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[28]





































Tengo pesadillas de todo tipo. 

Aunque creí que ya habían desaparecido...

Al parecer no fue así, hoy tuve una y me levanté asustado, llorando y creí por un momento que estaba encerrado de nuevo en una habitación oscura. 

Hasta que reaccione y pude darme cuenta que solo fue una pesadilla...

— ¿Por qué hoy? De todos lo días...tenía que ser hoy. 

Hoy es la cita, bueno, no es una cita. Es solo una salida, no, tampoco es eso. ¡Es una reunión! Si eso es, solo voy a estar con Milo, vamos a caminar y comer algo... juntos. 

Es solo eso. 

— Debe ser por la pesadilla, de lo contrario no entiendo porque estoy temblando. 

Lo digo mientras me veo al espejo de mi baño. Ya estoy listo, solo que no estoy seguro si elegí bien el conjunto de ropa...talvez es demasiado, voy a cambiarme...no, ya no hay tiempo, talvez es mi cabello...

Solo me peine mi cabello pero hoy amaneció un poco enredado que parece que no quiere estar en su lugar, además que la ropa que uso es...como lo que siempre suelo usar: una camiseta blanca que está cubierta por un abrigo de color negro, un jean que es de color azul oscuro y mis zapatos deportivos blancos. Estoy cubierto como si estuviéramos en invierno y en realidad fuera está un sol radiante. 

— Si, debo de cambiarme...

Veo la hora, ya son las once de la mañana... tengo una hora más....¡Pero no sé ni por dónde empezar!

Mi habitación está totalmente hecha un desastre. 

— ¡Camus! 

Esa es la voz de papá, el estaba despierto desde hace horas porque quería terminar de realizar asuntos relacionados a su trabajo.

— ¿Todo......bien? 

Y llega a mi habitación.

Yo estoy en medio de un desastre, ni siquiera eh arreglado mi cama. 

— Esto...ya lo voy a ordenar, no te preocupes...solo estaba buscando...mi....

Papá pasa como puede hasta donde yo estoy y me quita de la cabeza un sombrero de vaquero, que no se en que momento me lo puse o de dónde lo saqué.

— Camus, se que hoy vas a ir a pasear con Milo y si no me equivoco, estás un...poco nervioso ¿Cierto? 

No puedo seguir engañando a nadie, si, estoy nervioso, por ninguna razón lógica.

Solo asiento y el sonríe, en seguida me responde de la manera más comprensible posible. 

— ¿Me dejarías ayudarte? 

— Está bien pero creo que no tenemos mucho tiempo. 

— Vas a ver qué incluso nos sobrará el tiempo. 

(...)

Entonces...me quede dormido. 

Según yo, hoy me levantaría a las siete de la mañana, me arreglaría, incluso ordenaría mi cuarto. Luego bajaría a dejar hecho el desayuno para mi padre y Kardia. Más tarde le daría un baño a Cocoa, para dejarla después en la casa de Camus y ahí salir con el a pasear a un lugar que estoy seguro le gustará. 

Pero no pasó lo que tenía planeado, primero la alarma si sonó a las siete, sin embargo la apague y en mi mente estaba "solo cinco minutos más" termine por levantarme a las once y media. 

No sé cómo pero salte de la cama asustado y me dirigí de una vez a la ducha, más tarde, me puse la ropa que por suerte deje el día anterior ya lista. Es un conjunto simple pero lo suficiente ¿Elegante?

Es una camisa, mangas largas, no es tan ajustada es de color azul marino, un pantalon negro y zapatos del mismo tono que me regaló el año pasado mi padre, creí que nunca los usaría y estoy entre ponerme o no perfume...

A decir verdad, los únicos que tengo son dos que me regaló Kardia y uno que me dio mi padre. 

Al final decido por desechar la idea de usar perfume y agregar a mi lista de cosas por hacer: Comprarme un perfume que no apesta, ni cause mareos. 

Por fin me siento a desayunar, el que se encargó de hacer los magníficos platos que me voy a servir fue Kardia. 

— Hermano, —lo llamo mientras estoy viendo si esto es comestible— ¿Esto es....?

— Son huevos revueltos, una empanada de pollo, tocino, guacamole y un batido de proteínas. Además tienes un pedazo de salmón ahumado. ¿Quieres más?

— No, no, esto es más que... suficiente. Pero ¿Me estás preparando para ir a la guerra? ¿O quieres matarme?

Kardia ni se molesta en responder y sigue comiendo, veo a mi padre que está en las mismas. Aveces me cuestiono como eh sobrevivido estos años viviendo con este par. 

