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Capítulo 39

Gael.

Aún no logro procesar lo sucedido con Aylismar. Han pasado tres días desde nuestro último encuentro, tres días en los que no he podido parar de pensar en ella, en su engaño.

Traición.

Esa pequeña chiquilla me ha traicionado, jugó conmigo sin importarle nada. No tenía ningún derecho para hacerme algo así, la detesto.

No quiero verla nunca.

—¿Ya vas a decirme qué te pasa? —pregunta— no has parado de beber té desde hace tres días.

—No es nada Emma.

—Actúas igual que un hombre adicto al alcohol solo que tú te estás volviendo adicto al té. —alega mirándome con sus ojos acusadores—. Gael, me preocupas.

—Emma, estoy bien. —puntualizo.

Ella suspiró rendida.

—No tienes remedio, cuando quieras decirme lo ocurrido sabes dónde buscarme. —masculla antes de irse a su habitación.

Me sentí incapaz de decirle la verdad a Emma. No podía destruir de esa manera la única amiga que ha conseguido desde que salió del internado.

Debo tener una horrible maldición encima, porque cada vez que me fijo en una mujer se vuelve la incorrecta. Y por un momento creí que con Aylismar sería diferente.

Jamás me habías interesado tanto una persona del sexo opuesto como lo hizo ella. Sueño con sus ojos, me pierdo el sonido de su voz y en lo dulce que se vuelve su boca al momento de besarla.

Odio que esa sirena se haya incrustado en cada centímetro de mi corazón.

Y ella.., era la luz que iluminaba mis días, ahora sin su presencia solo ando vagando entre tinieblas...

Tinieblas de dolor y decepción.

Jamás imaginé que ella estaría detrás de la muerte de mi hermano. En el campamento nos dijeron que fue un accidente, él se ahogó porque su chaleco se pinchó con una rama y no pudo sobrevivir en la parte profunda del río.

Luego de ese accidente las cosas cambiaron considerablemente.

El devorador, cómo mi hermana lo llama, se volvió más agresivo y peligroso. No podía dejar a Emma sola, sin embargo hubo ocasiones en las que no pude impedir hacerlo.

Y ese ha sido mi peor error.

¿Por qué tuvo que ser ella la culpable?  Y no sé que me jode más. Si el hecho de haberme visto la cara de idiota o el de no poder sacarla de mi mente.

Suspiro.

Termino de tomarme el té y me sirvo otra taza. Desde hace mucho tiempo dejé de beber, me prometí a mismo que no iba a ingerir alcohol no después de todos los problemas que nos trajo el que mi padre se la viviera borracho.

Aún recuerdo los llantos de mi madre, comprendo el por qué de su abandono sin embargo no puedo perdonar la. Ella se marchó en busca de una nueva vida, dejándonos atrás.  Junto a un monstruo, no le importó si quiera Emma, ella pudo alejarla de él y las cosas hubieran sido diferentes. 

Mi pequeña hermana, ha sufrido tanto sin merecerlo. Sin necesidad alguna, se supone que el amor te salva, te cura y está ahí para ti. Para no dejarte caer. Y los primeros tiempos mi madre lo estuvo pero todos tenemos un límite y con la muerte de mi hermano ella llegó al suyo.

Me resulta difícil entender como fue que mí, corrijo que Aylismar pudiera ser capaz de dañar a otra persona. Ella que es un ser tan dulce, hermoso y bueno, ella que lleva oculto un mundo en sus hipnóticos ojos castaños, ella que con solo su aroma puede llegar a enloquecer a cualquiera. 

Es imposible, algo que no logro digerir. Porque si ella me hubiera dicho que aquello que su ex le decía eran mentiras le hubiera creído. Aceptar de su propia voz, esa confesión me está doliendo demasiado.

No imaginaba que algo podría separarnos, confieso que constantemente iba a las playas solo para verla, el mar nunca fue de mi agrado hasta que la conocí; esa sirena encantada que con solo una mirada me ha atrapado.

Observo la ventana, el exterior está oscuro y gris. Así como mi estado de ánimo. 

—No. Cállate. No fue mi culpa.

Me levanto al escuchar la voz de Emma, estoy seguro que está sufriendo otra de sus crisis.

La encuentro sentada al final de las escaleras, sus manos están en su cabeza y sigue pidiendo a esa voz que se calle.

Me acerco y la abrazo, cómo siempre suelo hacerlo, no es la primer vez que me ha tocado alejarla de sus tormentosos pensamientos.

—Shss, aquí estoy Emmie. —susurró acariciando sus cabellos —. Aquí estoy, no temas.

