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1. El fulgor de un sueño

La alegría invade mi alma, pues después de tantas pruebas, Ashei, la amiga que creí perdida, y Shad unirán sus vidas en matrimonio, hecho que antes no pudieron culminar por las malas intenciones del pasado. Agradezco tanto a las Diosas esta nueva oportunidad para ser felices después tan oscura e incómoda época, y sé que esto les ha servido para valorarse mucho más que antes.

- Te ves tan hermosa vestida de novia.

- Estoy de acuerdo con Zelda... estás preciosa. – expresó Gracielle, admirando a nuestra amiga.

- Gracias, pero la verdad no me siento nada cómoda, arreglada de esta manera, sobre todo por el vestido, hace años que no uso uno. – dijo Ashei, mientras hacía una mueca de desagrado.

- No digas eso, te ves hermosa. Ha llegado el momento en el que entres al altar con tu padre, pues tu futuro esposo te espera.

Luego de mis palabras, mi amiga se reúne con su padre, con quien entra tomada del brazo hasta el altar.

La ceremonia fue muy hermosa, todos disfrutaron de la unión de la pareja; mis padres, mis suegros, que vinieron desde Ordon, Impa y Azael, Cocu y Gracielle.

Aunque aún falta una persona... y no entiendo por qué no se encuentra aquí.

Una vez finalizada la ceremonia, celebramos todos juntos aquella maravillosa unión, donde observo como el señor Dante mira con recelo a Shad en el momento de entregarle a su hija para que baile la melodiosa pieza musical con ella. Sin embargo, luego de unos segundos reemplaza aquella seriedad con una cálida sonrisa, demostrándole que todo lo malo y equívoco había quedado en el pasado, causando en mi amigo de la infancia un gran alivio.

Shad toma a Ashei de la mano para bailar con ella, mientras que aquellos robots que los acompañan empiezan a girar alrededor de ellos.

Mientras mis amigos entrelazan sus pasos con el sonido de la música, coloco una mano en mí abultado vientre, el que ha crecido notoriamente con el paso de los meses. Siento inmensa alegría, pues cada día que pasa puedo sentir los movimientos de mi criatura, a quien estoy ansiosa de conocer pronto.

Cuando los recién casados finalizan su acto, mis padres, mis suegros y todos los presentes los acompañan en su alegría, bailando cada cual con sus parejas y demostrando el amor, cariño y afinidad que sienten entre ellos.

Pero... soy la única que se encuentra sola, sin nadie a mi lado. ¿Por qué?

Empiezo a mirar a mí alrededor, y busco a la persona que debería estar acompañándome... Al gran amor de mi vida, al hombre que desde tiempos inmemoriales me pertenece, y con quien he creado la dulce vida que me encuentro acogiendo.

Desconozco los motivos por los que él no está conmigo, lo que causa que la ansiedad se forme en mi corazón. Sin embargo, sé que todo debe tener una explicación, por lo que es mejor proceder a averiguar lo sucedido.

Empiezo a caminar entre la gente, buscando a mi amado con desespero, y es en ese momento que me encuentro con mi protectora y su ahora esposo. Tratando de tranquilizarme me acerco a ellos, dispuesta a que respondan las dudas que tengo, las que me están causando una enorme angustia en mi interior.

- Impa, Azael. ¿Han visto a mi esposo? Lo he buscado por todas partes.

Ante mi pregunta, la pareja de guerreros desvanece su sonrisa y se miran el uno al otro con seriedad, causando que el sentimiento que me está perturbando se acreciente de manera inmisericorde. Vuelvo a repetir mi pregunta.

- ¡Respóndanme, por favor! ¿Lo han visto?

Mi mentora me toma de las manos, observándome con la mirada más consternada que jamás haya visto; luego de aquella reacción, se dispuso a responderme.

- Zelda... ahí está.

Ansiosa, me doy la vuelta para encontrarme con mi esposo, y es en ese momento que la música se detiene de manera abrupta, mientras siento cómo mi corazón se destroza por completo.

Observo como varios seres cubiertos por túnicas negras llevan sobre sus hombros un ataúd, el lecho donde se encuentra descansando un ser que perdió la vida, y quien para mi dolor se trata del hombre que amo.

Desesperada, me doy la vuelta para que mi protectora corrobore el horror que acabo de presenciar. Sin embargo, todo a mí alrededor ha desaparecido y se ha convertido en un vacío, donde el único sonido que escucho son mis desesperados gritos, los que se entrelazan con la macabra risa de mi legendario y peor enemigo.

Me encuentro en la más profunda de las soledades...

El ataúd se acerca a mí, caigo al suelo de rodillas, mientras las lágrimas me invaden con dureza. No puedo creer que ya no se encuentre a mi lado, que aquella promesa que me hizo de estar conmigo no haya sido cumplida, siendo la maldita muerte quien me lo arrebató.

Impactada, sintiendo la dolorosa daga de la pérdida, intento ponerme de pie. Sin embargo, un terrible dolor me invade, causando que mi mano se pose en mi crecido vientre. Fue entonces que presencio lo más aterrador a lo que pude haber sido sometida... sangre en mis manos, signo de que el fruto de mi amor me ha sido arrebatado, dejando mis brazos de madre vacíos y destrozado el corazón.

- Ya nada te ata a ese miserable, pequeña...

Alzo la mirada y me encuentro con quien creí jamás volvería a ver... Aquel joven de la oscuridad que en el pasado se dedicó a acosarme por poseerme y que luego deseó la muerte de mi pequeño por el simple hecho de odiar a su opuesto, al que nunca pudo superar.

- De todas maneras, ese bastardo iba a nacer malogrado. Sé agradecida con mi favor.

Ni siquiera puedo articular respuesta ante tales sentencias, pues ya nada me importa. Los grandes motivos de mi vida me han abandonado, mientras mi único anhelo es entregarme a los brazos de la muerte, la que desde ahora, junto con la soledad de mi alma, serán mis eternas amigas y confidentes.

***

- Zelda, despierta, por favor...

- No... Link... mi hijo...

La misma pesadilla. Casi todas las noches era el mismo martirio, aquel calvario por el que tenía que pasar su amada esposa desde el día en el que él había perdido la vida, la que pudo recuperar por gracia de las Diosas y por su propio valor al entregarse por ella. Desde ese momento, creyeron que la felicidad retornaría a ellos, sin embargo, las sombras del pasado se hicieron presentes, crueles y despiadadas, dispuestas a impedir que la paz regrese. Una venganza del Rey del Mal, quien a pesar de haberse alejado, no les iba a permitir consumar su anhelada dicha.

Agitando con delicadeza los hombros de su amada, el príncipe siguió clamando su nombre para que despierte, pues deseaba liberarla de aquella pesadilla que la martirizaba.

Después de tantas súplicas, la joven despertó y se encontró con el rostro de su amado, quien le estaba acariciando la frente mientras se forzaba por demostrarle una sonrisa con la intención de reconfortarla. Zelda, desesperada, se abrazó a él con desconsuelo, para después separarse de él y palpar su vientre, el que había crecido notoriamente con el paso de los meses. Su bebé se encontraba fuera de peligro, pero debido a sus fuertes emociones no dejaba de moverse en su interior.

Con cuidado, el joven colocó una mano en el vientre de su amada, sintiendo la fuerza de los movimientos de su hijo y causando en él una gran tristeza, pues sabía que este podía sentir la ansiedad y el terror que invadían a su madre. Volvió a abrazar a su princesa y aprovechó que esta no podía verlo para dejar salir dolorosas lágrimas de sus ojos, las que había luchado por retener para no demostrarle debilidad. Eso lo hacía siempre para mantenerse fuerte para ella.

- Ya no llores, por favor, le va a hacer daño a nuestro bebé... a los dos. ¿Sientes cómo se mueve? Está muy nervioso. – indicó Link con suma consternación, secando las lágrimas de su princesa.

- Lo lamento... es mi culpa. – se excusó la joven, apenada de preocupar a su amado.

- No te disculpes. Nada de lo que ocurre es por tu causa.

- Volví a tener la misma pesadilla. La presencia de tu muerte y la muerte de mi hijo en manos de...

- ¿En manos de quién?

La princesa se quedó en silencio ante la pregunta de su esposo, causando en ella una enorme ansiedad al recordar la época en la que estuvo encerrada en la torre más lúgubre del palacio, y a la oscura contraparte martirizándola todos los días, quien al descubrir que esperaba un hijo, le vaticinó que si este no moría, nacería insano, lo que causaría en Link el implacable rechazo, y por ende, el más grande de los dolores para ella.

- Link... si nuestro bebé nace con algún problema o enfermedad... ¿lo amarás? – preguntó con la voz quebrada.

- ¿Por qué me preguntas eso?

- Solo respóndeme, por favor. ¿Lo vas a rechazar?

- ¡Por supuesto que no! Es mi hijo y lo amo con todo mi ser. ¿Por qué me preguntas eso? ¿Quién te ha llenado la cabeza de esas cosas? – preguntó con firmeza, mirando a los ojos a su esposa.

Zelda solo guardó silencio, dudando si responderle a su amado lo que había preguntado, a pesar de que este se imaginaba que podría tratarse de sus pasados enemigos, sobre todo uno en particular, quien había acosado y maltratado a su esposa.

- Fue él, ¿cierto? Ese imbécil. – expresó con rabia.

El silencio y las lágrimas de su princesa fueron la respuesta que necesitó para salir de dudas.

- Perdóname, mi amor. – pidió el joven con inmenso dolor.

- Link, no...

- Todo lo que te ocurre es por mi culpa, pues por mí él salió a flote. De no haber sido por su existencia no habrías sufrido tanto.

- Tranquilo, ahora soy yo la que te pide que te calmes. – dijo la princesa, acariciando los cabellos de su esposo.

- Y aparte de eso... estuve a punto de dejarte sola.

- No lo menciones, no quiero pensar en eso. Además, ya todo quedó en el pasado. Las cosas han regresado a la normalidad; el pueblo y el palacio han sido reconstruidos y hemos recuperado nuestra casa, que como dijiste, terminó siendo más hermosa y acogedora que antes. – admitió, forzando una sonrisa para reconfortar a su esposo.

- Lo sé, pero toda esta situación te ha afectado. Por mi culpa te has hundido en una profunda depresión. Puede ser que todo lo que veas a tu alrededor te parezca hermoso, pero no puedes disfrutarlo. Lo lamento tanto.

- Tú también estás pasando mal, lo sé a pesar de que todos estos meses te has dedicado a negármelo.

Link evadió la mirada de su amada, tratando de ocultar el reflejo de su tristeza. No se lo había dicho, incluso lo había disimulado con mucho esfuerzo en el transcurso de los meses, pero no solamente estaba deprimido, sino que también tenía terribles pesadillas que lo perturbaban, donde regresaba a aquel limbo de oscuridad perpetua en el que escuchaba el desgarrador llanto de su princesa, suplicándole con dolor que vuelva a su lado y causándole el dolor más punzante. Sin embargo, a pesar de todas las cosas que lo consternaban, de ninguna manera iba a mostrarse afectado. Él tenía que mantenerse fuerte, ser el soporte del amor de su vida, además, como el guerrero elegido por las Diosas, no debía darse el lujo de resquebrajarse.

