Capítulo Uno
Gabriel
—Vamos, Gabriel. No seas cobarde —Las palabras de Joss hicieron hervir mi sangre.
No soy cobarde. Le arrebato la píldora de éxtasis y me la meto en la boca, acompañándola con un trago de vodka. El líquido me quema la garganta, al igual que la píldora al deslizarse.
—Eso es, mi querido Gabriel. Nunca me decepcionas —Joss me palmotea el hombro con una sonrisa burlona.
—Iré por Crista —anuncio, decidido.
Mis amigos intentan detenerme, pero mi tamaño les impide hacerlo. Camino por los pasillos de la casa de mi novia. Sus padres están de vacaciones, y ella ha organizado una fiesta magnífica. Abro la puerta de su habitación, pero no está. ¿Dónde se habrá metido? Sigo avanzando hasta que una puerta entreabierta llama mi atención. Es el dormitorio de sus padres, y de allí provienen gemidos y gruñidos.
Abro la puerta lentamente y me encuentro con una escena que parece sacada de una película porno: Crista está siendo penetrada por tres tipos. Mi estómago se revuelve ante semejante espectáculo. Cierro la puerta de golpe y salgo de la fiesta, regresando directo a mi habitación en el campus. Desde ese día, mi vida se reduce a las drogas y el estudio.
Días después, Crista aparece en mi apartamento, intentando retomar "nuestra relación". Me había estado evitando, pero esa noche estaba colocado y no pude contenerme. La golpeé. Le grité que la había visto con aquellos tres tipos. La muy zorra no lo negó, pero me denunció y me echaron de la universidad.
—No lo puedo creer, hijo. No te hemos educado para esto —la voz de mi madre temblaba, y sus lágrimas caían como gotas de lluvia sobre el suelo.
—Eres un idiota —Scott escupió las palabras, sus ojos llenos de desprecio.
Algo dentro de mí se quebró. Sentí cómo el calor de la ira ascendía por mi pecho, nublando mi mente. Antes de que pudiera pensar, mi puño se estrelló contra su rostro. Él intentó defenderse, pero yo era más fuerte, más rápido, más ciego. Golpeé una y otra vez, hasta que su cuerpo dejó de moverse. Solo entonces me di cuenta de lo que había hecho. El silencio en la sala era ensordecedor, roto solo por los sollozos de mi madre. Sus ojos, llenos de decepción, me atravesaron como cuchillos. No podía soportarlo. Corrí a mi habitación, encerrándome en mi propio infierno. Las drogas me esperaban, y esta vez no hubo resistencia. Me sumergí en la oscuridad, deseando no volver nunca.
—Gabriel, ¡por Dios! ¿Qué pasó? Abajo hay un desastre, y tu familia no está —una voz dulce resonó en mis oídos.
—¿Quién eres? —pregunté, confundido. Mi vista estaba nublada.
—Una amiga. Mira, estás sangrando —su voz se quebró. Dejé de escucharla.
Me perdí de nuevo en mi viaje.
—Regresé. Esto dolerá un poco —dijo ella mientras esparcía algo sobre mis nudillos. La verdad es que no sentí nada.
—Eres hermosa —me reí, mirándola fijamente.
—¿En serio? He estado otras veces aquí, y nunca me habías mirado, Gabriel —frunció el ceño.
—Créeme, nunca te había visto antes —respondí, sinceramente sorprendido. Era hermosa, pero no la recordaba.
—He sido como un fantasma para ti —su sonrisa era triste.
—Creo que solo estás en mi mente —me burlé, porque eso era lo que pensaba.
—Yo podré estar en tu mente, pero tú estás en mi corazón —ella puso una mano sobre su pecho, y eso me excitó.
—¿Puedo besarte? —me reí de nuevo, sintiéndome como un tonto enamorado.
—Siempre he querido que me beses —susurró.
Me acerqué, y ella cerró los ojos. La besé con pasión, una y otra vez, hasta que nos quitamos la ropa. Ella estaba debajo de mí, y aunque recordé el preservativo, lo descarté de inmediato. Ella era solo un producto de mi imaginación, un fantasma, aunque la sentía tan real. En mi mente, la poseí una y otra vez hasta perder la conciencia.
********
Han pasado tres días desde que Scott ingresó al hospital por la paliza que le propiné. Cuando mis padres y mi hermana regresaron al día siguiente, no recordaba nada de lo que había sucedido. Mi alma se hundió al darme cuenta de que mi único hermano estaba en el hospital por mi culpa. Pude haberlo matado. Por eso, ahora me dirijo a un centro de desintoxicación.
