaparecían.

Su relación más larga fue de tres meses, de un chico que odiaba con todo mi ser y no esperaba el momento para que terminaran y escribir el nombre de otro chico que para mi fortuna era muy majo, lo malo fue que no duraron más de una semana. El chico le puso los cuernos con su mejor amiga.

—Entiendo tu punto. Pero esta vez será distinto, ¿Entendido?

Decidí dejar la conversación de lado. Estaba harta de esto. Era un ciclo y parte de su monotonía, conoce un chico, se enamora del chico, termina con el chico y comienza a salir con otro chico. Resoplé , conecté los auriculares a mi iPhone, y miré a través de la ventana los autos pasar, olvidándome de la loca vida de la chica a mi lado.

Al menos ella tenía una vida romántica, no como la chica de copiloto que suspira con cada libro romántico al saber que algo así no le sucederá.

—¿No piensas bajar?

Me deshice de los auriculares y observé la fachada de la escuela pública, Abraham Lincoln. Me despedí de la chica y salí del coche, rodeándome de cientos de estudiantes. Me adentré a la escuela dirigiéndome a mi clase de literatura, el maestro Robert me saludó con una afable sonrisa, le devolví el gesto y fui a mi mesa junto a mi odioso compañero de asiento, Logan Denbrough.

Un chico que he debido soportar desde el primer año, molesto y egocéntrico. Un chico que ama hacerme bromas y hacer de mi tiempo en la clase de literatura una tortura.

—Cober.

Suspiré y formé una sonrisa de oreja a oreja al verlo sentado con esa sonrisa ladina que hace que se formen los hoyuelos que tanto amo y que nunca en mi vida pensaré en decírselo.

Ya bastante ego tiene como para llegar a la luna para que yo venga y lo alimente aún más.

—¡Denbrough! ¿Qué tal tu viaje?

Con una curiosidad fingida de sus vacacione a no se donde, me senté su lado, rezando internamente para que llegara pronto la hora de descanso y descansar de su molesta presencia, al menos hasta el próximo viernes.

—¡Maravilloso! Ame las Bahamas, mi padre tuvo que regresar el mismo día que llegamos, pero dejó que disfrutara unos días solo —me fijé en su rostro bronceado, puede que no me agrade como debería, pero no puedo negar que cada año se vuelve más atractivo —. ¿Me extrañaste, Cober? —finalizó , invadiendo mi espacio personal.

Golpeé su frente con mis dedos, alejándolo lo más que pude de mi. Cada vez se volvía más incómodo tener a un chico guapo y odioso cerca.

—Para nada, Denbrough —puntualicé con una sonrisa de boca cerrada. Abrí el libro elegido para debatir este mes —, sabes que no me interesa todo lo que dijiste. Solo debías darme una respuesta, bien o mal. ¿Comprendes?

Rodó los ojos y quitó el libro de mis manos, dándole una rápida hojeada, para luego sonreír de oreja a oreja y regresármelo. Sé lo que se aproximaba.

—Orgullos y prejuicios. Un clásico de la literatura y aburrido, la verdad —sonreí en mis adentros, esta vez no podría hacer su cometido —, no tengo en mente un personaje tonto de la novela; solo si contamos al primo de Elizabeth, pero no se acerca a ti ni por asomo. Eres como... ¡Lydia!

—¿Qué?

—Sí, su hermana la que se casó sin conocer realmente al sujeto. Tonta e ingenua, igual que tú.

—No me conoces, Denbrough. Ni siquiera sabes de lo que estas hablando, es un libro muy hermoso. Es revolucionario, feminista e introduciendo la ironía en cada uno de los personajes, pero no puedes entender la visión de Austen porque eres un imbécil —espeté, consternada.

Resopló

—Esta sobrevalorado, niña. Es sólo otro cliché, la única diferencia es que es ambientado en el Reino Unido del siglo xx.

Me sentí ofendida.

Y si Janes Austen estuviera viva, le daría una bofetada por hablar así de su libro.

—¿Lo has leído al menos?

—Te dije que estaba de vacaciones, lo que significa nada de escuela —rodó los ojos como si se tratará de lo mas obvio del mundo —. Vi la película en Netflix hace dos días y una chica me dijo que no era muy distinta al libro.

En parte tenía razón, aunque no es nada parecido a como lo imaginas a como otras personas lo recrean por ti.

Ok, creo que no supe explicarme.

—Te lo pasaré está vez, cuando vuelvas a compararme con otro libro debes al menos leerlo ¿quieres?

Resopla nuevamente.

—Pensándolo bien, eres igual que Elizabeth —sonreí orgullosa, aunque se haya equivocado con Darcy, tenía toda la razón en rechazarlo la primera vez, cosa que ninguna otra mujer inglesa hubiera hecho —orgullosa y altanera.

Mi sonrisa se desvaneció.

>> No se cómo lo hacemos, Cober. Pero compartimos siempre la misma mesa desde primer año, ¿acaso estas enamorada de mí?

—En tus sueños, Denbrough —respondí.

—En mis pesadillas, mejor dicho.

—Eres un imbécil, ¿lo sabes?

Se encogió de hombro.

—Lo sé, me lo haces saber cada viernes. Aunque la chica que me hará compañía esta noche en la cama dirá todo lo contrario, ¿no quieres unírtenos?

Golpeé su hombro, soltó una carcajada y terminé uniendome a él, como lo dije, somos dos bichos raros juntos. Solo compartimos la afición por los libros —aunque no tengamos los mismos gustos y tengamos una vision distinta de ellos —y nada más hablemos cada viernes por cuarenta y cinco minutos y nos ignoremos mutuamente entre pasillos, como si se tratará de dos extraños.

El con su vida y yo en la mía. No hay nada más que nos una, o eso era lo que creía antes de conocer al nuevo integrante de mi lista.

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