
Capítulo 1
La reconocida diseñadora Rachel Andrade estaba en la galería de arte que se inauguraría en un par de horas. Estaba ahí como una invitada más del evento, pero sobre todo para cerciorarse de que todo se llevara a cabo tal como ella lo había planeado. Cada pequeño detalle tenía que estar perfecto, tal como le gustaba a ella; después de todo, ese era el sello que la había caracterizado y colocado como una de las mejores en lo que hacía. Esa noche era muy importante porque tendría la oportunidad de conocer posibles nuevos clientes y también era especial porque esa galería era el sueño de su gran amigo Paul Mendoza.
Después de que Rachel verifico que todas las pinturas y las esculturas estaban en donde ella había dispuesto, acomodo todos los hermosos arreglos de flores que habían comenzado a llegar desde temprano. Entre todos ellos había uno que sobresalía, era el que ella había ordenado para felicitar a su amigo y desearle mucho éxito. La galería seria inaugurada en dos horas, pero ella no se fue de ahí hasta que dio un último vistazo dentro y fuera de la galería y se quedó satisfecha con el resultado. Se fue tranquila al hotel al ver que los servidores llegaron y comenzaron a preparar los aperitivos, a enfriar el champan y los costosos vinos que ofrecerían esa noche.
Una hora y media más tarde, la mayoría de los invitados estaban presentes al momento de la inauguración. Entre los invitados se encontraban reconocidos artistas, políticos, empresarios, actores, millonarios y por su puesto William Ferreira, el apuesto y exitoso dueño de la constructora que estuvo a cargo de la obra. Ese evento era ideal para encontrar hombres ricos o mujeres hermosas y con clase. Hablando de mujeres, hubo varias que llamaron su atención, como posibles candidatas para esa noche; sin embargo, una de ellas llamo más su atención que las demás y al parecer ella no se había percatado de su presencia. Parecía tener unos veinticinco años, era de estatura mediana, tenía una figura esbelta, ni demasiado delgada, ni tan voluptuosa como la mayoría de las que estaban ahí. Su vestimenta no era tan corta o escotada como la de algunas otras que no dejaban de estar coqueteando con él o con los otros hombres importante o millonarios que estaban presentes. El vestido que llevaba resaltaba el tono bronceado de su piel; era blanco de cuello recto que cubría desde los hombros hasta media pantorrilla. Tenía una apertura lateral del busto hasta la cintura y unos cierres en el costado de cada pierna los cuales estaban abiertos un poco arriba de la rodilla; eso le daba un toque sexy, pero sin dejar de ser elegante. Llevaba el cabello recogió en un chongo despeinado y era portadora de la sonrisa más encantadora que había visto.
Rachel estaba conversando con unos conocidos de Paul cuando escucho una voz varonil la cuál venía acompañada de una exquisita y embriagadora fragancia. Estuvo tentada a voltear a ver quién era el especimen portador de esa voz, pero se resistió, la presencia de aquel hombre solo logro que perdiera un poco el hilo de la conversación por unos segundos.Cuando William no logro que volteara a verlo, se detuvo cerca de donde estaba ella por unos minutos y cuando vio que ella no hizo ni el más minino intento en verlo; camino muy cerca de ella, por un costado. La última estrategia de él dio resultado , ya que obligo a Rachel a verlo de reojo, y cuando lo hizo vio queese hombre además de tener una voz que derretiría a cualquier mujer, y una fina loción, también era un hombre apuesto y poseedor de un aura de irradiaba poder.
