XI
Mientras ando perdido en mis pensamientos, siento que me zarandean el hombro: es él. Espabilo entonces y vuelvo la mirada solo para enfrentar un cara a cara contra la más bella de todas mis pesadillas.
El amor a primera vista, tan cínico sentimiento, no deja de tamborilear ritmos concretos en mi pecho. Y el muy hijo de puta me sonríe, me agradece haberle hecho una seña, haberle abierto un espacio.
¡Estoy que me muero! ¿Cómo le respondo? ¿Qué le respondo? ¿Acaso debo responder o solo debo sonreírle y ya?
¡NO SÉ QUÉ CARAJO HACER!
¡NO SÉ QUÉ CARAJO DECIR!
¡NO SÉ CÓMO CARAJO HACER PARA COMPORTARME PORQUE, SIMPLE Y LLANAMENTE, ESTOS NERVIOS ME LLEGAN AL NIÉ!
Y él sigue sonriéndome, mirándome con atención mientras espera una reacción de mi parte.
Por suerte, para todas mis suertes (que son una mierda), la unidad frena de golpe y se me viene irremediablemente encima. Se disculpa justo antes de echar malos ojos hacia adelante para, luego, volver a mirarme con una sonrisa.
¿Por qué me sonríe tanto? ¿Por qué me cuesta abrir la boca y decirle nada? Entonces la gente se regurgita detrás de nosotros y él solo se apretuja más en mi contra.
Y mantiene una mano aferrada a una de las barandas del techo (yo no alcanzo) mientras que, con el otro brazo, hace una especie de contrapeso al aferrarse al mismo asiento al que estoy sujeto. Lo hace así luego del frenazo, como para evitar que me caiga.
–Vos tenéis cara de que te gusta la buena música –dice entonces aprovechando un instante de equilibrio.
Saca su móvil (honores a este muchacho valiente) que parece recién comprado, me pone uno de los audífonos en la oreja (sí, lo hace él mismo porque yo no suelto el asiento) y se me queda mirando con atención al momento de darle play a su lista de reproducción al azar.
Lo primerito que suena, sin decirte mentiras, me dejó con la boca abierta. Mi expresión pareció divertirlo bastante porque su sonrisa, que ya era hermosa, lo fue aún más todavía.
Del audífono se escuchaba, con una calidad espectacular, "Zetsubou Billy" de Maximum the Hormone. ¡Y en el liceo yo era el loco por tener esa clase de gustos!
La casualidad ha hecho su jugada y el destino se ha quedado mirando, con atención, cómo suceden las cosas previo a su intervención.
En mi opinión: se me va a salir lo marico en algún momento porque, si sigue así de cerca, si sigo así de imbécil, no sé qué voy a hacer después, porque no lo voy a pensar.
–¿En serio te gusta Maximum the Hormone? –le pregunto, al fin, con bastante naturalidad.
–Me llena de orgullo saber que nombras directamente a la banda.
Sonrío como idiota. ¿Qué cosas digo? Si soy, por mucho, el rey de los idiotas. Y él, con su hiperbolizada belleza, no deja de zarandearme el amor a primera vista que me jode y rejode el pecho como perro rabioso sin correa.
¡Maldito sea mil veces mi corazón de pollo que no se queda quieto! ¿Qué acaso no entiende que soy rudo? ¿Qué acaso se le olvidó que es la Rusia en pleno invierno?
Y es que no me va a vencer ¡No! ¡Por Putin, por Rusia y por la gloria de la Unión Soviética, juro que no me dejaré vencer por este individuo que me tiene tal cual una paleta bajo el sol!
¿A quién quiero engañar? Si el comunismo fue, es y será un fracaso, cuanto más mis intentos por no lucir, todavía, más nervioso, porque no se me quita. Y entonces: OTRO FRENAZO HIJO DE SU PUTA MADRE.
Ya no estoy de medio lado, no.
Él ya no está donde estaba, no.
Ahora la situación es un tanto más incómoda, vergonzosa. ¿Será que sí me muero hoy mismo, Chuíto? ¿Será que el regurgitar de la gente se va a calmar de una jodida vez y el de beige va a dejar de enmarcarme toda su figura sobre mi virtualmente enana y pequeñísima existencia?
¿Acaso, destino, es obra tuya, bastardo sin gloria, que ahora, como por si de un chiste de mal gusto se tratase, empiece a sonar "pegaíto, suavecito" como música de fondo? ¡Así no puedo, hermano! ¡Así nadie puede!
Porque lo siento todo.
Porque ya no está sujeto de la baranda del techo, sino que me rodea casi por completo, y me apretuja, y yo respondo como un depravado, con miedo a que se dé cuenta de eso, de que note que me muevo para sentirlo más.
¡Se me salió lo puta, pues!
Y su respiración la sentí en el cuello. Se me paró TODO.
¡Matáme, Yisus, que soy un pecador, un arrastra'o, un marico cualquiera! ¡Matáme, pero a él me lo llevo conmigo, coño'e tu madre!
Entonces el bus arranca otra vez y volvemos a estar estables. No pretendo mirarlo, pero lo hago por un instante: está rojísimo.
¿Por qué? Pues, uno, se dio cuenta de lo que hice a causa de mi instinto de putería. Dos, reaccionó a eso y, pues, aquí lo tengo, pegaíto, suavecito, con todo, lo que se llama TODO, tan vergonzosamente tieso como mis nervios.
Putería: 1. Yo: 0.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro