Calle Mina
Las paredes descarapeladas que rodearon su camino le recordaban a ella misma. Al dar la vuelta se topó con una escuela. Era de chicos mayores que ella, así que se dedicó un segundo a mirarlos sin que ellos la notaran.
Por varios años se preguntaba por qué es que nadie contemplaba lo dañinas que pueden ser las palabras. Nunca nadie parecía reparar en lo que puede suceder si le hablas de mala manera a alguien. Probablemente sonaría como una ñoña si es que sacaba el tema con cualquier persona, pero era un hecho que la perturbaba en varias ocasiones. Quizá era por ser una víctima de esto.
"Demasiado sensible". Esa bandera la acompañó por más tiempo del que hubiera deseado. Empezó a creer que lo era. No veía a otras personas llorar por ahí, con el corazón en la mano por las palabras que unos compañeros o familiares habían pronunciado; claro, tampoco veía que las palabras que llegaban a los oídos de los demás fueran demasiado fuertes... Además, sus propias lenguas también estaban afiladas. ¿Sería verdad que era demasiado sensible?
Recordó un momento su regla de no soñar, pero también su regla actual de no recordar. Se quedó pensando en cuál elegir. Era un hecho que ella no podía obedecer a ambas, así que se recargó un instante en la paredes de una casa para pensar. Necesitaba tomar una decisión antes de seguir avanzando.
Los alumnos de esa otra escuela pasaban con sus uniformes guinda, mirándola de arriba a abajo. Lo hacían como si fueran de una nación extranjera y si se preguntaran qué era lo que estaba planeando. Probablemente una invasión, una revolución, no estaba segura. Porque seguía sin tomar su decisión.
No solamente necesitaba una nueva norma, sino un cambio de perspectiva... Había sido herida por mucho tiempo, por más tiempo del que le hubiera gustado admitir.¿Recordar para siempre y cuidarse de no volver a ser lastimada? ¿O preferir olvidar? ¿Qué le convenía? ¿Qué era posible?
Los autos comenzaron a escucharse con más intensidad. La avenida más cercana había cambiado todos sus semáforos a verde, así que la chica no pudo evitar dirigir hacia allá su mirada.
Esa avenida siempre le había dado miedo, sentía que los autos andaban por ahí de manera demasiado veloz. Cualquier descuido y ya no estaría para contarlo... contar qué cosa, ahora que lo pensaba.
Parecía que su mundo estaba dividido por esa avenida. Quería decidir ahora, porque muy en el fondo, tenía la certeza de que también estaba por decidir si lo que estaba haciendo tanto solo era un pequeño acto de rebeldía, o si estaba a punto de abandonar su casa para siempre.
Los motores estaban rugiendo. Los camiones eran los que más la invitaban a apresurarse. De alguna forma, sentía que la avenida era lo que dividía su antigua vida y la nueva, la que estaba más adelante. En donde el sol parecía estar dando más bonito en esa preciosa tarde.
Las manos le estaban temblando y sintió que sus suspiros la abandonaban sin que ella lo estuviera autorizando. Giró las pupilas hacia la calle en la que venía, ni siquiera se podía observar el retorno... ni si quiera se podía observar el retorno. Probablemente, no podía tomar una decisión porque era demasiado débil, pero, ¿y si ya la había tomado un buen tiempo atrás?
Aún no estaba familiarizada con decirle adiós a su dolor, porque por mucho tiempo había sido parte de ella. Es más, estuvo tan dentro de sí que ahora que no lo sentía a flor de piel, se percibía ausente, como muchas personas lo están.
Las risas de un grupo de adolescentes la distrajo y finalmente comenzó a caminar. No quería parecer demasiado extraña, así que sin lugar a dudas necesitaba... avanzar. ¿Para no parecer extraña? ¿O para qué?
De un momento a otro también empezó a cuestionarse qué era lo que la había traído hasta ahí.
Si en verdad se sentía tan vacía por dentro por qué es que recurrió a escapar de su rutina diaria, ¿no es que todo le daba lo mismo?
—No puedo creer que sigas dormida. —La voz de su madre la atacó en un recuerdo.
Eran vacaciones de verano del año pasado. Después de unas clases terribles y el remolino que representaba aguantar a sus compañeros, era comprensible que la chica no quisiera hacer otra cosa que descansar. Pero algo en la mirada de su madre le invitaba a no hacerlo, la invitaba a no querer dar un espacio para dormir o para soñar, prácticamente para hacer cualquier cosa que fuera mínimamente categorizada como vagancia.
A veces le dolía el cuerpo, no estaba segura de por qué, se había convencido de que en realidad no hacía nada útil en la casa. Tenía la absoluta seguridad de que para ella las cosas siempre iban mal porque sin dudar se lo merecía y no había ninguna otra explicación además de aquella.
Cuando dejó ir los deseos de sentir comodidad en su vida, fue que... ¿dejó de sufrir?
Volvió a voltear hacia atrás. Los chicos que estaban platicando detrás de ella ya la miraban con ojos extrañados, quizá porque estaba caminando demasiado lento para alguien que simplemente tenía que llegar a la avenida, o porque la habían observado de lejos, cómo se queda admirando los autos, cómo daba un sobresalto con cada camión.
Su mente era ruido, pero el mundo no se detenía. Sin lugar a dudas no lo haría jamás, aunque ella lo hubiera deseado tantas veces y con tan ferviente devoción. No tuvo ni tiempo de volver a reflexionar, porque la corriente de las personas la fue llevando hacia el cruce peatonal y pronto se vio cruzando con ellos. Cerró los ojos un poco, como lo hizo al salir de la escuela, los empujones volvían a dirigir la ruta y, pronto, estaba del otro lado.
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