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Capitulo 25

Axel

Estaba hecho, el auto del bastardo había volado en añicos y lo mejor de todo fue presenciar como él lloraba por su coche. Sin dudas, una escena digan de admirar, mi amigo y yo pasamos en su coche dos segundos más tarde de la detonación, la cual estaba lo suficientemente preparada para ocasionar un gran daño sin necesidad de extenderse.

Aquellas lágrimas y lamentos eran como música para mis oídos, quizás no entienda la indirecta pero no importa, por lo menos le va a costar mucho más recuperar su auto que mi amiga en recuperarse totalmente de su traición y humillación.

Dicen que la venganza mata el alma y la envenena, pero solo en pequeñas ocasiones el dolor ajeno es reconfortante. Saber, que él se encuentra llorando, sufriendo por su tan amado coche me llena de una dicha, que no puedo describir con palabras.

Aun cuando mis acciones son malas peores fueron las de él, y no, no es por compararme sino que alguien debía hacerlo sufrir un poco para que dejara atrás ese aire de superioridad en la que se veía en vuelto y por la que se creía con la potestad de dañar a los demás.

Con respecto a Iris no he recibido llamada alguna, probablemente no me responda el envío de las flores ni la tarjeta que en ellas dejé. Sin embargo, no pienso renunciar. No cuando ella está cometiendo un error, uno que repercutirá el resto de su vida sino se da cuenta antes. Tal vez, estoy siendo egoísta pero me importa muy poco, la quiero para mí y voy a tenerla.

Ella fue y es mi eterno amor secreto, aquel que solo en las sábanas de mi habitación se mostraba. Y aunque solo nos besábamos y veíamos películas era suficiente para los dos, ella quería esperar para casarse y yo no iba a presionarla para dar el siguiente paso.

Todo cambio con mi ida a Canadá, todo producto a que el jefe de mi madre la envío a ese país a trabajar en la sucursal que allá tenía, o eso pensé hasta que descubrí lo del cáncer ambos querían ocultarme la situación. Olvidaron que no era ingenuo, que era mayor y podía hacer mis propias investigaciones.

Muchas cosas ocuparon mi tiempo, la escuela, los tratamientos médicos de mi madre y el trabajo de medio tiempo que había conseguido. Los eventos que lograron terminar nuestra relación influyeron a que entrara en una etapa de depresión pero agradezco a Dios haber tenido el apoyo de América, ella me ayudó muchísimo y le estaré eternamente agradecido.

Mi teléfono suena en el bolsillo de mi pantalón,  y lo saco para revisarlo y me doy cuenta que recibí un mensaje de la enfermera de mi madre.

Señor Reyes, lamento informarle que su madre se encuentra en el hospital central debido a una reacción alérgica a unos de los medicamentos. La están atendiendo, lo espero en la sala de de espera.

Estoy en blanco, salgo de la licoreria en busca de mi auto después le informaré al dueño de mi salida ahora, mi atención recaía en el estado de salud de mi madre. Arranco pisando fuerte el acelerador, me salto un semáforo en rojo y llego lo más rápido posible al hospital.

—¿Que sucedió? —pregunto casi gritando a la enfermera, otra vez en un hospital. Otra vez, carajo parece que nunca se cansan de mandarnos a este infierno.

—Tal y como le mencioné en el mensaje de texto, tuvo una reacción alérgica al medicamento y  la están atendiendo. —responde, pero no entiendo. Ella nunca ha tenido este tipo de reacciones y eso que ha estado en varios tratamientos.

—Disculpe si dudo de usted, pero ella ha estado bien antes porque ahora tuvo está reacción. —inquiero dudoso.

La veo suspirar, rendida pero justo en el momento en que decide hablar el doctor la interrumpe.

—Supongo que ustedes son los familiares de la paciente que ingreso en urgencias por reacción alérgica a un medicamento. —comenta el doctor dándole una mirada a su tableta.

—Si, doctor. —contesto, me parece realmente extraño todo esto.

—¿Quien ha estado a cargo del estado de la paciente? —vuelve a preguntar, yo solo quiero saber el estado de mi madre.

—Yo doctor. —responde la enfermera, noto la mirada cómplice y ya estoy asustado.

—Acompañeme, por favor. —pide.

—Un momento doctor, necesito saber el estado de salud de mi madre. —hablo deteniendo al doctor por su brazo cuando pretende irse.

No me iré sin respuestas, ni mucho menos sin verla. Mi madre es todo lo que tengo ahora. No puedo perderla.

—Joven ¿Usted es...? —cuestiona y de inmediato le respondo.