Les expliqué a mis padres lo sucedido con Crista y cómo mis compañeros de cuarto me habían introducido en el mundo de las drogas. Yo, como un idiota, había caído hasta el fondo. Les prometí que saldría de esta y sería el hijo que ellos tanto amaban.
Las charlas en el centro de desintoxicación eran extensas y aburridas, pero las aguanté. La abstinencia era dolorosa, y en algunos momentos me tuvieron que encerrar. Durante una de las visitas de mi familia, mi padre me trajo un libro que cambió mi vida. Trataba sobre cómo un hombre descubrió en los números su camino al éxito.
—Gracias, padre. Prometo leerlo —les sonreí a ambos.
Scott y Rachel se mantuvieron al margen. Aún no me perdonan, y yo espero que algún día lo hagan.
—Gabriel, cuando salgas de aquí, quiero que retomes tus estudios. Alguien debe hacerse cargo de la empresa. Scott ha sido tajante: será abogado. Y Rachel, ya sabes que ama la moda, así que el próximo año se dedicará al diseño —asentí, comprendiendo la responsabilidad que recaía sobre mí.
—Me esforzaré. Quiero que vuelvas a confiar en mí, papá —mis padres me abrazaron antes de marcharse.
Leí el libro, y me sirvió de inspiración. El personaje de la historia creó un imperio usando los números de manera inteligente. Cuando terminé de leerlo, construí un propósito para mi vida al salir del centro.
Al completar el proceso de desintoxicación, solicité mi ingreso a Yale sin avisar a mi familia. Cuando regresara a casa, sería un hombre diferente. Haría que mi familia se sintiera orgullosa de mí. En el centro, les dejé un mensaje para que no se preocuparan y pensaran que había vuelto a las andadas.
Crista y mis supuestos amigos intentaron contactarme, pero los ignoré. Después de reflexionar, llegué a la conclusión de que no eran importantes para mí. Lo único que me dejaron fueron problemas.
En Yale, me sumergí en los libros como si fueran mi única salvación. Las chicas sonreían, coqueteaban, intentaban llamar mi atención, pero ninguna lograba despertar algo en mí. Cada vez que una se acercaba, la imagen de aquella chica aparecía en mi mente, difusa pero persistente. Su voz, dulce y lejana, resonaba en mis oídos, recordándome algo que no podía definir. ¿Era amor? ¿Arrepentimiento? No lo sabía, pero su recuerdo me impedía mirar a nadie más.
Así que me concentré en los números, en las ecuaciones, en todo aquello que podía controlar. Los números no mentían, no traicionaban, no desaparecían. Eran mi refugio, mi nueva adicción. Y mientras avanzaba, una pregunta seguía rondando en mi cabeza: ¿habría sido real, o solo un fantasma de mi mente enferma? Tal vez nunca lo sabría, pero su recuerdo me mantenía en pie, empujándome a ser mejor.
Julianne
Me dirigía a la casa de mi amiga Rachel, el próximo año iríamos a la universidad, lamentablemente no podremos cumplir nuestro sueño de estudiar juntas, a mi padre le ofrecieron una oportunidad de dirigir la sucursal de la empresa en Londres. Por la que mi padre me pidió aplicar en la Universidad de las Artes de Londres, sollozo durante el camino, el chofer de mi padre me mira por el espejo retrovisor, niego para que me dé privacidad.
Cuando llegamos a la casa de los Emerson todo está en un silencio espeluznante, la seguridad de la entrada me deja pasar si preguntar nada, ellos ya me conocen. Al llegar le digo al chofer que puede irse que regresaré en taxi a la casa, Rachel no querrá que me vaya hasta tarde.
La ama de llaves me indica que la familia salió a excepción de Gabriel que, si está en la casa, pero que puedo esperarlos. Cuando la mujer desaparece subo a la habitación de Gabriel, frente a la puerta me detengo y me quedo mirándola. Suspiro, él es el chico malo que todas quieren como novio, cabe destacar que a mí también me gustaría que fuera mi novio, el problema que para Gabriel Emerson soy un fantasma, alguien que no existe.
Ingreso en la habitación y ahí está él profundamente dormido, hay un olor desagradable en el ambiente, pero lo que capta más mi atención es la sangre en las manos de Gabriel. Al parecer algo lo despierta, me mira con la vista perdida, me dedica una sonrisa que me hace estremecer. Lo de ser un fantasma para él se confirma cuando no me reconoce. No pienso mucho en eso porque salgo disparada por el botiquín de primeros auxilios. Le curo sus manos, luego de ello me quedo junto a él.