- Lo único que me tiene entristecido es la enfermedad de tu espíritu, pues tanto tú como nuestro bebé se afectan. Nada más que eso es mi prioridad. – expresó mientras abrazaba a su esposa.

- No me mientas... – le pidió la joven con tristeza y seriedad.

- No miento, princesa.

Se quedaron en silencio unos cuantos minutos, contemplándose a los ojos con intensa devoción y cariño. El joven secó las lágrimas de su amada, mientras pensaba en algún tema para hacer que se olvide de sus penas, aunque sea por un momento, esforzándose por tratar de hacer lo mismo por él.

- ¿Te gustó el matrimonio de nuestros amigos? Se los veía tan felices en la celebración. En ese momento, se han de estar encaminando a su viaje de luna de miel, el que durará una semana. – dijo Link, con intenciones de distraer a su princesa de lo que le afectaba.

- Todo salió muy hermoso, por fin pudieron realizar su amor. Aunque debido a mis malestares no pude disfrutarla como hubiera querido, sobre todo porque bailamos poco. – admitió sumamente apenada.

- Es normal, mi amor, tu vientre ha crecido y por eso no debes agitarte mucho. Estuviste tan hermosa, el embarazo te ha embellecido más que nunca.

- Gracias, tú también estabas muy guapo. – dijo mientras sus mejillas se sonrojaban.

- ¿Ya vas a decirme? – preguntó el guerrero.

- ¿Qué cosa?

- Sabes a lo que me refiero, lo que estás tejiendo. Sé muy bien que es para nuestro bebé, pero desde que lo empezaste a hacer no me lo has querido enseñar.

- Quiero que sea una sorpresa. ¿Tú qué deseas? ¿Varón o mujer?

- Sea lo que sea, me sentiré feliz de tenerlo entre mis brazos, pero no por eso calmo mi curiosidad. Por favor, dime qué es lo que escondes.

- No insistas, debes ser paciente. Solo falta un poco más de un mes para que nuestro hijo nazca. – dijo la dama, sin poder evitar esbozar una pequeña sonrisa.

- Seré paciente porque logré sacarte una pequeña sonrisa, la que tanto amo ver.

El príncipe tomó del rostro a Zelda y la besó en los labios con delicadeza, siendo correspondido por ella de la misma manera.

- Has sido tan dulce y paciente conmigo. Incluso no te has molestado porque en este último tiempo tú y yo no...

- No tengo por qué molestarme por eso. Sé que eso es parte de la tristeza que te aqueja, además eso no ha sido todo el tiempo, pues la intimidad nunca ha faltado en nuestra relación. Yo te amo con todo mi corazón, más allá de lo físico y lo íntimo.

Complacida con su delicadeza y cariño, la joven abrazó a su príncipe, mientras que este la recibió en sus brazos. Una vez finalizado sus afectos, el guerrero se volvió a recostar a su lado, acariciando con devoción donde se encontraba protegido su retoño, mientras entrelazaba su mirada con la de su esposa.

- He preparado una sorpresa para ti...

- ¿Una sorpresa? ¿Qué es? – preguntó la princesa con curiosidad.

- Al igual que tú también lo mantendré en secreto, pero confórmate con saber que es algo diferente a los regalos que te he hecho y que ayudará mucho a la tristeza que te aqueja. En esta semana estará en tus manos, aunque no creo que te quepa dentro de ellas. – contestó, sin poder evitar que reírse en el acto.

- En serio, lamento tanto causarte tantos problemas... no poder darte tantas sonrisas como antes. – dijo, con dejo de tristeza en sus palabras.

- Ya te dije que no tienes por qué apenarte por eso. Ante los demás puedes aparentar, algo entendible debido a nuestra posición, mucho más ahora que vendrá ese heredero que tanto ha esperado el Consejo... pero delante de mí no tienes por qué fingir, y por eso he preparado aquello tan especial para ti.

- Gracias...

- Es mejor que ya descansemos. Tanto mañana como en el transcurso de la semana nos esperan días atareados, pues el Consejo desea conversar sobre la venida de nuestro pequeño. – propuso Link.

- Esta semana Impa y Azael volverán de visita. Me siento tan feliz de que se hayan casado.

- Yo también, Azael lo deseaba mucho, e Impa también, aunque lo negara. No te voy a negar que la ceremonia de su unión en el Templo de las Sombras fue algo fuera de lo común. Agradable, pero diferente. – expresó Link con una mueca de extrañez.

- Fue un matrimonio diferente a los tradicionales, pues todo fue fiel a las antiguas creencias de los Sheikahs. Impa sonreía como nunca, ni siquiera cuando vivimos juntas la vi de esa manera.

- Justo ese día les propusimos que sean los encargados del ejército real del reino...

- Creo... que ya tengo sueño. – dijo Zelda.

- Yo velaré tu sueño hasta que te duermas. ¿Te sientes cómoda? ¿Quieres que te coloque otra almohada en la espalda? ¿Tienes algún antojo? – preguntó a su amada con interés.

- No te preocupes, me siento bien con tus cuidados. Que descanses, mi amor.

- Buenas noches, princesa.

Dándose un último beso, la pareja se acostó en su cama a descansar, siendo Link el último en lograr conciliar el sueño, pues mientras acariciaba con delicadeza el rostro de Zelda, las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas. A pesar de demostrar fortaleza ante ella, por dentro se sentía destrozado, pues el miedo y la angustia lo tenían completamente invadido, acabando con la seguridad que siempre lo había caracterizado.

No sabía hasta qué punto iba a soportar aquella tortura, y temía que aquello afecte su postura de esposo, futuro padre y hombre.

...

Iniciada la semana, la pareja se preparó para iniciar sus actividades, pero como cada amanecer las cosas se tornaban sumamente difíciles para la princesa, quien no tenía ánimos ni deseos de levantarse. La depresión se había convertido en un enemigo silencioso que se volvía más insoportable con el pasar de los días, sobre todo en las mañanas, pues la somatización no se hizo esperar, causando en ella terribles malestares típicos de su estado, como náuseas, intolerancia a algunos alimentos y aumento en la temperatura de su cuerpo. Todo lograba controlar con ayuda de las doncellas que la acompañaban, y por supuesto con el amor y cuidados de su esposo.

Delante de los demás, Zelda se esforzaba por no llorar, por no derrumbarse, pues debía mantener su inquebrantable ante los demás. Sin embargo, en los momentos en los que se encontraba sola se desahogaba en silencio, sin deseos de que su familia la escuche, sobre todo su amado, quien vivía preocupado por ella.

A pesar de que el príncipe había tratado de tranquilizarla, y que incluso ella demostraba no preocuparse por ello, los miedos de siempre la seguían invadiendo.

La sombra del Rey del Mal la perseguía, no solo rememorando los duros momentos que le hizo pasar cuando la tuvo encerrada y la maltrataba, sino que también recordaba cuando le arrebató la vida a su esposo, quien luego cayó inerte a sus brazos; eso le quemaba el corazón a pesar del paso de los meses. Otro motivo que la consternaba eran las palabras de otro de sus enemigos, quien por odio a Link deseó poseerla y lastimarla. El joven de la oscuridad, que al enterarse de su embarazo, intentó interrumpirlo a base de agresiones y duras palabras, donde sentenció que aquella criatura nacería insana y sería la vergüenza del héroe elegido.

A pesar de que Link le había indicado que nada de eso ocurriría, que él esperaba con anhelo la llegada de su pequeño, ella se sentía temerosa. Tenía terror que las palabras de su enemigo se cumplan, que aquella ansiedad y desolación que la consumían le impidan ser una buena madre y que su hijo pase a manos de alguna desconocida que no le daría el amor y cuidados que ella deseaba y le correspondía.

Zelda temía que su mal dure para siempre y le impida disfrutar de esa hermosa etapa que anhelaba desde que se había enterado de su embarazo. Rogaba a las Diosas que las sombras del pasado se desvanezcan por completo, las que le afectaban cada día más.

La princesa no imaginaba que tan mal o peor que ella se encontraba Link.

...

Uno de esos días, donde la lucha constante seguía haciéndose presente en la joven pareja, una experimentada y prestigiosa institutriz los iba a apoyar en el cuidado del futuro príncipe.

En ese momento, la mujer los guiaba a una habitación en particular, la más dulce y especial de su hogar, pues dormiría el único motivo que les permitía no derrumbarse, su hijo. La pareja había indicado todo lo que deseaban para decorar el sitio, causándoles una gran ansiedad por conocer el resultado. Aunque sea por ese instante podían dejar de lado las penas que los consumían.

Al entrar a la alcoba, la princesa se maravilló con lo que se encontraba delante de ella. Una hermosa cuna tallada con la más fina madera y revestida con los encajes más delicados, todo en tonalidades pasteles y colores neutros. La habitación también estaba decorada con diferentes juguetes y muñecos de felpa; tierna y dulce imagen que estremeció los corazones de la pareja.

- Todo está hermoso... – dijo la princesa, demostrando emoción en sus palabras.

- Me alegra que le guste, alteza. Todo se escogió siguiendo sus indicaciones y las de su esposo. – contestó la institutriz, orgullosa con su trabajo.

- Me gusta mucho el trabajo que ha hecho, lady Deborah... pero aún falta algo que también se requirió. – dijo Link, cambiando su sonrisa por la seriedad.

- ¿Qué cosa, señor?

- Aparte de la cuna, también se encargó un brizo, pues la princesa y yo hemos decidido que nuestro hijo duerma en nuestros aposentos en sus primeros meses de vida, pues eso será más cómodo para que podamos atenderlo.

- Si lo vi en la lista que me entregaron las doncellas de la princesa, pero me tomé la libertad de omitir esa adquisición.

- ¿Perdón? ¿Se puede saber por qué decidió algo como eso? – preguntó Link con frialdad.

- Con todo respeto, hay algo que desconocen, pero como una experimentada tutora de infantes de la nobleza me veo en la obligación de instruirlos. No es prudente que el recién nacido duerma con sus padres, eso es algo totalmente fuera del protocolo y que incapacitaría su independencia. Lo mejor para el niño es que desde la edad más tierna se lo...

- ¿Independencia? ¿Considera que un bebé recién nacido puede tener independencia? – preguntó el príncipe, esforzándose para no perder el control de sí mismo.

La mujer se quedó enmudecida por la interrupción del guerrero, encontrándose con su fría mirada.

- Escúcheme bien, lady Deborah... le agradezco que se haya tomado la molestia de velar por lo que usted considera mejor para el futuro heredero, pero con todo respeto, eso es algo que no es de su incumbencia.

- ¡Por las Diosas! ¿Qué ha dicho usted? – preguntó espantada.

- Lo que acaba de escuchar. Nadie mejor que mi esposa y yo para saber que lo mejor para nuestro hijo es estar cerca de nosotros; sobre todo de su madre, en esos primeros meses de vida. Eso es algo que ella y yo decidimos, y las cosas se harán así.

