Capítulo 11
"Quiero que seas tú ese principio, al que jamás le encuentre final"
− ¿Rachel? −una voz familiar la hizo voltear para encontrarse con el rostro, de una mujer dulce; pero en el momento en el que vio al hombre que estaba a un lado de ella, sintió que sus piernas se quedaron sin fuerzas y se vio obligada a tomar asiento por un momento.
Unos segundos antes...
Rache dirigió su mirada a la mujer mayor que la nombro; al ver ese rostro familiar en sus labios se formó una gran sonrisa. Cómo no alegrarse al ver a Julieta, la abuelita de Leo. Se veía tan bien, no era solo por la ropa elegante que usaba, por su cabello arreglado y bien cuidado, o por el maquillaje que disimulaba de forma natural las arrugas y los años. Era su mirada tierna y su sonrisa dulce las que la hacían lucir más hermosa; incluso podría jurar que se veía un poco más joven que lo que recordaba. Estaba emocionada de verla después de no haber sabido nada de ella en años.
Cuando volteo a ver quién era el hombre que abrazaba a Julieta y que la miro a ella de pies a cabeza, de principio no lo reconoció. Era alto, apuesto, y seguro de sí mismo. No sabía porque no podía apartar la mira de él; quizás era la familiaridad y la confianza con la que abrazaba a Julieta, o los rasgos que tenían en común...como si fueran familiares. Al pensar en eso, se dio cuenta de que el hombre que tenía enfrente de ella podía ser Leo, el mismo que juro amarla por siempre y al que tanto anheló volver a ver día tras día por los primeros años. Con el paso del tiempo se conformaba con al menos saber algo de él.
Rachel observo con detalle aquel hombre, y se vió que había ciertas similitudes entre él y Leo. Pero ese hombre no podía ser Leo, eran muy diferentes. El joven del que ella se enamoró perdidamente en su adolescencia tenía cara de niño bueno; ese hombre no era feo, por el contrario, era guapo, pero con facciones muy masculinas. Leo era delgado, de hecho, era muy delgado y tímido; mientras que ese hombre era más que obvio que se ejercitaba y no aparentaba tener una pisca de timidez. Leo era un joven humilde que trabajaba tiempo completo de mesero para poder pagar el veinte por ciento que no cubría la beca de estudios y para cubrir la mayoría de los gastos de su casa. El hombre que la miraba embelecido, a pesar de vestir casualmente, todo él derrochaba clase y elegancia; de muestra estaba el reloj que usaba y que costaba varios miles de dólares. Le parecía casi imposible que ese hombre con aquella barba bien formada y cuidada, y el cabello un poco largo, fuera Leo.
Las dudas que tenía Rachel se disiparon cuando le sonrió y lo escucho hablar, al verla que no reaccionaba. En ese momento como por obra de magia vio que ambos tenían los mismos rasgos, la mirada era diferente, pero eran los mismos ojos. Había subido de peso, además la barba y el bigote lo hacía lucir mas varonil y mayor, pero la sonrisa era la misma. No se había dado cuenta, de que contuvo la respiración hasta que sintió que sus piernas perdieron fuerzas y todo se oscureció por un instante.
Cuando reacciono, estaba sentada y William preocupado le estaba haciendo preguntas que no lograba escuchar o comprender. Después de parpadear un par de veces, se sintió avergonzada por ser el centro de atención de las personas que la rodeaban y porque cada vez que volteaba a ver a Leo, no podía apartar la mirada de él. Era él, ahora no tenía la menor duda y ahora que lo tenía frente a ella no sabía que hacer ni cómo reaccionar. Por desgracia entre más se preocupaba menos los escucha y más pesados sentía sus ojos. Cuando William comenzó a acariciar su mejilla mientras le hablaba, opto por enfocarse en los ojos verdes que se habían convertido sus favoritos; logrando así tranquilizarse y que poco a poco el tono bronceado de su rostro volviera aparecer.
− ¿Mejor? −pregunto William, a lo que ella asentó con la cabeza y acerco su frente junto a la de él mientras le daba las gracias.
−Cariño, toma un poco de refresco negro. Eso te va a ayudar a sentirte mejor. −sugirió Julieta ofreciéndole un vaso con la bebida.
−Mamá, es mejor si bebe agua. −comento Margarita, la mamá de Leo y a quien había hasta ese momento. Sonrió al escuchar lo que la madre e hija tenían que decir al respecto, porque le hizo recordar los viejos tiempos; cuando iba a la casa de ellas para que Leo le ayudara con las tareas de cálculo o a estudiar para los exámenes.
−Señora Julieta, que gusto verla. −comento Rachel cuando la mujer mayor volvió a dirigir la mirada hacia ella. Sin dudarlo, con una gran sonrisa y con los ojos llorosos se puso de pie para abrazarla.
−Mi niña hermosa, ¿ya te sientes mejor?
−Si señora Julieta, muchas gracias por preocuparse y por el refresco. −dijo después de haberla estrechado y de sentir el cariño reciproco.
−No digas tonterías, como no me voy a preocupar. Sabes que te quiero como a una nieta y no sabes cuanto te extrañe... Ve que hermosa te pusiste.