Se ve tan perdido, así que aprovecho para confesarle lo que siento, poniendo su mano en mi pecho, le pido que me bese y es ahí donde todo ocurre, nos besamos apasionadamente, cuando me doy cuenta estamos desnudos, me entrego a él toda la noche. En algún momento caemos en un profundo sueño.
Me despierto exaltada por un calor insoportable, unos brazos y piernas rodean mi cuerpo, la realidad me golpea, miro mi reloj, las tres de la mañana, a duras penas logro zafarme de Gabriel, enciendo la linterna de mi móvil para encontrar mi ropa. No logro encontrar mis bragas, así que me iré sin ellas, le doy un beso en los labios a Gabriel, sé que se enojará cuando despierte.
En el baño me lavo lacara, al salir el guardia de la entrada me abre sin decir nada. Me siento avergonzada. Para mi sorpresa me encuentro con mi chofer.
-Creí que te había dicho que me iría en taxi -Le reprocho con vergüenza.
-Le prometí a su padre que la cuidaría. Nunca me fui y tranquila no le diré a que hora regresó a casa. Ese será nuestro secreto -Paul mi chofer es más que eso, es un amigo en la buenas y las malas.
Me despierto tarde ese día, miro mi reloj, son las doce medio día, bajo a comer algo porque mi estómago me está matando ayer pasé de la cena, por... debo estar sonrojada, recordé porque me había saltado la cena.
Le envío un mensaje de audio a Rachel disculpándome.
"Rach, lo siento. Ayer fui a buscarte y no te encontré. Quería decírtelo en persona. Pero nunca apareciste y tuve que venirme. No podremos ir juntas a la graduación y mucho menos ir a la Universidad. A mi padre lo promovieron, será el CEO de la sucursal de la empresa en Londres. Así que debo irme con ellos. No te lo dije antes porque mi padre hasta ayer me lo informó. Él sabía cuál eran mis sueños. Lo siento Rach, espero verte algún día. Nos iremos en la madrugada".
Me quedo esperando la repuesta de mi amiga y esta nunca llega, le daré tiempo debe estar dolida porque no se lo dije en persona.
**********
Llevamos dos meses en Londres, mi vida social es nula y el dolor con el tiempo se ha incrementado, ni Gabriel ni Rachel se comunicaron conmigo, mis padres me han insistido a que salga, que conozca chicos y que me divierta. Me niego.
Solo el ingreso a la Universidad me distrae de mi dolor, Gabriel Emerson solo me utilizó y yo como tonta creí que le importaba y Rachel, creí que era su amiga, creí que entendería que el irme no era por gusto; el único amigo que ahora tengo es Paul mi chofer; como no tiene familia decidió venirse con nosotros y seguir trabajando para mi padre.
Papá trabaja todo el día y mi madre no tardo en encontrar un circulo de amigas muy selecto, ha tratado de que haga amistad son los hijos de sus nuevas amigas, todos son un grupo de niños mimados insolentes y superficiales, prefiero estar sola.
A casi dos mese de haber entrado a clases y tres de vivir en Londres mi mente algunas veces vuela Selinsgrove, trato de olvidar porque sino las lágrimas emergen, ultimadamente estoy muy sensible y todo me hace llorar.
Al salir de clases Paul ya me está esperando, me detengo a unos metros antes de llegar al auto, todo me da vueltas, trato de estabilizarme, más no puedo. Paul debe notarlo porque sale del auto y antes de que todo se vuelva oscuro me logra sujetar para no caer al suelo.
-Julianne, ¡Por Dios, hija! -Apenas logro escuchar la voz de mi madre.
-Ya Sharon, déjala. El doctor dijo que esperáramos a que despierte por ella misma -Mi padre regaña a mi madre.
-¿Qué me paso? -Apenas logro decir.
-¡Hija! -Mi padre me toma de las manos.
-No lo sabemos. Paul solo nos dijo que te desmayaste y que por eso te trajo al hospital. El médico te hizo unos estudios... -La puerta se abre y deja ver a un médico.
-Ya la tenemos de regreso, señorita Mitchel -El doctor me sonríe.
-¿Qué tiene mi hija, doctor? -Lo interroga mi padre.
