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Capitulo 36

Narrador omnisciente.

La mañana siguiente fue la más fría que Aylismar recordara, las nubes grises decoraban el cielo sin dar le paso al sol de aparecer. Ella decidida a alejarse para siempre del chico que se encontraba a su lado, emprendió el viaje de regreso; salió de la cama en busca de la pelirroja con la finalidad de recuperar sus ropas. Emma ya estaba despierta cuando ella pasó por su puerta.

Una vez vestida, salió de la casa despidiéndose de su amiga. Pero al recordar Emmie que ayer se había perdido decidió acompañarla. Juntas avanzaron por las frías calles del pueblo.

El silencio reinaba en el ambiente, no había aves que cantarán aquella mañana. No había personas afuera, la tormenta dejó destrozados algunos faroles, ventanas y casas que tendrán que ser reparadas.

La pelirroja y la castaña se despidieron con un fuerte abrazo. Aylis hizo que aquel abrazo durara un poco más de lo normal.

Lo siento Emma.

Pensó Aylismar.

Al entrar a su casa tuvo que responder a las preguntas en medio de gritos de su madre histérica, la cuál no se encontraba nada bien, visto que había pasado la noche en vela al no tener noticias de su pequeña.

La joven respondió con un emotivo abrazo y un suave beso en la mejilla de la mujer, que poco a poco se relajó atrajo a su hija y no dejó de besarla durante los próximos minutos. Después de su madre, llegó su padre también a reprenderla y abrazarla. Sucedió lo mismo con su hermano. La única excepción fue con Iris, a quien la castaña decidió ignorar.

Su hermano la siguió pues se había percatado que sus ojos oscuros ocultaban algo.

-Nita algo te sucedió ¿verdad? -preguntó el chico.

Ella suspiró con pesadez.

-Tenía razón Luke.-respondió.

Él, sin saber de qué hablaba ahora, mucho más intrigado volvió a preguntar.

-¿Sobre qué específicamente?

Ella lo miró con las lágrimas en el borde de sus ojos. Tuvo que pestañar varias veces para retenerlas, no quería preocupar a su hermano.

-Sobre Gael.

A Luke le tomó unos segundo darse cuenta de aquella confesión. Ya qué, había olvidado al muchacho que trajo a su hermana una noche en un serio estado de ebriedad.

-Entiendo. -murmuró.

-No, no lo haces. -le corrigió-. Ya no son solo sospechas, ahora se ha convertido en un acierto. Ya no puedo tener una amistad con el ojiverde o con la pelirroja. Ya no.

Luke la abrazó con ternura. Era evidente que tarde o temprano esto iba a suceder. Él se había dado cuenta aquél día el gran parecido que tenía los dos, ese pequeño niño y el hombre al que su hermana le agarro cariño.

-¿Qué piensas hacer?

-Alejarme, por supuesto.

-Dudo que puedas hacerlo a menos qué.., no estarás hablando en serio ¿verdad? -cuestionó él pensativo, sin creer en ella.

-Estoy dispuesta a no ir nunca más a las playas del pueblo con tal de no verlos, ni siquiera iré a la panadería.

-Pero Aylis, no puedes hacer eso. ¡Son tus lugares favoritos de todo el mundo! -farfulló.

Ella se levantó, se acercó a la ventana viendo todo y nada a la vez.

-Ya no. Ahora están siendo opacados por las sombras del pasado. Sombras que me atormentan, que no me dejarán vivir en paz.

Él se acercó y colocó sus manos en sus hombros.

-Siempre te he apoyado, lo seguiré asiendo sabes bien que es así...

-¿Pero?

-Pero no estoy de acuerdo a qué renuncies a eso que te hace feliz, y mucho menos por esas personas. Puedes seguir fingiendo que...

-No. -lo interrumpió-. Gael se ha vuelto una persona importante Luke, no voy a seguir engañado lo. Es suficiente.

-¿Y qué? Piensas decirle la verdad. Para que te meta a la cárcel. -masculló.

-No, lamentablemente tienes una hermana demasiado cobarde cómo para hacer algo así.

-Bien, es lo mejor. -indicó-. Te dejaré descansar. Luego seguimos hablando.

Ella asintió.

Siguió en la ventana durante un largo tiempo. Ni siquiera escucho cuando su padre entró para llamarla. Era la hora de almorzar. Sin embargo, ella no tenía apetito.

-Princesa tienes que comer.

-No bajaré papá, no insistas. -afirmó la jóven.

El señor rendido aceptó. Pero puso su única condición.

-Bien, pero comerás aquí. Y si no lo haces, no irás al baile de mañana. ¿Entendiste?

Aylismar asintió.

Ella había olvidado por completo el baile. ¿Cómo seguirá en pie eso después de la tormenta? ¿Acaso la escuela no sufrió daños? Se preguntaba, no obstante por el momento eso era lo menos que le importaba. Su preocupación mayor tenía nombre y apellido: Axel Reyes.

No iría a ningún lado si su amigo seguía perdido. Y mucho menos a un lugar dónde ella sabe que no la pasará genial. Puede que sus amigas sí, se diviertan pero Aylis no lo haría por tanto no iba asistir a ese baile así no le arruina la fiesta a quienes en verdad la merecen.

Otro suspiro pesado salió de sus labios. Con desánimo se dispuso a comer, después de todo necesitaría toda la fuerza del mundo para seguir buscando a su mejor amigo, y también para dejar atrás a los hermanos problemas.

Así los había denominado.

Aylis se sentía cansada, por una parte ella quería confesar todo lo sucedido en el pasado y por la otra no, su miedo se debía mayoritariamente al rechazo recibido de su familia después de la tragedia de su tía.

Ellos la culparon, durante años la sirena del pueblo se ha sentido como una clase de basura humana. Un ser inservible que ha ocultado por medio de sonrisas y abrazos lo mucho que aquellos días le afectaron.

No quería volver a pasar por lo mismo, no quería ver ese odio en las personas que más amaba. Y mucho menos, por hacer lo correcto.

Mientras pasaban las horas, Aylis no paraba de analizar su situación. Evaluaba los pros y contras de decir la verdad, esa que durante cinco años ha mantenido oculta. Y a pesar de todo, no halló solución distinta a la que conocía. El problema frente a ella podía ser resuelto si confesaba. De esa forma hallaría la paz que sanaría por completo su alma y no a pedazos.

Pero Aylismar no lo veía de esa manera, ella solo pensaba en «el qué diran». Era doloroso ocultar la verdad, pero lo soportaba. Pues esa batalla solo ella podía vencerla.

★★★

En el hospital del pueblo se encontraba un hombre en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). Debido a su salvaje encuentro con una pandilla, o eso crían los médicos.

Nada más lejano de la realidad.

Durante todo el día lo estuvieron evaluando, sus heridas eran graves. Tenía varias costillas rotas, cortes por todo su cuerpo, la cara destrozada... Bestias, era el nombre que podían recibir las personas a cargo de este crimen.

Nadie en el hospital sabía quién era la víctima, ni a qué se dedicaba. El doctor Fuentes era el médico a cargo, él decidió darle parte a las autoridades para poder hallar a los familiares del paciente.

Pero debido a la tormenta no habían oficiales disponibles. Todos sabían lo peligroso que era salir de sus casas.

Al amanecer, una enfermera noto que el paciente se había escapado. Corrió avisar al doctor y a seguridad, en su estado podría sucederle algo peor.

Unas cuantas calles abajo del hospital, una mini ban color negra se estacionó de ella bajaron cuatro hombres, agarraron al hombre con bata blanca que huía y a las fuerzas lo ingresaron al vehículo. Un solo golpe en la cabeza sirvió para noquearlo.

El joven no salían de una para meterse en otra más difícil que la anterior.

Los sujetos estudiaron al hombre, uno de ellos estaba furioso, demasiado colérico. Sus subordinados realizaban sus demandas a la velocidad de la luz, pues sabían que podía perder la vida en un segundo si se negaban o peor aún, si cuestionaban sus decisiones.

Luego de un par de horas, el secuestrado recobró el sentido.

-¿Dónde carajos estoy? -preguntó.

-En un lugar dónde nadie te encontrará, aquí podrás recuperarte. -respondió el jefe.

Ese hombre asintió.

-¿Quién te hizo esto? -inquirió el jefe.

-No vale la pena malgastar mi saliva con esa escoria, él me las va a pagar. -expresó amenazante.

No iba a darle piedad.