—Su hijo, ahora sí, me dirá ¿que es lo que sucede? —inquiero sin soltarlo.

—Se encuentra estable, segundo piso, habitación P15, no vaya alterar a la paciente. —pide zafándose de mi agarre y yéndose con la enfermera.

De inmediato voy a su habitación, reviso cada puerta del segundo piso hasta que doy con la correcta. Abro la puerta viéndola dormir producto a los calmantes que le suministraron, siento como si me estuviera ocultando algo pero de inmediato rechazo ese pensamiento. No puedo irme al lado malo, primero debo averiguar todo y luego buscar la mejor solución.

Acaricio su corto cabello rubio, a diferencia de mi, mi madre es rubia de nacimiento sus ojos son de un azul tan brillante como el cielo. Mi padre por el contrario, era un hombre de baja estatura, corpulento con cabello negro azabache y ojos azules. Siempre fui la viva imagen de mi parte, sin embargo crecí tan alto como lo era mi abuelo, que en paz descanse.

Ella decidió cortar su cabello antes de que se le cayera por completo, no quería largar su cabello por ahí. Yo mismo me encargué de cumplir su petición, me dolió en el alma verla derramar lágrimas por aquella acción. Fue tan difícil, todos esos años de tratamientos, quimioterapias, vivimos por un tiempo metidos en un hospital.

Desee con todas mis fuerzas que mi madre formara parte de aquéllas mujeres que logran vencer el cáncer. Me alegré demasiado cuando el doctor nos confirmó que aquel mal en el cuerpo de mi madre había desaparecido, poco a poco nos fuimos recuperando y personalmente compré todo tipo de médicamemtos naturales y farmacéuticos que beneficiarán al crecimiento del cabello, todo con la finalidad de que mi madre volviera a tener su melena rubia. Esa por la que la había visto derramar varias lágrimas. Esa misma qué, ahora tengo el placer de tocar, acariciar y de vez en cuando peinar.

El proceso de su recuperación según lo que el doctor me informó en Canadá sería tedioso, el me recomendó contratar una enfermera y eso fue lo que hice. Ella se encargaría de todo, sus alimentos y sus medicinas, hasta que un nuevo examen nos dijera que ya podía pararlas.

Luce como Aurora, la princesa que duró cien años durmiendo, bueno es lo que se conoce en otros cuentos. Disney tiene otra versión, amabas son buenas. Sé que parece extraño que un chico sepa algo de princesas, pero en mi defensa culpo a las hermanas de América, ellas me hacían ver todos los fines de semana una película de princesas nuevas ya sean de Disney o de Barbie. Oceanía y Antártida son las mellizas de la doctora corazón, sí, su linda madre las nombró a cada una como un continente.

Cuando le pregunté a Graciela, el porqué de aquellos nombres tan... Peculiares, simplemente me respondió «hay quiénes le colocan a sus hijos nombres de dioses griegos, romanos o hasta egipcios, no vi nada malo al llamarlas por los continentes.» Tiene un punto, pero que feo su caso. El único que se salvó fue el barón, esté solo se salvó por ser adoptado, y por voz del mismo Héctor sé que está encantadisímo de ser un chico con un nombre normal.

—Hijo... —murmura con un hilo de voz.

Le doy mi más sincera sonrisa, sé perfectamente que eso la calma.

—Aquí estoy mamá, no te esfuerces demasiado. —comento sosteniendo sus manos, estás lucen un poco frías.

—Hijo lamento que estés de nuevo aquí.  —susurra mi madre.

—No te preocupes madre, el doctor dijo que no fue nada grave —miento—. Todo va estar bien, solo fue una pequeña reacción alérgica.

Ella sonríe y asiente, como si me creyera. Sigo acariciando su cabello, noto que mi acción hace que poco a poco cierre los ojos hasta quedarse dormida. Dejo un casto beso en su frente y salgo de la habitación. A fuera, se encuentra la enfermera encargada del cuidado de mi madre. Me acerco a ella y la encaro.

—¿Qué le sucedió a mi madre? —inquiero determinante, ella suspira pesadamente y temo a que me diga mala noticias, una de ellas que el cáncer regresó. Sé perfectamente que eso puede suceder, Marcos me lo advirtió al salir del hospital la última vez que estuve por allá.

—El medicamento que le tenía que suministrar según el doctor Marcos, en este pueblo subió considerablemente pensé en colocarle uno que servía para lo mismo. —responde mirando sus manos—. Solo que no contaba que fuera alérgica, le juro que no fue mi intención colocar en peligro a la señora Kitty.