- En todos los años que tengo cuidando a los hijos de reconocidos nobles de reinos vecinos, jamás me topé con algo como esto. Cuando se me contrató, se me indicó que iba a apoyar en el cuidado del infante; simplemente estoy cumpliendo con mi trabajo. – refutó la mujer, indignada con el trato que se le estaba dando.

- Así es, usted misma lo ha dicho, va a "apoyar", mas no a encargarse del cuidado de mi hijo, pues eso nos corresponde a nosotros como padres. En lo que respecta a mí, deseo tenerlo cerca de mí para poder alimentarlo, o por cualquier inconveniente que se presente. – intervino la dama, hablando con voz calmada, pero firme.

- ¿Pretende alimentarlo, princesa? Pero eso le corresponde a una nodriza, pues usted tendrá ocupaciones con el reino.

- Las ocupaciones de mi esposa es algo que solo le competen a ella, señora.

- Yo soy la madre, y eso me corresponde a mí y a nadie más. Yo le agradezco mucho su preocupación, y estoy dispuesta a aceptar todo el apoyo que se me brinde para el cuidado de mi hijo, pero yo seré la que se encargue de su crianza.

- Es la primera vez que me cruzo con unos soberanos que desean encargarse de la crianza de su hijo, teniendo a su disposición lacayos para realizarlo.

- Pues para todo hay una primera vez, señora, y si no puede trabajar bajo nuestras condiciones, creo que mejor finiquitar el compromiso. Ya conoce la salida, así que, por favor, retírese. – espetó el príncipe, quien no pudo evitar mostrarse alterado.

Indignada, la mujer se retiró de la habitación, refunfuñando entre dientes el trato poco cortés que Link había tenido con ella, frase que llegó a oídos del joven, quien en ese momento se disponía a encararla por su atrevimiento, pero la tranquila voz de su amada lo detuvo.

- Deja que se vaya. La verdad no quiero que una mujer tan intransigente como ella se encargue del cuidado de mi bebé. Temo que si por algún motivo lo dejo a solas con ella no lo trate bien. – dijo Zelda, abrazándose a la espalda de su amado.

- Tienes razón, yo tampoco deseo que ella se encargue...

El joven se quedó en silencio ante las palabras de su esposa, mostrando en su semblante una profunda preocupación. Esta reacción no fue ajena a ella, quien lo tomó del rostro y le dio un corto beso en los labios.

- No es la primera vez que escucho aquella frase sobre mi persona. Murmuros que indican que desde que regresé de mi viaje no soy el mismo... y que me he vuelto muy impulsivo y descortés. – expresó el joven, mostrándose sumamente avergonzado.

- Tú sigues siendo el maravilloso hombre del que me enamoré. Estás pasando momentos difíciles, así quieras convencerme de lo contrario. – dijo la princesa, entristecida.

- Solo estoy nervioso, nada más. Además, me molesta que quieran tomar decisiones sobre nuestro hijo desde antes de que nazca, eso es algo que no les compete.

- Gracias por haber apoyado mis deseos.

- Nuestros deseos, princesa. Pienso defender contra quien sea el vínculo de amor que existe entre nuestro bebé y tú, momentos únicos que solo una madre y su hijo debe experimentar.

- Te amo... – expresó la princesa, conmovida y con lágrimas.

- Yo también te amo, y haría lo que sea porque seas feliz, por eso no soporto verte llorar. – dijo el joven con profundo dolor.

- Perdóname... pero no puedo evitarlo.

- Trata de calmarte, pues tenemos que reunirnos con nuestros padres, Cocu y Gracielle y los consejeros; y sobre todo por estos últimos no quiero que te vean llorar, ya sabes cómo son... pero antes, quiero que veas la sorpresa que he preparado para ti, que estoy seguro te encantará. – dijo mientras unía su frente con la de su amada.

Dándole una caricia al vientre de Zelda, Link la tomó del brazo y la llevó a la parte exterior de su mansión.

...

La pareja había llegado a las caballerizas del palacio. Zelda se extrañó de que su esposo la hubiera llevado hasta ahí, pues no entendía cuál podría ser la sorpresa que le tenía... hasta que a lo lejos vio cómo un extraño personaje se acercaba a ella.

Caminando con gracia y moviendo su rubia melena, un caballo blanco se aproximó hasta donde la pareja se encontraba. Link acarició al noble animal con cariño, mientras este resoplaba en su rostro. La futura madre se maravilló con la belleza del sublime animal. Al ver la exaltación en los ojos de su dama, el príncipe la tomó de la mano y la acercó más a la recién llegada criatura, quien la observó con curiosidad e inocencia a los ojos.

- Zelda, he traído para ti un hermoso compañero. Un caballo que representa la fuerza y la nobleza, maravillosas características que tú posees.

- Link... – expresó la joven, sorprendida por el detalle de su esposo.

- Querido amigo, te presento a la mujer más bella, quien a partir de ahora será tu ama, compañera y debes proteger con fidelidad. Ella es Zelda, mi esposa y la madre del bebé que viene en camino. Espero se hagan buenos amigos. – dijo el joven al caballo, quien lo observaba a medida que le hablaba.

Habiendo entendido a la perfección las palabras del joven que lo escogió, el corcel acercó su frente a la de la dama y enlazó su mirada con la de ella, descubriendo en esta bondad y pureza, cualidades que deseaba de la persona que acompañaría.

Admirada por el reflejo de nobleza en aquel animal, mientras contemplaba sus largas pestañas, Zelda acarició con su mano su gran cabeza, deleitándose con la suavidad de su piel y los delicados resoplidos que lanzaba sobre su rostro.

- Voy a traer a Epona para que también lo conozca. Estoy seguro de que se harán buenos amigos. Ya regreso.

- Espera, Link...

El joven no logró escuchar el llamado de su amada, por lo que se retiró a buscar a su yegua.

Zelda se dedicó a observar al animal, quien empezó a dar vueltas alrededor de ella, inspeccionando con cuidado quien sería su nueva ama y descubriendo para su sorpresa que no estaba tan sola, pues dentro de ella latía una pequeña vida.

Con cuidado, el caballo acarició el vientre de la princesa con su hocico, causando en ella una hermosa sensación de ternura y ligeras cosquillas; incluso su criatura se movió un poco. Tomó la nariz su nuevo amigo, agradeciéndole el dulce roce, demostrándole que en un solo instante le había tomado una gran afinidad y aprecio.

- Eres muy lindo... me encantará que seamos amigos. Por ahora no podré montarte debido a mi estado, pero una vez que pueda hacerlo estoy segura de que pasearemos bajo los más hermosos atardeceres. – dijo la joven, encantada con el hermoso animal.

Al escuchar que la princesa había aceptado su amistad, el caballo empezó a caminar con gracia alrededor de ella, demostrándole lo contento que se sentía con su respuesta. La joven soltó ligeras risas, unas que hace tiempo no había producido debido a la tristeza de su alma.

- Ahora que nos hemos aceptado el uno al otro, quiero que sepas que eres mi primer corcel, por lo tanto, debo bautizarte con un nombre muy especial. Cuando era pequeña, en uno de mis cuentos de fantasía leí sobre un caballo tan blanco como la luna llamado Mond, idéntico a ti. Deseo que te llames de esa manera, como un homenaje a aquellos tiernos y hermosos años de infancia. Espero te guste tu nueva identidad. – dijo la joven a su nuevo amigo, feliz de tenerlo a su lado.

Maravillado con su nombre, el caballo acarició su frente con la de la joven, quien le devolvió el gesto con el mismo cariño. Luego de unos minutos, Link apareció con Epona.

- Gracias por tan hermoso regalo, mi amor. Mond y yo nos hicimos amigos de inmediato. Incluso es tan inteligente que sabe que estoy esperando un bebé. – dijo la princesa, abrazándose a su caballo.

- ¿Mond? Vaya, al parecer ya le escogiste un nombre, y uno muy bonito. No tienes nada que agradecer, pues nada se compara a la hermosa sonrisa que estoy contemplando en este momento. Deseo de corazón que sean buenos amigos. Él siempre te protegerá, aparte de mí, claro está. – contestó el joven, emocionado por la felicidad de su princesa.

- Ya somos buenos amigos, como si nos hubiéramos conocido desde siempre. Lo quiero y siempre lo querré.

- Traje a Epona para que se conozcan, espero que ellos también se hagan buenos amigos.

Al observarse mutuamente, los animales se acercaron el uno al otro para olfatearse, acto por el que pretendían conocerse y descubrir si entre ellos podría nacer la confianza. Luego de unos minutos de exploración, yegua y caballo juntaron sus hocicos, demostrando que la amistad se había afianzado entre ellos, para luego salir corriendo y pasear por los alrededores.

Los futuros padres contemplaron maravillados la escena de sus corceles, quienes se conocían por medio de sus trotes, aquel acto que les permitía sentirse libres.

Poco después, Link y Zelda se despidieron de ellos, prometiendo verse más tarde, pues tenían un asunto muy importante que atender con el Consejo.

...

Todos se habían reunido en la sala de juntas como lo habían pactado. Incluso los marqueses se encontraban participando, pues también estaban interesados en todos los avances del reino después de la catástrofe.

Cada uno de ellos habían apoyado en la reconstrucción del reino, pero sin duda alguna el reino de Ordon había brindado el mayor soporte, tanto a nivel económico como social, pues los duques encargaron a varios obreros de su tierra que ayudaran al pueblo de Hyrule. Los reyes no podían sentirse más agradecidos con sus consuegros por su acto de solidaridad, sin embargo, estos indicaron que todo lo hacían en nombre de la justicia, la amistad, y el amor que sentían por su hijo, nuera, y el bebé que venía en camino, el que los unía como familia.

Poco antes de que termine la reunión, todos creyeron que las temáticas habían quedado aclaradas. Sin embargo, uno de los consejeros no se sentía nada contento con un comunicado que le había llegado antes de que la junta empiece, y este se relacionaba con los príncipes.

- Altezas, se me ha comunicado que han suspendido los servicios de Lady Deborah, la que iba a ser la institutriz de su heredero. La verdad, yo fui el encargado de recomendar a una mujer tan experimentada como ella, pues es la más idónea para la crianza de su hijo. ¿Se puede saber el motivo por el que la despidieron? – preguntó ofendido, esperando una respuesta convincente de los jóvenes.

La princesa solo desvió la mirada, mientras que Link, tomándola de la mano para darle seguridad, observó a aquel hombre con el semblante endurecido, dispuesto a responderle su entrometida pregunta.

- ¿Usted la recomendó? Pues lamento decirle que hizo una pésima elección con ella. No solo tenía una inadecuada actitud, sino que no acató las órdenes que se le habían impuesto. – contestó con firmeza.

- ¿Qué cosa? ¡Imposible! Ella es una mujer altamente capacitada en la crianza de infantes. Ha trabajado en las mejores familias de los reinos vecinos y viene con los mejores reconocimientos y recomendaciones.

- Ni mi esposa ni yo queremos que nuestro hijo sea encargado a otras personas. Una cosa es recibir apoyo, que sea cuidado en algún momento que nosotros estemos ocupados, pero otra es criarlo y velar por su bienestar; para eso existen los padres.