-Bueno, todo está bien con su hija. Solo que estos desmayos podrían repetirse en los próximos meses -El hombre vuelve a sonreír.
-¿A qué se refiere? -Pregunta mi madre preocupada.
El silencio en la habitación se hace palpable, el doctor lo medita, me mira a los ojos evaluando mis acciones.
-Felicidades señorita Mitchel esta embarazada -El mundo se detiene.
Mi madre se pone la mano en el pecho como si estuviera deteniéndoselo para que no se le salga, mi padre, parpadea sincerar y yo, yo no puedo respirar, un nudo se atora en mi garganta y la oscuridad vuelve a aparecer cubriéndome de pies a cabeza, solo escucho los gritos del médico y de ahí todo es silencio.
Cuando vuelvo a despertar, el sol brilla fuertemente a través de la ventana, solo mi padre está en la habitación, se ve mal, en sus ojos hay unas manchas oscuras por la falta de descanso, ¿Cuánto tiempo llevaré inconsciente? De repente recuerdo la razón por la que estoy aquí. Un sollozo se escapa de mis labios y al parecer mi padre lo escucha, me cubro la cara con las manos.
-Hija, no llores. No les hace bien -Me abraza.
-Lo siento, debo haberte decepcionado -Lloro.
-No, no lo estoy. Solo me hubiese gustado que me dijeras que salías con alguien y ahora entiendo porque estabas tan triste -Me envuelve en sus brazos.
-Bueno ella...ella, se fue a descansar; ya regresará. Me dirás ¿Quién es el padre? -Lo medito. No, no le importé a él, ni a mi mejor amiga.
-Qué bien que ya despertó, señorita. Venía por usted y doctor Chapman la está esperando, quiere hacerle una ecografía para saber de cuanto está -La enfermera entra en la habitación con una silla de ruedas.
-Bien, ya quiero conocer a mi nieto -Mi padre se ve feliz.
El camino hacia el consultorio del doctor está tres pisos arriba, subimos al elevador en silencio, yo pienso en mi futuro; recién empiezo la universidad y ahora ¿qué haré?
-Todo estará bien, Julianne. Yo me haré cargo -Escucho a mi padre hablar mientras caminamos detrás de la enfermera. En la habitación el doctor me indica que hará, con la ayuda de mi padre subo a la camilla, el doctor pasa un aparato por mi abdomen.
-Miren en esta pantalla -Nos pide el doctor.
El los alta voces, se escucha un sonido de tambores, mi respiración se detiene y las lágrimas no tardan en caer. Miro a mi padre, él también está llorando.
-¡Felicidades! Son gemelos -Ya no puedo contener el llanto.
-Dos...dos hermosos bebés -Solloza mi padre.
-Si señor Mitchel, y por el tamaño... -Hace unos movimientos que se reflejan en las pantallas, yo lo veo teclear.
-Bueno, estos pequeños tienen de doce a catorce semanas -Nos entrega la impresión de la ecografía.
-Le daremos el alta. En la recepción le entregaran la receta médica de las vitaminas que deberá de tomar de aquí hasta el nacimiento de los niños y la cita para su control natal.
Regresamos a la habitación mi padre me deja sola para darme privacidad, sé que debe estarse preguntando quien será el padre, hasta donde sabe nunca he tenido novio y eso es verdad. Siempre guarde la esperanza que Gabriel se diera cuenta de mi existencia, sin embargo, no fue así hasta ese día. Jamás le diré a mi padre que es Gabriel, mi padre y Tom son muy buenos amigos. No quiero que pierdan su amistad solo porque me metí en la cama de su hijo.
-¿Me dirás quién es el padre? -Niego en silencio.
-Por tu forma de actuar imagino que no sabías de tu embarazo -No es una pregunta es una confirmación y asiento con la cabeza.
-Sé que estás en shock, yo también. Quiero que sepas que mi amor hacia ti sigue igual Jules. Seguirás con tus estudios. Soy consciente que no soy eterno y que algún día tendrás que criar a tus hijos lo mejor que puedo hacer es permitirte construir un futuro para ellos -Me abraza y me deja un beso en la cabeza.
Al menos mi padre me apoya, porque presiento que mi madre no está feliz por esto y eso lo confirmo al llegar a la mansión; mi madre está histérica, habla de denuncias y demandas y no sé que cosas más. Me dirijo a mi habitación dejando a mi padre que se encargue de la tormenta Sharon.
En la habitación, me siento en el borde de mi cama, con la tentación de llamar a Rachel y darle la noticia, sin embargo, me abstengo de hacerlo, no he recibido una llamada de ninguno de los Emerson, así que no.
