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Capítulo 29


Axel.

En todo el día no me ha dirigido la palabra, no le gustó lo que sucedió anoche entre los dos o mejor dicho quiere fingir que le desagradó. Se que no fue así, si tan solo sintiera que ella ya no me quiere la dejaría en paz para que se casara pero no es así, ella me sigue queriendo y me lo demuestra en cada roce de nuestros labios, en su mirada y por supuesto cuando se pone celosa.

Estamos en la fila para subir al Waraira Repano, conocido también como el Ávila. Hace algunos años ella me dijo que le gustaría ver un atardecer desde aquí y yo le prometí que haría posible esa petición, para mí es imposible olvidar cada cosa que vivimos sí, fue poco, pero tan necesario para hacerme ver que no necesitaba a nadie más en mi vida porque ya era lo suficientemente feliz al tenerla a ella.

Nos montamos en el teleférico, nos sentamos juntos del lado derecho y en la otra punta estaba otra pareja. Sentí vértigo cuando empezamos a subir y nos alejamos de todo, admiré por un momento su rostro, aquel brillo que poseía no tenía comparación alguna. Miraba todo como si estuviera observando la mayor obra de arte de la historia, aunque al pensarlo un poco si tenía algo de razón al tener aquella mirada. La obra de Dios, la naturaleza es mucho más hermosa que cualquier otra exposición realizada por el hombre.

—¡Esto es increíble! —chilló alegre, sonriendo hasta más no poder—. Todas las personas se ven tan diminutas, parecen hormigas muy pequeñas desde aquí.

Sonreí.

—Si tienes razón, sabía que te gustaría visitar esta atracción turística.

—No creí que te acordarías de lo que prometiste hace cinco años. —susurro tan bajo que si no estuviera cerca de ella no la hubiese escuchado.

—Recuerdo muchas cosas de nuestro tiempo juntos, no solo las cosas que te prometí. —aseguro—. También, tus gustos y miedos, por ejemplo sé que odias a las cucharas y las ratas. —comento contando con mis dedos estas dos cosas que ella detesta.

—Son asquerosas. —habla haciendo referencia a los animales antes mencionados y de la misma manera realiza una mueca de desagrado en su bello rostro. Tal gesto la hace ver más adorable de lo que ya es.

El Ávila es un lugar bastante alto, ya tenemos rato subiendo y aún no hemos llegado. Iris le toma foto a todo cuanto ve, los edificios, la vegetación, las otras cabinas, en fin se nota mucho su emoción. Después de unos minutos finalmente llegamos arriba, había comprado una guía turística para idear un recorrido hasta que llegara el atardecer.

Primero iríamos a la pista de patinaje, nos formamos en la fila y pagamos lo correspondiente para ir a la pista. Me ocupe de colocarle primero los patines a ella y luego me puse los míos, yo no era tan bueno al patinar pero tampoco lo hacía tan mal. Tuve una muy buena entrenadora, América es prácticamente la reina del hielo.

—Axel, tengo miedo. —murmura apretando mi mano.

—Tranquila, sostendré tu mano todo el tiempo. —le prometo. Ella asiente.

Tomando su mano nos impulso a la pista, yendo despacio. La guío diciéndole como debe moverse, lo hace bien pero su temor no la deja arriesgarse y tratar de hacerlo sola.

—Patinar es como bailar, no tengas miedo hermosa. —comento y agrego—. Te voy a soltar pero estaré pendiente de ti, trata de avanzar sola.

Ella asiente, la dejo ir. Se impulsa hacia adelante moviéndose ágilmente sobre los patines, se mueve como si estuviera bailando algún tipo de danza. La observó cerrar los ojos, veo como se pierde en sus movimientos de baile. Desde hace mucho tiempo no le había visto bailar de ese modo, de hecho la última vez que la vi bailar fue en una pequeña fiesta que realizaron mis amigos por haberle ganado a El Gallo, así se hacía llamar Jorge Albarán. Uno de los mejores rivales en el boxeo que he tenido la suerte de enfrentar.