Creo que tengo un trauma con probar la comida hecha por mi hermano.

Al final me rindo y termino por comer el banquete que me preparo Kardia. 

Por fin, al medio día y unos minutos más llegó a la casa de Camus. Vine en el carro así que eso ayudo a no llegar más tarde de lo que ya es. 

Dejo estacionado el carro y mientras lo hago veo cómo se abren las puertas de la casa de Camus. 

— ¡Buenas tardes señor Degel!

Le saludo porque es el primero en salir, yo también ya estoy saliendo del coche con Cocoa en brazos. 

— ¿Milo que te da de comer Kardia para ser tan alto? 

Lo dice cuando ya estoy frente a él. 

— No se lo imagina señor Degel. Por cierto, aquí está Cocoa, se va a quedar con Camus el fin de semana. 

Le doy a Cocoa y el señor Degel reacciona de la misma forma que Camus cuando cargo por primera vez a Cocoa. 

No sabe muy bien como tenerla en los brazos.

— Solo...no la dejé caer. 

— Oh, no te preocupes, ella está muy bien en mis brazos... 

Y luego de decir eso se escucha la voz de Camus que viene bajando las escaleras, yo que estoy en la puerta no se que hacer, una parte de mi que ir y atraparlo en mis brazos y también mis piernas no reaccionan asi que me quedo contemplándolo. 

¡Parece un ángel!

Su cabello rojizo que le llega hasta un poco más abajo de los hombros, tiene ondulaciones, esta un poco desordenado pero eso hace que se vea más....¡No se cómo explicarlo!

Además de eso está usando una camisa blanca con botones azul cielo, también se ve el relicario que la di, usa un jean que es más oscuro que los botones en su camisa y también ciñe su cintura, como si eso no fuera suficiente para que esté por darme algo, está usando unos botines negros que lo hacen ver más alto pero sigue sin llegar a mi altura.

— ¡Milo! Disculpá la demora, estaba buscando algo y al fin terminé por bajar más tarde...espero que no esperaras mucho. 

— Camus, no te preocupes, Milo acaba de llegar ¿Qué es lo que te faltaba? 

— Oh...nada, luego te cuento papá. 

No eh dicho nada...¡Por qué no se que decir!

Estoy más nervioso que nunca. 

— B-buenas...tardes...C,Camus y-yo...Cocoa...y...esto....

Me debo ver patético....¡Milo reacciona de una vez!

— Milo...¿Te sientes bien?

— ¡Por supuesto! 

— Bien... entonces, papá nos vemos más tarde, porfavor cuida bien de Cocoa...

Camus termina de despedirse de su padre, yo hago lo mismo. Vamos al auto y me pongo a manejar.

Ninguno de los dos dice nada. 

No siquiera puedo mirarlo a los ojos...

— Milo, ¿En serio no sucede nada?

Camus lo pregunta de una manera que me hace sentir culpa de no haber podido hablar bien antes. 

Tomo aire y trato de reducir mis nervios. 

— No, no sucede nada, en serio. En realidad...estoy...umm, como decirlo..

Siento la mirada ansiosa de Camus, se que el también quiere una explicación pero no sé cómo darle una lógica. 

— Es solo que...te ves muy bien. B-bueno, siempre te ves bien pero... nunca te había visto con algo así y realmente...ya no se que estoy diciendo, lo siento.

Lo digo mirando a sus ojos que se han abierto de par en par y sus mejillas se tornan a rosado. 

¿Cómo puedo conducir sin provocar un accidente? 

No tengo idea. 

Camus deja mirarme y cambia su vista a la ventana a su lado. 

— G-gracias y t,tu también te ves bien, deberías arreglar tu cabello más seguido...

— ¿En serio? Lo tomaré en cuenta.

— No, bueno, si a ti te gusta estar así está bien, no lo hagas solo porque y,yo lo dije. Ehm, ¿A donde vamos? 

— Al templo de Zeus no podemos ir, así que estoy llevándote a otro lugar el cual creo que sí podemos estar. 

— ¿La policía no tendrá que intervenir está vez? 

— Claro que no. Esta vez será diferente, puedes confiar en mí palabra. 

— ¿No me dijiste algo parecido la última vez?

— No creo...¡Pero en serio que es diferente está vez!

— Okey, confío en ti.

Camus se ríe por lo bajo y su mirada está dirigida hacia los edificios y casas por las que estamos pasando. 