Paul le había pedido a Rachel que exhibiera algunas de sus pinturas y esculturas, ella no creía que sus trabajos valieran la pena como para estar ahí, pero no se pudo negar ante la insistencia de su amigo. Fue justamente esa una de las razones por las cuales no pudo ayudar a su amigo a recibir y atender a los invitados, como le hubiera gustado hacerlo. Ya que sus obras tuvieron una mejor respuesta de la que imagino y se demoró más tiempo de lo que esperaba en el área de sus exposiciones. Cuando no estaba con compradores, estaba conversando con posibles clientes sobre los proyectos que tenían en mente, o simplemente se ponían de acuerdo para concretar una cita. En un momento que estuvo sola, tuvo la fortuna de tener enfrente de ella al hombre que había llamado su atención. En esa ocasión tuvo la oportunidad de observar lo y pudo cerciorarse que en realidad era muy apuesto, se atrevería a decir que era el hombre más guapo de todos los que estaban ahí. Se veía un hombre de unos treinta y tantos años; vestía un fino traje color claro, el cual le quedaba a la perfección y dejaba ver su musculoso cuerpo. El hecho de que no portara un anillo en su dedo anular era una buena señal, ya que podría ser un indicativo de que no era un hombre casado. Al parecer William se percató de que lo estaban observando y volteo en ese preciso momento. Fue entonces que Rachel se encontró con unos ojos color miel, con la mirada más profunda de haya visto en un hombre, la cual cambio a una mirada de seducción en el momento en que le sonrió. Ella respondió a su gesto más que con una sonrisa, con una leve risa, al percatarse de su intención. Lo vio a punto de dirigirse hacia donde estaba ella, pero otro de los invitados llego para saludarlo y cuando él volteo para volver a encontrarse con esos ojos cafés que lo había cautivado, se dio cuenta que ella se había apartado con otro grupo de personas.
En el transcurso de la noche, en varias ocasiones Rachel sintió la mirada de alguien siguiendo la, y para su sorpresa la mayoría de las veces era el atractivo hombre de ojos color miel. Sin embargo, cada vez que se encontraba con su mirada, también veía a una mujer diferente a su lado tratando de llamar su atención. A pesar de ser todo un adonis, en ese momento de su vida estaba enfocada en su trabajo; su agenda de trabajo estaba llena y el poco tiempo que tenía libre le gustaba estar sola o con sus amigas. Era una mujer objetiva y realista y no pensaba perder su tiempo con un hombre como él. Por lo cual decidió ignorar esa mirada penetrante las siguientes veces que sintió que alguien la miraba. Además, estaba tan ocupada tratando de deshacerse de Gregorio Altamirano, un hombre mayor y medio calvo que había comprado varias de sus obras y que no desaprovechaba cada oportunidad que tenía para invitarla a salir. Ya había perdido la cuenta de a cuantos lugares la había invitado ya: a su yate, a su cabaña en la montaña, la casa de playa en Malibu o en Los Cabos. Cada vez que ella lograba escaparse de él, volvía a encontrarla, al parecer conocía a la mayoría de los invitados con quienes conversaba ella y al final terminaban volviendo a dejarlos solos cuándo él volvía a dejar claras sus intenciones de salir con ella. Cada vez que ella declinaba su invitación, el siguiente lugar al que la invitaba era más tentador y extravagante. Además, le dejo saber de todos los lugares en donde tenía una propiedad para ver cual le atraía más; inclusive la invito a una cena en un exclusivo restaurante con la maravillosa vista a la torre Eiffel, o un fin de semana en el casino de Monte Carlo. No podía negar que al principio se sintió alagada, pero al final estaba cansada de sus ridículas invitaciones, pero sobre de que no respetara su espacio personal y de aprovechar cualquier oportunidad para acariciar su brazo, su mano o inclusive su espalda.
Rachel cortes y educadamente le había dicho a Gregorio que no tenía ningún interés en salir con él, inclusive se inventó que tenía novio al cual quería mucho y no dudo ni un segundo en dejarlo en compañía de mujeres jóvenes y bellas que se veía que estaban detrás de él y que estarían más que felices de que las invitara a salir. Cuando menos lo pensó, volvió a sentir su mano en su espalda, y esa ocasión no hizo el menor intento en ocultar lo molesta e incómoda que estaba. La poca paciencia que tenía, se le había agotado.
−Vamos Rachel, acepta tomar una copa conmigo. −insisto el hombre quien al parecer había bebido de más ya que cada vez se acercaba más a ella para hablarle. La única razón por la cual no le había dado un empujón o hecho un escándalo, era porque sabía que también había comprado varias de las obras más caras de la galería y no podía hacer que su amigo perdiera a un cliente tan importante.