−Que linda, yo también la quiero mucho y los extrañe mucho. −al darse cuenta de lo que había dicho, decidió cambiar de tema. −Usted no se queda atrás, mire que guapa esta, se ve muy bien con ese diseño de Ralph Lauren; inclusive se ve más joven. −comento Rachel apartándose de ella un poco para hacer ver su atuendo.
−No le des alas hija, porque va a empezar a decir que parecemos hermanas. − comento Margarita acercandose para saludarla con un beso y un abrazo. −Hola hija, que gusto verte.
−Margarita, que bien se ve. Me alegro muchísimo verla tan repuesta. No saben el gusto que me da volver a verlas...sobre todo, de ver que estén tan bien.
−Para mí no hay un salido o un abrazo. – no hizo falta que Rachel volteara para saber que era Leo. De pronto al recordar todo lo que significo en su vida y todo lo que sufrió por él; apareció un brote de molestia y enfado, el cual fue notable en el tono de su voz y la mirada inquisidora con la que la que se giró a verlo.
−Más que un saludo o un abrazo, lo que quisiera es darte una buena cacheta. −dijo después de un prolongado silencio.
−Házlo, sé que me la merezco. −dijo él y Rachel sin dudarlo, le dio una sonora y fuerte cachetada.
−Vaya, sí que pegas duro. −se quejó entre risas y tocando su mejilla roja. −Ahora sí, ven acá. −dijo atrayéndola y al abrazarla, sientio que recupero lo más valioso de su vida. Al principio ella estuvo renuente, pero había esperado tanto tiempo para volver a verlo; que ahora su cuerpo parecía exigirle un abrazo reconfortante para sanar un poco. Además, el aroma de la loción que usaba era tan exquisito y enbriagante; que no podía dejar de olerlo. La emoción del momento termino en cuanto ella recordó todas las lágrimas que derramo por él, todas las noches en vela, y las secuelas de inseguridad que le dejo.
Después de un prolongado abrazo y para sorpresa de todos, en especial William, Rachel hizo puño su mano y le dio un golpe en el costado derecho.
− ¿Y ahora por qué? −pregunto Leo, sorprendió.
−Por haberte ido sin darme una explicación... "por haberme roto el corazón" ...y por atreverte a mandarme flores "como si nada hubiera pasado". -dijo dos frases y se guardo dos para evitar hacer mas el ridículo.
−Con un gracias, sería suficiente. −comento Leo, con los ojos cristalinos al ver cómo los ojos de ella se llenaron de lágrimas que contuvo y el dolor con el que le reclamó. Cuando se fue, se imaginó que le iba a hacer daño; lo sabía porque él también sufrió por su separación. Sin embargo; ahora que vio el reflejo de dolor en sus ojos, supo que había hecho bien, porque no hubiera tenido el valor de dejarle después de ver el dolor que le causaría.
−Vas a necesitar mucho, mucho más que flores para ganarte su perdón. Ella no es como las mujeres interesadas que anda detrás de ti. −comento Julieta dándole unas palmadas en la espalda a su nieto.
−Mamá. −reprendió Margarita a Julieta.
−Mi abue tiene razón. Se que no merecías que te dejara como lo hice; pero tenía que hacerlo. Una disculpa no es suficiente, ni tampoco hermosos arreglos de las flores que más te gustan... Si te sirve de algo saber; no hubo día en que no pensara en ti. Te puedo jurar, por el amor que le tengo a estas dos mujeres; que a mí me dolió mucho más alejarme de ti.
William sorprendido por lo que acaba de escuchar, llamo la atención de ellos haciendo intencionalmente un sonido como si estuviera algo atorado en su garganta.
−Leonardo, que tal. −saludo William extendiendo su mano. − Veo que ya se conocen y que no es necesario que los presente. −menciono volteando a ver a Rachel y tomándola por la cintura, mientras ella parecía tratar de entender lo que estaba pasando. −Señoras un placer conocerlas – se presentó amablemente con las otras dos mujeres.
−Gracias por aceptar mi invitación y por el excelente trabajo que hiciste. Veo que hice una buena elección al contratar a tu compañía, eres el mejor. −agradeció Leo a William.
− ¿Estas a cargo de este hotel?
-No, soy el dueño. −respondió como si nada, tal como si estuvieran hablando de algún artículo de casa o algún vehículo. No entendía como era eso posible; había un tono de orgullo y quizás de satisfacción en su voz, pero no de un gusto genuino.
−Discúlpame, pero no entiendo... ¿Qué este hotel no es parte de la cadena hotelera?
−Lo es. Es una larga historia, la cual con mucho gusto te contare en otra ocasión. Ahora soy parte de esa compañía y este hotel en particular, fue un proyecto mío y soy el accionista mayoritario. −respondió esta vez orgulloso de su logro y mirando a William a los ojos, antes de dirigir su mirada a la mano posesiva de él sobre la cintura de ella. Cuando volvió a verla a ella, esperaba ver un gesto de interés, o al menos de admiración; pero en vez de eso encontró uno de duda y sorpresa.
− ¿Qué pasa Rachel, dudas de mis capacidades?
