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Capítulo 5

      Dedicado a: Luz_baro1815

Tiempo actual.......

Desdé el momento en que Rachel fue recibida en el aeropuerto por un desconocido que portaba un letrero con su nombre, comenzó a sentirse decepcionada ya que tenía la leve esperanza de que por lo menos algún conocido fuera por ella. Su decepción se convirtió en incomodada al darse cuenta del gran parecido que tenía ese hombre a William.

Como si no fuera suficiente tener que ser parte de la investigación sobre la desaparición de William, ahora también tendría que lidiar con la tortura de estar cerca de un hombre muy parecido a él.

"esto tiene que ser una broma de muy mal gusto"

−Buenas tardes, señora. Soy Raúl Ortiz y voy a ser el encargado de llevarla a la casa en donde se va a hospedar.

−Buenas tardes, Raúl, mucho gusto. −respondió aun sorprendida por el parecido. Deseaba saber a donde la iban a llevar, pero recordó que por ser parte de una investigación y por su propia seguridad no iban a saberlo hasta el momento de llegar ahí.

− ¿Gusta que vaya a comprar algo de beber o de comer mientras sale el equipaje en la banda?

−Gracias, muy amable. Pero no es necesario esperar, no registre equipaje. −respondió ella mientras comenzó a caminar hacia la salida jalando la maleta y la bolsa que llevaba sobre esta, la cual era del mismo diseño. Lo dejo atrás y él aprovecho la oportunidad  para escudriñarla con discreción; y al hacerlo se dio cuenta de que era más hermosa y sencilla de lo que imagino. Estaba envuelta en un aura de misticismo; por una parte, reflejaba serenidad y tranquilidad, pero al ver la sonrisa forzada que le dio, alcanzo a ver una profunda tristeza en sus ojos. Él mismo había sido el encargado de ir al aeropuerto y transportar al resto de las personas que serían parte de la investigación. La mayoría de ellos lo trataron con desprecio y demandaron que se hiciera cargo de su equipaje. No podía creer que la mujer que estuvo a punto de ser la esposa de William era la que llevaba menos equipaje y no le importaba hacerse cargo ella misma de el.

− ¿Desea que la lleva algún lugar antes de comenzar el trayecto, o prefiere que nos detengamos en un lugar en particular a comer en el camino? −pregunto el joven en el momento en el que se puso a su lado y le ofreció ayudarle, a lo cual ella negó con su cabeza.

−No tengo hambre, pero si tú gustas puedes hacerlo; no hay problema. - respondió con una sonrisa un poco más sincera, ya que le hizo gracia recordar cómo era tratada cuando estaba al lado de William. Al pensar en él su semblante cambio y espero al joven para ver hacia donde se dirigían. Al ver que le quito la alarma a una camioneta de lujo no pudo evitar hacer una mueca, era demasiado ostentosa para su gusto. No pudo evitar pensar en cuantas alacenas podría comprar para darle a familias de bajos recursos, o en el tratamiento que podrían costear con el precio de esa camioneta. Le parecía ridículo tanto derroche de lujo en un vehículo para transportarlos del aeropuerto al lugar a donde los llevaría. Ahora que había conocido y convivido con personas de muy bajos recursos, se sentía mal al recordar como disfruto de todos esos lujos sin objeción cuando estuvo al lado de William.

Después de un rato, el cansancio y la falta de sueño de los días anteriores finalmente le paso la factura a Rachel y se quedó profundamente dormida mientras recordaba cómo había sido su vida al lado de William. Un leve movimiento en su hombro y alguien mencionando su nombre repetidamente, la despertó. Obligándola a abrir los ojos y a ver a su alrededor, para darse cuenta de que estaba dentro de una camioneta. Lo siguiente que hizo fue ver manos y al cerciorarse que no tenía sangre en ellas y que no llevaba puesto un vestido de novia; se dio cuenta que nuevamente había vuelto a tener una pesadilla. Aún estaba un poco aturdida cuando se dispuso a bajar de la camioneta, y en cuanto lo hizo y vio en donde estaba; sintió desplomarse. Conforme pasaban los segundos, y más consciente estaba sobre su alrededor, más segura estaba del gran error que había cometido.

No podía creer que estaba de regreso ahí; el lugar seguía siendo tan hermosoque aun le robaba el aliento, tal como lo hizo la primera vez que la vio. Sin embargo, en esta ocasión las emociones y sentimientos eran completamente diferentes a la última vez que estuvo ahí: ahora había tristeza en vez de alegría; dudas e incertidumbre en vez de la certeza y la seguridad que sintió al estar al lado de William. Si antes tenía una extraña sensación de que la cosas terminarían mal para ella, ahora tenía la certeza de que algo malo pasaría. Algo que nunca hubiera imaginado que pasaría antes y, sin embargo, pasó cuando menos lo esperaba. Sucedió el día que ella dejaría de ser la mujer de William para convertirse en su legítima esposa; el día que se suponía sería el primero de muchos días felices que pasaría a su lado.

Tres años después de aquel trágico día, aun le costaba aceptar que no volvería a ver al hombre que tanto amo. En medio de tantos recuerdos, de pronto tuvo la impresión de que en cualquier momento vería a William caminando hacia donde estaba ella; vestido casualmente y la con encantadora y seductora sonrisa que lo caracterizaba. Pero todo era solo una ilusión, ella estaba ahí, para hacer un documental y para tratar de aclarar los hechos sobre la misteriosa desaparición de William. Se reusaba a creer que él había muerto, prefería aferrarse a la idea de que mientras no encontraran su cuerpo existía la posibilidad de que él aún estuviera vivo.

Cuando a Rachel le cayó el peso de la realidad empezó a sentir como el aire comenzaba a hacerle falta, no se dio cuenta de que estaba conteniendo el aire hasta que comenzó a sentir que todo le daba vueltas y que sus piernas perdían fuerza. En ese momento el hombre que la llevo hasta ahí se colocó enfrente de ella y la tomo por los hombros, haciéndola reaccionar y ayudándola a sentarse.

−Señora, respire...respire, todo está bien.

Con lágrimas en los ojos Rachel soltó todo el aire que contuvo y con mucho pesar volteo a ver al joven que tenía enfrente de ella.

− ¿William? −pregunto confundida y aturdida.

−No señora, soy Raúl. Ya me habían comentado que me parezco un poco al señor Ferreira. -dijo sin saber que mas decir o hacer al verla tan confundida y frágil.

−Lo siento. −se disculpó ella con tristeza. −No se que me pasa, pero no me puedo quedar aquí. No debo de estar aquí, por favor llévame de regreso al aeropuerto. −suplico con la voz entre cortada y apretando los ojos para después tocar su cabeza con ambas manos.

−No puedo hacer eso señora. No se ve bien, será mejor que entremos para que descansase un poco; la están esperando.

Rachel sabía que lo que menos que iba hacer ahí, era descansar, pero era muy tarde para arrepentirse. Había firmado un contrato y había acepto una cantidad de dinero que ya había sido destinada para cubrir los gastos de la operación de una de las niñas de la fundación. Ella era una mujer hecha y derecha, y por mucho que le incomodara estar ahí, tenía que ser fuerte y superar sus miedos y temores; deberia de hacerlo por el bienestar de la pequeña que merecía una oportunidad y que tenía toda una vida por delante. Además, William merecía justicia y ella necesitaba entender que había pasado en realidad y quien había sido el responsable de tal atrocidad.

Con resignación y determinación Rachel volvió a ponerse de pie e hizo unas respiraciones profundas, para lograr tranquilizarse y no soltarse llorando como una niña pequeña que perdió a sus papas en una feria. Cuando logro regular su respiración le pidió su equipaje al hombre, quien en esa ocasión solo le dio el bolso y se negó a que ella llevara la maleta de mano.

−Adelante. −le dijo el hombre antes de señalar las escaleras que conducían a la puerta principal.