−Estoy bien así. Gracias Don Gregorio. Lo único que quiero es que entienda de una vez por todas, que no tengo el más mínimo interés en usted como hombre, y la verdad esta situación me está haciendo sentir muy incómoda. Disculpe, pero tengo que hacer una llamada. −dijo Rachel para alejarse una vez de él y para ir hablar con Paul, porque no creía poder soportar ni un instante más la cercanía de ese hombre.
−No seas descortés, mira que he comprado varias de tus obras y podría comprarte la misma galería si quisieras. −le dijo el hombre sujetándola del brazo. Esa acción fue la gota que derramo el vaso, y cuando estaba a punto hacerle una escena, una voz la interrumpió.
− ¿Cariño, esta todo bien? −le pregunto una voz varonil al mismo tiempo que percibió un exquisito y embragado aroma; no hiso falta que volteara para saber quién era el susodicho. Sabía perfectamente que provenía del apuesto hombre que había deleitado sus pupilas en más de una ocasión. Lo que no espero fue encontrarse con una encantadora sonrisa en sus labios mientras se acercó a ella con familiaridad colocando un brazo sobre sus hombros y dándole un beso en la coronilla; ya que él era más alto de ella.
Rachel no se impresionaba fácilmente, pero estaba intentando no quedar cautivada bajo el encanto de ese adonis a su lado, el cual parecía haber sido esculpido por el mejor escultor. Su mente estaba en blanco y solo pudo sonreírle y decirle que sí. Al mismo tiempo que apoyo su cabeza en el torso de él, en el momento en que la acerco hacia él con posesividad, tal como si estuviera marcando su territorio. Cosa que no le importo en lo más minino a ella, puesto que dio resultado y Gregorio puso distancia entre ellos, al mismo tiempo que palideció y se puso sobrio de repente.
− ¡William Ferreira, que sorpresa! ¿Es ella tu acompañante de esta noche?
Hasta ese momento supo Rachel el nombre del apuesto hombre que la tenía abrazada y no pasó desapercibido el tono de burla que uso Gregorio cuándo le hizo la pregunta. Era obvio que quiso dejarle claro que el adonis acostumbraba a pasar sus noches con diferentes mujeres. Si tuviera un interés en él le hubiera dolido, pero como ese no era el caso, no le dio importancia, ya que ella se había imaginado que él era ese tipo de hombre.
−No solo es mi acompañante Gregorio, es mi novia. −dijo con tal seguridad, que no quedo duda de ello−. Y tengo la impresión de que la estás haciendo sentir incomoda. −dijo en un tono molesto y amenazador.
−No sabía que era tu pareja. No te he visto cerca de ella en ningún momento− respondió Gregorio con suspicacia para ver si en realidad ellos dos tenían algo, ya que no estaba convencido del todo.
−No porque no he estado cerca de ella, significa que no he estado al pendiente de ella. Tan es así, que te puedo decir con quien estaba y en qué área de la galería estaba cada vez que la abordaste. También te puedo decir el número de veces que ella se alejó de ti. − por unos segundos, solo cruzaron miradas en medio de un silencio incómodo.
La seguridad y la actitud de William hicieron comprender a Gregorio el error que había cometido.
−Por favor discúlpame si te ofendí o si te hice sentir incomoda. No fue mi intención, es solo que por ser un hombre mayor no tengo tiempo para jueguitos de novios, se perfectamente lo que quiero y te puedo asegurarte de que estaría dispuesto a ponerte el mundo a tus pies y a tratarte como una reina, tal como lo mereces. −declaro firme, mirando a los ojos a Rachel para que pudiera ver la sinceridad de sus palabras y después con arrogancia a William demostrándole que no se sentía intimidado por él.
Aunque era mentira que Rachel era su novia, a William no le agradado en lo más mínimo que Gregorio enfrente de él, estuviera aun cortejándola. Sin darse cuenta hizo un poco de presión sobre el hombre de Rachel y cuando ella sintió que iba a separarse de ella para encarar a Gregorio, decidió poner una mano en su pecho y con el otro brazo rodeo su cintura, lo cual tomo a William por sorpresa y ella aprovecho esa distracción para hablar.
