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Capitulo 17

Giro mi rostro encontrándome con su radiante sonrisa, él es atractivo lo sabe y lo demuestra por eso actúa como actúa pero ya no soy tan fácil de conquistar, ya no. Sutilmente me aparto.

– No sabes lo que significa espacio personal ¿verdad?, porque a cada nada invades el mío. – pregunto disgustada por ese acercamiento.

– Yo no tengo culpa de que me resultes tan atractiva que lo único que deseo es estar a tu lado. – típica respuesta de un mujeriego.

– Basta, Gael no voy a caer en tus trucos de seducción, no soy una chica fácil y tus métodos son tan… Usuales, así que para ya con tu jueguito. – este chico carece de personalidad para consquistar a una chica.

– Vale – dice y alza las manos en señal de rendición.

Qué bueno que lo entendió.

Yo que tú dejaba que se acercara, quizás se te hace el milagro y logras olvidar a el que no debe ser nombrado.

Me aconseja mi conciencia.

No, lo olvidaré a mi manera. No creo en el dicho de que un clavo saca a otro clavo. Deja de pensar así.

Si que eres aburrida.

Somos la misma persona.

Me burló de ella, y a la vez de mi.

Pero vuelvo rápidamente a mi realidad. – Traje Doritos quieres. – cambio el tema porque es lo mejor para ambos, de esa manera no se crearía una densa atmósfera. Suelta un gracias y llama a su hermana, está como si fuera niña pequeña come un poco de Doritos y luego se va de nuevo a jugar en el mar.

– Ella es feliz aquí. – dice, y se por qué este lugar trae paz y tranquilidad.

– Lo sé. – respondo -. Yo también lo soy, pese a las circunstancias el mar es lo único que me hace feliz. Sabes, es realmente triste y a la vez extraordinario que tú felicidad se resuma a una sola cosa, triste porque no deseas perderla y harías hasta lo imposible por mantenerla a tu lado y extraordinaria porque tienes algo que muchos otros no.

– No estoy de acuerdo. – dice a mi lado, fijo mi mirada en aquellas esmeraldas. –. Tu versión de tristeza deberías cambiarla a felicidad, y si estar aquí o tener una sola cosa que te haga feliz no debes sentirte triste hay quienes no están en este mundo y desearían estar donde hoy tú estás.

Me quedo pensando en sus palabras, unas pocas lágrimas traicioneras viajan por mis mejillas.

– Tienes razón, pero no todos pensamos igual que tú. – expongo. – no todos somos como tú.

– No, hay quienes son peores. – sus palabras hacen que un escalofrío me pase por el cuerpo.

No sé que decir ante aquellas palabras, porque tiene razón. Hay muchas personas que son peores a él, yo soy una prueba de ello.

No vayas ahí, no entres que luego te cuesta salir.- Me advierte mi conciencia.

Seco mis lágrimas y poso de nuevo mi mirada en el mar.

– ¿Estarás bien si te dejo solo? – pregunto, quiero irme a nadar, quiero que el agua se trague las lágrimas que estoy tratando de retener.

– Si, vete tranquila.

– Vale.

Me meto de inmediato al agua, nado hasta lo más lejos que puedo y me hundo en la profundidad de sus aguas.  Mis lágrimas se mezclan con el agua del mar, por un momento me quedo quieta abrazándome a mi misma.

Aquella triste noticia me dejó mal, aquel triste 23 de enero.
Lloró un buen rato, hasta que el aire empieza a faltarme. Vuelvo a la orilla, el sol ya ha bajado un poco y sé que debo marcharme porque no quiero que ninguno de los dos me vea triste, y mucho menos llorando.

Por más fuerte que intente aparentar, no lo soy y hoy necesito volver a mi cueva.

Voy hasta donde están mis cosas y empiezo a vestirme aún estando mojada, recojo todo y me marcho. Sin despedidas, sin decir adiós.

Camino lo más rápido posible hasta mi casa, cuando llegó me meto bajo la ducha donde largo más lágrimas, duró unos minutos en aquella posición. Luego me visto con unas camisas largas y un short corto. Subo a mi cama, abrazo mi almohada y lloro hasta quedarme dormida.

Cuando me despierto, mis mejillas están resecas por las lágrimas derramadas, me froto las palmas contra mi cara y bajo hasta la cocina en busca de agua porque tanto llorar me ha dejado la garganta seca.