- Príncipe, con todo respeto, voy a hablarle como el padre de familia que soy. Criar a un hijo es algo sumamente difícil, mucho más en cargos como el que usted y su esposa desempeñan. Por eso, es mejor que reconsideren su decisión y vuelvan a contratar a Lady Deborah. – insistió con esmero, tratando de convencer al guerrero.

- Creo que mi esposo ya fue lo suficientemente claro con lo que hemos decidido. Él y yo nos dedicaremos a cuidar a nuestro hijo, sin dejar de lado nuestras obligaciones. – intervino la princesa, molesta por haber tocado el mismo tema de antes.

- Yo apoyo totalmente a mi hija. Sé que no será fácil al inicio, pero lo que importa es la buena disposición que pongan para que puedan equilibrar su vida como padres y soberanos. Mi esposa y yo lo hicimos a pesar de que el anterior Consejo se opuso, pero lo logramos. – dijo el rey, enfureciendo con sus palabras al consejero.

- Majestad...

- Pienso que estás haciendo una tormenta en un vaso de agua, Damián. Ellos son jóvenes, tienen todo el tiempo y energía para cuidar de mi nieto, solo es cuestión de que se organicen.

- Eso es cierto, tanto Cocu como yo nos hemos adaptado bien a nuestra hija Lenna. Al inicio es complicado, pero con el paso del tiempo todo se hace más sencillo. – dijo la marquesa, brindándole apoyo a su amiga.

- Totalmente de acuerdo con mi esposa. – dijo Cocu.

- No creo que ninguno de los dos esté en condiciones de cuidar a una criatura.

- ¿Está insinuando que mi hijo y su esposa no son capaces de asumir su paternidad? – preguntó Demetrio, quien no pudo evitar mostrar indignación en sus palabras.

- Simplemente, me preocupo por la seguridad del reino, pues si los jóvenes gobernantes ocupan su tiempo cuidando a su hijo, no podrán atender sus obligaciones. Sobre todo la princesa, quien no creo que sea capaz de desempeñar dicho papel.

- ¿Con qué fundamentos puede decir algo como eso? – preguntó la princesa, completamente indignada con el atrevimiento del hombre.

- A pesar de que se ha esforzado, ha tenido varias recaídas en su salud, y si en ese estado le ha costado mucho cumplir con sus labores, mucho menos será capaz de cuidar de una criatura. Olvide esa absurda idea, las doncellas lo cuidarán mucho mejor que usted. – espetó el consejero, sin saber cómo sus palabras afectaría a la joven.

A pesar de su estado, la joven siempre estaba dispuesta a defenderse, sin embargo, por primera vez no pudo reprimir su malestar, su tristeza ante tales acusaciones. Se evidenció vulnerable ante las arpías que siempre la habían rodeado, y quienes no podía creer que se había resquebrajado. Aquellas crueles palabras terminaron por devastarla, se habían metido con la más grande y hermosa de sus ilusiones.

Los reyes estaban dispuestos a defender a su hija, no era la primera vez que algún miembro del consejo se olvidaba del lugar que le correspondía. Sin embargo, Link intervino, enfurecido.

- ¡Retírese de aquí! ¡No pienso permitir tremenda ofensa para la princesa, mi esposa! – exclamó enojado y apretando los puños.

El consejero se dio cuenta de la reacción agresiva de Link, por lo que siguió colocando más leña al fuego.

- Bien dicen que desde que su alteza regresó de su misión se volvió una persona violenta. ¿Así pretende criar a un hijo? No es de sorprenderme, con las malas mañas que habrá aprendido en su viaje. – espetó el Consejero.

- ¡Silencio, insolente! ¡Daphnes, quiero que este tipo se largue de aquí! – exclamó el duque, a quien no le faltaba mucho para igualarse a su hijo.

- ¡Vete, Damián! ¡Desde ahora ya no formas parte de este Consejo! – ordenó el rey, enfurecido hasta más no poder.

- Cálmate, hijo, por favor. – dijo Aitana, preocupada por la furia de Link.

Obedeciendo las órdenes dadas, el insolente consejero se retiró, mientras que Link, aun dominado por la furia, se dirigió al resto de los miembros.

- ¡La reunión ha terminado! ¡Retírense!

Impactado por la furia del guerrero, el Consejo se retiró, murmurando en voz baja aquellas palabras que tanto afectaban al joven, su cambio de carácter. Sin embargo, decidió no prestar atención, pues enseguida corrió a socorrer a su amada, quien lloraba en silencio, mientras su madre y suegra la consolaban.

- No llores. Nada de lo que dijo ese tipo es cierto. No debes que eso te altere, te lo ruego. – suplicó con ansiedad mientras acariciaba su rostro.

- Él tiene razón... nunca seré una buena madre, no podré cuidar a mi bebé. – contestó entre sollozos, sintiendo cómo su alma se destrozaba.

- Eso no es cierto, por favor. Trata de calmarte.

Sus alterados nervios no le permitieron calmarse, provocando que su presión sanguínea disminuya. Aterrado, Link pidió que llamen a un médico, temiendo que el estado de su amada perjudique su vida y la del hijo.

...

El príncipe no se separó de su esposa en ningún momento, atento a la revisión que el médico le hacía. Una vez que terminó con su trabajo, le explicó al guerrero que todos los malestares de la joven se debían a las fuertes emociones a las que había sido sometida, y que lo mejor para ella era que se mantenga tranquila, sin nada ni nadie que la perturbe, sobre todo porque, a pesar de que el embarazo estaba muy avanzado, aún faltaba tiempo para que el bebé nazca.

Cuando el hombre se retiró, la familia y los amigos entraron a la alcoba, preocupados por el estado de la princesa y agradecidos de ver que se encontraba dormida. En ese momento, aprovechando que su hijo estaba un poco más tranquilo, el duque lo llevó hacia la parte de afuera de la habitación, dispuesto a conversar con él de todo lo sucedido en la sala de juntas, en especial aquella reacción que lo había dominado.

- ¿Ya te sientes mejor? – preguntó Demetrio preocupado.

- Yo estoy bien, papá. La que me preocupa es Zelda... y mi hijo. El médico dice que tantas emociones fuertes pueden perjudicarlos a ambos.

- Nada malo pasará con ellos, no debes temer.

- Desde que ocurrió aquello con Ganondorf, donde...

- No lo repitas, por favor, tu madre puede escucharte. Nunca olvidaré el día que nos confesaste lo que ese maldito te había hecho. Aún no entiendo por qué lo callaste por tanto tiempo.

- No quería mortificarlos, eso es todo... pero en estos momentos yo no importo. – dijo el joven, evadiendo la mirada de su padre.

- Hijo, no quiero que tomes a mal mis palabras, pero desde aquella desgracia ya no eres el mismo. Puedo ver que aun la bondad de tu alma se refleja en tu mirada, pero al mismo tiempo te noto tan endurecido, impulsivo.

- ¿Lo dices por lo que ocurrió en la sala de juntas? Lo lamento, pero no podía permitir que nadie se meta con mi esposa y mi hijo.

- Y yo te apoyo en eso, pues nadie te entiende mejor que yo. Recuerdo, cuando tu madre te estaba esperando, todo el Consejo quería obligarme a dejarla, a rechazarte porque, según ellos, ibas a nacer enfermo; pero las cosas no fueron así, y la historia no se va a repetir contigo porque la enfermedad de Zelda no viene del cuerpo, sino del alma.

- Pero aquello también afecta su cuerpo, afecta a nuestro bebé. ¿Y si al final aquellas sombras que la perturban lo lastiman? Zelda se moriría del dolor, y yo junto con ella. – dijo el príncipe, esforzándose para no llorar delante de su padre.

- Link, acepta que al igual que tu esposa estás mal. Tú también estás sumido en la más profunda y dolorosa de las tristezas.

- Yo...

- Confía en mí, soy tu padre. Los hombres también tenemos derecho a derrumbarnos y a desahogarnos.

El joven se quedó enmudecido con las palabras de su padre, para luego acercarse a él y abrazarlo sin reprimir el llanto. Demetrio correspondió a su afecto, evitando llorar de la misma manera que él, pues ahora debía ser fuerte por su hijo, permitirle que se desahogue de todo su dolor.

- Yo también tengo pesadillas por las noches donde veo cómo ese miserable acaba con mi vida, una y otra vez. Escucho los desesperados gritos de mi esposa, clamando mi nombre... Además, soy un asesino. – dijo el joven, mientras sus palabras se entremezclaban entre su propio llanto.

- ¿Qué has dicho?

- Yo acabé con la vida de Ganondorf, lo maté sin ningún escrúpulo invadido por el odio y los deseos de venganza por todo lo que nos había hecho a Zelda y a mí.

- Él se lo merecía, murió en su ley después de tantas vidas que se cobró de manera injusta. Por su culpa estuviste a punto de perder a tu familia.

- Pero era una persona. Malvada, despiadada, sin sangre en las venas... pero al fin y al cabo un ser vivo al que le arrebaté la vida.

- Era eso o que asesine a tu mujer, al hijo que espera, a nosotros... a todo el mundo. Deja aquella culpa de lado, no tienes por qué sentirla.

- No puedo... me consume desde lo más profundo, me carcome el alma, manché mis manos y la Espada Maestra con la sangre de alguien. Es algo que no lo demuestro, pero no he podido superar.

- No es cierto, tu corazón está lleno de amor para los que te rodean. Has levantado al pueblo entero, que no se hubiera restablecido sino fuera por ti, fuiste su héroe antes, durante y después de la invasión. Vas a ser padre, tienes mucho que ofrecerle al que será mi nieto.

- Al igual que Zelda, las palabras de ese imbécil me devastaron. No seré capaz de cuidar y proteger a mi bebé.

- Link...

- Llora todo lo que quieras, hijo mío...

Sin darse la vuelta, sintió cómo su madre lo abrazaba, quien había escuchado toda la conversación desde el inicio. Ella no pudo evitar que las lágrimas la invadan, además deseaba apoyar a su hijo en todo su dolor, el que también era el de ella.

La familia de Ordon se mantuvo en ese estado por unos minutos, alejados de todos los demás. Dejaron que su hijo exprese el dolor que había reprimido por meses, el terrible peso que soportaba para ser el apoyo de la mujer que amaba, tomando sus penas y asumiéndolas como suyas.

...

Zelda abrió los ojos al sentir cómo unas manos acariciaban su vientre, mientras un cálido aliento chocaba con su cuello. Junto a ella estaba su esposo, quien la observaba con profunda consternación.

- Link...

Sin decir palabra alguna, el caballero sacó de su bolsillo una pequeña cajita, la que la princesa observó con curiosidad.

- He traído tus bombones favoritos, los que se te han antojado durante estos meses. Espero que te hagan sentir mejor. – dijo, mostrándole tristeza en sus palabras.

- Link...

- Ya no lo soporto, Zelda... ya no quiero que sufras más, te lo suplico. Haré lo que sea para que no llores, para que superes aquel maldito pasado.

- Perdóname por causarte tantos problemas, me he convertido en una carga para ti. – expresó la doncella mientras las lágrimas la invadían.