−Don Gregorio, como le dije en varias ocasiones, le agradezco las invitaciones y el único tipo de relación que podría interesarme tener con usted, es laboral.
El hombre mayor vio el lenguaje corporal de la pareja que tenía enfrente de él; las miradas y las sonrisas que se formaban en sus labios sin ellos darse cuenta. Con ese gesto comprendió que él ya no tenía nada más que hacer ahí y que salía sobrando.
−Ni hablar, hoy me toco perder... Te felicito William, tienes una mujer muy valiosa a tu lado.
−Lo sé. −respondió orgulloso volviendo a depositar un beso sobre su cabeza de Rachel e inhalando el olor de su cabello, aprovechando que la tenía tan cerca.
−Bien, ha sido un placer conocerte Rachel, quede impresionado tanto con tu persona como con tu trabajo y espero poder contar con tus servicios como diseñadora próximamente. −dijo dirigiéndose a ella−. William fue un placer verte, espero que mi atrevimiento con tu novia no afecte nuestra relación laboral. −dijo extendiendo su mano mientras se dirigió a William, y enseguida se dio la vuelta para retirarse.
Rachel se alegró al ver que Gregorio se había retirado y que un hombre se acercó a él y lo escolto hasta la salida, posiblemente un empleado de él. Hasta ese momento ella soltó el aire que no se había contenido durante los últimos segundos, los cuales fueron incomodos para los tres, pero más para ella. Cuando Gregorio estaba lo suficiente alejado de ellos, Rachel miro a William directo a los ojos. Sus ojos tenían una tonalidad verde en los cuales podría perderse por horas, todo en él era perfección, sus cejas, sus ojos, su nariz, sus labios, su barba perfectamente delineada, pero sobre todo sus labios carnosos; los cuales la incitaban a probarlos. Por estar tan ocupada disfrutando de su cercanía y admirando lo, no se dio cuenta que mojo sus labios y mordió el labio inferior; al pensar en probar los de él.
−Si continúas mirándome así, y si vuelves hacer eso con tus labios; voy a tomarlo como una invitación para besarlos. −dijo con picardía y una media sonrisa. Rachel abrió sus ojos en sorpresa por lo que acaba de decir al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojaban. De inmediato se apartó de él y se dio media vuelta para comenzar a echarse aire con sus palmas para logar que se bajara el color de su rostro.
William ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que vio a una mujer sonrojarse y sólo por un simple comentario. Sabía que algunas mujeres podían fingir ser inocentes para atraer a un hombre, pero no se podía fingir un tono rojizo en el rostro por un comentario. Lo cual le gusto y sin duda le atrajo más de ella.
−No te vayas, por favor. Si yo fui quien provoco ese color en tu rostro, déjame al menos apreciar lo hermosa que te ves.
Cuando Rachel estaba a punto de hablar, también William intento decir algo. Él le cedió el turno, pero ella no estaba segura de que decir y cuando iba a comenzar a hablar, nuevamente él lo hizo. Ambos comenzaron a reír, antes de que ella finalmente comenzara a hablar.
−Muchas gracias por lo que hiciste. No sabía de qué otra manera explicarle o hacerle entender a Don Gregorio que no tengo interés en salir con él.
−Para mí fue un placer. Disculpa mi atrevimiento, pero la última vez que se te acerco vi tu cara de enfado y supe que era momento de intervenir.
−Te lo agradezco muchísimo, William. −dijo ella con una gran sonrisa.
−No tenía el gusto de conocerte en persona, pero he escuchado de ti y de tu trabajo.
−Si no me equivoco, tu fuiste el encargado del diseño y de la construcción, ¿cierto?
−Así es. Soy William Ferreira y estoy a tus órdenes. −se presentó y extendido su mano, la cual ella sujeto con gusto y firmeza.
−Encantada de conocerte, soy Rachel Andrade.
¿Qué les pareció el encuentro entre William y Rachel?
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!Saludos y bendiciones!
Jackie Baez
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