Capítulo III
La madre de Tania no paró de insultarme hasta que corte la llamada. La prepotencia con la que la mujer me contó el suicidio de su hija me dejo helado. Tuve que pagar nuevamente a un taxista para que me llevara hasta mi departamento, no podía creer que mi ex novia hubiera acabado con su vida. Tania era una muchacha alegre, agraciada, carismática; un excelente partido para cualquier muchacho, el problema en nuestra relación era yo...
Odiaba tanto sentirme culpable, tanto que, mientras estaba tumbado en mi cama, pensé en tirarme por el balcón de mi departamento, pero no tenía sentido que lo hiciera, menos después de haber conocido a Estefany. Trate de convencerme de que la muerte de Tania no era mi culpa.
Contacté a la hermana de Tania. Su llanto lastimero fue contagioso y no tarde en imitarlo. Al cabo de unos minutos ambos estábamos sollozando.
Ester, me contó que hallaron el cuerpo de su hermana cerca del viaducto, se había lanzado. No dejó ninguna nota, mensaje, señal, nada. Lo último que le comentó a su madre antes de partir fue que había terminado conmigo y que iría a pasar las penas con un amigo y una amiga a un bar.
¿Una amiga y un amigo?, no quería ser una víctima de mis suposiciones, pero en ese momento sospeche que quizás Estefany tenía alguna relación con Tania.
—¿Te dijo como se llamaba su amigo? ¿Sabes el nombre de su amiga? —le pregunté, mientras sujetaba el celular con ambas manos.
—No, Cris. Ella no nos dijo nada... —me respondió entre sollozos.
Le agradecí a Ester por su tiempo y nuevamente me tumbé sobre mi cama, pensé en llamar a Estefany, pues, tenía la leve sospecha de que ella y Tania eran amigas, sin embargo, no quise quedar como un insistente.
Un día después de aquella llamada fui al funeral de Tania. Llevé un par de flores y tenía la esperanza de volver a ver a Estefany. Trate de convencerme a mí mismo de que quería verla para preguntarle si sabía algo más de ese supuesto amigo de mi ex novia, pero, en realidad quería toparme con ella por mero capricho.
Estefany no llegó, y supuse que quizás solo era coincidencia, que ella y Tania no tenían nada que ver y mantuve esa idea en mente hasta que dieron las cinco de la tarde.
[...]
Esperé a Estefany en las puertas del teatro "Diego Rivera". De niño mi sueño era exponer mis trazos allí. Cuando lo logré, quise ahorcar al Cristian de diez años que había sembrado ese deseo. Las opiniones que dejaron algunos espectadores, tres para ser exactos, eran nefastas y casi dejé de pintar por ellas. Era demasiado susceptible a las críticas, y lo sigo siendo.
Los minutos se me hicieron eternos y creí que ella no llegaría, cuando pensé en retornar a mi casa, vi su cabellera azabache entre la multitud que esperaba el cambio de luz del semáforo.
Mi corazón latió con fuerza. Con suerte había alcanzado a lavar mis dientes antes de salir, por lo que, trate de olerme con disimulo. El aroma del perfume que me había regalado mi amigo secreto en la navidad pasada seguía impregnado en mi ropa. No tenía de qué preocuparme, supuse.
—Disculpa el atraso, es que había perdido mi reloj... — me dijo ella, con esa voz tan seductora que estremecía cada centímetro de mi ser.
—No... no te preocupes..., ¿todo bien? —respondí algo inquieto.
—En realidad, no estoy muy bien... —confesó, mientras ingresábamos al edificio.
—¿Qué pasó?
—No pude ir al funeral de mi amiga, no porque no quisiera, sino por el hecho de que verla así de verdad me...
Sus ojos se transformaron en cristales que parecían estar a punto de quebrarse. En intento por consolarla, acaricie su espalda, pensé que me daría un manotazo, pero ella recibió mi muestra de afecto, y me respondió con un abrazo.
Al sentir su cuerpo menudo, el aroma a humedad que expelía su cabello, y su respiración fría chocar con la piel de mi cuello, pensé que me derretiría allí mismo; sin embargo el contacto fue breve, tan breve que ni siquiera tuve el tiempo de transmitir mi sorpresa por medio de algún gesto o palabras.
Cuando nos separamos ella me mostró una sonrisa dulce, casi tímida, y luego con un movimiento delicado y manteniendo una mirada dubitativa en su semblante apuntó las escaleras.
一¿El café está arriba? 一 preguntó con una voz tan sosegada que me hizo estremecer.
Respondí con un entrecortado "si", y supongo que ella entendió mis balbuceos, pues al instante se dio la vuelta para dirigirse hacia la segunda planta.
El café estaba a un costado de las galerías de arte, y por esa razón era el único lugar del centro de la ciudad que amaba visitar. El local contaba con una terraza, y apenas entramos guíe a Estefany hasta las puertas que conducían hacia las mesas que se hallaban en el exterior, pero uno de los meseros, por medio de señas y balbuceos nos pidió que permaneciéramos adentro, supuse que, debido a las nubes grises que cubrieron el cielo esa tarde. Entonces, resignados nos sentamos en las primeras sillas que vimos desocupadas, y cuando estuvimos cómodos le propuse a Estefany ver la carta, pero ella, como si ya conociera todo lo que en el café ofrecían, me dijo que quería solo un capuccino.
—Un capuccino y un americano, por favor... —le dije a la garzona.
—¿Dos cafés? ¿Y si mejor pide el otro después...? Se le puede enfriar... — me propuso la muchacha.
La pregunta de la joven me molesto, y nuevamente no fui consciente de esa advertencia, en ese momento parecía que pensaba con los testículos.
—Queremos los dos... juntos... ,un capuccino y un americano, por favor.—le respondí enarcando una ceja.
La muchacha retrocedió con un gesto de confusión en su semblante, tras ello se dio media vuelta para marcharse meneando la cabeza; creí que su reacción fue consecuencia de mi actitud arisca, pero el Cristian de aquel entonces estaba totalmente equivocado. Al parecer toda mi capacidad de raciocinio se había extinguido tras toparme con Estefany, y fui incapaz de percatarme de esa señal y todas las que le siguieron.
Cuando llegó nuestra orden, rompí el hielo con preguntas triviales, "¿en dónde trabajas?, ¿tienes hermanos?, ¿algún pasatiempo...?", y fue cuando lancé esa última interrogante que me vi forzado a contar parte de lo que me había cautivado de ella.
—Soy pintor. Estudie artes..., docencia en artes. No soy profesor, pero si pinto, adoro pintar..., no exageraría si te dijera que en estos momentos estoy pensando en mi próxima pintura... —le respondí cuando ella me devolvió las preguntas.
—¿En serio? —dudó entre risas para después darle un sorbo a su café — ¿Me pintaras? —inquirió, jugueteando con un mechón de su cabello.
—Ya lo he hecho..., te he pintado desde que tengo diez años...
Ella dio un respingo en su silla al escuchar mi respuesta y me arrepentí al instante de haber revelado mi obsesión por esa mujer que pensé que no existía.
—No, no me malinterpretes. Lo que pasa es que me gusta mucho pintar la figura femenina... —explique.
—Tranquilo, lo entiendo, no te he malinterpretado.
Con calma ella le dio otro sorbo a su bebida, y el labial que llevaba puesto manchó la delicada taza de porcelana ¡Qué manera de desear ser esa taza!
—Tal vez más tarde podrías enseñarme tus pinturas ¿Tienes fotos? —me preguntó.
—¡Si, si, claro! —Saque mi celular del bolsillo luchando contra los temblores de mis manos, cuando logré cogerlo, ingrese a mi Instagram y le enseñe una de mis obras a Estefany.
Era una de mis últimas creaciones, en la que, "ella", se encontraba en un muelle, mirando al espectador como si lo abrazara con esos ojos almendrados, o eso era lo que yo quise plasmar, pues, quien compró la obra dijo que solo veía un espectro, un ser fantasmagórico en medio de una playa desolada.
—Es..., es preciosa... —dijo ella, sin quitar sus ojos de la pantalla de mi celular.
—¿Qué es lo que ves? —curioseé, con la esperanza de que su interpretación fuera idéntica a la mía.
—A una mujer, una chica joven, como de mi edad, algo triste pero con un corazón que en lugar de llenarse de rencor por los eventos de su pasado decidió transmitir amor y consuelo... —Al finalizar, ella se volvió hacia mí con una sonrisa.
—Increíble... —farfullé, meneando la cabeza. Era la primera persona que veía lo que en realidad quería transmitir en mis obras.
—Tienes mucho talento. No me sorprendería ver tus obras en alguna exposición de Santiago...
Su halago causó que me sonrojara, pude sentir el calor subir hasta mi cara, y por mi palidez supe que mis mejillas estaban hirviendo.
En ese momento, como si la ventisca la hubiera traído consigo, me invadió la culpa. Tania había muerto y yo estaba allí, conociendo a una nueva mujer. Me puse de pie de golpe, acción que sorprendió a Estefany, y al ver su rostro desconcertado, supe que tenia que darle una explicación.
—Perdóname, es solo que... —La miré a ojos, ¿tenía que decirle la verdad?, pensé en mentir, pero, al verla allí con esa mirada condescendiente, me dio la impresión de que ella sabía todo, que conocía todos mis pecados y pensamientos oscuros —. Lo que pasa es que ayer falleció mi ex pareja, su madre está destrozada y yo..., yo desde hace algún tiempo sentía que las cosas habían cambiado, y yo sabía que sus sentimientos por mi también..., no entiendo porque...