- ¡Eso nunca! La única carga he sido yo, pues por mi culpa estás sufriendo.

Sin poder soportarlo más, desahogando todo el dolor que había reprimido por tanto tiempo, el guerrero abrazó a su amada, provocando que ella lo acompañe en su pena, mientras recibía sus lágrimas. La pareja sentía que había caído en el abismo más profundo, donde el dolor de un perturbador pasado los perseguía sin cesar, y la macabra risa del Rey del Mal los acosaba recordando aquella tragedia que marcó sus vidas.

- Tengo tanto miedo de no ser un buen padre... Yo, el supuesto héroe elegido por las Diosas, soy un incompetente para cuidar de ti y de nuestro bebé. Una completa vergüenza.

- ¡No! ¡No digas eso! Tú eres mi esposo, el hombre que amo. Si las Diosas te eligieron es por la nobleza y valentía de tu alma. Tú has sido el héroe de todos nosotros, de mí misma. A pesar de lo doloroso que fue, nunca olvidaré que entregaste tu vida por la mía y la de nuestro hijo, el acto de amor más grande que me demostraste, y por el que te valoro más que nunca. – dijo mientras limpiaba las lágrimas de su esposo.

- Y cómo te dije esa vez, lo volvería a hacer mil veces por ti, pues eres mi vida entera.

- Link...

Intercambiando unos cuantos besos y caricias, la pareja siguió rodeándose con los brazos del otro, afectos que eran los únicos que se habían conservado en la dura etapa y la que les permitía no derrumbarse por completo. Luego de unos minutos, la puerta de la habitación sonó, provocando que ambos se limpien con prisa las lágrimas, pues no querían que sus padres y sus amigos los vean.

Cuando dieron la orden de pasar, se llevaron la sorpresa de ver que habían llegado a visitarlos la pareja de sheikahs, quienes habían terminado el entrenamiento con los soldados, apenas se enteraron del estado de la princesa.

- Impa, Azael.

Demostrando la tristeza que sentían por los jóvenes, la guerrera de las sombras se acercó a su pupila para abrazarla, sabiendo que un gesto como ese le ayudaría a sentirse reconfortada, mientras que Azael también abrazó a Link, sin siquiera decir palabra alguna, pues al igual que Impa deseaba demostrar su apoyo.

- Impa y yo vinimos en cuanto nos enteramos. Espero que no incomodemos.

- Ustedes son nuestros amigos, jamás nos incomodarían. Muchas gracias por su preocupación. – dijo Link, esforzándose por sonreír.

- El motivo por el que hemos venido hasta acá es para hablar con ustedes, pues las sombras del pasado aún siguen presentes en sus vidas. – dijo la guerrera, mostrando seriedad en sus palabras.

Al escuchar a la sheikah, Link y Zelda se impactaron, provocando que sus manos se aferren con fuerza al saber que no podían ocultar su tristeza.

- Impa...

- Princesa, al inicio creímos que todo lo que los perturbaba era algo normal, heridas que el tiempo se iba a encargar de sanar. Sin embargo, al verlos en este momento y percibir la oscuridad que rodea sus auras... nos dimos cuenta de que Ganondorf los ha hechizado, arrebatándoles el motivo por el que tanto lucharon. La paz. – dijo Impa.

- Todo lo que dice Impa es cierto. Ganondorf los perturbó tanto en aquella cruenta batalla que terminó arrebatándoles la paz de sus almas. Y sin eso difícilmente podrán continuar con sus vidas.

Al escuchar las tristes, pero ciertas palabras de la pareja de las sombras, Zelda lloró, mientras que Link se contuvo para no descontrolarse, pues durante todo ese tiempo trató de demostrar que todo estaba bien con él, cuando en realidad era todo lo contrario.

- Es cierto... Hace tiempo que ninguno de los dos sabe lo que es la paz, la tranquilidad. Incluso un hecho tan maravilloso, como es la venida de nuestro amado hijo, no nos la devuelve, causándonos un incontenible terror de fallar como padres, y que incluso se nos quite el derecho y la tutela de criarlo como es debido. – dijo Link, mostrando el malestar que lo embargaba.

- Con las palabras que me han dicho, el miedo de que mi hijo nazca con algún problema va en aumento, pues por culpa de mis consternaciones puede perjudicarse... Nunca podría perdonarme eso. – dijo Zelda, sumamente entristecida.

- Nada de eso pasará, Zelda.

- Link...

- Claro que eso no ocurrirá, princesa, pues existe un único camino para liberarse de aquello, que solo ustedes pueden recorrer.

La pareja se sorprendió al escuchar lo que Impa les acababa de decir, pues durante mucho tiempo lucharon por superar sus dificultades, sin ningún tipo de éxito. Sin embargo, ahora había aparecido una esperanza, recurso que no iban a desechar de ninguna manera.

- Haré lo que sea por ayudar a mi esposa... y también a mí mismo. Quiero recuperar mi vida. – dijo Link con determinación.

- Yo también deseo recuperar mi vida, tanto por mí como por mi familia. – continuó Zelda.

- Unas almas tan consternadas como las suyas, necesitan ser purificadas. Hace muchos siglos, cuando la tierra aún no se encontraba formada, Hylia habitó un antiguo templo, el que después fue llamado el Templo del Presidio. Aquel sitio esconde un secreto, el que solamente la portadora de la Diosa Blanca conoce y puede acceder.

- Recuerdo que en mi inmortal vida yo habité ese templo, y en el mismo había un hermoso...

- Zelda, tanto tú como tu esposo deben ir, pues ahí podrán purificar sus almas.

- ¿De qué están hablando? – preguntó Link, curioso al no saber de qué hablaba la princesa.

- Ya lo sabrás, mi amor... – contestó la joven, sonriendo.

El joven se quedó en silencio ante la respuesta de su princesa, no estaba enojado, pero sí un poco resentido. Ya había otro secreto de su amada que lo mataba de la curiosidad; primero lo que estaba tejiendo, y ahora aquel sitio que desconocía por completo, pero decidió no refutar nada, pues confiaba en lo que ella estaba planeando. La joven soltó una ligera carcajada viendo la frustración que su esposo sentía, mientras que lo sheikahs sintieron las mismas emociones.

- Está bien... no preguntaré nada. ¿Cómo vamos a llegar hasta ahí? Tanto el templo como aquella tierra dejaron de existir.

- Es cierto, pero recuerde que el tiempo es un instrumento del destino, sobre todo para ustedes, quienes pueden entonar las sagradas notas para manejarlo. – dijo Impa.

- La lira y la ocarina. – indicó Zelda.

- Así es. Anteriormente, el Templo de Hylia estaba ubicado donde ahora yace el Templo del Tiempo, lugar que posee la puerta al pasado, una que precisamente el príncipe utilizó hace un tiempo, solo que ahora tomarán otro rumbo. – continuó la guerrera de las sombras.

Solo bastó escuchar aquella última frase de Impa para que el guerrero recuerde cuando abrió la puerta secreta al antiguo Templo del Tiempo en su vida pasada, descubriendo como este se encontraba en perfecto estado. Sin embargo, ahora se iban a encaminar por otro rumbo, uno que estaba encerrado en sus más escondidos recuerdos, cuando su legendario y primer periplo había finalizado.

- Mañana mismo partiremos para allá. – dijo Link.

- Falta muy poco tiempo para que su bebé nazca, así que solo es cuestión de que se deshagan de aquella maldición que los persigue, y luego regresen a su hogar a pasar el último tiempo de espera. Con un día será suficiente. – dijo Azael.

- Como regresarán al pasado, el Templo de Hylia posee unas pocas habitaciones, en especial la que ocupó la antigua Diosa Blanca. Pueden dormir ahí cómodamente. – prosiguió la sheikah.

- Gracias por traernos estas esperanzadoras palabras, Impa. A pesar de que aún no vamos al sitio, me siento tan motivado. – dijo el príncipe, mostrándose animado.

- Al igual que yo, te lo agradezco tanto. – dijo Zelda, emocionada.

- No tienen nada que agradecer, pues lo que importa es que estén sanos y tranquilos para recibir su paternidad.

- ¿Te sientes bien, Zelda? Me gustaría que vayamos a ver a nuestros padres para avisarles que mañana partiremos a la región de Farone, pero si te sientes mal puedo ir yo solo. – dijo el joven, tomando la mano de su esposa.

- Ya me siento mejor, vamos juntos.

Ayudando a su amada a levantarse, Link y los sheikahs salieron de la habitación a buscar a los soberanos.

...

A la llegada del amanecer, la pareja se estaba alistando para partir a la región de Farone. La anterior noche les revelaron a sus padres lo que Impa les había contado, la que era la única esperanza que tenían para poder salvarse. Los soberanos se sorprendieron, pero con la dicha de saber que sus hijos volverían a ser felices, por lo que les brindaron todo su apoyo.

La princesa se encontraba perfumándose frente al espejo, para luego terminar de peinarse su largo y castaño cabello.

- Como siempre tan hermosa... tan bella.

Al escuchar los halagos de su amado y deleitarse con sus caricias, la joven se giró su cabeza para encontrarse con sus labios. Al darse la vuelta para mirarlo a los ojos, se llevó la sorpresa de ver que vestía el sayo verde que marcó su destino, y el que lo acompañó durante toda su aventura.

- Volviste a usarlo... – expresó sorprendida.

- Hace tiempo que no lo hacía, y qué mejor excusa que este momento que nos corresponde solo a ti y a mí. La Diosa siempre tiene que ir acompañada de su héroe elegido para que la proteja. – dijo mientras besaba un mechón de cabello de su princesa.

- Siempre te ves tan apuesto, pero sin duda alguna tu sayo te hace ver sumamente atractivo a mis ojos, pues representa tu verdadera esencia.

- Gracias por tus palabras, mi amada princesa. Bajemos a desayunar y a despedirnos de nuestros padres, luego tenemos que ir por Epona, pues viajaremos en ella.

- ¿Y Mond? ¿No va a venir?

- Princesa, pero tú aún no puedes montarlo, lo más seguro para ti es que vayas conmigo. Además, yo no puedo montar a Mond, Epona podría ponerse celosa, pensaría que la he reemplazado.

- Es cierto, pero tampoco quiero que Mond se quede solo, pensaría que no lo quiero. – dijo con un dejo de tristeza.

- Puede acompañarnos, de esa manera Epona no se quedará sola cuando vayamos al Templo del Tiempo, pero tú vienes conmigo. – indicó mientras la abrazaba.

- Será como tú digas, mi amor.

Luego de haber llegado a un acuerdo, la pareja bajó a reunirse con su familia, sintiendo como los ánimos y las esperanzan los invadían, sentimiento que no experimentaban desde hace tiempo.

...

Luego de haberse despedido de los soberanos, la pareja partió a la región de Farone. Como lo habían conversado, Link y Zelda iban montados en Epona, motivo por el Mond caminaba al lado de ellos, pues así podía estar junto a su ama y a la yegua, quien se había convertido en su buena amiga.