Al entrar en la cocina me encuentro a mis padres besándose como sino hubiera un mañana, me alejó y corro hasta mi habitación a llorar de nuevo. Me hago bolita en una esquina de la habitación, la puerta suena pero no deseo abrirla, no quiero que me vean así, no cuando se supone que ya lo había superado.

– Princesa abre la puerta, por favor. – pide mi padre, pero me niego.

– Largo, no… – se me quiebra la voz. – No los quiero ver.

– Hija lamentamos que nos hayas visto así, sabes como es tu padre, nena en verdad lo sentimos. –pide ahora mi madre, me odio por hacerla sufrir a ella y a mi padre. En estos momentos solo desearía desaparecer.

– Largo, largo. ¡Fuera! ¡Fuera! – grito.

No lloró por lo que vi, sino por lo que sentí. Porque ella también merecía ser feliz.

– Mamá, papá – dice Iris -. Dejemosla, estoy segura que después que descanse estaremos mejor y podemos hablar con más calma. – asegura mi hermana y yo le agradezco su apoyo en esto.

– Esta bien, mañana hablamos princesa. – dice mi padre y luego oigo que se alejan.

Intento volver a dormir pero me es imposible, no importa cuántas veces lo intento sus gritos los vuelvo escuchar una y otra vez, haciendo que sea incapaz de conciliar el sueño.
Me escapo por la ventana, camino con sigilo hasta salir del vecindario con dirección a la playa de sangre.

Cuando llego, me siento en la arena seca y entierro mis pies en la arena que se encuentra un poco más húmeda. Sólo se escucha el fuerte ruido de las olas al chocar con las rocas.
Vuelvo a llorar por milésima vez, sólo que está vez no me contengo lloro tratando de expulsar todo mi dolor por fuera.

– ¡Ella no lo merecía! – grito a la nada. - ¡Ella era buena!

Ella era mejor que yo – pienso.

El frío aire me azota, no tengo miedo me da igual cualquier cosa que me pudiese ocurrir en estos momentos, ni siquiera a la muerte le tengo miedo ya. Si por mi fuera le pidiera que me viniera a buscar de  una buena vez.

Siempre me pregunto porque tuvo que ser ella, porque no pudo dejarlo y ya. No debió regresar, me pidieron que no la dejara ir pero siendo tan niña no pude evitarlo.

Él tuvo su merecido, ese cobarde, pero no fue suficiente nada lo es y nada servirá para terminar este dolor que siento adentro.

Pocas veces pienso en lo que pasó, lo mantengo oculto para no estar como lo estoy en estos momentos pero tras las palabras de Gael no pude simplemente no recordar. Supongo que así deben sentirse la familia de aquel niño, aquél niño que asesiné.

Aunque por más que digan que no fue mi culpa estoy segura que es todo lo contrario, si tan solo yo…. No, mejor no pienso en ello.

Me levanto de la arena y me sumerjo en el frío mar, quiero calmar mis temblores, quiero mermar mi dolor pero sobre todo quiero volver a estar en paz para poder dormir tranquilamente, sé que con la estúpida e infantil acción de hoy solo lastime a mis padres aún cuando no quería hacerlo.

Muchos lidian diferente con el dolor por la perdida de un ser amado, mi modo de hacerlo es sumergirme en lo más profundo de las aguas marinas. Dejo ahí todo lo que siento y cuando vuelvo a la superficie ya no siento tanto dolor. Pero hoy no estoy consiguiendo el resultado que quiero, llevo bastante tiempo en la playa me he sumergido dos veces y al salir sigo sintiendo esa opresión en mi pecho.
Salgo de las aguas marinas, vuelvo a la orilla pero esta vez no me siento sino que sólo me quedo viendo de pie como las olas vienen y van.

– Si que eres una hermosa sirenita. – sé que es Gael quién está a mis espaldas porque nadie más me llama así, al volverme sobre mis pies él está sonriendo, pero su sonrisa no es maliciosa ni coqueta es una sonrisa amable. Se acerca a mi. – Lo menos que esperaba está noche era encontrarme con la sirenita.

Hola mis amores.

¿Qué les pareció el capítulo?

Si esté capitulo logra llegar a veinte votos de aquí al martes les prometo traer un maratón. ¿Se animan? Espero que si.

Besos se despide Esmeralda♥

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