Cuando termina de moverse, me acerco aplaudiendo. Las demás personas en el lugar hacen lo mismo, la abrazo lleno de alegría.

—¡Eso estuvo increíble!, mi princesa. —la felicito. Puedo notar lo encendida que están sus mejillas.

—Am, gracias Axel. —dice sonriendo—. Hace mucho que no estiraba de esta manera las piernas.

Seguramente que de la otra forma tampoco lo has hecho todavía. 

Niego rápidamente ante mi pensamiento pecaminoso.

—Me imagino, ¿quieres seguir aquí otro rato o vamos a seguir explorando? —cuestiono.

—Déjame bailar otra pista más y nos vamos. —pide.

—Hecho.

Apartado en un lado de la pista, saque mi celular y la grabé bailando sobre la pista de hielo. No me perdí de vista ninguno de sus movimientos, cuando terminó guarde el celular lo más rápido que pude para que no se diera cuenta de lo que estaba haciendo.

—¿Y ahora a dónde vamos? —pregunta emocionada.

—Vayamos a comer una fresas con crema. —sugiero, investigué sobre este lugar, y en Internet dice que tanto las fresas con crema como el chocolate caliente son exquisitas bebidas para disfrutar.

Pasamos a una casita de madera con techo de paja, esté era una de los tantos lugares que vendían ese postre.  Nos colocamos en la fila para hacer nuestros pedidos, pagarlos y posteriormente disfrutarlos. 

—¡Esto está delicioso! —comenta ella alegremente. 

—Sabía que te gustaría.  —digo sonriéndole. 

Nos sentamos en algún punto bajo un árbol, había caminado mucho desde recorriendo el parque. Ella se la ha pasado alegre, sonriente con ese brillo en los ojos que tanto extrañe. Estando aquí, sentada bajo la delgada luz del sol que se cuela por las hojas del árbol se ve tan... feliz, reluciente y por supuesto extremadamente hermosa. 

«Mi princesa»

Aquí luce como una aún sin vestidos largos llenos con capas, capas y capas de tela. ¿Será suficientemente con esto? Espero que sí, espero que este rato juntos logre calar en su interior e impedir que siga con esa locura de querer casarse. 

—Hace mucho tiempo que soñé con venir aquí, Vladimir no tenía tiempo por sus pacientes pero me dijo que vendríamos en nuestra luna de miel... —habla de su prometido, no controlo el gruñido que sale de mi por la mención del hombre—. Sé porque estás haciendo esto, porque tú y mi hermana se pusieron de acuerdo para que yo asistiera a este encuentro.

No lo digas

—Pero quiero que sepas, que hagas lo que hagas no vas a impedir que nos casemos. —dictamina—. Puedes llevarme al fin del mundo y aún eso no sería suficiente, nada de ti es suficiente para mí Axel. 

No digo nada.

No tengo palabras.

Creo que ser comido por un tiburón dolería menos. 

Trago grueso.

—Supongo que la dependencia que sientes hacia él es más que suficiente o ¿me equivoco? —mascullo sin mirarla.

—Jamás podrías compararte con él, porque simplemente es demasiado para ti. 

Si lo que ella quería era hacerme sentir como la mierda, pues lo ha logrado. Debería dejarla que se casara y fuera infeliz por el resto de su vida. 

Debería olvidarme de su mera existencia y concentrarme en las otras personas que también me importan. Debería... Aunque hay muchas cosas que debería hacer no lo haré, porque ella es mi prioridad ahora. 

No contesté, simplemente me levanté y le tendí mi mano para que hiciera lo mismo. Una invitación silenciosa para continuar nuestra travesía por el parque hasta el atardecer. 

Iris caminó a mi lado en silencio, ninguno de los dos volvió hablar durante el trayecto. No me apetecía hablar, no después de lo que escuché. 

Llegamos al punto más alto de la colina, observamos el horizonte me debatí en agarrar su mano o no, al final no la tomé. De hecho, me separé un paso de ella.  No fuimos a ninguna otra parte, nos quedamos así, en silencio uno parado al lado del otro viendo a todo y nada a la vez. 

Llegó el atardecer, la brisa se volvió mucho más fría le coloque mi chaqueta ganándome una mirada suya. 

—Aunque no sea suficiente para ti... —sostuve su rostro, las palabra me fallaron por un momento—. Y él sea tan perfecto como yo jamás podre serlo, lo que te ofrezco la parte más sincera de mi es real, es tuya si quieres menospreciar mis sentimientos, mi amor por ti puedes hacerlo. Te aseguro que resistiré.  

Dejé un suave beso en su frente, y volví a mi lugar inicial. Un paso lejos de ella, el rosado, el naranja y el suave rojo teñía el cielo dando sus últimos colores antes de la llegada de la noche. 

Cuando esta cayó, cuando las estrellas y la luna se hicieron presentes en el cielo.., cuando aquella luz se reflejo en su rostro supe que no debía darme por vencido. Ella era la mujer que yo quería en mi vida, ella era todo lo que yo necesitaba. 

La vi pasar sus brazos sobre si misma, la noche era helada no tanto como el frío de Canadá pero sí era lo bastante fría para alguien acostumbrada al clima cálido. Puedo acercarme y abrazarla, seguramente me gane otro puñetazo a mis sentimientos, pero no la dejaré pasar frío. Así qué lo hice, di el paso para acercarme y abrazarla. 

—Gracias. —susurro contra mi pecho. 

—De nada. —contesté con simpleza.

La abrace durante toda la noche, hasta que llegó la mañana. Los primeros rayos de la aurora estaban apareciendo, con suavidad la llamo para que se despierte. No puede perderse este despertar. 

Se despierta, le señalo el amanecer su mirada se conecta con el brillo del día que acaba de despertar. Me quedo anonado viéndola a ella, con esa sonrisa mientras admira el amanecer.

Hoy puedo decir que se sido complacido, hoy no me importa cuantas cuchillas deba recibir por parte de ella esto lo recompensa todo. Incluso las de ayer.

—Te debo mucho por está salida Axel. 

Sostengo sus manos junto a las mías y la miro con dulzura.

—No, no me debes nada Iris. —afirmo—. Eres mi felicidad, haré cualquier cosa para ver siempre esa sonrisa entre tu rostro.

Aparta la mirada justo cuando sus mejillas se enciende, parece una muñeca de porcelana su piel besada por los rayos de sol, sus ojos de un marrón caoba y su cabello de un castaño tan oscuro como la corteza del árbol en el que reposamos ayer. 

Nos quedamos un rato más en ese silencio, los únicos sonidos eran el rugido del viento y las aves que pasaban. 

—Creo que es momento de que volvamos. —dice, asiento estando de acuerdo. 

Caminamos de vuelta, bajamos por el sistema de cableado. Iris no volvió a mirarme, se limito simplemente a ver el panorama y me ignoro en todo el trayecto de regreso al hotel. 

—Quiero que regresemos a casa Axel, ya es suficiente de esta tontería. —exige de manera autoritaria. 

La miro de forma burlona, no todavía no es suficiente. Sé que con el viaje a la Colonia Tovar lograré convencerla. 

—No. 

—No te estaba preguntando, o me llevas o me voy sola tú decides. —alza su mentón, deja en claro que no cambiara de opinión. Yo tampoco lo haré.

—No. —repito.

—Me iré sola Axel. 

—No, tampoco harás eso. —dictamino—. Te quedarás aquí aunque tenga que amarrarte a la cama. 

Su risa sin ganas me irrita. 

—Eso se llama secuestro lo sabes ¿verdad?—dice cruzada de brazos, me encojo de hombros.

—No cuando llegas con esa persona, ni mucho menos cuando duermes con esa persona. —me limito a decir.

—Nada de lo que hagas, ni siquiera tus absurdos intentos por querer que vuelva a ti. —expresa con frialdad. 

Avanzo hacia ella, como lo hace un depredador a su presa. Iris no retrocede al contrario alza más su mentón en desafío.  

—¿Absurdos intentos? —cuestiono enojado—. Te parece absurdo que quiera luchar por ti, que no me de por vencido aun con toda la mierda que sueles echarme. —espeto. 

Me empuja con una de sus manos.

—¡Perdiste tu oportunidad hace años, lamentablemente para ti ya no estoy a tu alcance! —vocifera. 

—¿Y QUÉ DEMONIOS QUERÍA QUE HICIERA IRIS?, ¿CREES QUE ABANDONARÍA A MI MADRE A SU SUERTE EN UN PAÍS DESCONOCIDO PARA ELLA? —inquiero, le he gritado pero en este punto me importa muy poco. 

—Preferiste abandonarme a mí. —murmura. 

—No te recordaba tan egoísta, no creía que lo fueras. —mascullo, niego una y otra vez—. Si las cosas no se me hubieran complicado, si mi madre no se hubiese enfermado ni tu y yo hubiéramos peleado por un malentendido quizás...

—El hubiera no existe Axel. —me interrumpe—. Acepta las consecuencias de tus actos. 

Como si no las hubiese aceptado ya, se lo que perdí y si existiera alguna forma de remediarlo lo haría. 

—Que hay de tus actos Iris, crees que en verdad estar con el vale más sabiendo que no eres feliz. 

—Eso no es problema tuyo, cumplí con seguirte la corriente desde ayer pero se acabo. —decreta, y no, me niego a que esto acabe aquí—. ¿Acaso no te importa mi felicidad? —cuestiona, suelto una carcajada burlona. 

—No hablaras en serio. 

—Lo hago. —afirma. 

—Sabes bien que me importa, demasiado pero...

—Sin peros, llévame de regreso y fin de la discusión. —ordena. 

—Bien, como quieras. —acepto.

Recogemos nuestro equipaje, nos marchamos directo al aeropuerto. No hablé con ella en todo el trayecto ni mucho menos cuando la llevé hasta la entrada de su casa. No me apetecía oírla. 

Creo que en ocasiones uno debe saber cuando es apropiado soltar la toalla, ella no tiene remedio. Y yo, yo no tengo más oportunidades ni opciones que me sirvan para retenerla.

Sin embargo, le deseo toda la felicidad del mundo porque sé que va a necesitarla. Quizás, debí besarla mucho más aquella noche. O tal vez, abrazarla con más fuerza ayer en lo alto de esa montaña. 

La verdad, no lo sé, creo que di todo lo que podía he hice todo lo que debía para demostrarle que la amaba. Y no fue suficiente, justo como ella lo dijo. Yo no logré ser suficiente. 

En casa me acuesto al lado de mi mamá. 

—Hijo llegaste, ¿cómo te fue? —pregunta, le confesé a mi madre todo antes de irme a Venezuela y ella dijo que quería todos los detalles a mi regreso. 

Me metí dentro de su pecho, como cuando era pequeño. Me sentía tan triste y decepcionado de mi mismo. Las palabras hirientes de Iris revoleando por mi cabeza. No quería contarle a mi mamá todavía, ni siquiera sabía como iba hacerlo más adelante sin soltarme a llorar como un idiota.

—Supongo no fue nada productivo. —comenta mi madre pasando sus manos por mis cabellos y no me resisto más, dejo salir las lágrimas enfrente de mi guerrera favorita. 

★★★

¡Hola mis amores! 

Espero que se encuentren muy bien.

Pobre de Axel, mi niño está sufriendo.

¿Creen que Iris cambiará de opinión?

¿Les gustaría verlos juntos o quizás esperan que consiga un nuevo amor? 

Me gustaría leer sus opiniones. 

Besos, se despide Esmeralda. 

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