—¿Cómo se llamaba? —La voz de Estefany resonó en medio de la música del lugar.
—Tania, Tania Mancilla..., tenía veinticinco, hace un par de meses se tituló como enfermera... ella no tenía motivos para...
—Ella era mi amiga, Cristian...
La revelación de Estefany paralizó mis latidos; mi hipótesis era cierta, Tania era la amiga que ella esperaba esa noche.
—¿Tu tampoco crees en la teoría del suicidio...? — inquirió al mismo tiempo que ese gesto de inocencia que siempre tenía en su rostro fue sustituida con una mueca de disgusto.
—No, ella no tenía motivos para suicidarse...
—La depresión a veces no se percibe...
—Lo sé, pero ella no tenía depresión..., creo que no. Además, su hermana, me contó que esa noche ella había quedado en juntarse contigo... y con alguien más.
—Con Oscar..., un chico que conoció por Instagram...
Oír de la existencia de Oscar me hizo palidecer y comprobar las inseguridades que sentía con respecto a los verdaderos sentimientos de Tania. En ese instante supuse que su llanto fue detonado por mi frialdad, porque no esperaba que fuera yo quien la dejara.
—¿Sabes dónde vive ese tal Oscar? 一 pregunté con voz temblorosa.
—No, pero según lo que me dijo ella, él la seguía también en Instagram..., podrías...
Me adelante a la idea de Estefany y tomé mi celular para buscar la cuenta de Tania. Le mostré a mi compañera todos los usuarios que seguían a mi ex, pero ella no reconoció ningún perfil.
—¿Estás segura de que era en Instagram?
Ella asintió.
Agotado de buscar al supuesto culpable me rendí, y me incorporé para pagar la cuenta. El chico del mesón me miró extrañado, sin embargo, no le di importancia.
Tenia pensado en ver algunos cuadros, pero cuando Estefany me contó que conocía y Tania y que a ella la teoría del suicidio también le resultaba una burla, decidí que lo mejor era continuar con la investigación y dar con el paradero de ese tal Oscar. Sabía que él estaba involucrado.
[...]
—Disculpa mi reacción, es solo que me siento mal por Tania, quiero que se haga justicia, sé que ella fue asesinada... —Le confesé a Estefany mientras esperábamos que el semáforo cambiara.
Alzó su mirada inocente y tras ello me dio la razón realizando un movimiento sutil de cabeza.
—Tal vez su madre sabe quién es Oscar, o al menos como se ve... —opinó ella mientras nos dirigíamos a la parada de buses.
—Según su hermana... no lo sabe, ni siquiera sabían de tu existencia, solo te conocían como "amiga de la Tania" —espeté.
—Siempre paso muy desapercibida...
En ese momento, interpreté sus palabras como una mera falta de autoestima, sin embargo, después de un par de semanas, comprendí lo que ella me quiso decir.
Quedamos en vernos el miércoles siguiente en la plaza de armas, frente a la pileta, y luego de fijar el nuevo encuentro, ella se subió a la primera "micro" que se estaciono. Al ver su acción impulsiva me apresure en ver el letrero de la máquina, por fortuna, no se equivocó de recorrido.
Llegué a mi casa con una sensación amarga. La nueva información que había obtenido sobre Tania eclipsó la alegría que el pactar un nuevo encuentro con Estefany me causó. Intente no darle demasiadas vueltas al asunto, pero ¿Cómo se ignora el hecho de que un presunto asesino está suelto?
Al llegar al condominio, divise entre la niebla el destello de las luces de un vehículo policial, supuse que estaban realizando una inspección rutinaria y subí hasta mi departamento sin preocuparme, sin embargo, la ansiedad me envolvió cuando divise entre las sombras a dos detectives que se encontraban en la puerta de mi departamento, y uno de ellos me apuntó con sus linternas cuando llegue al último escalón.
—¿Don Cristian Manuel Shutz Vega?
Asentí despacio tras oír al oficial decir mi nombre.
—Tenemos que hablar con usted, es por el caso de Tania Priscila Mancilla Aguilar...,¿la conoce?
—Si, señor. Era mi ex no... mi ex polola... —respondí, tratando de emplear una jerga juvenil.
—¿Podemos pasar...? —inquirió el segundo oficial, el que tras hablar supe que era mujer.
—Si, sí claro. Adelante...
Abrí la puerta y les permití el paso a los detectives. La presencia de ambos era un mal presagio.
¿Qué les pareció el capítulo? Quedo atenta a sus comentarios, observaciones y opiniones.
Muchas gracias por haber llegado hasta aquí.
Sin más que decir me despido...
¡Nos leemos en el siguiente capítulo!
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