−No... sé que además de que eres muy inteligente, eres muy trabajador y dedicado...Me da mucho gusto por ti, te mereces todo lo bueno que tienes. −dijo al momento que se acercó emocionada para abrazarlo y felicitarlo. −Te mereces lo mejor.
−Lo único que me hace falta para ser feliz, es tener a mi lado a la mujer que quiero. – menciono mientras la abrazaba y miraba a William; como si estuviera declarando que se refería a ella.
El comentario de Leo pasó desapercibido para Rachel, pero no para William ni para las otras dos mujeres; quienes oportunamente los invitaron a tomar asiento y ha brindar por el reencuentro. Lo cual ella acepto de inmediato, para pasar el mal sabor al imaginar al hombre que tanto amo, compartiendo sus logros al lado de otra mujer. Solo espera que esa mujer lo quisiera por el valor que tenía como hombre y no por su valor monetario.
Durante la amena conversación que tenían las mujeres, mientras los hombres hablaban sobre negocios; William noto como Leo observa a Rachel. Ella parecía no darse cuenta o prefería ignorarlo porque estaba a su lado, lo cual agradecía. Por algunos comentarios que hicieron entre la plática, confirmo su sospecha de que Rachel y Leo habían sido novios. Era evidente el cariño que le tenían a Rachel y sobre todo cuanto anhelaban que ella regresara con Leo. Lo que no estaba claro para él, era lo que ella sentía por él, ya que algunas de las veces que ella cruzo miradas con Leo, brevemente vio un destello de nostalgia. Lo cual no debería de impórtale, pero lo hacía y no sabía el porqué.
William vio a Rachel tan contenta, que no dijo nada cuando les ofrecieron una segunda copa y ordenaron más aperitivos. Le gustaba verla así: feliz y sonriente entre la familia de Leo; quienes no se preocupan por ocultar su origen humilde o de los momentos difíciles que pasaron. Situaciones que al parecer tampoco le importo a Rachel, ya que siguió a su lado. Además de ver a Rachel tan relajada y feliz, estaba escuchando historias de ella que demostraban el gran corazón que tenía y lo desinteresada que era. Sabia ella era una mujer excepcional y que merecía tener a su lado un hombre que la amara y que le fuera fiel. Lo primero era fácil de hacerlo, ya que se ganaba a las personas con su carisma, pero por mucho que le gustara y que le interesara no creía poder dejar a un lado sus andanzas, ni su estilo de vida al que estaba acostumbrado. Entre sus planes no estaba el sentar cabeza, ni permanecer al lado de una sola mujer.
Si la mujer ideal existiera, sin duda alguna, seria Rachel Andrade. William no estaba seguro de lo que quería con ella, mucho menos de lo que había comenzado a sentir por ella. De lo único que estaba seguro en ese momento era de que Leo, la quería bien, la quería para formar una familia, la quería a su lado para siempre.
Rachel le interesa a William más que ninguna otra mujer. No era solamente por su belleza, o por dedicarse casi a lo mismo, o por lo talentosa que era en el ámbito laboral. Era su forma de ser, la manera de disfrutar de lo mucho o de lo poco que la vida le ofrecía. Era la manera de ver las cosas, el trato atento y respetuoso que le daba a todas las personas sin importar edad, profesión o clase social. Eran muchas las cosa que le gustaban de ella, si tuviera que decir que era lo que más le gustaba de ella; sin duda alguna, seria la forma en la que se sentía a su lado. Se sentía bien, se sentía tranquilo, sentía que era simplemente él; con ella no tenía que preocuparse por impresionarla o quedar bien. Ya que para ella no eran importantes los lugares o los regalos, porque ella podía ir o comprar lo que quisiera; lo que ella valoraba de él, eran los momentos a su lado. Lo miraba con la misma admiración y gusto sin importar si estaban en una habitación en construcción, o en la sala de su casa, o un yate exclusivo. Lo mejor de todo era lo que ella provocaba en él, sin importar si llevaba puesta una pijama simple y sencilla, o una camisa de él, o un elegante vestido.
Mientras William escuchaba la amena conversación de Rachel entre risas, quizás por el efecto de las tres botellas de vino vacías; en ese momento decidió luchar por ella. Él no era el mejor partido para ella, pero iba hacer lo posible para que ella no deseara estar con otro hombre que no fuera él. Por los privilegios que la vida le dio y por todo lo que había vivido, era un hombre que se enfadaba fácilmente de las cosas y de las personas. Sabía que todo era temporal, que nada era para siempre. No tenía ni idea por cuanto tiempo sentiría esa atracción por ella, o por cuanto tiempo se sentiría bien a su lado. Lo que, si tenía claro era que Rachel era única y por una mujer como ella valía intentar un Por Siempre. El concepto del tiempo es relativo, pero William se propuso intentar y dar lo mejor de si, por un tiempo indefinido.
¿Qué les pareció?
Gracias por leer, por sus votos, a Rosie2530 y CarlaRomero por siempre comentar y sobre todo a mis nuevas seguidoras: Roxxlately, Eldambarajas, y Anai_le.
¡Saludos y bendiciones!
Jackie Baez
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