El viaje duró hasta el anochecer, motivo por el que, tanto los viajeros como los corceles, se sintieron agotados. Sin embargo, durante el trayecto, Link encontró algunos puntos de descanso para refrescarse y comer algo, lo que le hizo recordar las veces en que hizo lo mismo durante su viaje, sobre todo en la compañía de sus grandes amigas, quienes, a excepción de Fi, se peleaban por la comida, situación en la que él tenía que intervenir para calmarlas.

Una vez que llegaron a las afueras del templo, el príncipe ayudó a bajar a su esposa de la yegua.

Al llegar al camino que llevaba a la Arboleda Sagrada, el joven se preocupó de ver que este era muy inseguro y estrecho para su princesa, por lo que pensó en la forma de poder resolver aquel asunto.

- Debe haber otra manera de poder cruzar, pues este camino está muy...

El guerrero se quedó enmudecido a ver lo que Zelda estaba realizando, pues con sus manos formó un camino de hierbas y lianas que llegaba hasta los puentes flotantes.

- Ya podemos seguir...

Soltando una ligera carcajada, la princesa se dispuso a seguir con su camino, pero su esposo, saliendo de su trance, la tomó del brazo para ayudarla a proseguir, pues a pesar de que el embarazo no era un impedimento para que camine, no quería que llegue a tener algún tropiezo.

Siguieron su camino hasta que llegaron a los puentes flotantes, los que pudieron moverse gracias a ligeras ráfagas de viento que realizaba la dama. Finalmente, llegaron a la Arboleda Sagrada, sitio en donde se encontraba escondido el Templo del Tiempo, el que no visitaban desde hace muchos meses.

El legendario sitio estaba tal y como lo habían dejado la última vez que lo visitaron, lo que causó en ellos una gran melancolía al recordar cómo se despidieron de sus amigas, en especial por Link, quien aún las extrañaba. Caminaron hasta donde yacía la Espada Maestra, a la que el príncipe tocó para volver a sentir su sagrada energía, la que recorrió su cuerpo de pies a cabezas como la primera vez que la empuñó; sintió extremos deseos de sacarla del pedestal, pero se contuvo.

Luego de haberse encantado con aquel poder que solo a él le pertenecía, el guerrero regresó al lado de su amada, quien lo estaba esperando más atrás. Caminaron juntos hasta la parte más adentrada del templo, donde tuvieron que subir algunas escaleras y bloques de moderada altura. En algunos, Link cargó a su princesa para que no se agote, a pesar de que esta no mostraba signos de cansancio ni poca agilidad para hacerlo.

Al final de su camino llegaron a una puerta plomiza con el símbolo de la familia real en el centro. Aparentemente, era insignificante debido a lo oxidada que estaba, cualquier persona no la habría tomado en cuenta, sin embargo, para la pareja era que era mucho más que eso, la entrada a un mundo secreto y a la vez conocido.

- Entonando las notas del tiempo podremos acceder a esta puerta y regresar a la forma más primitiva del mundo que conocemos. – indicó Zelda.

- ¿Las notas del tiempo? – preguntó el joven con curiosidad.

- Así es, la canción que te enseñé en el pasado, cuando aquel niño del bosque se enfrentó al Rey del Mal y tuve que escapar de sus garras junto con mi protectora. Busca en lo más profundo de tu mente y sabrás entonar la sagrada melodía.

Ante las palabras de su amada, el joven cerró los ojos para buscar en su inconsciente aquella canción que aprendió en el pasado. Colocó su ocarina en sus labios, mientras que la princesa apareció en sus manos su apreciada lira.

La pareja invadió con la canción del tiempo el ambiente del templo, provocando que la puerta frente a ellos brille de manera intensa; hasta que se abrió de par en par y reflejó los terrenos que se encontraban del otro lado, cubiertos por un cristalino manto.

Link y Zelda se miraron el uno al otro, sabiendo que el momento de dar el siguiente paso había llegado, el camino a recobrar la vida que habían perdido. Tomándose de la mano, entraron por la puerta del tiempo, la que se cerró detrás de ellos en el instante en el que la traspasaron.

...

Todo lo que se encontraba en el entorno se había transformado. Los grandes y frondosos árboles junto con los pilares habían sido reemplazados por murallas, paredes plomizas que se encontraban decoradas con el símbolo de la reliquia sagrada de Hylia, mientras que también se hallaban varias escenas representantes a la Diosa Blanca.

Link y Zelda contemplaron el lugar, sintiendo cómo la melancolía y los recuerdos los invadían. Avanzaron hasta la Espada Maestra, el único objeto que no se alteró bajo ninguna circunstancia, demostrando que su belleza y esplendor traspasaba las barreras del tiempo.

Detrás del arma yacía una puerta que los jóvenes empujaron, y descubrieron que se trataba de una pequeña habitación con una cama encima de unas escalinatas y algunas plantas alrededor. La princesa se colocó una mano en su pecho, recordando lo que ocurrió en ese sitio en su pasada vida, mientras que los ojos del príncipe se humedecieron por completo.

- Este sitio... – dijo Link, sin saber qué decir.

- Hemos llegado a una época posterior a la destrucción de Heraldo de la Muerte, cuando tú lo derrotaste en esa era. – contestó Zelda.

- Ya me di cuenta, fue cuando iniciaste tu milenario letargo.

- Así es, por ese motivo no percibo la presencia del malévolo ser. Ahora el templo se encuentra solo, pues Impa ha cumplido su misión y regresado a su tribu. Solo tú y yo lo habitamos.

Los jóvenes se sentaron en la cama. Link se recostó un momento debido a lo cansado que se sentía, siendo ahí cuando un aroma empezó a invadirlo, uno que le encantaba y que era muy conocido para él.

- Esta cama tiene tu aroma...

La joven se sonrojó ante ese comentario, sorprendiéndose que a pesar del paso de los años, aun las ropas de cama conservaran su aroma.

Luego de haber descansado unos minutos, la pareja decidió seguir explorando el templo, encontrándose con una pequeña hoja plantada en la tierra que aún le faltaba desarrollarse para convertirse en un gran árbol, el que produciría frutos exquisitos y poderosos capaces de salvar a cualquier agonizante vida. También salieron a la parte externa del templo, lo que les hizo descubrir que era de noche. Fue ahí donde alguna vez estuvo cautiva la forma primitiva de la encarnación del mal, "El Durmiente", quien se mantuvo en letargo debido al sello que le impuso la Diosa Hylia. Esta visión causó en la pareja una profunda consternación, pues recordaron la oscura época en la que casi pierden la vida, donde salir triunfadores era la única opción para garantizar el bienestar del mundo.

Dejando de lado los dolorosos recuerdos, los jóvenes regresaron al templo, dándose cuenta de que aún había una puerta a la que no habían ingresado. Link se acercó para palparla.

- Cuando este templo pasó a ser parte del Presidio, esta puerta fue una conexión con la región de Farone; pero en esta época, en el Templo de Hylia, nunca supe qué era lo que había detrás de ella. Me quedé con la curiosidad. – expresó con un dejo de desconcierto.

Ante las palabras de su esposo, la dama se rio sutilmente, lo que causó que el joven se sonroje en sobremanera.

- Te burlas de mí... Es una de las curiosidades que nunca pude saciar. – dijo con resentimiento.

- No me burlo de ti, querido, simplemente me conmueve que aún tienes muchos rasgos de niño. Detrás de esa puerta está lo que estamos buscando...

- Por fin voy a enterarme de tu secreto. Desde siempre me has parecido misteriosa, motivo por el que me sentí muy atraído por ti cuando empezamos a tratarnos, pero aun en esta hermosa etapa de tu embarazo, lo has seguido siendo. Creo que sabes cómo provocarme, pues mi atracción por ti se acrecienta con esa actitud. – dijo el joven, abrazando por la espalda a su esposa.

- Qué cosas dices... yo no nunca te he guardado secretos, conoces todo de mí, solo que me gusta reservarme algunas sorpresas para ti. – dijo la joven, sin poder ocultar el rubor de sus mejillas por las palabras de su amado.

- Pues traspasemos esta puerta, quiero que sacies mi curiosidad.

Decidida a cumplir la petición de su esposo, la joven colocó su mano en la manija de la puerta, la que cedió de inmediato al contacto con ella. Una vez más, el guerrero se sorprendió por sus habilidades, orgulloso de la hermosa y encantadora mujer con la que se había casado.

Al abrir la puerta, siguieron un largo recorrido donde solo se podían observar plantas y árboles muertos, una imagen tétrica y desgarradora. Sin embargo, desde el momento en el que la princesa caminó por el pasillo, estas iban cobrando vida, llenándose de su pura y mágica esencia. Link, ensimismado, vio lo que sucedía a su alrededor, pero sin detener sus pasos por nada, pues quería saber a dónde su esposa lo llevaba.

Llegaron a su destino, causando que el joven se impacte con lo que tenía frente a sus ojos...

Un hermoso y cristalino lago con una cascada, el que brilló con intensidad al sentir la presencia de la portadora del alma de Hylia, quien sonrió con nostalgia al observar tan mágico lugar.

- Qué hermoso. ¿Qué lugar es este, Zelda?

- Este lago fue creado por mí cuando era inmortal. Todas las noches me bañaba aquí para despejarme y liberarme de todo lo que me consternaba, llenándolo de mis poderes y luz; siempre realizaba aquí un verdadero ritual de purificación. Además...

- ¿Además qué...?

- ¿No lo recuerdas? Antes de aquella cruenta batalla, donde viví el gran dolor de perderte... tú y yo nos entregamos al amor en este lago.

Al escuchar las palabras de su amada, la mente del guerrero se clarificó, por lo que se sonrojó al recordar que hizo suya a la Diosa, relación que en ese entonces estaba completamente prohibida debido a sus jerarquías como deidad y mortal. Sin embargo, en ese entonces sintieron en su corazón la urgencia de entregarse el uno al otro, como si presintieran que algo terrible estuviera a punto de separarlos; augurio que terminó por cumplirse.

- Ya no pienses en eso, lo único que importa es la hermosa vida que tenemos ahora, a pesar de que ha sido perturbada por las sombras de nuestro pasado... pero nada de eso me importa, pues nada se compara de que hayas regresado a mi vida. – indicó Zelda, decidida a que su amado se olvide de las penas.

- Princesa...

- Olvidemos las tristezas y sumerjámonos en el lago. Con eso nos libraremos de todo lo que nos aqueja de una vez por todas.

La princesa se quitó los zapatos y empezó a sumergirse en las aguas, lo que causó que su esposo tema a que se resbale y se caiga, sin embargo, la joven no tambaleó en ningún segundo y siguió su trayecto. Inmediatamente, y sin perder el tiempo, el príncipe se quitó las botas, los guantes y el sayo, quedándose únicamente con el pantalón y la camisa.

Juntos llegaron al centro del lago, donde juntos y tomados de la mano se sumergieron en el agua, sintiendo cómo una sensación de frescura y vitalidad los invadía por completo, algo que no habían sentido desde hace meses. En ese momento, sus cuerpos fueron tomados por un intenso resplandor, el que provocó que una oscura esencia los abandone; el maleficio que los estaba bloqueando y atormentando por culpa de su peor enemigo.

Todo su mal se había desvanecido, ahora lo único que sentían era una inmensa paz y tranquilidad, la felicidad que tanto anhelaban.