Yo debo de concentrarme, no puedo estar desviando mi mirada cada segundo solo para ver si esto es real, lo cual si es. 

Vamos a calmarnos, no quiero causar un accidente justo el día de hoy. 

Bien.... ahora a reorganizar mis ideas. Aún falta media hora para llegar al lugar que planeé.

— y...¿Como fue tu mañana Camus?

— Hoy tuve una pesadilla y sentí que fue muy real. 

El ambiente cambia y se que le molesta tener pesadillas porque soy en su mayoría recuerdos. 

— Al final estaba solo.... encerrado, me desperté y seguía pensando que alguien vendría a gritarme. 

— Camus, eso..

— Déjame terminar, creo que de esa forma estaré más tranquilo conmigo mismo. 

Yo asiento y me mantengo en silencio para que el continúe.

— Cuando reaccione me di cuenta que ya era tarde, que tenía que arreglarme y luego me iba a encontrar contigo. Al final solo fue un sueño, lo que realmente parece una pesadilla es como voy a arreglar mi habitación, la dejé hecho un desastre. 

— Ja, no creo que esté tan desordenada como la mía. Kardia siempre se queja de que eso parece una bodega. 

Camus niega con la cabeza y sonríe.

— ¿Ya estás mejor? 

— Claro que sí. Imaginar que tú habitación es más desordenada que la mía me alivia un poco. 

Luego de eso no se escucha más que el sonido de los coches y las personas afuera en lo suyo. En un momento Camus decide hablar de nuevo.

— Milo, ¿Podemos parar por aquí? Acabo de ver algo...

— Si, no veo razón para no hacerlo. 

Hago lo que me pidió Camus, estacionó cerca de una esquina donde pasan varias personas. 

Camus ya se baja del auto, le pregunte si podía acompañarlo y me dijo que estaba bien, no se demoraba mucho.

Lo vi ir a una de las tiendas y como se robaba las miradas de todas las personas cercanas, estoy seguro que jamás habían visto a alguien tan hermoso como el. 

Hasta que Camus regrese salí un rato del auto y me puse a un costado de el para esperarlo. 

— ¡Milo! Perdón por demorarme tanto, no sabía que habría una fila tan larga. 

Regresa corriendo, está agitado y un poco sonrojado. 

Trae en sus manos una bolsa pequeña de papel. 

— ¿Esto es lo que llamó tu atención? 

Le preguntó mientras le abro la puerta del auto para seguir con el "tour" por así decirlo. 

Son buñuelos, o bueno también les llaman Loukoumades, no sé a quién se le fue a ocurrir el segundo nombre para unas pequeñas masas que se las acompaña con miel y canela.

— ¡Si! Son muy deliciosos, los probé la primera vez que vine a Atenas, aún tengo el recuerdo de su sabor...no se cómo explicarlo, les tengo una especie de cariño y quería también compartirlos contigo. 

Yo ya estoy conduciendo y Camus me hace una seña de que abra la boca para que el me de uno, el está muy emocionado y yo estoy más que feliz por verlo así. 

— Mmm...esta...moy..bono...Camus, Damme otro. 

— Jajaja, ¡No hables con la boca llena! Y mira adelante porfavor.

El se sigue riendo mientras me da otro buñuelo, por el retrovisor veo que el también está comiendo y sus dedos se han llenado de miel. 

Sus acciones son tan, como decirlo, parecen previamente meditadas pero le sale tan natural que incluso parece que estoy a lado de una obra de arte. 

Ja, ya no se en que tanto pienso....¿Así se siente estar enamorado? 

Porque no encuentro otra razón para creer verlo, estar a su lado y no querer que derrame lágrimas. 

— Oh, ¡Milo! Mira...¿Aquí es donde querías traerme? 

— Bueno.... sorpresa. 

Camus sonríe dulcemente y asiente, como si estuviera agradeciéndo el hecho de venir acá. En seguida abre la ventana a su lado. La brisa del mar hace que su cabello se empieza a mover, el solo cierra los ojos. 

Y bien, ¿Donde estamos? 

Estamos en el puerto que más me gusta de Atenas: El Pireo, tiene tres bahías y actualmente estamos en Zea. 

— Voy...a-a estacionar por aquí, me parece un buen lugar. 

— Está bien.

Por fin bajamos del carro y caminamos cerca de los pequeños veleros que se han quedado en la bahía.

Al parecer encontrar un lugar para estacionar hoy fue de suerte, hay varios carros entrando y saliendo. Además la cantidad de personas es increíble. 

