Capítulo VII
—Yo... Mi más sentido pésame...—murmuré solo para no entrar en disputa, sin quitarle los ojos de encima al sobrino del fallecido.
—No se preocupe, joven ¿Eso quería comunicarme? — Oscar me preguntó aquello con tranquilidad, como si de un instante a otro, hubiera superado el duelo, y fue esa falta de sensibilidad en su voz lo que me hizo recordar el motivo de mi visita.
—No, no señor. Somos encuestadores, estamos realizando un censo para tener datos concretos con respeto a los habitantes de Alerce que utilizan redes sociales...
—¿Eres asistente social?
—Así es... —mentí. No tenía ni idea de lo que hacían los asistentes sociales, al menos no lo sabía con exactitud en aquel entonces.
—Pues..., si soy usuario de redes sociales... 一 Oscar retrocedió y trató de cerrar el portón que separaba su residencia del pasaje.
Mire a Estefany, en un intento por pedirle que tomara apuntes de las respuestas de Oscar, pero ella meneó la cabeza, había comprendido mi indirecta, pero no tenía ningún objeto con que registrar los nombres de las cuentas de Oscar.
Entonces, en un intento desesperado, saqué mi celular. Le expliqué al sospechoso que los datos los registraría de inmediato en la plataforma de la municipalidad y él casi en balbuceos me facilitó el nombre de sus cuentas. Sin embargo, en todas tenía el mismo, y siempre utilizaba su nombre real.
Le pregunté si cambiaba el nombre de sus perfiles a menudo, y recibí un no por respuesta, un "no" lacónico, que me hizo entender que ya estaba harto de mi presencia. A pesar de que deseaba continuar con el interrogatorio y hacerlo confesar el crimen que según yo él había cometido, decidí no insistir; no quería meterme en un nuevo problema judicial.
Con esa información escueta, Estefany y yo nos fuimos pero, antes de que me despidiera de mi supuesto entrevistado, él me pidió que me acercara a la reja con un movimiento de manos solo para decirme: "hágase ver, joven".
Sabía a lo que se refería con aquel comentario. Mi madre solía decirme eso cada vez que me descubría pintando en medio de la madrugada. Me molestaban esas palabras, pero no quise entrar en conflicto con Oscar, estaba harto, así que fingí una sonrisa y tras ello me marché despidiéndome con un movimiento de manos sutil.
Estefany y yo no charlamos durante el trayecto hasta el "paradero", y no fue hasta que nos sentamos que ella rompió el silencio.
—¿Qué harás ahora?
—Revisaré los likes que las fotos de Tania recibieron..., aunque cuando lo hice ese día en el café... ,no vi ningún perfil de Oscar. Supongo que iré a ver su cuenta.
—¿Y si no encuentras nada?
—Probablemente le pediré al conserje que le entregue las cintas de las cámaras de seguridad a los detectives. Llegaré a mi casa a las cinco y cuarto, quince minutos después de la hora de cierre...
—Se probará tu inocencia...
—Sabes..., por alguna razón estoy seguro de que todo saldrá bien para mí, pero, no puedo cargar con el peso de que el asesino de Tania esté libre.
Giré mi cabeza hacia la ventana, podía ver el reflejo del rostro de Estefany en el vidrio, pero también vi a un par de estudiantes que estaban sentadas en la fila contraria cuchicheando y riéndose, aparentemente de nosotros.
Las ignoré, y me reconfortó pensar que quizás esas serían las últimas carcajadas que soltarían. No tenían más de diecisiete años, si lograban tener un buen rendimiento en la prueba de acceso a la universidad, el próximo año estarían llorando en los pasillos de su casa de estudio, o con una crisis de angustia debido al fracaso que suponía no alcanzar el puntaje suficiente para estudiar una carrera que les permitiera acceder a un trabajo bien remunerado. Sabía que el futuro más probable para ambas era el segundo... ese había sido el mío.
Las expectativas que los padres depositan en sus hijos son muchas veces sus limitantes..., sucedía más a menudo de lo que se pensaba, y las risas de esas jóvenes que hablaban sobre lo mucho que les gustaría trabajar en un hospital eran la prueba de ello. Tenían una venda en sus ojos, una venda que les impedía dimensionar todos los obstáculos que se encontrarían en ese futuro tan próximo.
Mire a Estefany y le propine una sonrisa, por alguna razón ese gesto que le di a mi compañera silencio a ambas hienas que vestían esos feos uniformes escolares. Quizás se sorprendieron al ver que un hombre de aspecto enfermizo como yo, tenía una especie de vínculo con una dama tan agraciada y elegante como lo era Estefany.
Al llegar al centro, acompañe a Estefany hasta la parada de buses. Allí esperé hasta que ella tomó la "micro" que la llevaría hasta su casa.
