Capítulo 13
Dedicado a: Kamuchita123, VeronicaZacariasarro, CarolinaRodrguez494, clementinam
La platica amena fue interrumpida cuando William recibió una llamada.
–Cariño, tengo que contestar esta llamada; enseguida regreso. –le dijo a Rachel y le robo un beso en los labios antes de continuar con su llamada, dirigiéndose hacia afuera.
Rachel trataba de ignorar la mirada penetrante de Leo, y para evitar que él fuera parte de la conversación; comenzó a hablar sobre los nuevos tratamientos y productos de belleza que había en el mercado.
–Ya que sabes tanto del tema, te invito para que vayas mañana al spa que tenemos. Seria de mucha utilidad saber qué piensas de los servicios y productos que ofrecemos. –mencionó Leo.
–Gracias por la invitación, voy a ver que planes tiene William y si alcanzo a ir con mucho gusto te digo que tal me pareció.
–No sabía que tenías que pedirle permiso a él, para ir algún lugar. – dijo en forma de broma, ganándose la mirada reprobatoria de las tres mujeres, en especial la de Rachel.
–No fue eso lo que dije, vengo con él y no sé qué planes tenga para mañana. –dijo molesta, sin entender cuál era el problema de él.
–Espero que tengas oportunidad de ir, mi mamá y mi abue lo visitan casi diario. –comentó casualmente, tratando de rectificar el error que había hecho.
–Tenemos que asegurarnos que las muchachas hagan un buen trabajo. –mencionó Julieta.
–Si abue, no sé qué haría sin ustedes – dijo abrazándola y dándole un beso. – Si tienes oportunidad a la mejor puedan ir las tres juntas.
–No le digas eso, que al rato no la vas a poder sacar de ahí. – dijo bromeando Margarita.
–Necesito ir al tocador. ¿Te importaría decirme en dónde está o acompañarme? –le preguntó Neyra a Julieta, mientras Margarita hablaba con su hijo.
–Te acompaño, sirve que le pido alguien que me traiga agua para mi té.
Al llegar a los baños, Rachel entró y Julieta se retiró. Dentro del baño, poco después de lavar sus manos y mientras se aseguraba de lucir bien,alguien más entro. El olor al perfume de hombre la hizo voltear a la puerta y dudar por un momento si ella había entrado al baño equivocado. Al ver a su alrededor, confirmó por la decoración que estaba en el baño de mujeres.
–¿Te equivocaste de puerta? –interrogó al verlo caminar hacia ella.
–Me gustaría decir que sí, pero no es así. Necesitaba hablar contigo a solas.
–Leo, este no es el mejor momento, ni el lugar; podemos dejar esta platica para otro día.
Al ver Leo no hizo el intento por salir, trató de ser más clara.
–Leo, me dio gusto verte, saber que tú y tu familia están bien; pero en realidad no creo que sea buena idea tener una plática ahorita. –dijo incomoda, porque se había atrevido a entrar ahí.
–Lamento no poder complacerte con eso. He esperado mucho para poder tenerte frente a frente y como no sé cuándo pueda volver a verte; no pienso desaprovechar esta oportunidad. Rachel... –hablo mirándola a los ojos, tratando de demostrarle que sus palabras eran sinceras–,te quiero, no he dejado de hacerlo; nunca te olvide – confeso mientras comenzaba a acercarse a ella–. Eres la mujer que más he amado, aún lo hago. Eres la mujer ideal para ser mi esposa y madre de mis hijos...mi sueño sigue siendo formar una familia contigo, verte embarazada y esperando por mí en casa.
Esa confesión tipo declaración, tomó a Rachel por sorpresa; ni es su sueño más loco se hubiera imagino algo así. Algunas veces cuando se sentía sola, se preguntaba si algún día volvería a encontrarse con Leo. Pero nunca, ni siquiera en por fantasear llegó a imaginar que algo así llegara a pasar. Era demasiado para procesar, no sabía que decir o que pensar. Por un lado, se sentía alagada, ya que todo lo que había dicho, sonó bien, excepto el hecho de pensar que si ellos volvían ella dejaría de trabajar para ser una ama de casa.
–¿No vas a decir nada? –preguntó al verla pensativa.
–Como te dije antes, este no es ni el lugar ni el momento. Ahorita estoy con William, serias tan amable de salir del baño de mujeres; por favor. – dijo tranquila apuntándole la puerta.
–William, claro... –mencionó sin ocultar su molestia –, ¿hablas en serio Rachel? William no te convine, es un mujeriego. No puedo creer que una mujer como tú haya caído en las redes de un hombre como él.
Ese comentario dejo a Rachel más desconcertada de lo que ya estaba.
–No tienes ningún derecho hablar mal de él, o a meterte en mi relación con él.
–¿Relación... y que tipo de relación tienes con él?
Rachel no sabía que eran, ni como clasificar lo que estaban viviendo en ese momento. Se atrevería a decir que sentía que le importaba a William, pero no era ilusa y sabía muy bien quien era él y que probablemente a todas sus conquistas las hacía sentirse especiales y únicas. Lo cierto es que ella no esperaba nada, únicamente estaba viviendo el momento, la aventura de su vida; y eso era algo que no iba a discutir con Leo, ni ese momento ni nunca.
–Eso es algo que a ti no te concierne.
–Rachel, yo te quiero. Te ofrezco lo que él no te va a ofrecer.
–¿Qué te hace pensar que después de la forma en la que me dejaste, me interesa regresar contigo?
–No te deje porque quise, jamás me hubiera alejado de ti si no hubiera sido por el bienestar de mi madre y del tuyo.
Esas palabras tomaron por sorpresa a Rachel; a pesar de eso, en ese momento no tenía interés en saber qué fue lo que sucedió.
–¿Qué te puede ofrecer él?, calentar su cama ocasionalmente, ser su amante de la semana, a lo mucho del mes ¿eso es lo que quieres ser?
–Cuida tus palabras Leo, no voy a permitir que te pases. –comentó molesta por la verdad de sus palabras.
–Él que no va a permitir que te lastimen soy yo. Sólo déjame demostrarte que lo que sientes por él no es amor. –dijo cuando se acercó con la intención de besarla.
Rachel volteo su rostro mientras extendió sus manos para mantenerlo alejado.
–Te conozco mejor que nadie, sé que sólo estas deslumbrada por él; yo te puedo dar lo mismo que él, además te ofrezco mi lealtad y mi amor incondicional. Algo que él no conoce – mencionó al momento de volver acercarse a ella–. Un amor como el nuestro no puede morir. Lo vi en tu ojos cuando te diste cuenta de que era yo, sé que todavía sientes algo por mí y sé que puedes volver amarme; déjame demostrarte que no estoy equivocado. –aseguró cuando la tomo por los brazos, intentando acercarla a él para besarla.
En esa ocasión, sus intenciones no tomaron a Rachel desprevenida y sin dudarlo le dio una merecida cachetada.
–Sal de aquí Leo, no importa que seas el dueño de este hotel. Vete, no me obligues a decirle a William lo que acabas de hacer. –dijo Rachel con determinación en su mirada.
Leo, se dio cuenta del gran error que había cometido, las cosas no habían resultado como planeo; fue todo lo contrario. Terminó perdiendo el poco terreno que había ganado, pero sabía que si intentaba arreglar las cosas,sólo terminaría empeorándolas.
–Rachel, lo siento. De verdad lo siento, no era mi intención propasarme contigo. Me deje llevar por los celos al verte con él. No sabes cuanto espere verte y ahora que te encuentro, te veo con alguien que no vale la pena. –No sabía que decir o como arreglar el gran error que había cometido al dejar llevar por sus impulsos.
–Sólo márchate, no te quiero ver. –pidió apuntando la puerta, dejándole claro que no iba a cambiar de parecer.
–¿Sabes cuantas mujeres estarían felices si les hubiera dicho lo que te he dicho a ti?
–No lo sé, ni me interesa. Ve a hacerle esa oferta a alguien a quien si le interese.
Rachel no le quito la mirada de encima hasta que lo vio salir. Enseguida dio un gran suspiro, de frustración, de decepción y un poco de miedo. Abrió la llave del agua y se humedeció un poco la nuca para después apoyarse en el lavamanos con ambas manos y acachar su cabeza. Casi enseguida escucho la puerta abrirse.
–¿Qué parte de que no quiero hablar contigo no entiendes? –preguntó irritada al momento de levantar su cara y ver que William la miraba con duda.
–Lo siento.
–Me dijeron que estabas aquí. ¿Estás bien?
–Si, gracias.... –dijo un tanto avergonzada y yendo a sus brazos cuando él los extendió y se acercó a ella–, ahora lo estoy. –afirmó casi en un suspiro, sintiéndose segura entre sus brazos.
–¿Quieres decirme qué fue lo paso... para quien fueron las palabras con las que me recibiste?
–Sólo quiero irme de aquí. –respondió después de hacerle la negación con la cabeza y con un sonido de su garganta.
Al regresar a la mesa, Rachel se alegró de no ver a Leo.
–Nosotros nos retiramos. Muchas gracias por la invitación.
–Gracias a ustedes por aceptar.
–Me dio mucho gusto volver a verlas.
–A nosotras también hija, te recordamos con mucho cariño.
–Señoras, fue un placer conocerlas. Nos despiden de Leo.
–Claro que sí.
William y Rachel caminaron abrazados en silencio. Él no pregunto nada y ella se alegró por eso.
Al entrar a la habitación, la sonrisa de Rachel se le borro al encontrarse con el enorme ramo de flores nuevamente. Ahora que sabía que efectivamente había sido Leo quien lo envió, y después de lo que le dijo; se sentía intranquila.
–¿Te molestan?
–No, no es eso.
–Si gustas, puedo pedir que las retiren.
–Es solo un día más. No tiene importancia. – respondió con un intento de sonrisa.
William había escuchado parte de conversación que Rachel tuvo con Leo, ahora menos que nunca quería que ella estuviera en un lugar que le recordara a otro hombre. En el pasado eso no le hubiera importado, pero ahora quería que ella fuera completamente suya: en cuerpo y pensamiento. Era tan transparente ella, que bastaba solo verla para darse cuenta de que estaba inquieta y pensativa.
–¿Estás cansada?
–No.
–Entonces vamos, la noche es joven y hay más lugares que conocer.
– ¿Por ejemplo?
–Vamos a bailar.
–Siendo así, deja me cambio.
–No hace falte, así estas hermosa. – dijo mientras la tomaba de la mano y comenzaba a dirigirse a la puerta.
–¿Pretendes que vaya contigo a un lugar lleno de mujeres con minivestidos ajustados?
–Estás perfecta así, tú no ocupas llamar la atención de nadie más. Ya tienes la mía y yo únicamente tengo ojos para ti.
–Eres un adulador de primera. –comentó riéndose.
–Sólo digo la verdad.
–Verdad o no, después de ese hermoso alago,no me queda más que aceptar. –dijo dando un beso mientras él la tomaba por la cintura y abría la puerta para salir.
Rachel se sorprendió al ver que llegaron a un puerto privado.
–Creí que dijiste que íbamos a ir a bailar.
–Eso es lo que vamos a hacer.
–Tenemos el yate para nosotros, podemos pasar una hermosa velada, bailar bajo las estrellas y si lo deseas; podemos pasar la noche aquí.
–Me parece genial – respondió Rachel, emocionada.
La sorpresa de Rachel fue mayor, al ver que fueron recibidos por el capitán, y un joven que les ofreció una copa a cada uno y los guio al área en dónde había música romántica de fondo, una botella de champan enfriándose junto a una charola de aperitivos.
–Me concedes esta canción. –preguntó William.
–Sera un placer.
Después de bailar un par de canciones fueron a la proa para disfrutar la vista mientras el yate daba un recorrido por la bahía, para después dirigirse mar adentro.
–¿Gustas una copa más?
– ¿Piensas emborracharme?
– No, te prefiero lucida. –dijo sonriendo, al pensar que no podía esperar más para hacerla suya una vez más.
Poco después, cuando los besos se volvieron más candentes y las caricias más atrevidas, William la llevo a la habitación principal. Al estar solos nuevamente le dieron rienda suelta a la pasión que los consumía a ambos. Esa noche al igual que la anterior, ambos recorrieron el cuerpo del otro con besos y caricias; llegando juntos al éxtasis al mismo tiempo un par de veces.
A la mañana siguiente, cuando Rachel despertó; no vio a William a su lado. Trato de ignorar el sentimiento de decepción y tomó una bata que estaba a su lado para ir al baño. Al salir para buscar su ropa, antes de darse un baño,se llevó la grata sorpresa de ver a William con una toalla amarra alrededor de su cintura y sosteniendo un par de copas. Sin duda, una imagen digna de conservar en su mente, por ello se tomó el tiempo y con descaro recorrió el escultural cuerpo de él.
–Bonita, si continúas mirándome como lo haces, no me va a quedar más remedio que complacerte en este momento.
–¿Cómo te miro? –preguntó lamiendo sus labios, provocándolo.
–Como si fuera chocolate y desearas comerme.
–¿No crees qué es muy temprano para comenzar a beber? –preguntó tratando de contener la risa por lo que acaba de escuchar.
–Es solo una, para que no tengas resaca. –afirmó ofreciéndole una copa y entrelazando sus manos, mientras la miraba a los ojos y la tomaba por la cintura con su otro brazo.
–¿Cuáles son los planes para hoy?
–Pasar el día juntos, aquí o en la ciudad.
–¿Necesitamos ir por ropa?
–Si vamos a estar aquí, no. Podemos estar aquí hasta que sea hora de regresar al hotel para empacar.
–¿No tenías planes para hoy? A qué hora tenemos que irnos.
–Mis planes ahora es pasarla de lo mejor a tu lado. Tenemos que estar en el aeropuerto a las cinco de la tarde.
–Entonces pasaremos la mañana juntos aquí.
William se alegró al escuchar la respuesta de Rachel, en realidad tenía cosas que hacer, pero en ese momento lo más importante era asegurarse de que ella no pensara en Leo y dejarle claro que él era su mejor opción.
Entre besos, William comenzó a desabrochar la cinta de la bata que traía Rachel.
–Espera, pensaba darme un baño.
–No hace falta, después nos bañamos juntos.
–Eso dices tú porque estas fresco y recién bañado, yo también quiero refrescarme, dame solo unos minutos. – dijo apartándose de él para ir al baño.
William sonrió por la respuesta de ella. –Tienes dos minutos. – informó riendo, dándole un nalgada.
Rachel entro riendo a la regadera mientras recogía su cabello para lavar rápidamente su cuerpo, poniendo énfasis en ciertas partes de su anatomía; para después enjuagarse rápidamente y salir envuelta en una toalla.
–¿Ahora sí, en qué nos quedamos? –preguntó ella mientras se acerco a la cama en donde William la estaba ya esperando.
* * *
Horas más tarde en el avión después de revisar su correo electrónico y revisar su agenda para el día siguiente; Rachel se quedó dormida mientras descansaba un poco la vista.
−¿Tan pronto llegamos? –preguntó Rachel cuando les pidieron que se abrocharan los cinturones porque iban a comenzar a descender.
−Vamos a hacer una escala para dejar primero a Raúl.
−¿Y tú?
−Yo te voy a acompañar. no pensarías que después del maravilloso fin de semana que tuvimos, te iba a dejar en el aeropuerto en donde de encontré para que te regresaras tu sola.
–No... esperaba ese detalle de tu parte.
–Te parece que un detalle.
–Lo es... – dijo dándolo un beso corto. – Es usted muy atento señor Ferreira, me imaginé que iban a dejarme a mi primero.
−Pues se equivocó señorita Andrade. –comentó dándole otro beso.
−Muchas gracias. – agradeció acercando a él y enlazando sus manos atrás del cuello de él para besarlo a su antojo.
–Me puedes dar las gracias de otra manera. – sugirió en su oído. No hizo falta que ella lo viera para saber que tenía una sonrisa pícara.
Al llegar al aeropuerto de la ciudad en donde vivía Rachel, William bajo con ella y la acompañó hasta el vehículo deportivo que estaba esperándolos. Se sentía triste, pero feliz por los bellos momentos vividos el fin de semana. Deseaba poder expresarle tantas cosas a William, que a la vez no sabía ni por donde comenzar. Fue más fácil besarlo y abrazarlo antes de despedirse.
–De corazón, mil gracias por estos momentos inigualables. -expresó Rachel, consciente de que ella sólo fue una más en su vida; mientras para ella fue la aventura de su vida.
–Vamos bonita, no me ponas esa carita, ni esos ojitos; que me vas a hacer que mande todo al diablo y que me mueva a vivir aquí contigo. – dijo William, sorprendiéndose a sí mismo una vez, por las palabras que salían sin pensarlo.
–Anda vamos, sube, te voy a acompañar hasta la puerta de tu apartamento. –comento él, para cambiar de tema.
–Me puedes dejar en la entrada del edificio, no hace falta que me lleves hasta la puerta. – mencionó Rachel, sonriendo y pensando que iba a ser más difícil despedirse de él.
–¿No puedes simplemente aceptar con gusto? -reclamó William, bromeando.
–¿Tú puedes simplemente aceptar un no, como respuesta?
–Prefiero escuchar un sí, o un por supuesto, la primera vez que pido algo. –dijo William sonriendo, esperando escuchar que tenía que decir ella al respecto.
–Me alegro de no trabajar contigo y de no haber salido mal en estos días.
–¿Hablas en serio... si te invitara a trabajar conmigo no aceptarías?
–No, a mí me gusta hacer las cosas a mi manera y si algo no me parece, lo digo. No creo que tú y yo congeniemos para trabajar.
–Yo, por el contrario, creo que haríamos buen equipo. -respondió él, sonriendo, pensando que le gusta su honestidad y en lo que tendría que hacer para que ella aceptara trabajar a su lado.
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