- No puedo creerlo, me siento tan bien... tan reconfortado. – dijo Link, incrédulo de la paz que sentía en su interior.

- Yo también... – expresó igual de maravillada.

En ese momento, ambos se besaron apasionadamente, para luego sumergirse en las aguas, sintiendo cómo aquella reconfortante sensación los tomaba por completo. Una vez en la superficie, se abrazaron con fuerza, incrédulos de que por fin sus males se habían ido. Ahora solo les esperaba una hermosa y pacífica vida.

- Lo que aún no entiendo es por qué nos metimos con ropa al lago. Creo que hubiera sido conveniente que nos quitáramos todo.

- Estaba muy ansiosa por sumergirme, por lo que no pude esperar a quitarme nada... aunque puedo ver en tu rostro un dejo de decepción por eso. – espetó la princesa, mostrando seducción en sus palabras.

- No estoy decepcionado, solo que no me hubiera molestado en lo absoluto que te hayas quitado la ropa. Sabes muy bien que me fascinas y te deseo. – dijo el joven con un tono intenso.

- ¿Me deseas a pesar de cómo me veo? Mi vientre ha crecido mucho y pasará un tiempo hasta que mi cuerpo regrese a la normalidad.

- Siempre has sido muy hermosa, y en esta etapa mucho más. Además, sabes que eso no he impedido que intimemos, talvez no tanto como antes debido a nuestros problemas, pero nos hemos seguido amando tan intensamente como siempre.

Luego de aquellas palabras, unieron sus labios en un intenso beso, para después disfrutar de la frescura y pureza del agua donde se encontraban sumergidos, salpicándosela al uno al otro en modo de juego y quedándose así por varios minutos, celebrando que las pesadillas que los atormentaban habían llegado a su fin.

...

Las estrellas se encontraban alumbrando el cielo junto con la soberana de la noche. La tierra de Hylia disfrutaba de momentos de paz, donde el mal había desaparecido por completo.

La pareja se encontraba dormida en la cama que alguna vez perteneció a la Diosa Blanca, mientras una cálida sonrisa se dibujaba en sus rostros. Estaban abrazados, disfrutando del sentir su piel, sabiendo que las perturbadoras pesadillas ya no iban a regresar a mortificarlos.

Siguieron deleitados en el dulce sueño, maravillados por la hermosa velada que habían tenido en el lago. Sin embargo, la paz se vio interrumpida de manera completamente inesperada para uno de ellos...

- Link...

Al escuchar el angustiado llamado de su esposa, el guerrero se levantó con prisa, preocupado por saber qué podría estarla molestado.

- ¿Qué pasa, Zelda?

- Link, no me siento bien... tengo mucho dolor. – contestó con la voz entrecortada debido al malestar.

- ¿Dónde te duele? – preguntó preocupado.

La joven no pudo responder, pues en ese momento empezó a tocarse el vientre con desespero, descubriendo como debajo de este aparecía un desconocido líquido, lo que causó que Link se impacte al pensar que su princesa se había lastimado.

- No puede ser...

- ¿Qué te pasa? No entiendo nada, Zelda.

- Creo que nuestro bebé ya va a nacer... – dijo angustiada.

- ¿¡Qué has dicho!?

- ¡Lo es que escuchaste! ¡Aún no es tiempo, todavía le faltan unas semanas!

- ¡Cálmate, por favor! ¿Estás segura de lo que me dices? – preguntó alarmado.

- Muy segura... Tengo miedo, Link. Estamos en medio de la nada, no hay ningún médico que pueda socorrernos.

La joven volvió a quejarse de dolor con mucha más fuerza, causando en su esposo un inmenso terror al no saber cómo ayudarla. Sin embargo, no estaba dispuesto a quedarse con los brazos cruzados, no podía permitir que su amada siga sufriendo.

- Mi amor, nuestro hijo ya debe nacer. Es peligroso esperar más tiempo.

- ¿Cómo va a nacer en estas condiciones? Estamos solos, Link. – contestó, sin poder contener el llanto.

- Yo voy a ayudarte a traer al mundo a nuestro hijo.

- ¿Qué? ¡Imposible! ¡Es peligroso, no tienes idea de nada! – espetó alterada.

- Escucha, yo jamás permitiría que tu vida y la de nuestro hijo corran ningún peligro. Confía en mí, por favor. Juro por las Diosas que los dos estarán bien. – dijo el guerrero, tomando con sus manos el rostro de su esposa.

- Pero...

- Vamos al lago, ese es el lugar perfecto para que tengas al bebé.

- ¿¡Te has vuelto loco!? ¡Nuestro hijo se va a ahogar! – reclamó enfurecida.

- Estás tan nerviosa que has olvidado que eso no hace daño a los bebés recién nacidos. Tranquila... juntos saldremos de esto.

A pesar de no poder contener el llanto debido al terror, la princesa decidió confiar en su esposo, mientras que este la tomó en brazos y la llevó de camino al lago de la Diosa Blanca.

Aunque no lo demostrara, Link sentía que estaba a punto de volverse loco, los nervios lo dominaban y no tenía la más mínima idea de cómo ayudar a su esposa. Sin embargo, ya no había vuelta atrás, su instinto le dictaba que tenía que actuar sea como sea, haciendo acopio del valor que lo caracterizaba.

...

La cascada se encontraba liberando ligeros destellos que se entremezclaban con el agua, sintiendo la presencia de la Diosa Blanca en su interior.

Abrazada a los hombros de su esposo, la princesa no dejaba de llorar debido a los dolores que la atormentaban, los que se volvían más insoportables con el paso de los segundos, y sumando el miedo que sentía, se convertían en un verdadero calvario para ella. Link se encontraba a su lado, sin soltarla ni un solo segundo y brindándole su pecho para que se aferre, aunque al mismo tiempo se desesperaba por no poder acabar con su suplicio. Ya habían pasado algunas horas desde que la labor había comenzado, y aun su esposa debía seguir esforzándose, sin detenerse en ningún segundo, sobre todo porque no faltaba mucho para que el bebé nazca.

- ¡No voy a poder, Link! ¡No puedo hacerlo! – exclamó adolorida, sin dejar de llorar.

- Sé que te duele, pero no puedes detenerte ahora, has avanzado mucho. – contestó con firmeza, dándole ánimos a su princesa.

- Nuestro hijo no debería nacer todavía... esto no es bueno.

- Nada malo pasará, no tengas miedo. Ya hemos superado lo peor, no te dejes dominar por esos sentimientos, por favor.

- Link...

- Tú eres valiente, eres una diosa. Has enfrentado las más crueles y dolorosas pruebas, juntos lo hemos hecho. Esto que está ocurriendo es algo hermoso, muy esperado y deseado por los dos, por lo que luchamos contra la misma muerte. Solo un poco más, princesa, esfuérzate un poco más. – expresó el guerrero, mirando a los ojos de la joven.

El miedo empezó a disminuir al escuchar las palabras de su amado, quien a pesar de estar aterrado con la situación, la apoyaba y era su soporte, como siempre lo había hecho desde que se habían conocido, tanto en esta vida como en las pasadas.

Decidió no dejarse vencer y seguir esforzándose, debía traer a su hijo al mundo sin ninguna duda que la detenga. Estaba dispuesta a soportar el dolor que la estaba invadiendo, el que no se comparaba en lo más mínimo a los horrores que tuvo que vivir hace un año, donde lloró verdaderas lágrimas de sangre. Como dijo su esposo, lo que estaba ocurriendo en esos momentos era algo hermoso, muy esperado por los dos, aquella luz que estaba al final del oscuro túnel por el que caminaron juntos.

La joven dio su último esfuerzo, el que le trajo la más dulce y valiosa de sus recompensas.

De las cristalinas aguas, el guerrero sacó a una maravillosa criatura, la que al tener contacto con la superficie empezó a producir pequeños quejidos que luego se convirtieron en un fuerte y sonoro llanto.

Link no pudo evitar llorar debido a la felicidad que lo embargaba. Tener en sus manos a su bebé le había estremecido el corazón, cada partícula de su piel, pues después de tanta espera y sufrimiento, de tantas pruebas por las que tuvo que pasar, por fin había conocido al fruto del amor con su princesa, a quien amó desde el primer instante en el que se enteró de su existencia.

Zelda estaba enmudecida, mientras las lágrimas resbalan por sus mejillas sin detenerse por un segundo; pero aquel llanto era de inmensa felicidad, pues en aquella cita a ciegas había conocido un tipo de amor que siempre desconoció, e incluso se preguntó cómo pudo haber vivido sin sentir aquella hermosa sensación de conexión con alguien.

- Es un niño... y está sano. – dijo Link, con dificultad para hablar debido a las emociones.

- Por fin nos reunimos con nuestro hijo... el amor de nuestras vidas.

En ese instante, el príncipe colocó a su hijo en los brazos de su esposa, quien al sentir el contacto con la piel de su madre cesó su llanto, aferrándose a ella con fuerza. Link no dejaba de abrazarlos y de besarlos, llenando su corazón de tan hermoso y nuevo sentimiento que lo había tomado.

- Gracias por tan hermoso regalo, princesa... me has hecho el hombre más feliz del mundo.

- Y yo te lo agradezco a ti. Una vez más, me has salvado, has sido mi héroe... el de los dos.

- Te amo con todo mi corazón, y juro que siempre los protegeré a ambos. Mi vida entera les pertenece.

- Yo también te amo... siempre te amaré.

- Tiene el mismo color de tu pelo, se parece tanto a ti. – señaló Link, observando al pequeño.

- Es hermoso y fuerte como tú...

- Está empezando a hacer frío. Los llevaré de regreso al templo, pues esta hermosa noche dormirán entre mis brazos, donde siempre los quiero tener.

Regalándole un beso a los labios de su esposa, el joven la tomó en brazos y la sacó de las aguas, mientras que ella llevaba a su bebé, protegiéndolo con su calor y sus besos para que no tenga frío. Al llegar a la orilla, Link los cubrió con una manta, para luego trasladarlos de regreso al templo, lugar donde su amada iba a descansar después de tan hermoso, pero agotador alumbramiento.

...

Una vez en el templo, el joven ayudó a secar a su esposa y a su hijo, a quienes después acomodó en la cama. Zelda estaba muy agotada, pero inmensamente feliz de tener a su bebé en sus brazos, a quien no dejaba de llenar de besos y suaves caricias, mientras dormía sobre su pecho. El príncipe se recostó al lado de ellos para mirarlos, deleitándose con la dulce imagen de los seres que más amaba, aferrándose el uno al otro. Él sabía que esa primera unión entre madre e hijo era importante para ellos, donde se estaban conociendo y estrechando sus lazos de amor.

- Aún no puedo creer que nuestro hijo esté con nosotros. Ni por un segundo me imaginé que este pequeño viaje nos iba a traer más de una sorpresa. – dijo Link, ensimismado, observando a su bebé.

- Y sobre todo está sano, gracias a las Diosas.

- De todas maneras, cuando regresemos al palacio, quiero que los revise un médico, solo así podré estar más tranquilo. No puedo esperar por ver la cara de nuestros padres y amigos cuando nos vean llegar con nuestro bebé en brazos. No van a creerlo.