Intenta alejarse mas no se lo permito. La sostengo hasta que poco a poco deja de golpearse la cabeza.

—¿Gael? —preguntó.

—Sí, soy yo, tu hermano. —respondo suavemente.

Ella me abraza, para luego dejar salir sus lágrimas. No dejo de sobar su espalda con el objetivo de tranquilizarla. Detesto verla llorar. Detesto ver a cualquier mujer llorando.

—Él di.jo —balbucea— el dijo que, que yo, yo tu.be —vuelve a llorar. Me concentro en repetir la acción anterior. Ella vuelve hablar cuando se ha calmado casi por completo. —Ese hombre dijo que por mi culpa se fue nuestra madre, pero eso no es verdad, Gael te juro que no es así.

—Lo sé, el único culpable aquí es él, —afirmo— no tu manzanita. —indico usando el apodo que desde niña le coloqué, ella es mi dulce manzanita. 

Ella sonríe.

—Gracias maíz. 

Ahora es mi turno de sonreír, nos mantenemos abrazados durante un rato más.

—Quiero algo dulce. —dice—. Para alivianar mi tristeza.

—Mmm, unas cuantas donas o un pedazo de pastel, ¿qué prefieres? —inquiero sabiendo ya la respuesta.

—Las donas por supuesto, odio el pastel y lo sabes.

—Igual era válido preguntar, bueno. Iré a comprarlas.  —digo levantándome—. Te veo en un rato ¿vale?

—Vete tranquilo, estaré bien.

Asiento y beso su frente para luego irme a la panadería.

Al llegar la cola es extensa, y asumo el porqué apuesto que acabó de salir del horno los panes de mantequilla que tanto le gustan al pueblo.

Inevitablemente, llega a mí el recuerdo de la primera vez que vi esos ojos color miel. Ella lucía tan nerviosa, cuando sentí su mano fue como si me quemara. Tal vez, estoy exagerado pero fue como sentir un pinchazo de avispa dentro de mi cuerpo.

¿Qué haré con lo que siento por ti? Tengo que olvidarte.

Después de lo que me pareció una eternidad finalmente llegué al mostrador.

Le sonríe como siempre al señor Osmer quién me veía de forma extraña.

—¿Qué quiere? —preguntó de manera chocante.

Ignore el tono porque asumí que se encontraba cansado. La jornada de la mañana debió ser dura y por eso está de este modo aunque al cliente anterior le trato de forma amable todo lo contrario que esta haciendo conmigo.

—Buenas tardes, ¿tiene donas de chocolate con chispas de colores? —pregunté amable.

—No. —respondió en el mismo tono.

Supuse que las que veía estaban apartadas.

—Bien, entonces podría darme por favor unas de azúcar.

—No. —alce una ceja interrogativa esperando algún comentario por su parte que no salió.

—Me puede dar este alfajor. —señalé uno de color rosa que había sobre el mostrador.

—No, para usted no hay nada. —decretó.

—No entiendo.

—No me importa, ahora márchese y no lo quiero volver a ver por aquí.

—Señor, me disculpo si en algún momento le he ofendido pero no merezco este trato. —expuse.

—Cariño, ve al almacén a buscarme unas cajas de café que hacen falta.  —el señor se fue no sin antes aniquilarme con su mirada.

Le pregunté a la señora si ella podría despachar me lo que antes había solicitado.

—Lo haré porque tengo que ser imparcial con mis clientes, —comentó— pero lo que le hiciste a mi niña no te lo voy a perdonar nunca.

«Pero si yo ni siquiera la conozco como voy a poder lastimarla». Dije para mi mismo.

Salí del local y estaba por entrar a mi casa cuando alguien me empuja por detrás. Mantengo el equilibrio pero me vuelvo para enfrentar a esa persona, es el hermano de Aylis quién viene como toro embravecido.

No meda opción de hablar porque de inmediato me suelta un golpe que logro evitar.

—¿Tienes algún problema conmigo? —cuestiono.

—Te vas arrepentir de lo que hiciste. —indica furioso.

Vuelve atacarme pero con todo, mucho de sus golpes no los puedo evitar pero él tampoco va a salir ileso.

—Ey, no. Paren. —grita Emma y colocándose en el medio. El chico frena su ataque al ver a mi hermana.

—¿Y tu quién diablos eres? Acaso no ves que estoy ocupado tratando de matar a esta escoria.

—Número uno modera tu lenguaje, número dos soy su hermana y no voy a permitir que lo lastimes. —responde Emma.

—Entonces deberías tomar su lugar, y tal vez con eso vamos a estar a la par ¿No lo crees Gael?

—La tocas y te mueres.

Su carcajada carente de gracia me desagrada.

—Vaya, vaya, entonces tú deberías estar muerto. —alego—. Pero ese es poco castigo para ti.

—No entiendo a qué viene todo esto. —dijo Emma.

Yo tampoco lo hacía primero eran los panaderos ahora él, ¿qué está pasando?

—Oh, tranquila. Ahora mismo te explico lo que el miserable de tu hermano hizo. —comentó con rabia—. Tu cerebro están pequeño para entender que ella también era una niña ¿verdad? —inquiere mirándome— Pero querías darle una lección, no te importó si quiera el cariño que mi hermana te tiene.

—Ella no siente tal cosa, es una mentirosa y una traidora.

El se acerca amenazante.

—¿Y enserio esperabas que ella te dijera que mató a tu hermano?, por favor, jamás iba hacerlo porque simplemente ya ha sufrido demasiado. —indicó con rabia—. ¿Crees que su vida ha sido fácil? Pues no, porque sus pesadillas la atormentaban todas las noches, una vez intentó matarse ella misma solo para dejar de sufrir. —volvió acercarse—. Le prometí que jamás iba a permitir que la lastimaran por este suceso, le falle pero a ti te voy hacer picadillo para que ahora sí nos demandes a los dos, cabron. ¿Te sentó muy bien encerrar a mi hermana? Pues ahorita te voy a borrar ese bienestar.

Quiso volver a atacar me pero Emma se volvió a interponer entre nosotros.

—¿Quién es tu hermana? —le preguntó con voz llorosa.

—Aylismar.

—Y ¿qué le pasó?

—Pregúntale a tu hermano, él fue quién llamo a la policía para que se la llevarán.

¡¿Qué?!

¡Está loco!

Yo jamás hice tal cosa.

—Y por lo que dijiste, tu hermana fue quién asesinó a mi hermano. Lo que me parece absurdo.

—¡Por fin alguien que me apoya! —exclamó al aire.

—Yo no llamé a nadie, jamás le haría daño a tu hermana. —aclaro—. Pero me voy a encargar de qué la liberen.

—Mas te vale, porque sino tu también estarás en su mismo lugar. —amenazó—. O tal vez, en uno peor.

—Ten, —le entrego a Emma la bolsa con la caja que contiene sus donas—, tengo que ver qué pasó con Aylis.

—De acuerdo, pero me mantienes informada.

Asiento y me voy hacia la comisaría del pueblo.

—Buenas tardes, —saludo al oficial de recepción— ¿podría ver a una de sus reclusas? —pregunto.

—Buenas tardes, nombre de la detenida.

—Aylismar.

El oficial ni siquiera revisa su libreta.

—No. —decreta—. Tiene prohibidas las visitas.

—¿Por qué? —inquiero. 

No es normal que le prohíban a una reclusa las visitas. Me pregunto ¿cuánto tiempo ha tenido que estar ella aquí? Y también ¿quién hizo la denuncia haciéndose pasar por mi? 

—Es confidencial, ahora márchese. —exige.

Salgo hacia la entrada, pero no me voy del todo me quedo unos minutos esperando, sé que este oficial al igual que los otros salen unos minutos a fumar y voy aprovechar ese intervalo de tiempo para ingresar a dónde tienen las celdas.

Al cabo de diez minutos el oficial sale por lo que pongo de inmediato en marcha mi plan. Sé perfectamente dónde están las celdas, no es la primera vez que vengo aquí.

Camino por el extenso pasillo observando todas las celdas hasta que por fin doy con la que se encuentra ella.

Ahí, en un rincón de ese hueco está sentada con las rodillas flexionadas hasta su pecho, su rostro lo mantiene oculto entre sus piernas y el cabello la cubre por completo.

No logro articular palabra, no sé cómo iniciar hablarle. No obstante, cómo si sintiera mi mirada eleva su rostro hasta toparse conmigo.

—Gael... —soltó en un murmuro bajo.

Esto no puede ser verdad, Aylis se encontraba con los ojos rojos al igual que su nariz, en la que también podía observar rastros de sangre seca y sus labios agrietados. Alguien la había lastimado.

¿Quién sería ese cobarde? Seguro algún oficial, pero ¿por qué razón le hicieron esto? Ella no se lo merece.

Aylismar es luz dentro de un huracán. Es la calma que necesita cualquier capitán cuando sus temores lo llegan asaltar. Y sobre todo es una mujer. No debieron tocarla. 

—No deberías estar aquí. —dijo—. No quiero que me veas así.

Ella apartó la mirada.