Rachel comenzó a caminar lentamente, como si le doliera dar cada paso. El movimiento del agua cristalina la hizo darse cuenta de que estaba caminando justo por un costado de la alberca. Fue hasta ese momento que sé percato que había algunas personas ahí y que varios pares de ojos curiosos la observaban. No tenía el menor interés en saber quiénes eran, y mucho menos en comenzar una conversación con nadie; por lo que agilizo su paso y solo dio un saludo en general. Cuando entro a la casa, finalmente vio un rostro familiar.

−Buenas tardes, señora Rachel. −saludo Julia, la mujer que trabajo por años para William y que se encargaba de que todas las cosas estuvieran tal como a él le gustaba.

−Hola Julia, ¿cómo has estado?

−No me puedo quejar, estamos y eso es lo importante. ¿Cómo está usted?

−Aquí... en el último lugar del mundo que desearía estar. −dijo con una mezcla de tristeza y molestia.

−Disculpe, ¿dónde quiere que ponga su equipaje? -pregunto el hombre que llevaba su maleta.

−Aquí está bien, yo me encargo de ella; gracias. −respondió Rachel antes de respirar profundo y de tocar su cabeza.

− ¿Se encuentra bien señora? −pregunto Julia

−Llámame Rachel por favor. ¿Tienes alguna pastilla para un pésimo dolor de cabeza?

−Tengo que buscarala, será mejor que primero la acompañe a su habitación para que se vaya instalando y enseguida regreso con la pastilla, ¿le parece?

− ¿Sabes en donde me voy a quedar?

−En su habitación señora. −respondió Julia y de inmediato trato de retratarse por haberla llamado nuevamente señora.

−Lo siento, es la costumbre. - se disculpó y Rachel con un gesto le quito importancia.

− ¿Cuál va a ser mi recamara?

−La recamara principal, la suya y la del señor.

− ¿Qué? No, yo no me voy a quedar ahí. Si no te importa voy a tomar una habitación de los invitados.

−Señora, perdón...Rachel, todas las habitaciones ya están ocupadas. Además, todas sus cosas siguen ahí, todo sigue igual que la última vez.

−Ese es el problema Julia. Todo sigue igual a ese día, pareciera que aquí no paso nada, y sin embargo estamos aquí para resolver la desaparición de William. Todo esto es un error, no se quien tuvo la pésima idea de traernos a todos acá para hacer la investigación. −reclamo elevando un poco su voz como resultado de la frustración y dolor que sentía en ese momento; lo cual provoco que su dolor de cabeza fuera mayor.

−Lo siento, esas fueron las ordenes que me dieron a mí.

−Lo siento, discúlpame tu a mí. Entiendo que solo haces tu trabajo, pero entiende que no puedo quedarme en esa habitación. Por favor ve si hay algún otro lugar en donde me puede quedar, o que se pueda acondicionar para mí. No me importa si es el cuarto de lavado o de limpieza.

−No le prometo nada, pero voy a ver qué puedo hacer. −aseguro Lidia, sintiendo lastima por Rachel.

−Muchas gracias, en lo mientras voy a poner mis cosas en la biblioteca del sen... de Willi...am. −termino de decir con mucho trabajo y con la voz entre cortada. No lo podía creer todo estaba igual.

−Todo está tal como le gustaba al señor. −dijo con orgullo Julia.

−Si Julia, es una lástima que él no esté aquí para verlo. Por desgracia, a mi cada pequeño detalle de esta casa me lo recuerda; lo cual va a hacer muy difícil mi estadía aquí. −menciono viendo alrededor con tristeza y melancolía mientras luchaba para contener las lágrimas que estaban a punto de salir.

Ambas mujeres siguieron caminando hasta llegar a la biblioteca, al entrar, Rachel recordó porque ese era uno de los lugares favoritos de la casa. En ese momento el dolor de cabeza obligo a Rachel a apretar sus ojos y a sostenerla con ambas manos. Cuando paso un poco la molestia, se dirigió hacia el balcón.

−Si no te importa, me voy a quedar un rato aquí.

−Señ...Rachel, usted puede hacer lo que guste. Esta es su casa.