- Yo tampoco puedo esperar por ver sus reacciones, se pondrán muy felices. Gracias, mi amor, es por ti que nuestro hijo vino al mundo, sola no hubiera podido hacerlo. – dijo la joven, sonriendo hasta más no poder.

- No tienes nada que agradecer, fue una hermosa experiencia que nunca voy a olvidar; yo jamás iba a permitir que los dos corran peligro. Aunque me preocupa que, por no haber estado preparados, no tiene con qué vestirse. Ojalá las sábanas lo mantengan...

El joven se quedó perplejo al ver lo que su esposa había hecho, pues en sus manos apareció dos brillantes objetos, los que al disminuir su intensidad mostraron una manta color azul y un enterizo color verde pastel, con los que empezó a vestir a su bebé con mucho cuidado. Link quedó en trance observando las acciones de su amada, pero luego la ayudó a realizarlas, pues el hecho de ser padres primerizos les daba un poco de nervios al no saber cómo acomodar al pequeño sin lastimarlo, pero lograron su objetivo.

- Puedes estar tranquilo, nuestro bebé ya no tendrá frío. ¿Te gusta lo que tejí para él? El verde fue porque me recuerda a ti, y sobre el azul...

- ¿Tú sabías que iba a ser un varón? – preguntó impactado.

- Así es, mi corazón me decía que iba a ser un niño, por eso tejí una manta color azul. Ese fue el motivo por el que no quise enseñarte nada de lo que estaba haciendo. Era una sorpresa. – contestó, brindándole una traviesa sonrisa a su amado.

- Eres maravillosa, nunca dejaré de decírtelo. ¿Cómo vamos a llamarlo? En todos estos meses no se me ha ocurrido ningún nombre.

- Aidán.

- ¿Aidán? Es un nombre muy lindo.

- Significa "fuego" en Hyliano antiguo.

- ¿Ah? No entiendo. ¿Por qué te gusta ese nombre? El fuego quema y arrasa con todo lo que está a su paso. – cuestionó incómodo, no le agradaba en lo absoluto aquel significado.

- Te equivocas. El fuego es fuerza, pero al mismo tiempo tibieza y calidez, es brillante y resplandeciente. Ha arrasado con todo el dolor y el sufrimiento que nos atormentaba, brindándonos el calor que necesitábamos cuando nos consumía el frío de la desolación... la luz que nos esperaba al final del oscuro túnel.

Al escuchar el significado del nombre de su hijo, el guerrero se conmovió, pues su esposa le había dado un sentido completamente distinto a una palabra que para muchos no significaba nada, o como en el caso de él, solo era sinónimo de destrucción. Sin embargo, con ella aprendió que de las cosas que uno cree malas, también se puede obtener algo maravilloso.

- Nosotros pasamos pruebas muy duras, y de ellas salieron situaciones valiosas; del fuego podemos abrigarnos del frío de la oscuridad en el que estábamos encerrados.

- La sabiduría vive en ti, no hay ninguna duda...

El príncipe acarició el rostro de su esposa con delicadeza, para luego aproximarse a sus labios para besarlos. Sin embargo, sus intenciones se vieron interrumpidas por un sonoro e intenso ruido, lo que causó que su mirada se enfoque en su amado hijo.

- ¿Por qué llora? ¿Le dolerá algo? – preguntó preocupado.

- Tranquilo, tiene hambre. No deberías estar tan nervioso. – contestó la princesa, tratando de parecer tranquila.

- No soy el único que está nervioso y lo sabes. Todo esto es hermoso, pero es nuevo y es normal tener miedo.

- Tú y yo aprenderemos a cuidar a nuestro hijo... Siempre juntos.

Zelda acomodó a su bebé para alimentarlo, actividad que le costó un poco de trabajo e incomodidad, pero con el amor y apoyo de su esposo pudo lograrlo, calmando de esa manera el llanto de su pequeño.

...

A la llegada del amanecer, la pareja se despidió del Templo de Hylia, agradeciéndole a las Diosas por la hermosa bendición que se estaban llevando con ellos. Llegaron con las manos vacías y el corazón destrozado, pero ahora se estaban yendo desbordando en felicidad.

Salieron del templo de la misma manera en la que llegaron, entonando las sagradas notas del tiempo. Dieron una última mirada a sitio que los acogió por una noche, el único testigo de la dicha que los embargaba en ese momento, el que siempre guardarían en el fondo de su corazón.

La nueva familia regresó al presente, traspasando los caminos que los iban a llevar hasta la entrada del Templo del Bosque, donde sus fieles corceles los esperaban. Tanto Epona como Mond se emocionaron al ver que la pareja no vino sola.

El viaje transcurrió de manera tranquila, aunque por momentos el sol se ponía insoportable, por lo que Link cubrió a su amada y a su pequeño con una capucha. El joven trató de hacer el viaje de regreso lo más calmado posible, pidiéndole a su fiel yegua que no lentificara el paso, pero al mismo tiempo que cuide sus movimientos, pues no deseaba que sus seres amados sufran alguna caída.

La travesía duró hasta la llegada del anochecer. A la distancia observaron cómo se alumbraba el majestuoso palacio de la tierra sagrada de las Diosas.

...

Sintiendo cómo la preocupación los invadía, los reyes y los duques estaban asomados en el balcón del palacio, preocupados de que la noche ya había caído sobre ellos y sus hijos aún no regresaban. Según las palabras de ellos, solo estarían un día en aquellas lejanas tierras, sin embargo, al parecer se estaban tardando más de lo esperado.

- ¡Por las Diosas! ¡Zelda ya debió haber regresado! ¿Y si le pasó algo? ¿Y si sufrió alguna caída? – preguntó el rey, desesperado.

- ¡Tranquilo, Daphnes! Mi hijo está con ella, tú sabes que nunca permitiría que algo malo le pase. – contestó Demetrio, tratando de calmar a su amigo.

- Tienes razón, disculpa mi ansiedad. En mejores manos que las de Link no puede estar.

- No te disculpes, al igual que tú, estoy muy nervioso, ya debieron haber regresado.

- Van a ver que pronto estarán de vuelta, no podemos perder la calma. – dijo Celine.

- Estoy segura de que así será, talvez por algún motivo...

Aitana interrumpió sus palabras al observar que a la lejanía dos caballos se aproximaban, y sobre uno de ellos estaban dos personas. No tuvieron duda alguna que se trataba de sus hijos, por lo que se emocionaron.

- ¡Han vuelto! – exclamó la duquesa, emocionada.

- ¿Y qué hacemos aquí parados? ¡Bajemos a recibirlos! – exclamó el rey.

Sin perder ni un solo minuto, los soberanos bajaron a recibir a los príncipes, sin siquiera imaginarse que se llevarían una inesperada, pero maravillosa sorpresa.

...

Luego de haber entrado al palacio, el joven ayudó a su esposa a bajarse de Epona. Se disponían a ir a ver a sus padres, pensado de qué manera iban a revelarles el gran acontecimiento por el que habían pasado, sin embargo, las voces de ellos pronunciando sus nombres los detuvieron.

- ¡Hijos míos, por fin han regresado! Nos tenían muy preocupados. – dijo el rey, desesperado.

- Así es. ¿Por qué tardaron tanto? – preguntó Demetrio, impaciente.

- ¡Pero hablen, por favor! – suplicó la reina.

- ¿Qué les sucede? ¿Por qué está tan callados? – preguntó Aitana.

La pareja, debido a las emociones, no pudo responder a las múltiples preguntas de sus padres, por lo que Link decidió hacerlo de una manera diferente. Se acercó a su amada y le sacó la capucha que la cubría, causando que los soberanos se impacten en sobremanera con lo que tenían frente a sus ojos, pues la princesa llevaba en brazos a una pequeña criatura durmiendo plácidamente entre la suavidad de su manta. Aitana y Celine se desbordaron en las lágrimas, mientras que no faltaba mucho para que sus esposos caigan en lo mismo.

- Pero si es...

- Su nieto. Les presento a Aidán, nuestro amado hijo. – dijo Zelda, sonriendo.

- El bebé se adelantó un poco, pero tanto él como Zelda están en perfecto estado. – dijo el príncipe, completamente sonrojado.

- Todo gracias a Link, quien me ayudó a traerlo al mundo. Tanto él como yo deseamos compartir con ustedes, nuestros queridos padres, la inmensa felicidad que nos embarga. – expresó la dama, acurrucado su rostro en el de su pequeño.

- Ya todo lo malo ha quedado en el pasado, pues desde ahora la paz reina en nuestras vidas. – indicó el guerrero, conmovido.

Los soberanos abrazaron a sus hijos con intensidad, emocionados no solamente por el nacimiento de su primer nieto, sino de que ya nada los iba a volver a perturbar.

Cada uno de ellos tomó en brazos a su nieto, abrazándolo y besándolo sin poder contener la dicha que les producía tan dulce y hermosa criatura, quien al igual que sus hijos, se convertiría en la razón de sus vidas.

Link y Zelda observaban encantados el cariño que sus padres le brindaban a su hijo, sintiéndose tranquilos de que nunca le iba a faltar amor y protección, lo único que necesitaba para poder desenvolverse con el paso de los años en aquel superfluo entorno en el que había nacido.

- Nuestros padres están muy felices con nuestro pequeño. Por fin somos una familia, mi amor. Lo logramos. – dijo la princesa, tomando las manos de Link.

- Sé que los problemas nunca van a faltar, pero mientras estemos juntos y nos amemos, todo podrá ser superado. – contestó con el mismo sentir.

- Y esto es solo el comienzo de nuestra felicidad, pues estoy segura de que nuestra familia irá en aumento. – continuó la princesa, evadiendo la mirada del su esposo.

- ¿En aumento?

Decidida a detener las curiosas preguntas de su amado, la princesa se apoderó de sus labios con un beso, afectuoso gesto que él le correspondió sin dudarlo.

Las estrellas, en compañía de la soberana de la noche, alumbraban la sagrada tierra de las Diosas, bendiciendo a los elegidos que lucharon contra el más terrible de los calvarios, para finalmente recibir la más dulce y valiosa de las recompensas, quien les brindaba intensa calidez a sus vidas... el maravilloso fulgor de sus sueños.

FIN

...

Comentarios finales:

¿Qué les pareció? La verdad quería que el nacimiento del primer hijo de los protagonistas sea algo especial, diferente a lo tradicional, algo que hiciera un homenaje a las aventuras que el guerrero hizo en "Almas unidas", aunque esta duró solo una noche, pero suficiente tiempo para que le dejara un hermoso y valioso aprendizaje.

La verdad el nombre de Aidán me encantó desde la primera vez que lo descubrí. Es irlandés y significa "fuego", cosa que al final me hizo replantearme si escogérselo, pues aparentemente su significado es algo simple, sin embargo, decidí encontrarle un sentido único, algo que simbolice las cosas que tuvieron que pasar la pareja en su periplo.

Espero que este one-shot haya sido de su agrado, el siguiente no tardará mucho en llegar.

¡Hasta la próxima! ^^

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