Como era de esperarse: no apareció. No volví a verlo entre aquella lluvia de codazos y exóticos perfumes aromáticos de extraña procedencia. El muchacho de beige no hizo acto de presencia, o tal vez sí, pero había demasiada gente como para notarlo.

Estuve lo más atento que mi tamaño me permitió mientras esperé y esperé volver a toparme con él, pero veo que fracasé en la misión, o de verdad no apareció porque, sencillamente, no tengo idea de nada respecto a su presencia el día de ayer.

¿Cuándo se subió? ¿Lo hizo antes o después que yo? Ni siquiera noté si fui yo quien se bajó del autobús primero, o si fue él quien lo hizo, no tengo idea. Todo es posible, así como es posible que hoy se me pase la parada por andar pensando en pendejadas sin sentido mientras, como es costumbre, la música me aturde y los tiernos y dulces aromas me causan náuseas sin pausa.

¿Dónde te metiste, carajito de beige? ¿Dónde carajo te escondiste mientras yo ando aquí, entre cerdos sudorosos, a la espera de volver a toparme contigo, a la espera de volver a caerte encima solo para que me sostengas otra vez? Y ya puedo imaginarme a Dano, con esa expresión burlona que tanto me saca de quicio, diciéndome "aaaay, mariquiiitooo" precisamente por andar pensándote, desconocido, y desear con tal insistencia el volver a verte.

Agradezcamos entonces, oh señor Jebús, que el muy malayo no sabe nada, ni pío, porque ahí sí estaría yo bien jodido, tragando y tragando burlas de su parte o, quizá, siendo dejado a un lado del camino, como una plasta de mierda seca, porque ni las moscas me rodearán. No puedo decirle, aunque lo quiera: ni a él, ni a Ana, y mucho menos a Gabriel, el verdadero Gabriel, mi hermano mayor.

No puedo decir que me atormenta demasiado el secreto, porque eso sería, aparte de una mentira, una exageración: no me molesta en lo absoluto mantener oculta esa verdad porque, a fin de cuentas, es mi asunto, son mis gustos, y es mi decisión compartir, o no, lo que me gusta. Y me gusta él. Me gusta a pesar de que no lo conozco, de que no sé nada, de que no tengo idea de nada.

Apenas y puedo calcular que es uno o dos años mayor que yo, tal vez. O tal vez tiene mi misma edad, quién sabe, cualquier cosa es posible, excepto volver a verlo, eso es, indudablemente, un imposible clarificado. Pero, en fin, cada cosa a su lugar, y yo en el mío, llevando coñazo parejo como saco de boxeo porque, aparte de enano, nadie me ve antes de atropellarme tras intentar huir de este pedazo de lata con ruedas.

Pero la cuestión, en realidad, no es, simplemente, huir de esta máquina de tortura chin, así como tampoco lo es, en efecto, la tan punzante verdad de ser un gay a escondidas. Tampoco lo es el miedo al rechazo por parte de mis seres más queridos, sean amigos, sean familiares: comparado con la cuestión en sí, esto me importa poco.

Lo que intento decir, lo que intento explicar, lo que pretendo hacer es, sencillamente, darme una pausa, seguir adelante con el ciclo de la vida y pretender que nada ocurrió, que aquel suceso es cosa de una imaginación ajetreada y confundida, cosa de un corazón que, insiste, en reprimirse a sí mismo (porque me da la gana) y le dio por imaginarse algo que no fue cierto, que no fue, en lo absoluto, verdad alguna.

Tal muchacho no existe. Tal mirada no existe. La sensación de sus manos sobre mí no existió ni existirá. Todo fue un invento, una mentira cursi muy bien maquillada para una ocasión tan funesta. Eso es todo y ahí muere el tema ¿cierto? Pues: NO.

Cuando más distraída traigo la cabeza es cuando caigo en cuenta que, si hay algo que la vida te enseña a los coñazos, es que nada ocurre dos veces del mismo modo. ¿Cómo pude ser tan despistado? Era obvio que,confrontar el amor a primera vista, iba a ser una misión complicada, así como complicada sería, también, cualquier idea que se me atravesara entre ceja yceja para mandarlo a joder al coño: pero no.

Podré decirle que se joda y repetirlo mil veces de ser necesario, pero, de aquí a Pekín, la realidad será siempre otra, una donde yo, haga lo que haga, terminaré jodido y medio. ¿Porqué digo todo esto, así, tan de repente? Pues, porque ahí está él, a unos cuantos pasos de mí, acurrucado entre su propio amasijo de cerdos sudorosos, con los audífonos en los oídos y la mirada perdida tras el cristal que le hace frente a su hermoso rostro.

Y su perfil ¡Jebús bendito, su perfil! ¿Es legal que alguien sea tan bello? Al carajo el ciclo de la vida: ¡mátenme ahora mismo!