No iba a dejar las cosas así.

Iba a vengarse.

Se convertiría en una versión más terrorífica de él mismo, una en dónde sus enemigos temblarán al escuchar su nombre "el Demoledor".

Cuando el hombre que le estaba brindando apoyo abandonó la habitación pudo finalmente rendirse, dejó que sus lágrimas recorrieran su rostro.

Fenómeno.

En eso lo había convertido su enemigo. Un ser espantoso, lleno de cicatrices y dolor. Él, decidió utilizar eso para fomentar el odio en su interior. Y con él lo acabaría.

Su primera promesa la había roto, no fue capaz de escapar de sus enemigos ellos lo arrojaron cómo basura al mar. Tuvo la suerte de ser encontrado por una pareja sino ahorita estuviera muerto.

Se lamentaba por no haber tenido la fuerza suficiente para pelar, para luchar hasta morir de ser necesario.

Porque la vida se empeñaba en joder lo tanto se cuestionaba.

Sin embargo, llorar y lamentarse no solucionarán sus problemas. Lo sabía, lo entendía y lo arreglaría. Se limpio las lágrimas, respiro profundamente durante unos segundos calmándose.

No estaba amarrado a la silla por lo que se levantó y salió de la habitación, recorrió el largo pasillo hasta toparse con los hombres que lo sacaron de las calles.

-Quiero información sobre mi familia, -demandó-, necesito saber si mi madre está bien.

-Por ella no te preocupes, está a salvo. -comentó el jefe.

-Bien.

Uno de los subordinados de "el Piadoso", le entregó un vaso de aguardiente. El líquido transparente quemo su garganta, agradeció el gesto y le devolvió el vaso.

-Tu amiga estuvo por mi zona, ella estaba realmente preocupada por ti. -informó su amigo.

-Espero que la hayas tratado bien, ¿qué quería?-preguntó Axel.

El hombre sonrió de manera cínica.

-Tan bien como me fue posible, no la toque. -aclaró-. Por si acaso es eso lo que te preocupa, y respecto a tu pregunta ella quería saber tu paradero.

Él asintió.

-No le digas en donde estoy, -solicitó-, me quedaré aquí por un tiempo.

-Todo el que quieras, mi casa es tu casa.

Axel se aproximó ante "el Piadoso" y le propinó un fuerte golpe entre las costillas haciendo que este al estar desprevenido no pudiera frenar el ataque.

-Eso es por mentirme, no te le vuelvas a acercar a Aylismar. -amenazó.

El hombre sabía que el otro mentía, pues conocía todas sus mañas y las maneras para obtener información. Su nombre, no sé debía específicamente porque otorgara piedad a sus víctimas. Y por tal motivo, lo quería lejos de la vida de su mejor amiga.

-Es bueno saber que no has perdido el toque. -comentó el agredido al incorporar se.

-Siempre he sabido cómo defenderme. -alegó Axel.

-Por supuesto, es por eso que estás tan destrozado. -se burló el hombre.

-¿Qué?, ¿Esto?, -cuestionó irónico-. No idiota esté es mi disfraz atrasado de Halloween.

El Piadoso se rió con fuerza, le palmeó el hombro y le invitó a tomar otro vaso de aguardiente.

-Tenemos mucho de que hablar viejo amigo. -mencionó el hombre.

Axel ni sonrió.

-Mis problemas son solo míos, no te incumben. No te entrometas. -demandó apretando con fuerza el vaso en sus manos, él estaba furioso. Lo vivido era incapaz de olvidarlo, y también lo que significaba estar como estaba.

¿Quién podría amar a un fenómeno?

Nadie, así de simple era.

O eso creía él.

Y ese hecho le dolía en lo más profundo de su alma.

Pocas eran las personas que amaban con el alma; un amor puro y natural. Lejos, muy lejos de ese que se basa en las apariencias.

También, eran pocos los que llegaban a merecerlo, sin embargo puede que este hombre sea merecedor de él.

Al final del día, nadie sabe lo que el destino les otorgará.

Quizás paz o, quizás crueldad. Todo depende de cómo tus problemas vayas a afrontar.

★★★

¡Hola, mis amores! Espero y se encuentren bien.

Les traigo el segundo capítulo del maratón.

Besos se despide Esmeralda. 💚

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