— Milo creo que se está celebrando algo...

— Debe ser que se enteraron que iba a venir un ángel. 

Camus me regreso a ver confundido y alza una ceja. 

— ¿Como va a venir un ángel? ¿Te refieres a un cantante? 

— Pff...no, no me refería a eso. Es solo que, creo que no sabes lo hermoso que luces hoy.

— ...No te vuelvo a preguntar nada.

— ¿Pero acaso estoy mintiendo?

— Tu.....ha...no, solo olvidalo y vamos a ver qué está pasando ahí. 

Camus me toma de la mano y yo solo me dejó llevar. 

Estamos en la plaza de la bahía junto a un gran grupo de personas que han rodeado a unos músicos y unos bailarinas. Todos están muy animados. 

De pronto se acaba la música y los aplausos instantáneamente llegan de nuevo. Los músicos agradecen y el público pide una canción más, lo cual es cumplido y la melodía es más movida que algunos incluso han empezado a bailar. 

Unas chicas se me acercaron y me pidieron salir a bailar con ellas, yo ya les iba a decir amablemente que no puedo bailar que será en otra ocasión pero vi a Camus, no se cómo, pero sentí un frío recorrer mi espalda al punto de querer que ambas chicas solo se alejen de una vez de nosotros. Lo único que pude llegar a decir fue un "No" y las ignore, le preguntaron a Camus y el dijo lo que yo había pensado hace un momento pero más ¿Molestó?

— ¿Por qué no aceptaste? Se veían muy emocionadas por bailar contigo.

Camus lo pregunta mientras ve que las chicas ya se han juntado con otro grupo de personas.

No se que responder, debería decirle que sentí como alguien destruía con la mirada a las pobres chicas. 

— Nah, Camus. Solo no tengo ganas de bailar.

— ¿En serio?

No se porque ese "en serio" me sonó triste. 

— B-bueno, si quiero bailar pero no con ellas. ¿Camus y tú porque no aceptaste? 

— Pues, no me dan confianza. Después estarían pegadas a nosotros como clichés.

— Entonces....

Se que está celoso, es tan obvio, aunque si hablamos de celos yo eh tenido que soportar que la mayoría de personas aquí presentes lo queden viendo cómo si quisieran llevárselo. 

Aunque talvez solo estoy exagerando. 

— Camus, ¿Te gustaría bailar conmigo? 

— ¿Q-qué? J-juntos....

— Si no quieres está bien, no me molesta mientras tú este cómodo y feliz yo estaré bien.

— No, no, yo sí quiero bailar... contigo. 

Ahora sí está feliz. Y siento que el frío se ha ido.

La música es suave, como las olas del mar cuando la marea es baja.

Camus está nervioso y yo igual, las personas que han quedado en el centro de la plaza para bailar son la mitad de los que habían antes.

El solo ya está cayendo, fundiéndose con el mar. Es un hermoso atardecer. 

Algunos visitantes y turistas solo están parados con una copa de vino en sus manos hablando con otros. También están aquellos sentados en las mesas que están afuera de los restaurantes. En los balcones y ventanas hay personas viendo y escuchando la música. 

Camus y yo estamos bailando, no se cómo pero estamos en el centro, estoy tomandolo de la cintura el me ha rodeado el cuello con sus dos brazos. El  mira el atardecer y yo observó cómo sus nervios se han esfumado.

Creo que a las personas les da igual quienes bailén o quiénes no, sumando el hecho que algunos están ebrios por el ambiente o por el alcohol.

Y de un momento a otro salgo de mi ensoñación por los aplausos de las personas que han quedado, Camus parece también darse cuenta que somos los únicos bailando. 

— ¡Que lindos se ven los dos! ¡Maravilloso! Jamás había visto un baile tan dulce como el de ustedes dos. 

Lo dice la mujer que estuvo cantando.

— Eh, m-muchas gracias, u-usted canta muy bien ¡También tiene unos grandes músicos a su lado!

El que agradece es Camus. 

— Oh, no, no merezco alabanza de estos jóvenes, solo somos unos viejos recordando viejos tiempos. 

— ¡¿A quien llamas viejos?!

El que se queja es el hombre que estuvo tocando el saxofón, también hay otro que tocaba la guitarra y uno que estuvo en el piano. No son tan viejos, creo que son menores con diez años a mi padre. 

— No les hagan caso, si están viejos...umm, se que esto puede sonar molesto pero ¿No les gustaría comer algo delicioso? El restaurante de aquí es de mi propiedad y me gustaría que unos jóvenes tan bellos como ustedes prueben unos deliciosos platillos antes de irse. 