Iba a decir algo cuando se escuchó la voz de su ex, entrando. —Oh, ya despertaste amor. —era tan detestable tan solo el escucharlo—. Supongo que ya te divertiste ¿no?, Luego de ver lo que tus amigos le hicieron a mi chica.

—En primer lugar ella no es tu chica, —le recuerdo— y en segundo lugar no tengo idea de qué estás hablando.

—Es obvio que lo vas a negar.

—Cállate Luis. —bramó Aylismar— Sé perfectamente que Gael no está detrás de esto. —aseguró.

Él se ríe.

—¿Cómo estás tan segura de ello? —inquirió.

En ese momento volvió su mirada hasta toparse nuevamente con la mía, esos ojos que tanto han torturado mis últimas noches junto a mis esmeraldas.

—Porque él prometió protegerme.

Quería poder traspasar las rejas para abrazarla. Porque ella seguía confiando en mí aunque le pusieran pruebas que demostraban que por mi culpa se encuentra en este horrible lugar.  Iba a sacarla de aquí, costara lo que costara.

—Todas las personas rompen sus promesas amor.—siseó. 

Ella negó.

—Te equivocas —señalo—. Él es diferente de los demás, de ti.

Luis gruñó. Mandó a llamar a los guardias para sacarme de aquí pero no lo iba a conseguir. 

—Los llamas a ellos porque no eres lo suficientemente valiente para enfrentar te a mi. —indiqué.

—Nadie va hacer nada, —comentó con decisión Aylis desde su celda—.  Gael ya se va, no tienen razón alguna para lastimarlo.

—Nosotros tenemos que seguir las órdenes señorita.  —no me intimidan.

Ellos no son nadie.

—Bien, traten de sacarme sí es que pueden. —expongo—. Ella no tiene motivos para estar aquí y si no la liberan ahora mismo los demandaré.

Cómo era de esperarse se burlaron de mi amenaza.

—¿En serio? No se te ha ocurrido algo mejor.

Ignoro el comentario del ex de mi sirenita y me dispongo a enfrentarme a todos estos payasos con armas.

—Luis deja que se vaya y haré lo que me pidas.

—De ninguna manera, no voy a permitir que este degenerado te ponga un solo dedo encima, antes tendrá que matarme. —establezco.

—Será un placer. —soltó con una siniestra sonrisa y le dio la orden a los guardias para atacar.

Evadir los ataques fue sencillo al principio pero luego ya no, devolví varios de sus golpes y los ataque con sus propias armas. Pero me superaban en número y pronto me vencieron.

Sin embargo no me dolieron sus golpes sino las lágrimas que corrían por las mejillas de Aylismar.

La vi negar más no me arrepiento de nada.

—Boten la basura. —les exigió él.

—Luis. —le llamó—. Luis, por favor. —insistió ella.

Ellos no van a ser suficientes. No lo van hacer. 

Me levanté nuevamente, di dos derechos y un izquierdazo a uno de los oficiales, quedó noqueado en el suelo.  Al siguiente, también logré noquearlo. Los otros cuatros empezaron a golpear me con sus palos, me frené por un momento debido a la intensidad de la agresión pero contraté. Les arrebaté los palos, los arrojé lejos y les di una patada al que venía por mi.

—¡Vamos, él es un inútil! —vociferó Luis, enfurecido hacia sus hombres.

—Basta, Luis. ¿Qué ganas con esto? —preguntó Aylis—. Si lo qué quieres es que regresemos, bien lo acepto pero deja a Gael fuera de esto.

—Me importa un carajo regresar contigo. —ladró—. Te lo dije antes y te lo digo ahora, no vales nada como mujer. —apreté los puños por lo que había dicho, iba a golpearlo—. Y de ti yo no quiero nada, pero vengarme por lo que me hiciste perder sí. —soltó, acercándose a su celda—. Y eliminar de una vez por todas al imbécil de tu novio será demasiado gratificante.

—No puedes hacer eso. —comenta sacudiendo las rejas—. No puedes.

—No va a serlo, no tienes por qué preocuparte. —afirmo yendo por él—No tiene las agallas.

—Quieres ver qué sí.

Me burlo.

—Tu no puedes hacer nada por ti solo, —le empujo—, necesitas a tus soldaditos de plomo.

—Yo no necesito de nadie, puedo contigo yo solo.

—Permíteme dudarlo. —expreso sonriente.

—¡Ja! —exclama—. No vales ni mi tiempo.

Y luego de eso se marchó y junto a él sus hombres. Esto no ha acabado, lo hará cuando ella esté libre. Y lo estará. De eso me ocuparé yo.

—Te sacaré de aquí. —informo.

—No. —decreta—. Yo estoy justo en el lugar que me merezco.