Los siguientes meses pasan demasiado lento para mi gusto, mi padre durante este corto tiempo hizo conexiones que no imaginaba, uno de los directivos de la empresa conocía al decano de la universidad así que se lo presentó a mi padre y este logró convencerlo de que recibiera clases virtuales a razón de una enfermedad que me impedía ir a clases presenciales al menos mientras terminaba el embarazo mis hijos nacerían al final del segundo cuatrimestres así que al inicio del tercero ya estaría recuperada y podría asistir a clases sin ningún problema, por suerte estos dos primeros cuatrimestres son teóricos.
Pese a que mis bebés están creciendo sanos y mis clases van muy bien no todos en color de rosa, mi relación con mi madre está fracturada y las constantes discusiones entre ella y papá me mantienen muy triste y se acrecentó cuando descubrí que ellos ya no dormían juntos.
-¿Quiero que vuelvan a ser como antes, papá -Sollozo.
-Yo también, Juls. A pesar de que he escuchado sus argumentos, ella no quiere escuchar los míos, pero tu eres mi hija y ustedes son mi prioridad -Pone su mano en mi abultado vientre.
-Tu madre insiste en que te exija el nombre del padre. A mi no me interesa a menos que tú quieras decírmelo. Pero si soy honesto contigo, hija. Me hubiese gustado que nates terminaras la universidad y luego entregarte con tu vestido de novia. Descansa -Me da un beso en la frente y se marcha. La celebración de mi cumpleaños número dieciocho llego, ese día la pase sola con papá, Sharon decidió que pasarlo con sus nuevas amigas era más interesante.
*****************
El dolor me despierta de golpe, un latido agudo que atraviesa mi vientre como un cuchillo. Grito, y el sonido reverbera en las paredes de mi habitación. Antes de que pueda recuperar el aliento, otro dolor me golpea, más intenso, más despiadado. Escucho pasos apresurados en el pasillo, y luego la voz de mi padre, llena de preocupación.
—¡Julianne! —grita, abriendo la puerta de mi habitación. Sus ojos se ensanchan al verme doblada sobre la cama, agarrando las sábanas con fuerza. —Paul, ¡ven rápido! ¡Son los bebés! —
No tengo tiempo para pensar. En cuestión de minutos, estoy en el auto, con Paul al volante y mi padre a mi lado, sosteniendo mi mano con una fuerza que me hace sentir que no estoy sola. Las calles de Londres pasan como un borrón, y el dolor se mezcla con el miedo. ¿Estoy lista para esto? ¿Estarán listos mis bebés?
Mis dos hermosos y sanos hijos llegaron al mundo recibiendo un profundo amor de mi padre y mío. Decidí llamar a uno de ellos Gabe y al otro Gael, en honor a su padre, aunque él desconoce su existencia. Solo espero que mi padre no descubra el origen de sus nombres. Paul, que está en la puerta, sonríe, y creo saber por qué.
—Tranquila, Julianne. De mi boca nunca saldrá nada —me asegura Paul. Sé a lo ——Gracias, Paul. Solo espero que papá no te despida cuando se entere de todo —Sonríe.
—Nada me impedirá protegerlos siempre —Le sonrío agradecida.
—Gracias —Mi padre nos interrumpe.
—Es hora de irnos. Todos nos esperan en casa" -dice feliz, aunque sé que a mi madre no le importa.
—Julianne, antes de llegar a casa, quiero decirte algo—— Comenta mi padre.
—Dime, papi —le respondo.
—Debo viajar a Estados Unidos por una reunión de la empresa. Serán solo unos días, y para tu tranquilidad, me llevaré a tu madre. Así no tendrás a nadie que te moleste —Me siento aliviada.
Al llegar a casa, el personal nos recibe con alegría, mucho más atentos que mi propia madre, quien se negó a salir a conocer a sus nietos. Al día siguiente, me despido de mis padres, pero solo recibo respuesta de papá.
Tres días después, papá regresa sin mamá. Lo noto tenso, y me indica con un gesto que no lo acose con preguntas. Besa las frentes de los niños y se dirige a su habitación. Sus hombros están caídos, y sus pasos son lentos.
—¿Qué pasó con mamá? —le pregunto, acomodándome en el sofá mientras alimento a Gael.
—No volverá. Nos hemos divorciado —responde desganado, y con esa pesada verdad, se marcha a descansar.
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