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Capítulo VIII

Durante varios minutos me quedé absorto con la mirada fija en el pavimento inundado. Estefany había desaparecido como si hubiera sido arrastrada por el viento. Cuando sentí las palmadas de mi primo sobre mi espalda, salí de mi turbación y dirigí mi atención hacia la acera que se extendía hacia mi izquierda con la esperanza de ver la espalda de Estefany, pero ni un alma se asomó. 

—Oye papito, anda a acostarte mejor..., ¡y come huevon! Debí estar pesando cincuenta kilos como mucho, con ese temporal vai a salir volando... — me repitió mi primo aquello que ya sabía, el mismo sermón que siempre me daba y que yo jamás atendía —. Tai tan flaco que hasta alucinai po

Lo miré de soslayo con el ceño fruncido, pero mi molestia rápidamente se transformó en temor. No era la primera vez que alguien ignoraba la presencia de Estefany.

Meneé la cabeza en respuesta al comentario que mi primo había lanzado. Tenía razón, en parte, pues a esas horas de la madrugada ya no me quedaban energías para discutir, y quizás la causa era mis malos hábitos alimenticios.

一Estaba lesiando... 一murmuré, dándole la espalda a la puerta.

一¡¿Lesiando?! No digas tonteras, ¡Voy a llamar a la tía!

Cuando voltee mi rostro hacia él retrocedió con una sonrisa tan amplia en su semblante que me vi obligado a soltar un bufido como una manera de liberar la cólera que se había apoderado de mi escuálido cuerpo.

一Cortala, Oscar... 一 hablé con un desgano tal que la sonrisa burlesca desapareció del rostro de mi "jefe".

Él asintió mientras me miraba con condescendencia.

Odiaba causar lástima, pero en ese momento no pude evitar pensar que Oscar tenía razón;  funcionaba solo gracias a la cafeína de las bebidas energética que consumía. Y cuando regresé al fondo del local, me dije a mí mismo que quizás, en ese momento si había sido víctima de mi propia cabeza y deseos por ver a Estefany.

Terminé de limpiar y luego me fui corriendo a mi casa, sin despedirme de mi primo, quería dejarle claro que su "amenaza" me había molestado. Entre las ráfagas de viento y el crujido de las latas que parecían pender de solo un clavo oxidado, oí la voz de Oscar, pero no detuve mi caminata, y me quede con la idea de que lo que había salido de su boca era una disculpa.

Llegué al condominio empapado, el agua goteaba de mi chaqueta y cabello, pero debido a todos los pensamientos que cruzaron por mi mente mientras corría hacia mi casa, no tuve tiempo de quejarme o maldecir al clima. Más que pensamientos era una pregunta la que rondaba por mi cabeza: ¿Estaba realmente cuerdo?

El olor a moho impregnó mi nariz cuando entré al condominio; saludé al conserje con un movimiento de cabeza y después subí a mi departamento. Y al llegar al nivel en el que se encontraba mi casa, quedé paralizado en el borde de las escaleras, pues desde allí vi la cabellera negra y ondulada de Estefany junto a la puerta. Quise bajar, pero ella advirtió mi presencia y tras ponerse de pie corrió a mi encuentro.

—¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste así del bar? —le pregunté con una voz tan temblorosa que no se si ella comprendió mis balbuceos.

—Me dio vergüenza que... que me vieran así —respondió con timidez, mostrando su falda de terciopelo empapada.

—Yo estoy igual —le dije, mientras analizaba su silueta con desconfianza. Se veía real... y lo era, podía sentir su aroma a humedad, oír su respiración y ver el vapor que exhalaba, estaba realmente frente a Estefany —. Ahora mi primo piensa que estoy alucinando por falta de nutrientes..., no lo vuelvas a hacer...  —No estaba enojado, pero mi voz si sonó un poco más áspera de lo usual.

Dicho aquello escalé el último peldaño y desvié mi atención de Estefany, pero su voz airada fue lo que me hizo voltear la mirada.

—Perdóname... — Fue lo que murmuró antes de comenzar a bajar las escaleras.

—¡Oye, espera! —le grite, y mi voz hizo eco en el pasillo vacío — ¿Qué pasó? ¿Por qué estás fuera de tu casa a estas horas...? 一 Estaba enamorado de ella, mi preocupación estaba fundamentada,  pero una pequeña parte de mi aún desconfiaba. Supuse que mi mente no sería capaz de crear una alucinación capaz de aclararme esas dudas... ¿O si? 

Ella se detuvo en seco al oír mi pregunta, y luego con su melena azabache cubriendo parte de su rostro subió los peldaños, y al llegar a la cima, en donde yo la esperaba, respondió a mis interrogantes, dejándome aún más helado de lo que estaba.

一Peleé con mi mamá...

[...]

Ella se sentó en mi sofá y yo en un taburete que tenía oculto bajo mi mesa de trabajo. Su imagen inocente y respuesta desplazaron todos mis temores y dudas. 

Estefany me contó que la causa de la disputa fue su supuesta desobediencia; ella no había terminado un trabajo que su madre le encomendó hace años. No me dio más detalles, y yo no quise hostigarla con más preguntas, sabía lo que era tener problemas con los padres.

Esa noche compartimos un silencio que, en realidad no me incomodó. Para mi fue como aquellos bloqueos que surgen cuando alzaba el pincel frente al atril y me quedaba analizando los detalles de mi pintura, momentos necesarios, e infravalorados por muchos. 

Rompí el hielo cuando le pregunté si quería una taza de té. Ella negó con la cabeza. Durante los diez minutos que siguieron no se movió del sofá;  eran casi de las seis de la madrugada, por lo que supuse que se quedaría allí hasta que amaneciera.

Antes de irme a dormir, me quede parado en el umbral que daba a mi cuarto, y al ver la imagen delicada de Estefany con la mirada perdida en la ventana, regresé a la sala de estar e intenté darle un abrazo , pero en el momento en el que extendí mis brazos para rodear sus hombros sentí un frío que me caló los huesos expeler de su cuerpo, ¿era eso algo natural?, no lo sabía, así que solo atiné a encender el calefactor, pensando que así Estefany entraría en calor.

Cuando me lancé de bruces a la cama, escuché los sollozos que mi huésped intentaba ahogar. Aquello me conmovió tanto que tome una de mis frazadas y saque un pijama del closet, acto seguido, fui hasta la sala de estar y se las entregue.

—Puedes bañarte. Al menos tengo agua caliente... —le dije, después de que ella tomara con una sonrisa débil y casi forzada la frazada y las prendas.

—Perdóname por moles...

—No es molestia, al contrario. Gracias... —En ese momento la gratitud eclipsó la desconfianza que antes se había apoderado de mis pensamientos . Tania casi nunca acudía a mi departamento y siempre que llegaba me regañaba por el supuesto tiradero que tenía, Estefany en cambio jamás criticó mi sentido del orden..., pues no tenía motivos para hacerlo, y esa actitud era una de las tantas cosas que adoraba de ella. 

—En serio, perdóname —Después de eso, sus labios fríos rozaron los míos con una sutileza tal que pensé que estaban tocando una estela de niebla invernal, y asesinó con ese pequeño gesto todas mis dudas —. Gracias a ti. 

Tras dejarme con el rostro colorado, Estefany se dirigió hasta el final de mi departamento en silencio. La puerta no rechinó cuando ella ingresó al baño y solo supe que estaba adentro por el ruido de la ducha. Se había trasladado otra vez como si hubiera sido impulsada por una brisa. 

¡Muchas gracias por haber llegado hasta aquí! 

Lesiando: palabra usada en Chile para referirse al verbo bromear/molestar

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