¡Comida Gratis! 

Miró a Camus y el parece dudar pero al final sí acepta. 

Así es como llegamos a una de las mesas que están afuera, es mejor aquí porque podemos ver las casas, seguir escuchando la música y tenemos al mar a unos metros. 

— Y bien, ¿Te a gustado Camus?

— ¿Venir hasta aquí? ¡Claro que me gustó! No sabía que terminaríamos teniendo una invitación para la cena. ¿Pero no afectó tus planes? 

— ¿Mis planes? Mi único plan era verte sonreír y hacer que la pases bien. Eso era todo.

— Lo lograste. 

Por fin llega la comida y es...¡Un manjar de Dioses!

Seguimos conversando de cualquier cosa que se nos pasa por la cabeza, hasta que no se cómo o de que llegamos a reírnos tanto. 

— Ahora me duele el estómago de risa, Milo, ya deja de reírte que más me da gracia...no, en serio. 

— Okey, okey...paremos. 

Lo digo y ambos estamos serios, hasta que nos vuelve a salir una risa. 

— Wow, niños parece que se han comido un payaso. 

Lo dice la señora que nos atendió. 

— ¿Les gusto la comida? 

— ¡Por supuesto! Es lo mejor que eh comido en mi vida, ¿Como podemos pagarle? 

— ¡¿Qué?! No, no, no, este era un regalo lo cual no es necesario un pagó. Para mi ver qué lo han disfrutado es mejor que cualquier otra cosa. ¿Les gustaría algo más? 

Yo miro a Camus, ambos estamos llenos y no creo que podamos comer algo más. Hasta que Camus parece haber recordado algo y se levanta de un brinco.

— ¿Le puedo pedir un favor Señora? 

— Claro que sí mi niño, ¿De que se trata? 

Camus me mira y luego mira a la señora, como si la señora leyera miradas acaba de darse cuenta de lo que quiere Camus y asiente rápidamente. 

Yo que no entiendo lo que pasa y preguntó dudoso.

— ¿Qué es Camus? 

— N-nada, ya vuelvo , ¿Si? No te muevas de aquí. 

Y desapareció de mi vista junto a la señora. 

Me quedé pensando lo que acaba de pasar y luego me rendí, para solo ver como las olas se chocaban con las piedras y la luna ya estaba alzándose en el cielo. 

Aproveche el tiempo y le mandé un mensaje a Kardia y al señor Degel para que no se preocupen, luego de media hora, por fin, Camus había regresado, el único cambio fue que traía una rosa blanca acomodada a un lado de su cabello y en sus manos una guitarra. 

Vi como la señora ponía un micrófono al frente de el, que estaba sentado en un taburete de madera, el resto de músicos estaba atrás de ellos. 

La señora se acercó a mí y me dijo que me mantuviera sentado. 

Yo solo quería ir al lado de Camus y preguntarle que estaba pasando. 

Hasta que descubrí como cantan los ángeles. 

Camus comenzó cantando....en francés....

No se que hacer...¡Estoy entendiendo cada palabra que sale de su boca! 

Esto, la letra de la canción es....¿esto es una confesión?

¿Camus quiere que me dé algo en el corazón? 

¿Acaso ya me morí?

¿Estoy en el cielo?

La música se detiene, su voz también se silencia y los aplausos llegan. 

Camus vuelve a hablar, está vez ya no en francés, su nariz y mejillas están rosadas. 

— Milo, te acuerdas la pregunta que me hiciste hace poco, de si yo....estaba enamorado. Tengo ya una respuesta...

La señora ya no me está deteniendo. 

Mis piernas solo se mueven solas en dirección a Camus que parece iluminado solo por la luz de luna. 

— Si, estoy muy enamorado, al punto de no dejar de pensar en esa persona, preocuparme cuando no está a mi lado, sentir celos, enojarme por no saber que hacer cuando estoy a su lado...y reírme de lo que sea que diga. Milo, estoy enamorado de ti, me gustas.

¿Qué se hace en estos momentos? 

Bueno mi cerebro y mi corazón opinaban lo mismo: ¡Besarlo!

Me importo poco si las personas veían y solo me incline un poco y junte sus labios con los míos. 

— ¿Sabes que no pienso separame de ti ahora?

— Eso debería decir yo, Milo. 

































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Modo actual:

Y la canción que cantó Camus está arriba 😉😆

Manzanita Fuera 🍎











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