−No Julia, esta no es mi casa. Yo soy un huésped como todas las demás personas que están aquí para la investigación y el reportaje. Te encargo la pastilla por favor. −pidió amablemente antes de perderse en la inmensidad del mar y de ver como comenzaban a formarse las olas y como terminaban por romperse al acercarse a la orilla de la playa.

Unos minutos después Julia regreso con un par de pastillas y una botella de agua. Rachel se las tomo de inmediato, y poco después al ver que el dolor no cedía, entro y cerró la puerta y las persianas blancas; para no escuchar el ruido de las olas del mar y para que la luz no le molestara. Se acomodo en el sillón que estaba ahí y al poco tiempo se quedó dormida. Horas después unas voces y risas la despertaron. Se sorprendió al ver qué era de noche, pero se alegró al darse cuenta de que el dolor de cabeza había disminuido considerablemente. Ahora lo que tenía era hambre, y por la hora que era se imaginó que era la hora de la cena y que hacia allá se dirigían las personas que la despertaron.

Una música de fondo y bullicio de varias voces la guiaron hasta el área del comedor, de pronto al verla llegar   guardaron silencio. La mayoría de las personas que se encontraban ahí, en particular las mujeres, habían llegado por lo menos con dos maletas grandes; y durante la comida aprovechaban para lucir sus atuendos de la última colección y su ostentosa joyería.

Algunos de ellos habían visto a Rachel un par de horas antes, pero, aun así, no salían de su asombro. Ya que la mujer que tenían frente a ellos no era la misma Rachel de quien William se enamoró perdidamente. Antes el cabello y el maquillaje de ella lucían siempre perfecto, tal como si una estilista profesional la arreglara cada mañana. Siempre vestía impecable con ropa a la moda y de la mejor calidad, y acostumbraba a combinar sus atuendos con zapatos y bolsas de los modelos más recientes de sus diseñadores favoritos. No tenía debilidad por las joyas, pero no dejaba de ser mujer y de sentirse atraía por todo lo que brillaba, en particular piezas raras y exclusivas que de vez en cuando se daba el lujo de comprar. Tampoco podía decirle que no a William cuando trataba de consentirla. Las joyas que usaba con más frecuencia eran sencillas, pero muy finas; entre ellas se encontraban varias pulseras, cadenas con pendientes, un par de relojes y los anillos que usaba casi siempre. Sin embargo, tenía unos juegos que eran toda una obra de arte y que lucía orgullosa en eventos importantes o exclusivos. Por eso al verla vestida con la misma ropa que llego por la tarde; tan simple y hermosa, les llamó la atención a todos.

En esa noche, el cabello de Rachel no tenía mechones más claros o el tono de pelo que se aclaraba con el largo de su cabello, estilo balayage tal como lo traían otras de los huéspedes. Rachel llevaba su cabello castaño natural en una cola de caballo alto un poco despeinada por haberlo recogido solamente con sus dedos unos minutos antes. No quedaba rastro de la leve capa de maquillaje que se aplicó antes de dirigirse al aeropuerto, lo único que había quedado intacto era el rímel, y el labial en tono natural. Vestía un pantalón de mezclilla azul claro con una blusa negra de cuello, en V, la cual traía fajada, y calzaba unas sandalias negras de piso. Lo único que llevaba de accesorios era uno reloj Cartier que ni siquiera era modelo reciente o de los más caros, y unos pequeños aretes de diamantes.

Los hombres la observan con lujuria o admiración y mientras que la mayoría de las mujeres la veían con desprecio, lo cual en vez de incomodarla, le causo gracia.

−Buenas noches a todos. −saludo Rachel con seguridad y una gran sonrisa, mientras miro a la cara a cada una de las personas con quienes pasaría las siguientes dos semanas.





Mil gracias por sus votos y comentarios, los cuales me inspiraran a seguir.

¿Qué creen que paso o que va a pasar?

Muchas gracias a mis nuevos seguidores: DianaPrez894 y YolandaPercioCarrill.

¡Saludos y bendiciones!

Jackie Baez

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