Extiendo mi mano para tomar las suyas entre las mías. —No se preocupe, le agradezco pero por favor pida opinión de un doctor antes de cambiarle los medicamentos a mi madre.

Ella sonríe, asiente y murmura un leve gracias antes de volver a entrar a la habitación de mi madre.

Mi teléfono suena en los bolsillos de mis jeans, lo saco revisando el remitente. Mi princesa.

—Estaba esperando tu llamada. —comento mientras camino a fuera del hospital.

—¿Por qué no puedes dejarme en paz? Me caso el mes que viene, tu insistencia solo me trae pesar y frustración.

Lo sé, pero algo tengo que hacer para evitar que te cases con un hombre al que no amas.

—Digamos que es imposible para mí, falta mucho para que enero llegué. Sigo teniendo oportunidades.

—No, no las tienes. —niega, pero ambos sabemos que si las tengo.

—Pues... —chasqueo mi lengua—. Yo no estaría tan seguro, aún tengo el sabor de tus labios sobre los míos.

—Ags, eres imposible. —masculla antes de colgarme. Sonrío aunque no pueda verme, mañana nos iremos a Venezuela.  Iré ahorita a entregarle el boleto de avión que le debo. Tengo que felicitar a mi mejor amiga, ni a mi se me hubiese ocurrido tal idea para que Iris viniera conmigo.

★★★

Me encuentro frente la casa de las Gómez, creo que es la que está mejor decorada para navidad de todo el pueblo, el muñeco inflable de nieve se mueve con el rugido del viento resultando algo gracioso sus movimientos. A la señora Mariana le encanta está festividad, es por eso que siempre decoran hasta más no poder la casa.

Tocó el timbre, minutos después me abre la puerta Luke.

—Si buscas a Aylis está en su habitación descansando, ayer  se emborrachó. —avisa.

Ya va, ¿qué sucedió aquí? Hasta donde yo sé Aylismar no es de beber alcohol.

—Eso tiene que ser un error, Aylis no es de tomar. —digo sin creer lo que me ha dicho.

—Según sé Axel estuviste fuera por mucho tiempo ¿no?, muchas cosas cambiaron, entre ellas mi hermanita bebe  alcohol. —dice como si nada, bueno si, tiene un punto. Estuve lejos pero me sigue sorprendiendo que beba, ella me había dicho que nunca en su vida tomaría esa bebida del demonio.

—Bueno, y Iris ¿está en casa? —pregunto.

—No, ella está trabajando pero le diré a ambas que viniste.  —comenta con intenciones de hecharme.

—Entregale este boleto de avión a Iris, Aylis me dijo que se lo trajera. Ah, y a Aylis dile que tenemos muchas cosas de las cuales hablar. —pido amablemente antes de marcharme.

Voy directo a la licoreria, deje mi turno botado y tengo que recuperar las horas pérdidas. Espero que las cosas entre Iris y yo mejoren con éste viaje, le tengo mucha fe a eso.

En la licoreria tragos van y vienen, al igual que las historias de los borrachos del pueblo. Muchos cuentan como engañan a sus mujeres, otros como son engañados por ellas y otros tantos como fueron despedidos de sus trabajos. Cada uno tiene una historia diferente, a veces las escucho completas y otras veces a medias o finalizando.

—Y entonces se armó aquella pelea por la zorra de Luis. —escucho decir a uno que acaba de pedir una cerveza—. Imagínate hombre, a esa perra besando a otro hombre hasta yo me pondría colérico. —le cuenta a su compañero, es un chico de unos dieciocho años, si no me equivoco.

—De lo que me perdí. —ríe el otro—. Pero ¿que ellos no habían terminado? —cuestiona.

Siento que no me gustará aquella respuesta, puedo hacerme una idea de quien están hablando, y si siguen terminaré partiéndole la botellas en la cabeza a cada uno.

—Si, terminaron pero acuérdate que como el no pudo cumplir del todo la apuesta quiere volver con ella para poder cumplirla. —responde. Lo sabía, sabía que estaban hablando de Aylis. Desgraciados.

Me acerco a Alex, necesito que él continúe sirviéndole a ellos porque si los escucho un momento más terminaré sin trabajo y ellos en el hospital.

—Oye, Alex. —se voltea—. ¿Puedes terminar de atender a ese par de escorias? Si los sigo escuchando terminarán muy mal. —pregunto dejando una advertencia.

—¿Te tocaron algún nervio viejo? —inquiere burlesco, a lo que yo solo le lanzó mi más letal mirada—. Vale, yo me encargo de ellos y tú te encargas de los míos.  —sonrío agradecido y me dirijo atender a los otros clientes.


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