Niego.

—Eso no es verdad, tú lugar es en el mar. —indicó—. No por nada eres mi sirenita.

Ella sonríe.

—¿Tú sirenita? —cuestiona— Aún sigues llamándome así después de lo que hice ¿Qué pasó con lo de chiquilla mentirosa?

—Pues.., creo que prefiero el primero y desde ahora único apodo para ti.

Ella niega.

—Gael yo...

—Tú también eras una niña, fue injusto de mi parte tratarte de la manera en que lo hice. —menciono—. Lo siento, Aylismar.

—¿Cómo?

—Tu hermano. No sé toda la verdad de lo que sucedió aquél día, pero me explico una parte.

Ella muerde ligeramente su labio.

—Al final lo hizo. —susurró bajo.

—Ahora vuelvo.

—Esta bien.

Caminé hasta la oficina del sargento.

—Libere a la señorita, usted y yo sabemos que no hay cargos suficientes para mantenerla aquí.

—Modere su forma de hablarme civil.

—No soy un simple civil para ti Fabricio. —puntualizo—. Deja ir a mi chica, lo de mi hermano fue hace tiempo y no es por eso que ella está aquí, o ¿me equivoco?

—Yo cumplo con mi deber Gael.

—No, no lo haces estás destruyendo la vida de una chica inocente.

—Ella no lo es, él fue asesinado por ella.

—Por Dios la haces sonar cómo si fuera una terrible criminal. —hablo—. Aylismar no es una asesina, y puede que sea la responsable de la muerte de mi hermano pero no lo hizo con intención.

—Con intención o no mató a mi mejor amigo. Y voy hacerla pagar. —prometió.

—¡Esto no lo haces por mi hermano! —vocifero embravecido—. ¡No te atrevas a involucrar lo en tus asuntos de policía corrupto!

—Claro que lo hago por él.

—No me mientas, coño. —bramo golpeando su escritorio con mi puño—. Sé que su ex está detrás de todo esto.

—No puedo hacer nada.

—Claro que puedes, además tú me debes una. —le recuerdo—. Y sí no vas hacer nada por lo correcto, entonces hazlo por lo que me debes. —exijo—. Déjala libre.

Él niega y se cruza de brazos.

—No puedo hacer tal cosa, está en juego mi pellejo Gael.

Me río sin ganas.

—Así son las cosas ahora ¿no? —inquiero—. En verdad eres increíble, ¿qué tanto te ha pagado?

—Eso no es problema tuyo, te ayudé antes investigando sobre el paradero del señor Reyes.

—No me vengas con eso Fabricio. —mascullo—. Ese era tu deber porque fue una desaparición, esto es diferente. 

—No voy a soltarla, —informó decidido— no tienes ninguna posibilidad para sacarla de aquí.

—Bien. —acepto—. Por ahora así será, pero te aseguro que la voy a liberar. —beso dos de mis dedos—. Te lo juro.

Salgo de ahí y voy hacia la celda en la que ella se encuentra.  Sigue de pie, sonríe al verme. Pero no puedo corresponder la sonrisa.

—Supongo por tu cara que no me van a liberar.

—Lo siento, pero me aseguraré que sea solo por poco tiempo, —ver cómo agacha la cabeza y esa expresión de tristeza que surcó su rostro solo hizo que me sintiera más mal de lo que ya lo hacía—. Ey, mírame. —pido pero ella no responde.

—Olvídate de mi. 

Nunca podría.

—Es lo mejor qué puedes hacer, Luis no se va a rendir y no me dejarán libre porque el tiene demasiado poder.  —afirmó.

Metí mis manos por las rejas hasta tomar su rostro y elevarlo para volver a ver sus hermosos ojos.

—Yo tampoco pienso rendirme, no volveré abandonarte. —prometí.

Tenerla tan cerca era una tentación que no me atrevía a evitar. Por ella, puedo caer al Inframundo sin sentir temor, sin importarme siquiera la furia de cierto Dios. Fue por eso, y otras cosas más que no me atreveré a confesar que la besé.

★★★

¡Holis mis amores!💞

¿Cómo están? Espero que muy bien, este capítulo me costó un poco terminarlo porque tenía un fuerte bloqueo. No obstante, pude lograrlo.

Tuvimos momento Gaelis al final.

AHHHHH, *gritó como loca*

A pesar de las dificultades los sentimientos no pueden callarse. Pudimos apreciar como el corazón manda dentro de estos dos personajes. 

Ronda de preguntas.

•¿Lograrán sacar a Aylismar de la cárcel?

¿Teorías?

Los quiero.

Besos, se despide Esmeralda. 💚

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