Cuando llegué a mi casa, me recosté sobre mi único sofá, y me arrepentí de no haber hablado con ella sobre lo que había sucedido en la mañana. Me dije varios improperios, pero después mi angustia se transformó en sorpresa cuando vi que otra vez esa pintura que no había podido terminar estaba distinta. Froté mis ojos, pensando que así volvería a la normalidad, pero no sucedió. El rostro de la protagonista lucía monstruoso, tanto que un escalofrío recorrió mi espalda.
Siendo incapaz de controlar los temblores de mis extremidades, tomé mis acrílicos y herramientas, estaba dispuesto a arreglar aquella aberración, a pesar de que cada vez que miraba aquel espectro que protagonizaba la pintura mi corazón saltaba hasta mi garganta. Sin embargo, en el momento exacto en el que iba a dar la primera pincelada tocaron la puerta con una brutalidad tal que me hizo sobresaltar.
—¡Voy! —exclamé para luego lanzar un largo suspiro.
Al ponerme de pie golpeé mis muslos en un intento por disipar el miedo y también porque odiaba que llamaran a la puerta con violencia, así que cuando llegó el momento de abrir respondí a aquella insolencia jalando la cerradura con la misma torpeza, sin embargo, me arrepentí al ver que afuera se encontraban dos detectives.
—Señor Cristian Shutz ¿Cómo está? — me saludó el oficial, era el mismo que días antes me había visitado.
—Bien, bien, ¿y usted? —Lo primero que se me vino a la mente fue la muerte repentina de Oscar, pensé que también sería declarado sospechoso de su fallecimiento.
—Agotado de la labor, joven. La vocación no es eterna... ¿Puedo pasar? — contestó y yo respondí dejándole un espacio para que pudiera ingresar a mi departamento.
—¿Cuánto tiempo vive solo? —preguntó, mientras inspeccionaba la pintura que tenía sobre el atril en medio de la sala de estar.
—Desde que salí de la universidad, serán unos cinco años... ¿Por qué pregunta? —No me gustaba que se entrometieran en mi vida personal, sabía que aquello era parte de su trabajo, pero no pude evitar fruncir el ceño y darle la espalda a aquel detective.
—Entiendo. Es que le faltan cazuelas...
Chasqueé la lengua al oír ese comentario, sabía que era delgado, no tenía que recordármelo.
—¿Hay novedades en la investigación? He estado averiguando cosas por mi cuenta... —solté, cegado por la ira y los deseos por no volver a ver a ese policía en mi vida.
—¿En serio? —dudó la joven detective que se había mantenido al margen de la conversación que su superior y yo llevábamos.
—Me enteré de que Tania estaba conociendo a un tal Oscar Villanueva..., tengo sus contactos y redes sociales si los necesitan. Pueden pedir las grabaciones de las ca...
—El conserje me dijo que las cámaras están defectuosas... —me interrumpió el detective frunciendo el entrecejo.
¿Estaban en realidad defectuosas? Rasqué mi nuca tratando de refrescar mi memoria, pero por alguna razón no pude evocar la imagen de las cámaras, ¡fui incapaz incluso de recordar cómo lucían! ¿Obra del estrés? Tal vez...
—El compañero del señor que ahora está de turno me vio entrar... , mis vecinos pueden dar fe de que yo llegué a mi casa a las cinco quince de la madrugada... —argumenté.
—Los hemos entrevistado, usted parece ser inocente, pero no tenemos más culpables. Ahora, lo que nos acaba de decir es..., relevante... —dijo el policía, sin quitar su vista del cuadro que estaba terminando.
El detective siguió realizando preguntas, estaba seguro de que era una estrategia de distracción, pues mientras conversábamos, la muchacha que lo acompañaba me pidió prestado el baño y... tardo demasiado, sabía que estaban investigando, pero me mantuve tranquilo. El que nada hace nada teme.
Cuando se marcharon ya era demasiado tarde para arreglar mi creación, por lo que me di una ducha y después me preparé algo para comer y sobrevivir a una nueva noche de trabajo.
Horas más tarde, mientras terminaba de limpiar el piso del bar, la puerta del local se abrió de golpe, y al mirar en esa dirección me percate de que Estefany estaba parada en el umbral, sin chaqueta, temblando por el viento gélido y la lluvia que sin piedad habían atacado esa noche. Corrí hacia ella desconcertado, ¿Qué hacía en el centro a esas horas?
La saludé con un ademan, y me quite la chaqueta que llevaba puesta, pero cuando se la extendí, las carcajadas de mi primo me sobresaltaron. Giré mi cabeza hacia él y lo miré con desdén. Él me respondió alzando los hombros, parecía realmente descolocado, ¿acaso nunca había visto a un hombre actuar como caballero?
—¿Qué te pasa, Cristián? ¿A quién le ibas a pasar tu chaqueta?
—¡Oye, oye, oye! ¡Más respeto con la seño...! —Me volteé hacia Estefany, y mis extremidades se paralizaron cuando me di cuenta de que había desaparecido.
¡Muchas gracias por llegar hasta aquí!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro